El 15 de agosto de 1945: hacia un nuevo Japón

El emperador Hiro Hito se dirigió por radio el 15 de agosto de 1945 para anunciar al mundo la rendición incondicional de Japón que fue firmada el 2 de septiembre a bordo del acorazado “Missouri”. El país paso a ser ocupado, por primera vez en su antiquísima historia, por una potencia extranjera.

El general estadounidense Mac Arthur, nombrado comandante en jefe de las fuerzas de ocupación, aterrizó en Tokio el 30 de agosto. Tenía enfrente una tarea ingente. El país estaba arruinado y las grandes ciudades, salvo Kyoto, prácticamente destruidas. Dos de ellas, Hiroshima y Nagasaki, sufrieron, el 6 y 9 de agosto, el primer bombardeo atómico de la historia. La población estaba deprimida pues a los 2 millones de soldados y los .000 civiles muertos había que añadir decenas de miles de heridos sin apenas asistencia médica. Además, tenían que ser repatriados más de 6 millones de soldados desmovilizados en los frentes de guerra. No había trabajo pues las  empresas y el comercio están paralizadas. Había 13 millones de parados, muchos de ellos sin las necesidades básicas cubiertas. Era la cruda imagen de un imperio derrotado. Solamente a partir de 1946 la industria recobró el 15 % de su nivel de actividad anterior a la guerra.

Los aliados tuvieron en principio un objetivo político: castigar a lo responsables políticos y militares del conflicto para evitar, en el futuro, toda posible veleidad militarista y autoritaria. Para sentar las bases de una nueva etapa política había que construir un estado democrático donde se respetasen las libertades públicas. El Mando Supremo Aliado  inició una purga entre los oficiales del ejército y la policía, la clase política, los cuadros de la administración y de las empresas implicadas en la ocupación militar durante la guerra. Más de 220.000 personas fueron inmediatamente depuradas.

EEUU encarceló en Tokio a 250 presuntos criminales de guerra, entre ellos a 18 generales, 4 ex primeros ministros y 6 altos diplomáticos que para ser juzgados por un Tribunal militar internacional creado a tal efecto. El juicio empezó el 3 de marzo de 1946 y duró treinta meses. La sentencia condenó, el 28 de diciembre de 1948, a la pena de muerte y fueron ejecutados 7 criminales de guerra de la categoría A, entre ellos el general Tojo Hideki, máximo mando del Ejército imperial y jefe de Gobierno (1941-1945). Otros 16 fueron condenados a cadena perpetua. Pero la mayor parte de la lista de inculpados no llegaron a ser juzgados y  fueron progresivamente liberados.

Sin embargo, la cuestión más delicada fue decidir sobre la suerte del emperador Hiro Hito y de otros miembros de la familia real que formaron parte de la jerarquía militar. Mac Arthur tras reunirse con Hiro Hito creyó que la autoridad moral del emperador sobre su pueblo podría serle útil para llevar a cabo la transformación del país. Por esta razón, decidió exonerarle de toda culpabilidad en el desarrollo de la política imperialista que había provocado millones de víctimas en Asia. Y con él también la familia real quedó libre. Fue una decisión “política” muy arriesgada pero eficaz para los intereses estadounidenses ya que el emperador aseguró una estabilidad política decisiva para hacer realidad los objetivos políticos de EEUU. La nueva Constitución de 1946, desposeyó al emperador de todo poder político efectivo pasando a ser “el  símbolo de Estado y de la unidad del pueblo” (art. 1). Hiro Hito que había accedido al tono en 1926 continuó como un monarca constitucional hasta su fallecimiento en 1989. Reinó durante 63 años y fue sucedido por su hijo Akihito, como el 125º emperador de una  antiquísima dinastía. La monarquía continúa siendo un símbolo esencial que asegura la continuidad de un país milenario.

Pero para construir un nuevo Japón se requería modificar drásticamente la estructura política del Estado. Mac Arthur cambió la piel de Japón con una nueva Constitución inspirada en el modelo estadounidense que, no sin resistencia, fue promulgada el 3 de noviembre de 1946 y entró en vigor el 3 de mayo de 1947. No fue refrendada directamente por el pueblo sino votada casi por unanimidad por la Dieta, un parlamento constituyente elegido en abril de 1946. Estableció un régimen democrático con una monarquía parlamentaria y consagró el principio de la división de poderes y el imperio de la Ley. También se incluyó una cláusula pacifista que proclama la renuncia a la guerra (art. 9)

Sin embargo, EEUU empezó muy pronto a cambiar su estrategia política en Japón. A partir de 1949 y en los años sucesivos se autorizaron las rehabilitaciones masivas de aquellos que habían sido anteriormente depurados. Se reincorporaron gradualmente a la nueva administración miles de funcionarios e incluso varios políticos que habían tenido responsabilidades de alto nivel en la etapa imperial. Algunos incluso llegaron a ser nombrados primeros ministros y ministros de los primeros Gobiernos del Partido Liberal. El caso más destacado fue el de Kishi Nobusuke que, habiendo sido encarcelado como presunto criminal de guerra de la categoría A, participó en las tareas de la revisión constitucional, llegó a ser nombrado primer ministro en 1956 y fue promotor del Tratado de seguridad entre Japón y EEUU, firmado en mayo de 1960.

Merece subrayar que de los 16 primeros ministros que tuvo Japón durante los 42 años siguientes al final de la guerra, solo 2 no habían tenido actividades políticas antes de 1945. La mayoría de los líderes políticos que fundaron el Partido Liberal Democrático (PLD) que ha gobernado Japón casi interrumpidamente desde febrero de 1955 hasta agosto de 2009, estuvieron implicados en la etapa imperial. Y cuatro de los 5 últimos primeros ministros (Junichiro Koizumi, Shinzo Abe, Taro aso y Yukio Hatoyama) que ha tenido Japón pertenecen a dinastías políticas. Solamente el actual primer ministro Naoto Kan, no tiene esta vinculación dinástica con el pasado.

Lo mismo cabe decir en la esfera económica. Mac Arthur decidió eliminar la estructura empresarial que había apoyado la guerra. Confiscó los cuatro grandes conglomerados empresariales o “Zaibatsu”: Mitsui, Mitsubitshi, Sumitomo y Yasuda. Incluso promulgó una ley antitrust para impedir su reconstrución. Pero estos mismos 4 grupos resurgieron después con el nombre de “Keiretsu”. Todo el viejo entramado capitalista  de la etapa imperial se readaptó para facilitar una rápida reconstrucción económica del país. Incluso los sindicatos evolucionan hacia un sindicalismo de empresa. Los “Keiretsu” siguen liderando la economía japonesa hasta nuestros días.

La necesidad de frenar el rápido expansionismo comunista en Asia oriental convirtió a Japón en un nuevo bastión de los intereses estratégicos, políticos y económicos, de EEUU en la región. Mao Zedong había proclamado en Pekín, el 1 de octubre de 1949, la República Popular de China. Este acontecimiento chino comportó que EEUU frenasen la depuración de los anteriores cuadros militares japoneses con el objetivo de facilitar la reconstrucción de unas “fuerzas de autodefensa” en Japón. Sin embargo, fue el inicio de la Guerra de Corea en 1950 lo que aceleró la alianza política entre EEUU y Japón. Los dos países firmaron el 8 de septiembre de 1951 el tratado de paz de San Francisco que restableció plenamente la soberanía japonesa y marcó el final de la ocupación militar estadounidense.

EEUU reintegró a Japón en el concierto internacional, la sociedad japonesa se modernizó y el país se desarrolló rápidamente hasta convertirse en la segunda economía mundial. Pero, a diferencia de Alemania donde sí hubo una verdadera depuración de las responsabilidades del régimen nazi, en el país asiático aquella no tuvo lugar por las urgencias estratégicas de EEUU en plena Guerra Fría. Aquí residen las causas de los problemas políticos que aún hoy enrarecen las relaciones políticas entre Japón y sus vecinos, principalmente China y Corea del Sur. Estos dos países consideran que Japón no asumió plenamente sus responsabilidades, ni se ha disculpado sinceramente por sus actuaciones durante la guerra. Las relaciones diplomáticas de Japón con Corea del Sur y China no se reestablecieron hasta 1965 y 1972 respectivamente.

Un hecho significativo. En 1978, los nombres de los militares, criminales de guerra condenados y ajusticiados tras la sentencia del Tribunal militar internacional, fueron inscritos en el “Libro de las almas” en el Santuario sintoísta de Yasukuni, en Tokio. Se sumaron a los nombres de los casi dos millones de soldados caídos en combate al servicio del Emperador desde inicios de la era Meiji. Este santuario es visitado el 15 de agosto de cada año por muchos ciudadanos, también algunos políticos japoneses, para honrar las almas de los muertos. Un gran honor para los conservadores japoneses pero una dura e inaceptable ofensa para los pueblos chino y coreano.