¿Qué busca Putin en Siria?

A finales de septiembre pasado Rusia comenzó operaciones militares en Siria. Las mismas constituyen la mayor proyección de uso de fuerza fuera de su territorio desde el fin de la Unión Soviética. A través de bombardeos aéreos y uso de misiles, Moscú busca respaldar de manera abierta a un aliado asediado por enemigos diversos y en riesgo de colapso. Pocas veces una acción bélica ha lucido tan estratégicamente coherente en el plano político como ésta. En efecto, la conjunción de beneficios que Rusia puede obtener como resultado de la misma, da testimonio de un alto grado de racionalidad. Entre los mismos podrían enumerarse los siguientes.

Apartados xeográficos Rusia
Palabras chave Siria Rusia Putin
Idiomas Castelán

A finales de septiembre pasado Rusia comenzó operaciones militares en Siria. Las mismas constituyen la mayor proyección de uso de fuerza fuera de su territorio desde el fin de la Unión Soviética. A través de bombardeos aéreos y uso de misiles, Moscú busca respaldar de manera abierta a un aliado asediado por enemigos diversos y en riesgo de colapso. Pocas veces una acción bélica ha lucido tan estratégicamente coherente en el plano político como ésta. En efecto, la conjunción de beneficios que Rusia puede obtener como resultado de la misma, da testimonio de un alto grado de racionalidad. Entre los mismos podrían enumerarse los siguientes.

            En primer lugar se proyecta estatus de gran potencia en consonancia con los objetivos centrales de la llamada Doctrina Putin. Frente a un Occidente que insiste en calificar a Rusia como poder regional en declive, Moscú proclama por esta vía su vigencia y relevancia. El poder, hay que recordarlo, es no sólo realidad sino también percepción. Independientemente de que Rusia carezca de la vasta red de alianzas y de bases militares de las que dispone Estados Unidos, esta operación la hace ver como un actor internacional mayor.

En segundo lugar la cronometrada concatenación de esta acción con el altamente significativo período de sesiones número 70 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, permitió a Putin sacar pleno provecho publicitario de este foro. En lo que fue su primera participación en el mismo desde 2005, Putin presentó a su país como promotor de la estabilidad del orden estatal en el Medio Oriente. Ello, en claro contraste con Estados Unidos, al cual acuso de dejar tras su paso una estela de estados fracasados en esa región y en el Norte de África.

En tercer lugar sacó a Moscú del aislamiento internacional al cual había pretendido conducirlo Occidente tras los eventos de Crimea. Esta acción no sólo propició encuentros entre Putin e importantes líderes occidentales, comenzando por Obama, sino también contactos institucionales entre las fuerzas armadas de su país y las de Estados Unidos. Ello en adición a transformar a Rusia en un interlocutor inescapable en el Medio Oriente. Esto incluye desde la visita que les hizo el Primer Ministro israelí hasta el apoyo explícito brindado por Egipto, pasando por la apertura de consultas de alto nivel con Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos y la participación en la reciente reunión de Viena junto a Estados Unidos, Arabia Saudita y Turquía, relativa al futuro del Presidente Assad.

En cuarto lugar su posicionamiento en el epicentro de los acontecimientos en el Medio Oriente, le brinda a Rusia la posibilidad de ejercer una influencia de la que no disponía frente a Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. Esta nueva capacidad de presión sobre los responsables de los bajos precios petroleros, le permite a Rusia atacar en su raíz la crisis económica que hoy vive su país.

En quinto lugar la coordinación operativa rusa con Siria, Irán e Irak, manda un potente mensaje entre líneas a Estados Unidos. A buen entendedor pocas palabras: si Washington se empeña en hacerle la vida difícil a Moscú en relación a Ucrania, esta última capital dispone de capacidad para crearle innumerables problemas a Estados Unidos en el Medio Oriente.

En sexto lugar la acción en curso permite abrir las cortinas de par en par con respecto al gigantesco avance en materia de sistemas de armamento y capacidad logística, alcanzados por las fuerzas armadas rusas en estos últimos años. La presencia de misiles cruceros con una capacidad tecnológica que igualaría o incluso superaría a la de Estados Unidos, la potencia y versatilidad de sus Sukhoi Su-34, la celeridad y eficiencia logística en la movilización de equipos, son algunos de los elementos que han impresionado a los generales y analistas militares occidentales. No en balde se dice que se estaría en presencia de la más rápida transformación de las fuerzas militares de ese país desde los años treinta del siglo pasado.

En séptimo lugar se manda un inequívoco mensaje disuasivo a Estados Unidos y a sus aliados europeos. La debilidad militar rusa se había convertido en el mayor aliciente expansivo de aquellos por sobre las esferas de influencia de Moscú, lo cual condujo incluso a tratar de atraer a Ucrania (históricamente hermanada a Rusia) al ámbito Occidental. El efecto demostrativo de sus operaciones en Siria deja claro los riesgos que habrá de enfrentar quien subestime al oso ruso. 

En octavo lugar se consolida internamente al gobierno de Putin. Esta acción fortalece sus credenciales nacionalistas, en momentos en que las mismas han pasado a sustituir a la prosperidad económica como principal fuente de legitimidad política.

Así las cosas, en adición a garantizarse la supervivencia de un aliado y de la base naval de la que se dispone en tierra de éste, se logra un conjunto acumulativo de beneficios políticos. Todo ello en medio de una operación de naturaleza eminentemente flexible y de costos no muy elevados.