Desde el inicio de la última década del siglo XX se aprecia un significativo fortalecimiento de las relaciones entre la República Popular China (en lo adelante China) y la región de América Latinay el Caribe (AL y C), las cuales, conjuntamente con las económico comerciales, se han caracterizado por su mayor integralidad y extensión a múltiples área de interés (políticodiplomáticas, cooperación científica, militares, culturales y académicas); la multiplicidad de actores estatales y no estatales involucrados; y el acelerado ritmo de crecimiento del volumen del comercio mutuo y más recientemente, del financiamiento y las inversiones directas hacia AL.
El notable desarrollo del componente económico-comercial en las relaciones -complementado en los últimos tres años por las Inversiones Directas (IED)-, es consecuencia directa por la parte china de su proceso de apertura, los altos ritmos de crecimiento de su economía, las insuficiencias presentes en esta para dar abasto a parte de sus necesidades de recursos y el patrón de modernización, industrialización y desarrollo presente en su estructura económica; todo lo cual le demanda fuentes estables, abundantes y seguras de materias primas, energía y alimentos,1 elementos todos que constituyen dotación natural de la región de AL y C. Por su parte, la región latinoamericana y caribeña ha encontrado en China un mercado seguro, con alta capacidad de compra y atractivo para sus principales productos de exportación; un origen estable, competitivo y relativamente barato para sus importaciones; una fuente importante de IED y financiamiento para sus países y un socio notable para la cooperación tecnológica y científica, enmarcado todo desde una perspectiva sur-sur, dada la condición de China de ser aún un país subdesarrollado.