20070831 istanbul abdullah gul e yasar buyukanit

¿Otra guerra en Oriente Medio?

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 Abdullah Gul y Yasir Buyükanit; clic para aumentar
Las recientes tensiones políticas entre el gobierno islamista del primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, y el establecimiento militar, dirigido por el jefe del Alto Mando, Yasir Buyükanit, parcialmente aplacadas por las victorias electores del gobernante partido islamista moderado AKP, parecen tener en el Kurdistán iraquí una sincronía de intereses, tendentes a evitar una confrontación mayor en Turquía. (Foto: El presidente turco, Abdullah Gul, y el jefe del Alto Mando, Yasir Buyükanit, en Estambul a finales de agosto pasado).
 

La estratégica visita de Vladímir Putin a Irán completa una coyuntura decisiva para Oriente Próximo. Unido a ello, la reciente ofensiva del Ejército turco en el Kurdistán iraquí y las tensiones crecientes entre Siria e Israel, tras una secreta incursión aérea israelí en este país árabe, conforman una serie de acontecimientos aparentemente aislados que complican la estabilidad regional en Oriente Próximo y alteran el delicado equilibrio estratégico.

Este panorama avizora un clima pre-bélico en un momento en que Washington prepara una cumbre de paz regional para el próximo mes de noviembre, dirigida por su secretaria de Estado, Condoleeza Rice.

Estas tensiones geopolíticas generan un fuerte impacto en el escenario global. La incursión del Ejército turco en el Kurdistán iraquí, al norte de ese país, iniciada el pasado domingo 14 con bombardeos a posiciones del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), provocó un inmediato terremoto en los mercados internacionales.

La reacciones globales

En Wall Street, el índice Dow Jones cayó un 0,91% el lunes 15, una baja significativa si tomamos en cuenta que el principal mercado de valores trata de recuperarse de la crisis hipotecaria estadounidense del verano pasado. Con Wall Street a la baja, la acción militar turca también provocó caídas significativas en las demás bolsas de valores occidentales.

El precio del crudo West Texas se disparó a 86,10 dólares el barril y el del Mar del Norte se ubicó en $86,85. Con la subida de precios de materias primas como el oro, la cotización del euro con respecto al dólar volvió a subir, ubicándose en 1,42 dólares por euro, su precio más alto desde que la moneda única europea comenzó a funcionar en el 2002.

A pesar de ser intencionadamente anunciada desde hace meses, esta coyuntura pre-bélica en Oriente Próximo ocurre también en un contexto internacional específico.

Los 27 miembros de la Unión Europea reunidos en Lisboa aprobaron de manera urgente un nuevo tratado que sustituya al actual texto de la Constitución europea. Mientras, en Washington, la atención está centrada en las candidaturas presidenciales para el 2008 y la posible retirada parcial de tropas en Irak.

Por su parte, en China, el XVII Congreso del Partido Comunista busca consolidar la posición de su secretario general y presidente Hu Jintao, dentro de un arduo debate por acometer mayores reformas económicas y sociales.

Por lo tanto, las grandes potencias estaban centradas en asuntos internos y no en la dinámica de acontecimientos en Oriente Próximo que pudieran propiciar una rápida reacción e intervención.

La pasión turca

Las recientes tensiones políticas entre el gobierno islamista del primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, y el establecimiento militar, dirigido por el jefe del Alto Mando, Yasir Buyükanit, parcialmente aplacadas por las victorias electores del gobernante partido islamista moderado AKP, parecen tener en el Kurdistán iraquí una sincronía de intereses, tendentes a evitar una confrontación mayor en Turquía.

Erdogan, cuya gestión gubernamental había mostrado una mayor condescendencia hacia los derechos culturales de los kurdos de Turquía, se vio súbitamente presionado por el Alto Mando Militar, a fin de propiciar o bien una serie de ataques contra los guerrilleros del PKK apostados en el Kurdistán iraquí, o bien una invasión militar formal al norte de Irak.

Pese a las advertencias de EEUU y Europa y, probablemente como "moneda de cambio" para evitar una crisis política en Turquía a corto plazo, Erdogan cedió a las demandas de los militares turcos y sus aliados políticos laicos, como el partido Republicano del Pueblo (CHP), y ultranacionalistas, a fin de permitir una acción militar contra el PKK en el norte iraquí.

Esta sincronía de intereses se evidenció tras la abrumadora votación en la Asamblea Nacional turca a favor de la intervención militar en el Kurdistán iraquí, con 509 votos a favor y sólo 19 en contra, precisamente de un partido pro-kurdo.

Turquía otorga el 70% del traspaso de material bélico occidental hacia Irak, así como alberga dos importantes bases aéreas y militares de la OTAN. Todo ello la convierte en un territorio estratégico que, tentativamente, podría también ser utilizado para un ataque contra Irán.

Para dar imagen de consenso nacional, Erdogan llegó a declarar en el Parlamento, donde su partido AKP goza de mayoría absoluta, que la "paciencia del pueblo turco se está agotando", en referencia a presuntas acciones del PKK en la frontera turco-iraquí y que dejaron a comienzos de mes unos quince soldados turcos muertos.

Del mismo modo, la acción militar turca precede a la votación por referendo popular el próximo domingo 21, de una consulta sobre nuevas reformas constitucionales. Erdogan y el AKP esperan consolidar en este referendo sus hegemónica posición política, por lo cual una nueva disputa con la poderosa casta militar no le habría convenido al actual gobierno islamista.

El interés por el Kurdistán

Poco después del contundente triunfo electoral del AKP, Erdogan recibió la visita del atribulado primer ministro iraquí Nourri al Maliki, quien le apoyó incondicionalmente en la posible ofensiva contra "los terroristas del PKK".

Disuadidos por el impacto regional de un posible Kurdistán independiente, tanto en Ankara como en Bagdad preocupa el estratégico interés petrolero e hidrico existente en el Kurdistán iraquí.

En agosto pasado, el Gobierno Regional Kurdo promulgó una ley que le permitiría suscribir acuerdos con multinacionales extranjeras para explotar el petróleo de la rica región de Kirkuk, uno de los principales centros petroleros de Oriente Próximo. Al Maliki y el gobierno en Bagdad consideraron ilegal esta ley.

Kirkuk produce el 50% de los 2,2 millones de b/d que exporta Irak, así como alberga el 30% de sus reservas, unos 30.000 millones de barriles de reservas probadas que hacen de Irak el tercero país a nivel mundial con reservas de crudo.

Una de las multinacionales que firmó un acuerdo con el gobierno regional kurdo fue la Hunt Oil de Texas, cuyo propietario es Ray Hunt, miembro del Comité de Asesores de Inteligencia Extranjera del gobierno de George W. Bush. Otros contratos fueron firmados con la canadiense Heritage Oil y la francesa Perenco, por valor de 500 millones de dólares.

Para finales de 2007 estaba por celebrarse un referendo en Kirkuk en el cual la población votaría por el control de sus reservas petroleras. Este referendo era visto en Ankara y Bagdad como una referencia para formalizar la independencia del Kurdistán y certificar la desintegración territorial del Estado iraquí.

Del mismo modo, Turquía espera consolidar su posición estratégica para Occidente de territorio de paso de los principales gasoductos y oleoductos que irán del Mar Caspio a Europa. Estos trayectos ameritan a que Ankara busca el control y la estabilidad del Kurdistán, evitando su posible independencia que le convierte en un rival para Turquía en materia energética para Occidente.

¿Tambores de guerra?

Tras una amplia movilización militar en la frontera militar turco-iraquí, el pasado domingo 15, que dio lugar a los bombardeos de posiciones del PKK, el gobierno de Al Maliki dio un vuelco a su inicial apoyo al convocar un gabinete de crisis para persuadir a Ankara de algo que parece inevitable: la invasión militar turca del norte de Irak.

En este sentido, el vicepresidente iraquí Tariq al Hashimi, hizo una visita relámpago a la capital turca para calmar los ánimos y buscar una solución conjunta al problema kurdo.

Tanto la Unión Europea como EEUU intentan persuadir con fuerza a Erdogan y la casta militar turca a evitar una aventura bélica en el Kurdistán que complique aún más la delicada situación en Irak y Oriente Próximo.

No obstante, la coyuntura entre Erdogan y EEUU atraviesa momentos complejos. El pasado viernes 13, un comité legislativo del Congreso estadounidense aprobó una resolución en la que reconocía el genocidio armenio cometido por las autoridades otomanas entre 1915 y 1923.

A fin de balancear el complicado panorama, el presidente George W. Bush se vio obligado a criticar tanto la votación legislativa como la acción militar turca. Pero este reconocimiento en EEUU al "genocidio armenio" y el rechazo de Washington a la invasión militar en el Kurdistán iraquí están por complicar seriamente las relaciones estratégicas y tradicionales entre el Ejército turco y el gobierno estadounidense.

Tal y como se viene observando en los últimos meses en cuanto a las relaciones exteriores del gobierno de Erdogan y de los militares turcos, este escenario puede provocar una súbita variación de la tradicional orientación geopolítica pro-occidental de Turquía hacia una mayor sincronización de intereses de política exterior y seguridad con Rusia, Irán, Siria y China, enmarcando a Turquía en una perspectiva central de interés dentro del escenario euroasiático y de Oriente Próximo.

El eje ruso-iraní

Si a la intervención militar turca en el Kurdistán iraquí le agregamos la estratégica visita del presidente ruso Vladímir Putin a Teherán, el panorama luce más complicado en un momento en que Washington adelanta nuevas peticiones de sanciones en la ONU contra Irán.

La visita de Putin vino precedida por las enigmáticas informaciones de preparación de un posible atentado en su contra durante su estancia en Teherán, cuya autoría supuestamente se le atribuía a grupos extremistas.

En la capital iraní, Putin realizó una decidida defensa del programa nuclear de ese país, advirtiendo a EEUU de no atacar a Irán. En este sentido, Putin advirtió a Washington de no utilizar el territorio de los países centroasiáticos para atacar a Teherán.

Esta era la primera visita de un mandatario ruso a Teherán desde que en 1943 lo hiciera el líder soviético Josef Stalin, en la decisiva cumbre de Teherán en plena II Guerra Mundial, junto al entonces presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt y el primer ministro británico Winston Churchill.

Rememorando un poco aquella histórica cumbre, el presidente ruso diseñó un importante eje energético con los países centroasiáticos ribereños del Mar Caspio, Kazajstán, Azerbaiján y Turkmenistán, incluyéndolos en una alianza estratégica basada en no permitir la utilización de sus territorios para acatar a cualquiera de estos países.

Esta sincronía entre Moscú y Teherán, incluido el respaldo de tres países centroasiáticos indispensables por sus reservas energéticas, supone un duro golpe geopolítico para Washington.

Del mismo modo, la reunión de Putin con el presidente Mahmud Ahmadíneyad y el líder supremo de la República Islámica, Alí Jamenei, supone la primera visita de un mandatario ruso a ese país en varios años y una importante ventana para Teherán en su intento por romper su aislamiento internacional propiciado desde Washington, apertura exterior en la cual se incluyen los tres países centroasiáticos.

Putin reforzó la alianza con Teherán ampliando el compromiso ruso de continuar con la construcción de la primera central nuclear iraní, la de Bushehr, al sur del país. No obstante, el presidente ruso sigue instando a Teherán a concretar un programa nuclear con fines pacíficos y a manifestar su voluntad de propiciar negociaciones internacionales.

La batalla por el Caspio

Sobre las reservas de petróleo y gas natural del Mar Caspio, las segundas mayores del mundo tras el Golfo Pérsico, los mandatarios de Rusia, Irán, Azerbaiján, Kazajstán y Turkmenistán acordaron el cumbre de Teherán celebrar en el 2008 una nueva reunión en Bakú, capital azerí, para iniciar un proceso de repartición de las riquezas del Mar Caspio.

Con este nuevo eje regional del Caspio, Occidente pierde fuerza y presencia en esta negociación, lo cual incita su interés hacia Turquía y el desplazamiento por ese territorio de los gasoductos y oleoductos de la ribera occidental del Mar Caspio.

El problema para Washington y Europa tiene que ver con el alcance de la intervención militar turca en el Kurdistán, en principio rechazada por Occidente, y los recientes contactos entre Turquía e Irán, a fin de concretar algunos acuerdos energéticos y geopolíticos que son seguidos con mucha atención y preocupación en Occidente.

En Turquía crece el desencanto hacia Occidente y un rechazo popular muy elevado hacia la política exterior estadounidense. Del mismo modo, el gobierno de Erdogan ha manifestado su intención de variar la tradicional orientación occidental de la geopolítica turca hacia una mayor implicación de Ankara en los asuntos de Oriente Próximo, el Mar Caspio y Asia Central.

En cuanto a Rusia e Irán, la reciente cumbre de Teherán puede provocar una nueva competencia entre ambos países por convertirse en los principales surtidores energéticos para Europa, carrera en la cual Moscú posee ventaja, por ser el proveedor del 30% de la energía que se consume en Europa.

Por ello, el eje ruso-iraní-caspiano deja nuevamente a Turquía en una situación estratégica complicada, intentando balancear su posición entre toda una serie de imperativos geopolíticos que incluyen a EEUU, Europa, Rusia, Irán y probablemente China.

La tensión Siria-Israel

Con todos estos acontecimientos manifestando una dinámica multidireccional, pareciera que otros asuntos en Oriente Próximo, como Palestina, Líbano e incluso Irak, quedaran desplazados de la atención mundial.

Uno de los casos más significativos fue la misteriosa incursión aérea israelí en Siria, el pasado 6 de septiembre, cuyas recientes revelaciones parecen incluir a este espacio como un potencial foco de conflicto e inestabilidad.

El gobierno israelí mantuvo en secreto hasta donde pudo esta incursión aérea, cuyo objetivo era destruir la posible construcción de una central nuclear al norte de Sirio, con supuesto apoyo de Corea del Norte. Esta acción pareció repetir la ocurrida en 1981 con la central iraquí de Osirek, destruida por mísiles israelíes.

Según reveló el ex primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, información posteriormente corroborada por los diarios estadounidenses The Washington Post y The New York Times, EEUU e Israel habrían coordinado esta operación, ante la publicación en la agencia informativa norcoreana KCNA de una cumbre de alto nivel entre Corea del Norte y Siria en Pyongyang, para fortalecer una cooperación política y posible transferencia de material tecnológico nuclear.

Estas informaciones revelaron la presunta construcción de una central nuclear en la localidad Tal al Ablad, al norte de Siria. Coaccionado por las sanciones internacionales impuestas por Washington desde el 2004, el gobierno de Damasco se ha visto en la necesidad de reforzar su relación estratégica con Irán y abrir nuevos canales de coordinación política y transferencia tecnológica y militar con otros países, tal es el caso de Corea del Norte.

Según informaron los diarios estadounidenses y confirmó el propio Netanayahu al primer ministro israelí Ehud Olmert, la operación de ataque en Siria fue coordinada por la CIA y el Mossad israelí. Un miembro del gobierno israelí llegó a declarar que la operación había sido diseñada "para reafirmar el poder aéreo israelí". No obstante, en Washington hubo división en el gabinete de Bush sobre si la decisión de atacar fue la más acertada.

En una coyuntura marcada por la histórica reunión entre los mandatarios de las dos Coreas en Pyongyang, y la posible reconciliación en la delicada península norcoreana, la revelación de esta secreta confrontación sirio-israelí arroja mayor fuego a un escenario de alta tensión, que también incluye al Líbano y Palestina.

Recientemente, la capital libanesa Beirut fue testigo del asesinato de un diputado perteneciente a un partido antisirio, lo cual renueva los temores sobre la reactivación de los enfrentamientos sectarios y políticos en este país. Paralelamente, diversos organismos internacionales alertan de que la presión exterior hacia el gobierno islamista de Hamas en el territorio palestino de Gaza, dará como resultado una crisis humanitaria de gran magnitud.

Todas estas variables están en el ambiente a pocas semanas de la realización en territorio estadounidense de una cumbre en Oriente Próximo, dirigida por la secretaria de Estado Condoleeza Rice, para buscar una nueva estrategia de pacificación en la región y el posible apoyo del gobierno de Bush a la creación de un Estado palestino en Cisjordania.

Pero la gravedad de los acontecimientos actuales en Oriente Próximo pueden impedir la realización de esta cumbre de paz a tal punto que incluso en Israel ya se cuestiona la realización de la misma.