Occidente y Oriente necesitan cooperar

El centro de gravedad político y económico mundial se asentó en Occidente en los últimos dos siglos. Desde principios del Siglo XXI y, sobre todo, tras la crisis financiera de 2008 que ha golpeado duramente las economías de EEUU y de la UE, aquel centro se desplaza progresivamente hacia Oriente e incluso hacia el Sur. Se tiende hacia “una convergencia entre Occidente y Oriente” que reconfigura el vigente “status quo” internacional. China e India han emergido. Hoy, el poder mundial es multipolar. EEUU muy endeudado difícilmente puede ya imponer como antes sus intereses políticos y financieros al resto del mundo. También la UE se siente agobiada por la deuda financiera de algunos países miembros. Y América Latina, con una larga fachada mirando al Pacífico, está girando hacia Asia.

No estamos ante un fenómeno histórico nuevo. En 1820, China e India representaban el 50% del PIB mundial. Pero a partir del siglo XIX y principios del XX,  la revolución industrial y la segunda gran expansión colonial europea desplazaron el poder hegemónico desde Asia a Europa Occidental. Luego, cruzó el Atlántico para dar paso al de EEUU, una ex colonia británica. Ahora, puede cruzar el Pacífico hacia el continente asiático. Aunque es importante recordar que Japón tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial renació económicamente y fue durante tres décadas, la segunda economía mundial hasta verse superado por China en 2010. También otros países asiáticos como Corea del Sur y Taiwán se convirtieron siguiendo la senda japonesa, en unas economías muy desarrolladas y competitivas.

Deng Xiaoping inició el proceso de reforma y apertura económica china en 1978. India lo hizo trece años después, en 1991. EEUU apoyó la entrada de China en la OMC, efectiva en 2001. Ansiaba acceder a un potencial mercado de 1.300 millones de consumidores e incorporarlos a la globalización liderara por Washington. Pero la crisis financiera explotó en 2008. EEUU quedó estancado y China se ha convertido en el nuevo gran motor de la economía mundial. Sus reservas de divisas ya suman unos 3 billones de dólares usa. Hoy, es el principal acreedor de EEUU. También es el primer exportador y el segundo importador mundial. Y el primer socio comercial de India, Japón, Corea del Sur, Australia, Brasil y de la mayoría de los países en vías de desarrollo. Pekín cuenta con Hong-Kong y Singapur, dos grandes centros financieros y logísticos del sudeste asiático, como plataformas exteriores para la gradual utilización del yuan, compitiendo con el dólar, en las transacciones internacionales.

Se está produciendo un gradual proceso de convergencia y equilibrio entre Occidente y Oriente que conlleva grandes desafíos geoestratégicos y económicos. Hoy, Occidente representa solo el 11% de la población mundial. China e India que han alcanzado los 1.339 millones y 1.221 millones respectivamente, suman el 37%. Más que dos estados son dos grandes civilizaciones. Además, tienen una dimensión territorial y demográfica capaz de crear un vasto mercado interior con grandes capacidades de crecimiento económico. Según datos del FMI, en 2016 China e India serán la 1º y la 3º economías mundiales si calculamos el PIB en paridad de poder de compra. Solo EEUU  que ocupará entonces el 2º lugar, resistirá el envite asiático. Es evidente que las fechas y cifras variarán en función de las cotizaciones del dólar y de un yuan, ahora infravalorado. La UE más envejecida que EEUU, solo podrá reaccionar si apuesta por una verdadera unión política que sume en vez de restar. La UE esta casi ausente y muy desdibujada a los ojos asiáticos. Sin embargo, China e India también deberán afrontar grandes retos económicos, sociales y medioambientales. Crecen mucho económicamente pero de forma desigual e injusta. No cabe descartar que surjan conflictos políticos y sociales que les obliguen a corregir su actual frenético ritmo de crecimiento económico.

Desde una óptica occidental, es crucial que China e India, sin renunciar a sus raíces culturales, emerjan como potencias abiertas a la modernización e internacionalización. EEUU y la UE deben “digerir” el retorno de Asia y de China en particular al núcleo del poder mundial. Debe mejorarse el conocimiento mutuo y una cooperación más estrecha entre Occidente y Oriente y que su convergencia permita sumar esfuerzos en favor de una mejor gobernabilidad mundial. La mayor parte de las Instituciones Internacionales responden a situaciones y equilibrios hoy casi obsoletos. El vigente sistema financiero internacional es ineficaz e injusto. Se precisa una urgente y profunda reforma del sistema de NNUU para que estas sean capaces de dar una respuesta eficaz a las amenazas que acechan a la humanidad (el calentamiento global, la proliferación nuclear, la gestión eficaz de los recursos naturales y alimenticios, etc.). Pero no parece que por ahora se vaya en la dirección correcta. Si Occidente y Oriente no cooperan, todo irá a peor.