Equilibrios griegos

La visita del primer ministro griego Alexis Tsipras a Moscú a comienzos de abril parece sugerir hipotéticos escenarios de calado geopolítico e incluso energético, trazados en momentos de delicada tensión tanto en las relaciones entre Occidente y Rusia como en las de Atenas y la Unión Europea, entre las que se mantienen expectantes las incertidumbres sobre una eventual salida griega del euro.

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La visita del primer ministro griego Alexis Tsipras a Moscú a comienzos de abril parece sugerir hipotéticos escenarios de calado geopolítico e incluso energético, trazados en momentos de delicada tensión tanto en las relaciones entre Occidente y Rusia como en las de Atenas y la Unión Europea, entre las que se mantienen expectantes las incertidumbres sobre una eventual salida griega del euro.

Resulta perceptible que la crisis económica griega y las sanciones occidentales hacia Rusia persuadieron a Tsipras a reunirse con el mandatario ruso Vladimir Putin, dentro de una perspectiva de búsqueda de apoyos exteriores y socios alternativos que, en febrero pasado, ya llevara al propio Tsipras a Beijing para reunirse con el primer ministro chino Li Keqiang.

Bajo esta perspectiva, las reuniones de Tsipras en Beijing y Moscú, ambas preventivamente de carácter consultivo, abrieron las expectativas de una eventual apertura griega hacia el eje BRICS, completada con las públicas manifestaciones de simpatía por parte de Tsipras y su ministro de Economía, Yanis Varoufakis, hacia el modelo Lula establecido en Brasil desde 2003. En este sentido, Tsipras necesita del apoyo decidido de potencias emergentes como Rusia y China que le permita a Grecia poder equilibrar con garantías sus negociaciones con Bruselas, reduciendo las imposiciones de la troika.

Más allá de cierto simbolismo, Tsipras y Putin buscaron relanzar una relación greco-rusa francamente estancada en los últimos años, pero que el contexto actual parece haber revitalizado, sirviendo como una posible apertura de nuevas perspectivas de carácter geopolítico.

Grecia necesita apoyos exteriores, además de financiamiento alternativo, que le permitan sortear con mayor eficacia las draconianas condiciones establecidas por la troika conformada por la Comisión, el Banco Central Europea y el FMI. Pero más allá de las necesidades financieras y económicas, otros factores parecen gravitar en la nueva agenda entre Atenas y Moscú.

El apoyo que Tsipras le delegó a Putin en un momento en que Rusia debe hacer frente a las sanciones occidentales por la crisis ucraniana, podría tener una contrapartida a través de una ventajosa asistencia energética rusa al país mediterráneo, así como ante la eventualidad de transitar por territorio griego una red de oleoductos y gasoductos rusos desde el Mar Caspio, en proyectos de distribución entre los cuales también estarían integrados otros países de la zona, como Turquía y Bulgaria. No hay que olvidar que en el Mediterráneo Sur está tejiéndose en los últimos años una geopolítica energética de enorme importancia estratégica, y donde Rusia posee importantes intereses.

En este sentido, la geopolítica parece jugar un interés estratégico en esta nueva fase bilateral greco-rusa. Los planes de expansión de la OTAN hacia la periferia ex soviética, acelerados desde hace semanas al calor de la crisis ucraniana, no sólo están tensando las relaciones ruso-occidentales sino que parecen igualmente persuadir a Putin a buscar un socio alternativo de influencia en plena periferia mediterránea. Y qué mejor que en un país, Grecia, miembro de la OTAN y de la Unión Europea, sometido al dramático tutelaje económico de la troika.

Está por ver si este eventual eje Tsipras-Putin podría recrear esta perspectiva de tensión geopolítica entre Rusia y la Alianza Atlántica por buscar espacios contiguos de actuación e influencia, en el marco de lo que comúnmente se ha denominado como un retorno a la “guerra fría”. Tampoco parece clara la apuesta china de Tsipras, en especial ante las expectativas de privatización del actual gobierno griego de la terminal portuaria de El Pireo, donde la multinacional china COSCO posee importantes inversiones en infraestructuras, y que han llevado a cierta fricción entre Beijing y Atenas.

Por lo pronto, y aunque determinado por un contexto derivado de la crisis financiera y económica, Grecia parece ser el país de la Unión Europea más decidido a abrir una brecha en su seno, adoptando una política exterior autónoma que diluya las expectativas de cohesión (escasamente fundamentadas) dentro de la Política Exterior y de Seguridad Europea (PESC) así como de la Alianza Atlántica. Por ello, Tsipras y Putin parecieran abrir los canales de un nuevo juego geopolítico en plena ribera mediterránea.