Hillary y su gran dilema

Hillary Clinton dispone de una base de votantes amplia. En la misma caerían las dos mayores minorías del país, los hispanos y los afroamericanos, así como también un porcentaje mayoritario de las mujeres. Su popularidad entre los adultos mayores es también grande. Sin embargo para garantizar su triunfo de cara al más impredecible de los contrincantes, le sería necesario ampliar tanto como posible su base de respaldo. Para ello debería orientarse alternativamente hacia la centro-izquierda o la centro-derecha.

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Hillary Clinton dispone de una base de votantes amplia. En la misma caerían las dos mayores minorías del país, los hispanos y los afroamericanos, así como también un porcentaje mayoritario de las mujeres. Su popularidad entre los adultos mayores es también grande. Sin embargo para garantizar su triunfo de cara al más impredecible de los contrincantes, le sería necesario ampliar tanto como posible su base de respaldo. Para ello debería orientarse alternativamente hacia la centro-izquierda o la centro-derecha.

            El dilema que confronta en tal sentido es grande. Virar hacia su izquierda le permitiría atraer a un porcentaje significativo de los electores movilizados por Sanders. Allí sobresale el alto número de profesionales recién graduados que se ve aprisionado entre las fuertes deudas adquiridas para pagar sus estudios y la falta de oportunidades laborales. De acuerdo a un trabajo del “Center for American Progress” firmado por Sarah Ayres Steinberg, el impacto de esto último seguirá a esta llamada generación milenaria (por haber crecido en el nuevo milenio) por décadas. Los bajos salarios, los trabajos menores que no guardan relación con sus largos años de estudio, el desempleo y la falta de experiencia profesional derivada de lo anterior, corren el riesgo de sumirlos en un profundo rezago, transformándolos en una suerte de generación perdida (“The high cost of youth unemployment”, April 5, 2013). A ello se agrega el drama humano y económico de sus fuertes deudas. De acuerdo a Julian Berman el monto combinado de las mismas supera al 1.2 millón de millones de dólares y aumenta en 2.726 dólares cada segundo (“America’s student debt grows $2,726 every second”, Market Watch, Jannuary 30, 2016). Lo característico de este sector, como corresponde a su crisis, es su alto nivel de pasión e involucramiento políticos. Si Hillary logrará atraerlos mediante una oferta electoral y un candidato a la vicepresidencia que los entusiasmase, sumaría a su causa un importante y vibrante caudal electoral. Por el contrario, si los dejase desmovilizar en medio de la frustración los empujaría hacia la apatía política y la muy probable abstención electoral.

            No obstante, también a la derecha habría excelentes opciones de pesca de votos. Las mismas provendrían de aquellos sectores del Partido Republicano que se muestran desencantados con el triunfo de Trump. Dicho partido, valdría la pena recordarlo, cuenta con tres sectores básicos. El de las masas obreras desencantadas, el de los conservadores radicales y el del ala pro-negocios. Hillary bien podría capitalizar el fuerte descontento del tercero de dichos grupos frente a las propuestas anti libre comercio de Trump. Dicho sector no sólo está compuesto por los grandes empresarios, sino también por pequeños y medianos empresarios con alta incidencia en los servicios. Su número, a no dudarlo, no es nada desdeñable. Con una propuesta electoral y un candidato a Vicepresidente afines a este sector, bien podría atraerlos al redil Demócrata.

            Si se hiciese una consideración costo-beneficio superficial daría la impresión que la opción centro-derecha puede resultarle más atractiva. Sobre todo porque es posible que muchos de los jóvenes profesionales milenarios terminasen votando por el mal menor representado por Clinton con tal de evitar el triunfo de Trump. Sin embargo hay dos puntos muy importantes a considerar. El primero es que nada puede garantizar que los milenarios no opten pura y simplemente por la apatía y se desentiendan del proceso electoral. El segundo es que hay una importante veta obrera desencantada susceptible de ser atraída al Partido Demócrata por vía de la izquierda. Esto ha quedado claramente evidenciado por la alta votación de Sanders en los estados manufactureros del Medio Oeste. Ello bien podría erosionar la mayor base electoral de Trump, donde más duele. Desde una perspectiva puramente pragmática daría la impresión, entonces, que la centro-izquierda ofrece a Hillary mayores posibilidades de ganancia.  

            Hay, sin embargo, dos consideraciones que no pueden obviarse. Una es la identidad del partido. La otra es la idiosincrasia de la candidata. Con respecto a lo primero es evidente que el Partido Demócrata se identifica mucho más con el sector trabajador que con el empresarial. De hecho a partir de Franklin Roosevelt y por largas décadas la clase obrera fue coto cautivo de los demócratas. Fue desde Reagan y del debilitamiento de los sindicatos que la misma comenzó a migrar hacia los republicanos. Atraer a una parte de ese viejo rebaño podría sentar las bases para su progresiva reconquista.

            Sin embargo, también están de por medio las creencias y preferencias de la candidata. Es indudable en este sentido que Hillary resulta más sensible al canto del mundo de los negocios que al de los trabajadores. De hecho Clinton, como bien lo ha repetido Sanders una y otra vez, mantiene estrechos vínculos con el sector empresarial.

            Pronto tendremos la respuesta.