¿Se encontrará en Siria la puerta a la Tercera Guerra Mundial?

         El conflicto que hoy arropa a Siria se originó en marzo de 2011, cuando las protestas asociadas a la Primavera Árabe en ese país evolucionaron hacia una guerra civil. Hasta el presente dicha confrontación ha cobrado alrededor de 250.000 vidas y el exilio de millones de seres humanos. Como resultado de la misma, Europa no sólo confronta la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial sino que se ha convertido en objetivo del terrorismo de allí emanado.

Apartados xeográficos Oriente Medio
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         El conflicto que hoy arropa a Siria se originó en marzo de 2011, cuando las protestas asociadas a la Primavera Árabe en ese país evolucionaron hacia una guerra civil. Hasta el presente dicha confrontación ha cobrado alrededor de 250.000 vidas y el exilio de millones de seres humanos. Como resultado de la misma, Europa no sólo confronta la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial sino que se ha convertido en objetivo del terrorismo de allí emanado.

            El antecedente histórico a este conflicto sería la Guerra Civil Española iniciada en 1936. Ello, porque el igual que en aquella, la tragedia siria se ha convertido en terreno para la confrontación indirecta entre múltiples países y sus diversas agendas. A diferencia de la Guerra Civil Española que pudo ser ganada por la causa nacionalista a sólo tres años de su inicio, gracias al apabullante apoyo de los poderes del Eje, ésta se aproxima hacia su quinto año sin un fin a la vista. Ni siquiera el denominador común del EIIL como enemigo, parece suficiente para que los poderes extranjeros involucrados en el conflicto definan un propósito concertado y cooperen entre sí.

            Si quisiéramos brindar un marco de referencia básico al conflicto  tendríamos habría que recordar cuatro episodios. El primero se remonta a 1916 cuando franceses e ingleses definieron los términos en que se repartirían los despojos del Imperio Turco, aliado de Alemania, una vez que terminara la Primera Guerra Mundial. Allí trazaron líneas arbitrarias sobre el mapa del mundo árabe creando países y esferas de influencia con total desconocimiento e indiferencia acerca de las realidades religiosas y étnicas sobre el terreno. Al hacerlo crearon estados multireligiosos y multiétnicos condenados a la confrontación doméstica, a la vez que repartieron grupos étnicos coherentes entre distintos países.

            El segundo derivó de la tendencia de ingleses y franceses a privilegiar a determinadas poblaciones árabes dentro de cada uno de los nuevos estados. Es así como como la minoría Alawita, un pueblo de montaña que ocupaba en lugar más bajo dentro de la estratificación social de Siria, fue puesta a cargo de las fuerzas militares y policiales. Ello transformó en predominante a un grupo que representa apenas al 12% de la población del país y cuyas raíces religiosas lo adscriben al chiismo dentro de un Estado mayoritariamente sunita.

            El tercero se remonta a 1982 cuando el Presidente Hafez Assad, padre del actual primer mandatario, aplastó un alzamiento de la Hermandad Musulmana en la ciudad de Hama con saldo de treinta mil muertos. Cuando en 2011 comenzaron las protestas contra el régimen, el islamismo sunita tenía así en su haber esta cuenta pendiente por cobrar. No en balde Tim Marshall ha llamado a la actual guerra civil como “Hama, Capítulo Dos” (Prisoners of Geography, London, 2015).

            El cuarto se gestó cuando el remanente del ejército de Saddam Hussein, desbandado por las autoridades estadounidenses luego de la invasión en 2003, se fusiona con una reencarnación de Al Qaeda de Irak, para crear el híbrido que hoy conocemos como EIIL. En función de su brutalidad y de su califato con aspiraciones de proyección global, éste se ha convertido en punto focal de la guerra civil en Siria.

            Así las cosas, con los antecedentes planteados la mesa estaba servida para que Siria se convirtiera en un todos contra todos. Irán y Arabia Saudita, enfrentados en su propia guerra fría por la supremacía de la región, escogieron cada uno a su campeón en función de líneas religiosas. El primero apoyando al régimen alawita, pariente próximo de los chiitas. El segundo respaldando a la insurgencia islamista sunita a través de algunas de sus vertientes. Qatar, enzarzado en su propia rivalidad con Arabia Saudita dentro del Golfo, escogió a su propia versión siria del islamismo sunita, distinta a la de los sauditas y opuesta a aquella. Turquía apoya a su parentela siria que combate al régimen, la etnia turkmen, pero, a la vez, está enfrentado a los kurdos cuya parentela en Turquía aspira a la secesión. Ello mientras Estados Unidos privilegia y respalda a los guerreros kurdos, que constituyen sus mejores aliados en tierra para combatir al EIIL. No obstante, Washington se encuentra dividido entre sus aspiraciones de acabar con el EIIL y las de sacar a Assad del poder, apoyando a grupos que persiguen objetivos aparentemente contrapuestos. Rusia, de su lado, ataca a los combatientes anti Assad respaldados por Estados Unidos pero, al mismo tiempo, a los de la etnia turkmen apoyados por Turquía. En definitiva, el desquicio total.            

Entre tanto el peligro de que quienes apoyan a facciones distintas terminen enfrentándose directamente entre sí se hizo ya evidente. Turquía, enfurecida por los bombardeos rusos a combatientes de la etnia turkmen, no dudo en derribar a un avión de ese país bajo la excusa de que violó por segundos su espacio aéreo. Un nuevo incidente entre ambos, nada improbable por cierto, podría llevar a la aplicación del Artículo 5 de la Carta de la OTAN. Ello obligaría a los miembros de ésta a coaligarse contra Moscú. En otras palabras, la Tercera Guerra Mundial por intermedio de la puerta de entrada siria.