La trampa siria

La tensión causada por el abatimiento de dos cazas rusos en la frontera turca con Siria, presuntamente provocado por milicias turcomanas, añade más leña al fuego al conflicto sirio, generando una confusión general que amenaza con recrear una de las peores crisis en las relaciones entre la OTAN, Turquía y Rusia. Mientras el presidente ruso Vladimir Putin consideraba este incidente como una “puñalada en la espalda”, en Washington el presidente Barack Obama, reunido de emergencia con su homólogo francés François Hollande, reconocía el derecho turco a defender su espacio aéreo, toda vez instaba a Moscú a someterse a los designios de la alianza internacional contra el Estado Islámico. Con la guerra siria entrando en un laberinto peligroso, sin desestimar las secuelas sociales de la crisis de refugiados en Europa o las amenazas de un nuevo atentado yihadista, el enrarecido clima actualmente existente entre Turquía y Rusia parece más bien indicar un pulso por el control de esferas de influencia no sólo dentro del conflicto sirio, con la OTAN en tono expectante.

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La tensión causada por el abatimiento de dos cazas rusos en la frontera turca con Siria, presuntamente provocado por milicias turcomanas, añade más leña al fuego al conflicto sirio, generando una confusión general que amenaza con recrear una de las peores crisis en las relaciones entre la OTAN, Turquía y Rusia. Mientras el presidente ruso Vladimir Putin consideraba este incidente como una “puñalada en la espalda”, en Washington el presidente Barack Obama, reunido de emergencia con su homólogo francés François Hollande, reconocía el derecho turco a defender su espacio aéreo, toda vez instaba a Moscú a someterse a los designios de la alianza internacional contra el Estado Islámico. Con la guerra siria entrando en un laberinto peligroso, sin desestimar las secuelas sociales de la crisis de refugiados en Europa o las amenazas de un nuevo atentado yihadista, el enrarecido clima actualmente existente entre Turquía y Rusia parece más bien indicar un pulso por el control de esferas de influencia no sólo dentro del conflicto sirio, con la OTAN en tono expectante.

La sensación de entendimiento entre Occidente y Rusia, motorizada por el presidente francés François Hollande tras los atentados terroristas en París hace dos semanas, amenazaba el pasado 24 de noviembre con saltar por los aires, cuando aviones F-16 turcos abatieron a dos cazas rusos Su-24, cuando atravesaban el espacio aéreo turco en dirección a posiciones del Estado Islámico en Siria. Diversas informaciones argumentan sobre el abatimiento de estos cazas por parte de milicias turcomanas existentes en la cada vez más porosa frontera turca con Siria.

El confuso incidente, que duró quince segundos en un perímetro de tres kilómetros, amenaza con provocar una crisis de fuerte magnitud en las tradicionalmente complicadas relaciones entre la OTAN y Rusia.

Tras considerar el incidente como una “puñalada por la espalda” y de prometer “consecuencias inevitables”, el presidente ruso Vladimir Putin acusó a Turquía de ser un presunto “aliado del Estado Islámico”, al considerar que por ese país transitan los yihadistas que posteriormente cometen atentados en Europa. Esta acusación de Putin se hizo tácitamente extensiva a Occidente y la OTAN, los cuales respaldaron la acción turca de derribar a unos cazas rusos cuyo objetivo era bombardear posiciones del Estado Islámico en Siria.

Por su parte, fuentes militares turcas informaron que durante varios segundos presuntamente avisaron a los cazas rusos de no transitar por el espacio aéreo turco, lo cual justificaron su decisión de abatir los cazas tras no recibir respuesta de los pilotos. Por lo pronto, la crisis turco-rusa ha provocado una riada de sanciones económicas por parte de Putin al país euroasiático, con especial efecto en el sector turístico, toda vez el presidente turco Recep Tayyip Erdogan amenazó con suspender los acuerdos energéticos entre ambos países.

Atrapados en el laberinto

Del mismo modo, la presencia de militantes turcomanos que luchan contra el Estado Islámico desde la frontera turca con Siria, los cuales se ufanaron de haber derribado a los cazas rusos, revela la porosidad y la ausencia de control riguroso en este espacio geográfico, un aspecto que implica directamente al gobierno turco.

En este sentido, Erdogan, ha mantenido estrechos contactos con las milicias turcomanas que luchan no sólo contra los yihadistas sino contra las milicias kurdas en Siria. De hecho, tras la caída de los cazas rusos, Erdogan llegó a justificar la presunta actuación de las milicias turcomanas, considerando que los ataques contra objetivos del Estado Islámico han provocado un éxodo masivo de la comunidad turcomana a la frontera turca con Siria, una declaración que claramente acusaba a Moscú de perpetrar indirectamente este éxodo turcomano, a través de sus bombardeos contra posiciones yihadistas.

Con ello, este incidente amenaza con sepultar cualquier tipo de acercamiento, previo, principalmente de carácter geopolítico y militar, que pudiera existir entre Moscú y Ankara. Como sucede actualmente con las sanciones existentes entre Europa y EEUU con Rusia (las cuales finalizan en enero de 2016), la crisis actual puede generar fuertes fricciones entre Turquía, miembro estratégico de la OTAN, y Rusia. Por tomar un ejemplo de los efectos de esta crisis: Turquía es un destino preferente del turismo ruso, el cual se ve ahora afectado por las sanciones recientemente impulsadas desde Moscú.

Este marco de fricción se expande igualmente desde Occidente. Mientras los cazas rusos eran abatidos en la frontera turca con Siria, en Washington se llevaba a cabo una reunión de urgencia entre Obama y Hollande, sorprendida en plena rueda de prensa por las informaciones provenientes de Turquía. En ese contexto, Obama defendió el “legítimo derecho turco” a defender su espacio aéreo, toda vez instó a Moscú a unirse a la alianza internacional contra el Estado Islámico. Una declaración que de seguro fue recibida en Moscú como un jarro de agua fría.

El incidente de los cazas rusos podría dar un giro inesperado a la crisis siria, alterada por la decisión unilateral de Putin en septiembre pasado de bombardear posiciones del Estado Islámico, respaldada en su momento por Hollande, ampliada por el gobierno francés tras los recientes atentados terroristas de París y consolidada con la visita del presidente francés a Moscú esta semana.

No obstante, Obama recela del apoyo de Putin al régimen sirio de Bashar al Asad, un aspecto que fue de nuevo señalado por el presidente estadounidense durante su alocución al calor de la crisis de los cazas rusos. Este hecho muy probablemente influya en la vaga posición de Obama de no comprometerse directamente a la hora de intervenir en Siria.

Por su parte, Erdogan justificó esta acción, argumentando el derecho turco a proteger sus fronteras y espacio aéreo. No obstante, Erdogan ha venido cambiando súbitamente sus posiciones con respecto al conflicto sirio, particularmente medidas por el contexto político interno turco, sumamente inestable en los últimos meses hasta su reciente victoria electoral en los comicios parlamentarios de principios de noviembre.

En este sentido, el endurecimiento adquirido por Erdogan con respecto a la crisis siria, su decisión en agosto pasado de suspender las negociaciones de paz con los kurdos y, particularmente, las recientes fricciones con Rusia, parecen eventualmente confirmar una reorientación de los intereses del presidente turco a favor del poderoso estamento militar en su país, así como colateralmente se congracia con los intereses de la OTAN, a fin de no provocar mayores tensiones internas, en especial entre los sectores laicos que recelan de la hegemonía política y electoral del islamista AKP, el partido de Erdogan.

Entre la OTAN y el Kremlin

Sin embargo, la confusa situación acreciente la sensación de ambigüedad por parte de la diplomacia turca, que si bien con anterioridad (2012) inició un acercamiento decidido con Rusia, súbitamente ha alterado esta ecuación a favor de los imperativos estratégicos occidentales, en especial de la OTAN.

Precisamente, la Alianza Atlántica está intentado mediar en la crisis que involucra a uno de sus países miembros, Turquía, con su principal rival geopolítico, Rusia. No obstante, el incidente de los cazas rusos intensifica los recelos y desconfianzas existentes entre la OTAN y Rusia, y que ahora tienen en Siria un punto caliente de confrontación.

Desde Washington y el cuartel general de la OTAN en Bruselas recelan abiertamente sobre los objetivos rusos en Siria, en particular ante la eficacia militar rusa para asestar golpes al Estado Islámico, especialmente en la estratégica localidad de Raqa, donde se libra actualmente el futuro de la guerra en Siria.

Occidente considera que la intervención rusa en Siria iniciada en septiembre pasado busca claramente ampliar los objetivos geopolíticos de Moscú desde el Mar Negro y Mediterráneo hasta Oriente Medio, colocando a Siria como epicentro, influyendo así en una eventual posguerra siria. Y en este escenario, Turquía es un actor estratégico clave.

En este sentido, y si bien el Kremlin apoya directamente al régimen sirio de Bashar al Asad en su lucha contra el Estado Islámico, Putin parece más bien decidido a lanzar otra estrategia de carácter global, alterando con ello no sólo los intereses occidentales en Siria y Oriente Medio sino de otros dos actores influyentes que libran una sórdida guerra secreta a nivel regional, como son Irán y Arabia Saudita.

Para Putin resulta imperativo mantener las bases estructurales del régimen sirio, con o sin Bashar al Asad en la presidencia. En predios de la OTAN recelan sobre la posibilidad de que los expertos militares enviados por Putin a Damasco estarían presuntamente abriendo las compuertas de una posible transición post-Al Asad, intentando identificar a nuevos actores, principalmente provenientes del sector militar, que eventualmente pudieran reforzar los objetivos estratégicos rusos en Siria.

En este aspecto, Moscú y Teherán parecieran coincidir en sus objetivos de mantener intacto al régimen sirio y acabar con el Estado Islámico. No obstante, Putin desconfía de que el régimen iraní esté intentando reforzar a otros aliados en Siria, como la comunidad chiíta, así como tampoco parece convencer al Kremlin sobre la posibilidad de un entendimiento entre EEUU e Irán y sus evidentes implicaciones geopolíticas en el complejo tablero regional.

Por ello, Putin ha abierto igualmente alianzas con Arabia Saudita y Egipto, así como levemente con Israel, para contener las implicaciones que tendría un eventual acercamiento entre EEUU e Irán. Con todo, la crisis provocada por la caída de los cazas rusos en Turquía podría acelerar todo tipo de especulaciones y escenarios expectantes sobre la reconfiguración de alianzas geopolíticas a nivel regional, donde Occidente y Rusia intentarán controlar diversos frentes.

La paranoia yihadista

La crisis entre Turquía y Rusia explota en un momento en que el espacio europeo se blinda a través de inéditas medidas de seguridad tras los atentados en París. El epicentro ahora es Bélgica, aparente foco de yihadistas, donde una especie de cuarentena se impone en su capital, Bruselas, que curiosamente alberga las instituciones de la Unión Europea y el cuartel general de la OTAN.

El asalto a la residencia de los yihadistas en el suburbio parisino de Saint-Denis la semana pasada, que provocó la muerte del principal cabecilla de los atentados de París, ha acrecentado las medidas de seguridad en cuanto acto público se precise, especialmente en espectáculos artísticos y partidos de fútbol, algunos de ellos suspendidos como fueran los amistosos entre Bélgica y España y Holanda y Alemania la semana pasada.

Con todo, el epicentro de atención está en el sector de Molenbeek, un suburbio en Bruselas de aproximadamente 100.000 habitantes, considerado como el foco yihadista en Europa. De allí se cree que salieron varios de los perpetradores de los atentados de París, así como de células yihadistas dispuestas a volver a atentar en Europa.

En particular, los focos están concentrados en Salah Abdeslam, de 26 años, y Abdelhamid Abaooud, de 28 años, ambos belgas de origen marroquí señalados como los principales cabecillas del atentado de París. Tras algunos meses de entrenamiento yihadista en Siria, Abdeslam y Abaooud vivieron en el barrio de Molenbeek, del que presuntamente salieron para liderar los atentados terroristas en la capital francesa.

Mientras las autoridades europeas buscan a Abaooud y otros yihadistas, Túnez vivió este martes 24 otra jornada terrorista, al abatir a 24 miembros de la seguridad presidencial. Es el tercer atentado yihadista en este país magrebí en lo que va de año, lo cual evidencia porqué Túnez, foco de irradiación de la denostada Primavera árabe y ejemplo de transición democrática en el mundo árabe, es un objetivo estratégico del yihadismo salafista, cuya irradiación parece igualmente proyectarse en el Magreb, el Mediterráneo y Europa.