La calculada apertura iraní

El acuerdo alcanzado el pasado 15 de enero entre Irán y la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), que oficialmente pone punto final a una década de sanciones occidentales contra Teherán por su programa de enriquecimiento de uranio, supone la pieza maestra trazada por el presidente estadounidense Barack Obama para afianzar una estrategia de carácter global en un Oriente Próximo convulsionado por la expansión regional del conflicto sirio y el pulso geopolítico entre Irán y Arabia Saudita. En un año electoral en Irán y EEUU, con comicios parlamentarios pautados para finales de febrero en Teherán y presidenciales en noviembre en Washington, este acuerdo supone igualmente un punto político de inflexión sumamente decisivo tanto para un Obama que busca asentar su legado presidencial, como para su homólogo iraní Hassan Rouhaní, que ansía consolidar su agenda reformista dentro de la república teocrática.

Apartados xeográficos Oriente Médio
Palabras chave Oriente Medio EEUU Irán
Idiomas Castelán

El acuerdo alcanzado el pasado 15 de enero entre Irán y la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), que oficialmente pone punto final a una década de sanciones occidentales contra Teherán por su programa de enriquecimiento de uranio, supone la pieza maestra trazada por el presidente estadounidense Barack Obama para afianzar una estrategia de carácter global en un Oriente Próximo convulsionado por la expansión regional del conflicto sirio y el pulso geopolítico entre Irán y Arabia Saudita. En un año electoral en Irán y EEUU, con comicios parlamentarios pautados para finales de febrero en Teherán y presidenciales en noviembre en Washington, este acuerdo supone igualmente un punto político de inflexión sumamente decisivo tanto para un Obama que busca asentar su legado presidencial, como para su homólogo iraní Hassan Rouhaní, que ansía consolidar su agenda reformista dentro de la república teocrática.

El esperado acuerdo de fin de sanciones internacionales y multilaterales contra  Irán adoptado el pasado 15 de enero en Viena por la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) y el ministro de Exteriores iraní Mohammad Javad Zarif, en presencia de la Alta Representante de Política Exterior y de Seguridad de la Unión Europea, Federica Mogherini, no sólo consolida los pasos diplomáticos suscritos tras el acuerdo nuclear alcanzado en julio de 2015 entre Irán y la AIEA, sino que certifica una histórica apertura con importantes repercusiones en la geopolítica global.

Es por ello que quienes más se juegan con este acuerdo son los presidentes de EEUU e Irán, Barack Obama y Hassan Rouhaní, para quienes la adopción del mismo y las expectativas en torno a una eventual apertura diplomática entre Washington y Teherán suponen aspectos sumamente decisivos para la consecución de objetivos comunes, principalmente contextualizados en una simultánea coyuntura electoral en ambos países.

Para Obama, la consecución de un acuerdo duradero con Irán que eventualmente permita dar pasos decisivos en una posible apertura diplomática define un punto central en sus expectativas por dejar un legado histórico en su último año presidencial. Con todo, Obama sabe que las repercusiones del acuerdo iraní recaerán principalmente en Hillary Clinton, candidata del Partido Demócrata, así como en el duro pulso que se anuncia para la ratificación de este acuerdo en una Cámara de Representantes dominada por los republicanos.

Por su parte, Rouhaní se juega su agenda reformista y aperturista en los comicios parlamentarios pautados para el próximo 26 de febrero, apéndice de las presidenciales pautadas para julio de 2017.

En esta próxima cita electoral, los reformistas esperan reproducir el éxito alcanzado con la victoria de Rouhaní en las presidenciales de julio de 2013, toda vez las fuerzas más conservadoras, principalmente motorizadas por el gran Ayatolá Alí Jamenei, esperan igualmente reforzar su poder en el Parlamento iraní, a fin de contrabalancear las opciones reformistas.

Este juego de intereses entre pragmáticos, reformistas, teocráticos y republicanos comienza a incidir con notable presencia en el panorama político iraní, y que puede verse expuesto con mayor claridad en las próximas elecciones parlamentarias. Bajo esta dinámica, estas parlamentarias iraníes anuncian el regreso a la arena política del ex presidente Mahmud Ahmadíneyad, antecesor de Rouhaní y uno de los políticos iraníes más críticos con cualquier tipo de acuerdo con Occidente.

Pero para Rouhaní, la aceptación internacional a través del acuerdo que finalice las sanciones y el consecuente regreso iraní a los mercados internacionales se convirtieron en auténticas prioridades de política exterior en clara clave electoral interna, orientada a reforzar su poder en Teherán en las próximas elecciones parlamentarias.

Tensión en Oriente Medio

Dos días después de que la AIEA e Irán acordaban el fin de las sanciones en Viena, Obama emitió un decreto en el cual anunciaba nuevas sanciones contra once ciudadanos y empresas de Irán en relación con el programa iraní de desarrollo de misiles balísticos. Simultáneamente, Teherán anunció la liberación de los tripulantes de dos navíos de la Marina estadounidense detenidos la semana pasada en aguas del Golfo Pérsico, un hecho que incrementó la tensión entre ambos países.

Del mismo modo, este contexto viene precedido por la tensión diplomática entre Irán y Arabia Saudita tras la ejecución en territorio saudí del clérigo disidente chiíta Nimr Baqr al Nimr, junto a otros 46 presos políticos acusados por las autoridades sauditas de presunta implicación con el terrorismo.

La tensión entre Teherán y Riad llevó a la suspensión temporal de relaciones diplomáticas, toda vez Irán, Irak y el grupo islamista libanés Hizbulá condenaron abiertamente la ejecución de al Nimr y los demás disidentes, reabriendo las expectativas de un eventual choque de intereses geopolíticos entre Irán y Arabia Saudita, rivales no sólo en cuanto a intereses a nivel regional sino como principales focos de irradiación de unos presumibles ejes chiíta y sunnita que polarizan políticamente al mundo islámico.

Pero la principal consecuencia geopolítica del acuerdo entre la AIEA e Irán tendrá sus efectos colaterales dentro del áspero conflicto sirio y en las implicaciones de los actores regionales y exteriores, con múltiples y complejos intereses.

La geopolítica del acuerdo

Obama espera adelantar una apertura con Irán que le permita ganarse el apoyo de Teherán ante la eventualidad de una caída del régimen sirio de Bashar al Asad, tradicional aliado regional iraní, o de cualquier tipo de recomposición post-conflicto en Siria.

En este sentido, el complejo diseño de la Siria post-conflicto supone serios inconvenientes para el incierto éxito trazado en las expectativas definidas por las negociaciones impulsadas por Rusia y EEUU previstas para finales de enero entre el régimen de al Asad y la variopinta plataforma opositora.

Así, Moscú y Washington esperan que Irán se convierta en un actor clave en la consecución de una negociación de paz en Siria, aspecto que reforzaría la posición regional de Teherán pero que, al mismo tiempo, recrearía recelos e incluso temores entre otros actores, principalmente Arabia Saudita, Israel y Turquía, perspicaces ante el emergente peso regional iraní.

Con la mente puesta en contener a un Estado Islámico afincado de facto en un amplio radio territorial entre Siria e Irak, la implicación exterior en el conflicto sirio tiene otros intereses que involucran a Turquía, Rusia y Arabia Saudita, países muy pendientes de las consecuencias del entendimiento entre Washington y Teherán.

Un efecto colateral de la crisis siria está estipulado en la posibilidad de un reforzamiento de las aspiraciones independentistas kurdas.

En los últimos días corren informaciones de presuntas maniobras militares turcas orientadas eventualmente a invadir Siria con la finalidad de afianzar sus intereses geopolíticos, particularmente observados en evitar no sólo un hipotético Kurdistán independiente en sus fronteras sino un reforzamiento del yihadismo del Estado Islámico, en particular ante los recientes atentados terroristas como el vivido la semana pasada en Estambul, que cobró la vida de diez personas, la mayoría turistas.

Para Moscú, el entendimiento entre EEUU e Irán tiene igualmente repercusiones geopolíticas con epicentro en Siria, tomando en cuenta la intervención militar rusa en el país árabe en septiembre pasado y las consecuencias que esta intervención pueden tener para los intereses rusos si la misma se prolonga con el tiempo, reproduciendo paralelismos con la invasión soviética de Afganistán en 1980, activando un eventual serial de atentados yihadistas desde el Cáucaso ruso impulsados por células afiliadas al Estado Islámico.

Pero la principal consecuencia del acuerdo está concentrado en el pulso que mantienen Irán y Arabia Saudita por redefinir un nuevo equilibrio de poder en Oriente Medio, toda vez Washington parece decidido a salir de la región para concentrar sus intereses estratégicos globales en Asia-Pacífico.

Teherán y Riad mantienen una guerra de posiciones que incluye una intervención militar encubierta en Yemen y una influencia decisiva en Siria, marcando pautas de actuación hacia otros actores con intereses regionales, como Turquía, Qatar, Israel y Egipto, expectantes ante la tensión manifestada entre Irán y Arabia Saudita.

Más allá de las fronteras del acuerdo entre la AIEA e Irán, el mismo tuvo un efecto colateral en las recientes pruebas misilísticas y nucleares de Corea del Norte, en particular ante el anuncio realizado por Pyongyang de impulsar un pruebas nucleares con hidrógeno. La interpretación de este hecho parece estipular un toque de atención de carácter disuasivo por parte de Corea del Norte ante la AIEA y la comunidad internacional ante su reciente acuerdo con Irán.

Teherán regresa a los mercados

Del mismo modo, este acuerdo y el final de las sanciones internacionales permitirán a Irán poner fin a una década de aislamiento económico, que le ha llevado a pérdidas financieras valoradas en más de US$160.000 millones de dólares por concepto de ingresos petroleros desde el año 2012.

Ahora, tras el levantamiento de las sanciones, Irán podrá volver a disponer de más de US$100.000 millones en activos congelados en el extranjero, así como acceder con libertad al mercado petrolero y al sistema financiero global. Del mismo modo, su regreso al mercado petrolero abre expectativas para Teherán de recibir más de US$ 50.000 por ingresos petroleros, aliviando una economía muy golpeada por una década de sanciones internacionales.

Este regreso iraní en un momento de depresión del mercado petrolero, con el barril cotizándose a menos de US$ 30, creará una sobreoferta y una mayor competencia con otros países productores, como Rusia, Arabia Saudita y Venezuela, que verán igualmente mermados sus ingresos.

Con todo, en el caso ruso, las expectativas en torno al regreso iraní al mercado internacional abren otras oportunidades, principalmente en el sector militar. Diversas informaciones aseguran que Moscú espera hacer negocios con Irán en el sector militar, energético y alimentario con el final de las sanciones internacionales.

Rusia busca fortalecer socios militares en el exterior, e Irán es uno de ellos. En este sentido, Moscú ansía suministrar helicópteros y aviones de pasajeros SSJ-100 a Teherán, toda vez  Rusia domina casi un 20% del mercado aeronáutico iraní. Paralelamente, la industria militar rusa espera también equipar al ejército iraní con nuevos helicópteros.

A pesar del acuerdo de Viena, las sanciones estadounidenses contra empresas de Emiratos Árabes Unidos y de China por sus vínculos con el desarrollo de misiles balísticos por parte de Irán, le abre a Moscú la puerta para convertirse en un socio más fiable para Teherán.

Desde 2007, Rusia ansía ampliar con Irán sus acuerdos de suministro balístico y de ventas de cinco baterías S-300, que comprendía 40 lanzaderas, obstaculizados sucesivamente por las sanciones internacionales. Pero en abril pasado, el presidente ruso Vladimir Putin eliminó la prohibición de suministrar los S-300 a Teherán. De hecho, a principios del pasado mes de diciembre, las autoridades rusas pusieron en marcha el suministro del sistema de lanzamiento de misiles S-300 a Irán.

Desde diversas perspectivas, el final de las sanciones internacionales contra Irán certifica el regreso de Teherán al contexto global, un factor que puede suponer un éxito diplomático si Obama logra adelantar durante el 2016 las condiciones necesarias para la apertura de relaciones entre Washington y Teherán. Si en el 2015 se presentó la apertura con Cuba como eje estratégico de la política exterior de Obama a nivel hemisférico, el 2016 parece predecir con Irán acontecimientos de alguna manera similares a los acaecidos en Cuba, potenciando las posibilidades de preservación de los objetivos inicialmente estipulados por Obama de trazar un legado histórico presidencial.

Pero con un 2016 polarizado electoralmente en EEUU, el acuerdo con Irán amenaza con abrir fuertes tensiones políticas entre Obama y un Congreso dominado por los republicanos. Igualmente, la incidencia de esta coyuntura afectará a la candidata demócrata Hillary Clinton, principal favorita en la carrera a la Casa Blanca y que en el pasado se mostró sumamente crítica con Teherán en materia de derechos humanos y situación de la mujer en el país persa. Muchos frentes abiertos que, por ahora, Obama ha logrado superar con cierta solvencia, a tenor del éxito del acuerdo en Viena.