Siria, de la guerra civil a la yihad

Siria libre” o “Bachar fuera” son algunos de los motivos que varios jóvenes de Deraa escribieron en los muros de su escuela, allá por marzo de 2011. Tal osadía fue merecedora de una pronta y enérgica respuesta policial bajo forma de arrestos y torturas. A modo ejemplificador dos de entre ellos, Omar y Hamza, incluso fueron ejecutados. La puerta de la rebelión estaba abierta. La inhumanidad de las autoridades desató la ira de miles de sirios que desafiaron a la brutal represión del régimen. La pérdida del miedo y la determinación mostrada en la defensa del ideal democrático suscitó la admiración de medio mundo. Unos meses después, en agosto, la contestación tomó las armas. Ya no hay marcha atrás. La escalada violenta es imparable. Las animosidades a flor de piel alcanzan un punto de no retorno. A la barbarie del régimen responde la crueldad ciega de los guerreros de Alá. Las aberraciones están en el orden del día. "El fin de toda humanidad", sentencio el hombre político libanés Walid Joumblat.

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Siria libre” o “Bachar fuera” son algunos de los motivos que varios jóvenes de Deraa escribieron en los muros de su escuela, allá por marzo de 2011. Tal osadía fue merecedora de una pronta y enérgica respuesta policial bajo forma de arrestos y torturas. A modo ejemplificador dos de entre ellos, Omar y Hamza, incluso fueron ejecutados. La puerta de la rebelión estaba abierta. La inhumanidad de las autoridades desató la ira de miles de sirios que desafiaron a la brutal represión del régimen. La pérdida del miedo y la determinación mostrada en la defensa del ideal democrático suscitó la admiración de medio mundo. Unos meses después, en agosto, la contestación tomó las armas. Ya no hay marcha atrás. La escalada violenta es imparable. Las animosidades a flor de piel alcanzan un punto de no retorno. A la barbarie del régimen responde la crueldad ciega de los guerreros de Alá. Las aberraciones están en el orden del día. "El fin de toda humanidad", sentencio el hombre político libanés Walid Joumblat.

Después de veintiocho meses, más de 93.000 muertos y un número indeterminado de arrestos, torturas, violaciones y atropellos, la protesta adquirió una cara muy diferente. A uno y otro bando las manos se encuentran manchadas con un reguero interminable de sangre. Cualquier veleidad democrática quedó enterrada tras la imagen de un miliciano rebelde arrancando y devorando el corazón de un soldado leal a Al Assad. El clan se hace refugio. El comunitarismo se convierte en el único referente ideológico. Las diferentes representaciones de lo sagrado ocupan todo el espacio. Sunitas masacrados por batallones alauitas, una rama del chiísmo a la cual pertenece la familia en el poder. Chiítas asesinados por facciones sunitas en nombre de dios. La guerra civil como fitna o desorden y enfrentamiento en el seno de la comunidad musulmana. De lado de Assad el Hezbollah libanés e Irán. Los rebeldes como nuevo frente bélico de Al Qaeda. Y del islamismo sunita. La herida se abre más y más mientras el planeta escruta lo gestos del careo entre Obama y Putin.

Ennahda y los Hermanos Musulmanes
Y así también supimos de la existencia de la "yihad del niqab", la peculiar guerra santa operada por las féminas, que acuden a Siria para satisfacer los apetitos sexuales de los combatientes de Alá. A través de las redes sociales. Con ruidosas campañas orquestadas en institutos y mezquitas. Los reclutamientos se han multiplicado. Gran parte de culpa la tiene Ansar Al Sharia, principal organización salafista, fundada por ex combatientes de Al Qaeda liberados durante la "revolución jazmín", apenas dos meses después del derrocamiento de Zine El Abidine Ben Ali. Ante el incremento de la tensión y violencia intramuros, con el asesinato del líder opositor Chokri Belaïd y el descubrimiento de hasta cuatro campamentos de entrenamiento terrorista en el país, no ha sido hasta fechas recientes que el gobierno dirigido por los islamistas de Ennahdha acusó a Ansar Al Sharia de no representar "una amenaza para la seguridad y el orden público". Cientos de salafistas han sido arrestados desde abril. Pero la posición manifestada por el primer ministro, Ali Lrayedh, no es unánime en el seno de Ennahda. Y parlamentarios del partido en el poder, encabezados por Sakok Chourou, flirtean abiertamente con el salafismo.

La posición de los Hermanos Musulmanes, en el poder en Egipto, es menos ambigua que la de Ennahda. La hermandad ha aportado su apoyo al llamamiento lanzado por la Liga de Ulemas Musulmanes para llevar a cabo la yihad en Siria contra el régimen de Bachar Al Assad. "Hay que llevar a cabo la yihad  para sostener a nuestros hermanos en Siria aportando dinero, arma y toda ayuda susceptible de salvar al pueblo de las garras de este régimen confesional (chiita)", señala un comunicado de la Liga de Ulemas Musulmanes, que comprende también a expertos de la universidad Al Azhar, gran referente del islam sunita a nivel planetario. Acusando a los chiítas de atizar la confrontación religiosa, Ahmed Aref, el portavoz de los Hermanos Musulmanes, no ha dudado en arremeter contra el chiíta Hezbollah libanés, próximo de Irán, a quien acusó de haber puesto en marcha una "guerra de religión" al haberse alineado con las fuerzas pro Assad. Tras Libia y Túnez, Egipto ha sido el tercer país árabe en romper los lazos diplomáticos con Damasco. El anuncio lo hizo el presidente, Mohamed Morsi, ante un auditorio de más de 20.000 seguidores enfervorizados. Y aunque Morsi no impelió abiertamente a los egipcios a tomar las armas, sí declaró que el estado no se opondría a nadie que, libremente, decidiera acudir a Siria para hacer la yihad contra las huestes de Al Assad.

¿Guerra o yihad?

La “revolución siria” no goza de buena prensa. De la simpatía por un pueblo desarmado combatiendo a un régimen sanguinario hemos transitado hacia la desconfianza al encuentro de los yihadistas, cada vez más activos sobre el terreno. Los manifestantes pacíficos dieron paso al Ejército Sirio Libre (ESL), que reagrupa a facciones de muy diferentes sensibilidades, religiosas y políticas. Entre estas destaca la Brigada Al Farouq, principal unidad del ESL, muy activa en Homs y próxima de los Hermanos Musulmanes y que reagrupa a unos 10.000 efectivos. Su homóloga en Alepo es la Brigada Al Tawhid, con algo más de 3.000 hombres. Las milicias salafistas son numerosas. Cabe citar a Kata'ib Ahrar Al Sham, especialmente activa en el noroeste del país y que cuenta con un millar de combatientes. O Majlis Al Shura, compuesta fundamentalmente por libios. Pero de entre todas destaca sobremanera Jabhat Al Nosra li Ahl Al Sham (Frente de la Victoria del Pueblo de la Gran Siria), vinculada con Al Qaeda.

Cada vez es más difícil trazar una frontera clara entre las milicias salafistas y el ejército opositor regular. Además, el rol de los radicales islámicos se antoja cada vez más determinante para el futuro de la contienda. Abu Haidar, un oficial del ESL en Alepo, llegó a declarar a los medios internacionales que estos combatientes salafistas "son los comandos de elite de la revolución". Y si bien los generales del ESL han multiplicado las condenas contra los salafistas por su sectarismo religioso, sobre el terreno acogen de buen grado la determinación y disciplina de los combatientes yihadistas. Y en la vanguardia salafista se encuentra Jabhat Al Nosra, que al principio se aprovechó de la porosidad de las fronteras con Irak para atacar al régimen sirio. De apenas unas pocas decenas de combatientes en enero de 2012 la organización cuenta hoy en día con más de 20.000 efectivos, de los cuales entre un 15 y un 20% son extranjeros. Y sus efectivos no dejan de aumentar, gracias a la afluencia de nuevos reclutas provenientes de África del Norte y Europa, pero también de Paquistán o Chechenia. Jabhat Al Nosra responde ante la cúpula central de Al Qaeda, existiendo una conexión directa entre su líder, Abou Mohamed Al Joulani, y el sucesor de Osama Ben Laden, el egipcio Ayman Al Zawahiri.

África del Norte, vivero yihadista

Desde Egipto hasta Mauritania, pasando por Libia, Túnez, Argelia y Marruecos, desde el inicio de las hostilidades se han multiplicado los llamamientos para acudir al frente sirio y tomar las armas contra Bachar Al Assad. En ocasiones incluso con la connivencia tácita de las autoridades, ya sea por cuestiones de orden ideológico o persuadidas éstas de que la exportación de yihadistas haría más seguros a sus propios países, alejándolos de eventuales ataques. Si este contingente beligerante tomaba las armas en Homs y Alepo, o si se inmolaba en Damasco y Hama, se esperaba que no hiciera lo propio en Alejandría, Sfax, Benghazi o Annaba. Sin tomar posición oficial en el conflicto, algunos gobiernos han visto en esta vía el modo apoyar indirectamente a una rebelión que goza de la simpatía de amplios sectores de la calle árabe. La persistencia de la inestabilidad en Libia, las hostilidades entre la guerrilla islamista y el ejército tunecino en Jebel Chaambi, en la frontera argelina, o el ataque del pasado mes de enero contra el complejo de gas de In Amenas, en el sudeste de Argelia, han dejado en evidencia los límites de este enfoque.

El caso tunecino es particularmente ilustrativo de la atracción yihadista siria. Aunque el Gran Mufti de Túnez declaró que lo de Siria nada tiene que ver con una guerra santa, las adhesiones no han cesado, ante los ojos de todos. Conocimos el periplo de Abou Zeid Attounissi que, invitado a un programa de gran audiencia del canal Attounissia, narró los detalles de su aventura siria. La decisión de partir, el viaje, el entrenamiento, el perfil de sus compañeros y cómo los extranjeros iban a la primera línea de fuego, siendo carne de cañón para las misiones suicidas. Según Attounissi en Siria no hay menos de 3.500 voluntarios tunecinos. Otro testimonio a reseñar es el de Iqbal Ben Rebej, empleado de una empresa de comunicación y hermano de Hamza, un joven minusválido que partió al llamado de la yihad con su silla de ruedas a cuestas. Ante las cámaras, Ben Rebej contó como Hamza fue captado en las mezquitas de El Omrane Al Alâ, un suburbio al oeste de Túnez capital, siendo conducido hasta Siria a través de Libia y Turquía. Ante el laxismo de las autoridades, han sido los propios protagonistas, o sus familiares, quienes han hecho partícipe a la opinión pública de tan particulares experiencias.

Libia, Argelia, Marruecos y España

En Libia y Argelia la redes de reclutamiento también han actuado de forma impune hasta hace poco. Ante el temor de que las competencias militares adquiridas en el frente sirio pudieran ser utilizadas por los yihadistas a su vuelta al país, en abril la policía libia inició una campaña de arrestos de grupos que partían de Benghazi para, a través de Estambul, integrar las milicias salafistas del norte de Siria. La convulsa situación que atraviesa el norte de Malí y, sobre todo, el atentado contra el complejo gasero de In Amenas en enero han abierto los ojos de las autoridades argelinas sobre los riesgos de Siria. Durante los últimos meses varias redes de reclutamiento han sido desmanteladas en Argelia. Por su parte, en el Reino de Marruecos se han detectado 214 casos de marroquíes que habrían viajado al frente sirio. Toda una región movilizada, objeto de una inusitada actividad propagandística y de captación, para engrosar las huestes de una guerra de religión entre el islam chiíta y el islam sunita. Una campaña de la que Ceuta no ha sido ajena. La desarticulación en la ciudad autónoma una trama de reclutamiento yihadista ha puesto en evidencia, una vez más, lo real y cercano de la amenaza. Esperemos que también haya servido de toque de atención a decisores y opinión pública sobre la auténtica naturaleza adquirida por el drama que desgarra a Siria.