Estados Unidos: Furia y surrealismo

La clase media norteamericana está brava. Y no es para menos. En la distribución de costos y beneficios, el sistema económico prevaleciente está haciendo recaer sobre ella parte fundamental de lo primero, mientras lo segundo se concentra en la minoría de más altos recursos.

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La clase media norteamericana está brava. Y no es para menos. En la distribución de costos y beneficios, el sistema económico prevaleciente está haciendo recaer sobre ella parte fundamental de lo primero, mientras lo segundo se concentra en la minoría de más altos recursos. Las cifras hablan por sí solas y tienen como punto de partida un promedio nacional de desempleo de 9,2% que en el caso de los jóvenes sube a 22%. Arianna Huffington, Directora del Huffington Post y una de las cien personas más influyentes del mundo de acuerdo a Time, aporta datos precisos en su obra Third World America (New York, 2011):

Uno de cada cinco norteamericanos está desempleado o subempleado, uno de cada ocho perdió su vivienda o está en riesgo inminente de hacerlo, uno de cada ocho sobrevive gracias a cupones de alimentos. Alrededor de 120 mil familias por mes se están declarando en bancarrota y 62% de éstas responden a gastos médicos. Cinco millones de millones de millones de dólares en ahorros y pensiones se esfumaron con la crisis de 2008 al tiempo que 2,8 millones de viviendas fueron retomadas por los bancos acreedores en 2009 y 3 millones en 2010. El 1% más rico capturó el 65% del crecimiento económico entre 2000 y 2007. En 2008, antes de la crisis, 56% de la clase media consideraba que en los cinco años precedentes su situación económica había empeorado o se había hecho crecientemente frágil. En 2005 la brecha en ingresos entre el 20% de menores recursos y el 20% de mayores recursos era de 1.500% (la más alta de la historia de ese país). Las corporaciones y los individuos más ricos logran evadir el pago de 200 millardos de dólares anuales en impuestos por vía de rendijas fiscales o mediante el desvío de ganancias a paraísos fiscales. Según señalaba en 2007 Warren Buffet (el hombre más rico del país junto con Gates) su recepcionista pagaba en impuestos el 30% de sus ingresos, mientras que los suyos eran pechados en 17,7%. Los impuestos pagados hoy por los que más ganan resultan los más bajos en 50 años.

En síntesis, un cuadro de injusticia manifiesta en el que las grandes corporaciones exportan puestos de trabajo, evaden impuestos y pagan porcentajes impositivos mucho menores, mientras que la clase media se encuentra económicamente acorralada y desbastada por la crisis generada por aquellas. No en balde la furia existente. Lo lógico sería que ésta se canalizara en contra de las grandes empresas y fortunas, exigiendo que éstas asumieran la parte de la carga que les corresponde, comenzando por el pago equitativo de sus impuestos. Irónicamente sin embargo, esta furia, cuya mayor expresión es el Tea Party, se ha concentrado en el rechazo a aumentar los impuestos a quienes más ganan y en la exigencia de eliminar o reducir programas de estímulo económico y de corte social.

A través de un proceso auténticamente surrealista las grandes corporaciones y las grandes fortunas han encontrado su mejor defensa en los más golpeados, quienes, a la vez, son quienes más se oponen a los estímulos económicos y a los gastos médicos y sociales que podrían cambiar o mitigar su suerte. ¿Cómo entender este contrasentido?