¿Ha perdido la élite política europea su instinto de supervivencia?

En 1953 el 55% de la deuda externa alemana fue perdonada por sus acreedores en una histórica reunión celebrada en Londres. En efecto, los veinte países a los que la República Federal Alemana debía lo que para ese entonces era la gigantesca suma de 32,2 millardos de marcos, decidieron borrar de sus libros más de la mitad de esa acreencia. Hoy los alemanes, encabezando la lista de acreedores a los países en crisis de la eurozona, se caracterizan por su inflexibilidad en las condiciones de pago y en las exigencias de ajuste estructural. Cierto que es su dinero el que ha permitido refinanciar gran parte de dichas deudas (como también lo es el que ellos son los mayores beneficiarios de la existencia de la Eurozona), pero ello no mitiga el enfoque draconiano con el que visualizan el tema.

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En 1953 el 55% de la deuda externa alemana fue perdonada por sus acreedores en una histórica reunión celebrada en Londres. En efecto, los veinte países a los que la República Federal Alemana debía lo que para ese entonces era la gigantesca suma de 32,2 millardos de marcos, decidieron borrar de sus libros más de la mitad de esa acreencia. Hoy los alemanes, encabezando la lista de acreedores a los países en crisis de la eurozona, se caracterizan por su inflexibilidad en las condiciones de pago y en las exigencias de ajuste estructural. Cierto que es su dinero el que ha permitido refinanciar gran parte de dichas deudas (como también lo es el que ellos son los mayores beneficiarios de la existencia de la Eurozona), pero ello no mitiga el enfoque draconiano con el que visualizan el tema.

                ¿Hubiese podido Alemania evolucionar en la dirección en que lo hizo, si sus acreedores de la postguerra le hubieran exigido lo que ella demanda hoy a otros? Responder a esa pregunta nos llevaría desde luego a la historia contra fáctica, es decir a la que hubiera podido materializarse bajo circunstancias distintas. No obstante, lo que sí es históricamente comprobable es que el nacionalsocialismo fue una resultante directa del costo social asociado al cobro de las reparaciones de guerra que fueron impuestas a Alemania tras la I Guerra Mundial.  

                Tomemos como referencia el caso de Grecia. La austeridad impuesta a esa nación podría inscribirse dentro de la Tragedia, género literario popularizado por ésta en sus tiempos clásicos. El padecimiento humano allí evidenciado, con un desempleo que ronda el 30% y que en el caso de sus jóvenes lo duplica, ha resultado inconmensurable. Pero lo peor es que también ha resultado estéril. Cuando la crisis de su economía estalló, la deuda nacional era del 120% de su PIB. Hoy, luego de haberse dejado sin empleo a legiones enteras de ciudadanos, de reducirse los salarios, de desmantelar las redes de sustentación social y de vender a precios de ganga gran parte de los activos públicos, la deuda representa el 170% del PIB. En el proceso la economía se contrajo en 27 por ciento. Como acertadamente preguntaba el nuevo Ministro de Hacienda griego: “¿Es que debemos seguir vendiendo por cuatro centavos todos los activos de la nación para lanzar lo obtenido por el hueco negro de la deuda?”.

                Los dos economistas más célebres de nuestros días, los premios Nobel Joseph Stiglitz y Paul Krugman, han venido insistiendo en que la austeridad impuesta a los deudores es un error mayúsculo. En palabras del primero: “La austeridad ha sido un absoluto e injustificable desastre, lo cual se hace cada día más evidente en la medida en que las economías de la Unión Europea se ven confrontadas una vez más a la estagnación, con niveles de desempleo persistentes y batiendo records…Los países más afectados se adentrado ya en la  de depresión económica” (“Europe’s austerity drive a disaster”, Straits Times, September 9, 2014). El segundo, que desde hace varios años ha venido culpando a las políticas de austeridad por los lamentables indicadores económicos europeos, responsabilizaba a la cúpula política alemana de no explicarle a sus ciudadanos el significado de éstos. Según sus palabras: “Desafortunadamente los políticos alemanes nunca le han explicado a sus votantes las matemáticas básicas. En su lugar han tomado el camino fácil: moralizar acerca de la irresponsabilidad de los deudores, declarar que lo que se adeuda debe ser pagado en su totalidad y recurrir a estereotipos negativos con respecto a los europeos del Sur”. (“A game of chicken”, The International New York Times, February 6, 2015). En otro de sus artículos Krugman contrastaba los caminos económicos divergentes de EEUU y la Unión Europea: mientras el primero reencontró el camino del crecimiento gracias a las políticas de estímulo, la segunda se dirige hacia la deflación como cortesía de la austeridad (“Much to responsible”, The International New York Times, January 22, 2015).

                Sin embargo, las políticas de austeridad seguidas no sólo han resultado socialmente devastadoras y económicamente desastrosas, sino también de una torpeza superlativa desde la óptica política. A través de las mismas la élite europea está socavando aceleradamente sus bases de sustentación. De un lado a otro del continente la izquierda y la extrema derecha hacen causa común en su rechazo a tales políticas, aumentando con ello su caudal electoral. Cada vez más los partidos tradicionales se van viendo acorralados por fuerzas políticas que hasta hace poco tiempo resultaban inexistentes, marginales o sin perspectivas de triunfo.

                Syriza en Grecia fue el primero en llegar. Detrás se encuentran Podemos en España, la Liga del Norte y el Movimiento de la 5 Estrellas en Italia, UKIP en Reino Unido, Sinn Féin en Irlanda, el Frente Nacional y el Partido de Izquierda de Mélenchon en Francia, Verdaderos Finlandeses en Finlandia, el Partido por la Libertad en Holanda o Pasok también en Grecia.

               La élite política europea, sometida a los dictados de Alemania, pareciera haber perdido su instinto de supervivencia.