Cuando los creadores de la primera bomba atómica se vieron confrontados a los terribles efectos de su invención, señalaron que el reloj del día del juicio final había comenzado a moverse inexorablemente hacia la medianoche de la humanidad. Pocos años después la Unión Soviética detonó su primera bomba atómica pareciendo hacer de esa afirmación una profecía inescapable. De hecho algunos de los planteamientos del estamento militar estadounidense parecieron adelantar peligrosamente ese reloj. A finales de los cuarenta del siglo pasado el General Curtis Le May planteó la idea de lanzar un ataque nuclear preventivo contra noventa ciudades soviéticas. Ello con el fin de neutralizar el peligro de ese país antes de que accediera a armamento nuclear. Durante la Guerra de Corea, a la vez, el General Douglas MacArthur proyectó aniquilar con bombas atómicas a las fuerzas chinas y crear un cordón protector de desechos radiactivos a lo largo de la frontera chino-coreana. En ambos casos, sin embargo, el rechazo del estamento político resultó tajante. La súbita destitución del más exitoso general de la Segunda Guerra Mundial, MacArthur, fue prueba de ello. También del lado soviético el riesgo fue grande. Sólo al final de su vida Stalin aceptó la noción de la coexistencia pacífica con Occidente, desechando la idea del “conflicto inevitable” que hasta entonces había mantenido.
Cuando los creadores de la primera bomba atómica se vieron confrontados a los terribles efectos de su invención, señalaron que el reloj del día del juicio final había comenzado a moverse inexorablemente hacia la medianoche de la humanidad. Pocos años después la Unión Soviética detonó su primera bomba atómica pareciendo hacer de esa afirmación una profecía inescapable. De hecho algunos de los planteamientos del estamento militar estadounidense parecieron adelantar peligrosamente ese reloj. A finales de los cuarenta del siglo pasado el General Curtis Le May planteó la idea de lanzar un ataque nuclear preventivo contra noventa ciudades soviéticas. Ello con el fin de neutralizar el peligro de ese país antes de que accediera a armamento nuclear. Durante la Guerra de Corea, a la vez, el General Douglas MacArthur proyectó aniquilar con bombas atómicas a las fuerzas chinas y crear un cordón protector de desechos radiactivos a lo largo de la frontera chino-coreana. En ambos casos, sin embargo, el rechazo del estamento político resultó tajante. La súbita destitución del más exitoso general de la Segunda Guerra Mundial, MacArthur, fue prueba de ello. También del lado soviético el riesgo fue grande. Sólo al final de su vida Stalin aceptó la noción de la coexistencia pacífica con Occidente, desechando la idea del “conflicto inevitable” que hasta entonces había mantenido.
No obstante el que dos superpotencias enfrascadas en una confrontación existencial tuviesen la capacidad de destruirse a sí mismas y al resto del mundo en el proceso, no auguraba lo mejor. Curiosamente este equilibrio del terror se tradujo en un largo período de paz. Desde luego, en función de esta rivalidad la humanidad se vio enfrentada a más de seiscientas guerras y a dos millones de muertos, así como a la creación del mayor arsenal de armas de destrucción masiva de la historia. Sin embargo, ello no hace sino destacar la efectividad misma del sistema bipolar, el cual a pesar de tantas oportunidades de confrontación directa entre las superpotencias logró evitar una Tercera Guerra Mundial. El listado de ocasiones en que ello pudo suceder habla por sí sólo: Corea 1950; Berlín 1948, 1953, 1958-1959 y 1961; Hungría 1956; El incidente del avión U-2 en 1960; la crisis de los misiles cubanos en 1962; Checoslovaquia 1968; la guerra del Yom Kippur en 1973; Afganistán 1979 y Polonia 1981. En definitiva la destrucción recíproca asegurada mantuvo bajo control las dos vías a través de las cuales generalmente se desemboca en un conflicto: la escalada y la creencia de que es posible ganar.
A partir de 1998 una situación similar, pero a escala menor, se instaló en el Sur de Asia. Ese año India hizo detonar cinco bombas atómicas, lo cual fue prontamente seguido por el estallido de otras seis por parte de Pakistán. Al generar una carrera armamentista nuclear estos dos países, que desde su independencia han estado enfrascados en serios diferendos territoriales, pasaron a hacerse rehenes del principio de la destrucción recíproca asegurada. Al absolutizar la capacidad de daño recíproco trazaron una delgada línea de separación entre la racionalidad y la extinción. A comienzos de 2002 ambos países llegaron a un punto de tensión que hizo temer lo peor. La facilidad con la que en esa ocasión India y Pakistán manejaron la opción de la guerra y la ligereza con la que se refirieron al uso de armas nucleares, parecían olvidar las célebres palabras de De Gaulle en 1960: “Tras una guerra nuclear, las dos partes no tendrían gobiernos, ni leyes, ni ciudades, ni cunas, ni tumbas”. La combinación de armamento nuclear, disputas territoriales y legado de guerras previas unido al binomio islamismo y terrorismo, es desde luego altamente preocupante. Sin embargo, todo parece indicar que ambas partes han aprendido a convivir racionalmente con los cinco minutos que los separan de juicio final.
Mucho se ha escrito y alarmado con la posibilidad de una nueva carrera armamentista nuclear en el Medio Oriente. Sin embargo el riesgo allí planteado dista de materializarse y no resulta nada claro que la intención esté presente. Comparativamente se habla mucho menos de lo que sí es un peligro real: Corea del Norte. Desde luego la protección nuclear brindada por Washington a Corea de Sur y a Japón ha eximido a éstos de la necesidad de dotarse de este tipo de armas, evitando una carrera de tal naturaleza. No obstante las informaciones recientes son alarmantes. Según expertos chinos y estadounidenses, Corea del Norte poseería ya 20 cabezas nucleares que en cinco años podrían llegar hasta 100 y, según el Comandante de la Defensa Aeroespacial estadunidense, Pyongyang dispone ya de capacidad para miniaturizar cabezas nucleares y montarlas en misiles balísticos posibilitados de llegar hasta California. Ello, en manos de un régimen caracterizado por la irracionalidad, si evoca el temor de la medianoche de la humanidad.