El desacoplamiento del mundo

En 1991 el futurólogo Alvin Toffler escribió acerca de un mundo en proceso de bifurcación entre naciones veloces y lentas. Ello implicaba un desacoplamiento entre países con sistemas tecnológicos avanzados y economías desarrolladas y países en vías de desarrollo con baja o mínima capacidad de generación tecnológica. Mientras los primeros se moverían cada vez más rápidamente,  los segundos irían evidenciando un rezago creciente (El Cambio de Poder, Barcelona).

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En 1991 el futurólogo Alvin Toffler escribió acerca de un mundo en proceso de bifurcación entre naciones veloces y lentas. Ello implicaba un desacoplamiento entre países con sistemas tecnológicos avanzados y economías desarrolladas y países en vías de desarrollo con baja o mínima capacidad de generación tecnológica. Mientras los primeros se moverían cada vez más rápidamente,  los segundos irían evidenciando un rezago creciente (El Cambio de Poder, Barcelona).

El milenio trajo consigo, sin embargo, una realidad distinta. La misma se caracterizó por la inclusión dentro de la ecuación laboral de 1,3 millardos de chinos o 1,2 millardos de indios, dentro del contexto de una carrera global hacia los costos productivos más bajos. Como resultado de este estado de cosas el mundo desarrollado se convirtió en una fortaleza asediada, incapacitada para dar respuesta a los retos emergentes. Como si ello fuera poco en 2008 las naciones desarrolladas, con Estados Unidos a la cabeza, desataron la mayor recesión económica internacional desde los años treinta del siglo pasado. Ello concatenado, en dichos países, con una profunda crisis de endeudamiento.

Un desacoplamiento muy distinto al predicho por Toffler tuvo lugar. Bajo el mismo, las naciones en desarrollo jaladas y crecientemente integradas por el fenomenal emerger de China, siguieron creciendo a pesar de la crisis del mundo desarrollado. El contraste entre la seguridad con la que avanzaban las economías emergentes y la pérdida de rumbo de los países desarrollados se hizo notorio.

No obstante la llamada Cuarta Revolución Industrial, cuya próxima llegada es inminente, está volviendo a poner la correlación de fuerzas en los términos planteados por Toffler. Bajo el estado de cosas que comienza a configurarse lo que contará será la capacidad para innovar que muestren las economías. Aquí las naciones desarrolladas con Estados Unidos a la cabeza, y China jugando un papel protagónico en esta oportunidad, dictarán las pautas.

Ello conducirá inevitablemente al desacoplamiento entre las naciones veloces y lentas. Ello, en la medida en que las primeras se harán mucho más autónomas en relación a los productos manufacturados, los recursos naturales y los servicios, provenientes del mundo en desarrollo. Mientras la globalización irá perdiendo sustentación ante la autarquía en asenso de las economías veloces, las naciones lentas se verán libradas a su propia suerte.

En palabras de Klaus Schwab: “Contrariamente a las revoluciones industriales precedentes, la Cuarta revolución Industrial avanza en términos exponenciales y no lineales…La misma se sustenta en la revolución digital  y combina a múltiples tecnologías, lo que genera cambios de paradigma sin precedentes en la economía, los negocios, la sociedad y los individuos” (The Fourth Industrial Revolution, London, 2017).

En esta Cuarta Revolución Industrial conlleva dos elementos esenciales.  El primero es el carácter exponencial que la caracteriza. El segundo es lo que lo que la Consultora McKinsey ha denominado como la “explosión tecnológica combinada” (Erza Greenberg, Martin Hirt and Sven Smith, “The global forces inspiring a new narrative of progress”, McKinsey Quarterly, April 2017). Lo primero implica que para llegar de 1 a 100 hay sólo 7 duplicaciones intermedias y, con multitud de tecnologías duplicando su capacidad cada dieciocho meses, el cambio que se avecina resultará descomunal. Lo segundo significa que las tecnologías al combinarse adquieren un efecto multiplicador.

El avance exponencial y la combinación de la tecnología digital y la robótica, la impresión 3D, la nanotecnología, el Internet de las Cosas, la tecnología del genoma y la biotecnología y las nuevas tecnologías energéticas, por mencionar sólo unas pocas, generarán desajustes profundos en el mundo en desarrollo. Ello hará que sus aportes en mano de obra barata, minerales, recursos agropecuarios e hidrocarburos, resulten crecientemente irrelevantes para las naciones veloces.

Para las naciones veloces, sin embargo, no será tiempo de celebración. Ello por la simple razón de que un desacoplamiento similar del que se producirá entre ellas y las naciones lentas, se reproducirá al interior de sus propias sociedades. En efecto, al interior de éstas se evidenciará una división feroz entre sus sectores económicos y poblacionales veloces y sus sectores lentos. Se estima que Estados Unidos evidenciará en el transcurso de estas próximas dos décadas una reducción de casi 50% de sus puestos de trabajo como resultado únicamente de la tecnología digital. Ello sin contar con el efecto multiplicador de la “explosion tecnológica combinada”.

El desacoplamiento, bajo estas condiciones, será entre los sectores veloces y el resto de la humanidad.