Mariupol

Entrando en la fase crítica

La ciudad portuaria e industrial de Mariúpol es un referente de importancia estratégica. Posee enormes fábricas metalúrgicas y el puerto más grande en el Mar Azov, con un gigantesco valor para la exportación e importación de materiales y productos no solo para Donbás, sino para toda la zona este de Ucrania. Al comienzo de la agresión rusa, en 2014, la ciudad cayó bajo el control de la "república" prorrusa, pero pronto fue rescatada por batallones voluntarios y, desde entonces, rechazó todos los intentos de conquista por parte de las fuerzas rusas, convirtiéndose en el centro de la provincia de Donetsk no ocupada.
Apartados xeográficos Europa
Palabras chave Galicia Rusia Guerra Ucrania
Idiomas Castelán

La ciudad portuaria e industrial de Mariúpol es un referente de importancia estratégica. Posee enormes fábricas metalúrgicas y el puerto más grande en el Mar Azov, con un gigantesco valor para la exportación e importación de materiales y productos no solo para Donbás, sino para toda la zona este de Ucrania. Al comienzo de la agresión rusa, en 2014, la ciudad cayó bajo el control de la “república” prorrusa, pero pronto fue rescatada por batallones voluntarios y, desde entonces, rechazó todos los intentos de conquista por parte de las fuerzas rusas, convirtiéndose en el centro de la provincia de Donetsk no ocupada.

En la agresión de mayor escala en 2022, Mariúpol volvió a ser atacada por los rusos desde los primeros días, pero sin éxito. La bloquearon desde la tierra y el mar, la bombardearon sin piedad, practicando terror y exterminio: mataron en dos meses un número mayor de civiles que los nazis, en los dos años que duró la ocupación en la Segunda Guerra mundial. Habiendo convertido en ruinas prácticamente toda la ciudad, reportaron durante semanas su conquista, pero los defensores de la ciudad seguían resistiendo desde los refugios casi indestructibles bajo la fábrica de Azovstal. A mediados de mayo, la situación de estos defensores se hizo insostenible debido a la escasez de municiones, alimentos y agua potable, lo que fue especialmente crítico para los centenares de heridos, privados de cualquier asistencia médica.

Con la intermediación de la Cruz Roja y la ONU se consiguió la evacuación de los combatientes del recinto de la fábrica de Azovstal. Las autoridades ucranianas anunciaron que los defensores habían cumplido su misión, reteniendo considerables fuerzas rusas en el sur e impidiendo su traslado a otros frentes estratégicos y que era importante salvarles la vida y más tarde la libertad, canjeándolos por prisioneros de guerra rusos.

Sin embargo, Rusia los trata como criminales de guerra e incluso está promoviendo una ley en la Duma para poder procesarlos como nazis y aplicarles la pena de muerte. Como dijo un diputado, “para ejecutarlos no es necesario que hayan cometido crímenes de guerra, basta con tener un tatuaje indecente”. Una posibilidad real es que sean sometidos a procedimientos, por ejemplo, con sustancias psicotrópicas para que presten confesiones necesarias para ser procesados, porque, muy al contrario de lo que difunde la propaganda rusa, los combatientes del regimiento Azov, que se destacaron en la defensa de Mariúpol, no han dado ninguna muestra de actitud que se pudiera caracterizar de nazi. 

Los gobernantes de Rusia están desesperados por encontrar algo que, de alguna manera, dé algo de fundamento a su “operación militar” en Ucrania, mostrando, por ejemplo, “nazis capturados” como uno de los objetivos planteados. El control sobre el terreno devastado que antes era Mariúpol no cambia la situación esencialmente, ya que han arrebatado a Ucrania el control sobre el territorio aledaño al Mar Azov y tienen bloqueada la costa del Mar Negro.

Esto concuerda con la segunda fase, tal como la formuló para el público uno de los jefes militares rusos, R. Minnekaev, el 22 de abril: “el establecimiento de un control total sobre Donbás y el sur de Ucrania”.

En su discurso del 9 de mayo, Día de la Victoria, Putin no proporcionó ninguna idea clara sobre cómo piensa continuar la guerra. Evitó mencionar a Ucrania y dijo que los militares rusos y los milicianos de Donbás luchaban “en su propia tierra”, lo cual implícitamente indica que para la realización de sus planes la soberanía de Ucrania no existe. En esa fase, Rusia consolida su control sobre el corredor entre Donbás y Crimea. En la provincia de Jersón ha creado una administración de colaboracionistas, han introducido el rublo y comentan públicamente la posibilidad de incorporar la región a la Federación de Rusia, sin siquiera montar el espectáculo de un referéndum. Todo lo que hacen las fuerzas rusas en esta región debe hacer creer, al menos a su propia población, que se trata de un territorio ruso que está siendo liberado de una “ocupación ucraniana”.

Las destrucciones que causan a la infraestructura, tanto militar como civil, los desplazamientos masivos de la población demuestran que no les importa acabar devastando el territorio, haciéndolo inútil. Porque el objetivo esencial de la Rusia de Putin sigue el mismo: demostrar que solo Rusia decide lo que puede pasar en la zona que ahora se llama Estado de Ucrania.

No fue posible con una incursión rápida, y ahora pretenden conseguirlo en una operación militar “a un plazo más largo”. Todavía piensan que pueden romper la resistencia de los ucranianos y pretender conseguirlo antes de mediados de julio, porque es entonces que se hará efectiva la ayuda militar prometida por Occidente a Ucrania: habrán llegado los suministros y las tropas estarán aleccionadas para usar las nuevas armas.

La contienda se encuentra en una suerte de estado de equilibrio inestable, dado que las bajas de Rusia no han alcanzado un nivel crítico, el impacto de las sanciones económicas no se siente todavía, mientras que Rusia logra bloquear las estratégicamente importantes exportaciones ucranianas de grano, amenazando con una crisis alimentaria global. También tiene la esperanza de que el mundo, que en este momento está condenando al agresor mayoritariamente, se canse y gane la tendencia emergente entre algunos políticos occidentales de acabar la crisis “salvando la cara a Putin”, porque el precio de la victoria de Ucrania sobre él resulta demasiado caro.

A estas alturas, ya es evidente que para conseguir sus fines la fuerza militar rusa practica guerra de exterminio y tierra quemada mientras que la resistencia ucraniana no afloja, incrementándose el carácter nacional de la lucha, creciendo la motivación de la tropa ucraniana frente a la desmoralización de los rusos. En Ucrania se ha consolidado la conciencia de que cualquier término de esta guerra será una derrota, si no se expulsa al invasor de todo el país y se restablece completamente la integridad territorial y nacional, incluidos Donbás y Crimea.

Ese desenlace significaría para Rusia un debacle existencial, no podría sobrevivir está derrota, tendría que cambiar el carácter mismo del estado. A esto se sumaría la necesidad de cambiar el sistema de seguridad, al menos en el continente europeo. La aventura belicista de Rusia ha mostrado que el orden mundial, tal como había quedado después de la Segunda Guerra mundial y reconfigurado después de la desaparición del bloque soviético, necesita una reparación fundamental.

Esto hace que exista un peligro muy considerable de que ante esta situación venza el oportunismo de querer llegar a un “acuerdo podrido”, para que se deje de disparar, creyendo de ese modo poder evadir los graves desafíos que se han planteado en el mundo, salvando cada uno sus sillones hasta el fin de la legislatura.