Thatcher se forjó en Malvinas

Margaret Thatcher, la ex hija de un pequeño comerciante del centro de Londres, nombrada en 1992 baronesa y calificada por Ronald Reagan como “la mejor hombre de Europa”, recibirá honores militares en un funeral digno de un emperador.

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Margaret Thatcher, la ex hija de un pequeño comerciante del centro de Londres, nombrada en 1992 baronesa y calificada por Ronald Reagan como “la mejor hombre de Europa”, recibirá honores militares en un funeral digno de un emperador.

El gobierno de Cameron, que acaba de anunciar un nuevo paquete de duros recortes para su pueblo, no ha dudado en destinar millones de libras de las arcas del Estado para celebrar el funeral en la catedral londinense de San Pablo este miércoles 17, al que están citados 2.500 invitados oficiales provenientes de todo el mundo.

No es para menos, para un “tory” como Cameron, como para muchos neoliberales de Europa, EE.UU. y todo el mundo, Margaret Thatcher es todo un estandarte, fue quien abrió el camino de los recortes, del desmantelamiento del Estado y de todo lo público, la adalid de la privatización a ultranza y del anticomunismo feroz.

Y si algo le facilitó enormemente ese camino fue el hecho de que se saliera con la suya con las Malvinas. La victoria militar británica sobre las tropas argentinas en 1982 cambió radicalmente su propia vida, la de su país y, en alguna medida, la del mundo entero.

Los 3.500 documentos que viene desclasificando desde fines de 2012 el Archivo Nacional británico, algunos de los cuales ha dado a conocer estos días la Fundación Margaret Thatcher, muestran la importancia que tuvo la guerra en el Atlántico Sur en su vida, cómo le facilitó nuevas victorias electorales en 1983 y 1987 y cómo le ayudó a convertirse a pasos acelerados en la líder conservadora indiscutible de Europa y en la política más poderosa del mundo.

La tensión entre los dos países había aumentado en los últimos meses de 1981, pero aun así Thatcher decidió retirar de la base naval en las Malvinas al portaaviones HMS Endurance, el único de su flota presente en todo el Atlántico Sur.

El almirantazgo le advirtió que el régimen argentino podía interpretar esa decisión como un desinterés por las islas, alentando alguna aventura militar. Pero Thatcher no escuchó ninguna recomendación. Había comenzado a recortar el gasto público y el militar no era una excepción.

Ese tema provocó serias fricciones entre el Ejecutivo, el Foreign Office (Ministerio de Exteriores), el Ministerio de Defensa y en el seno mismo de la Cámara de los Comunes, polémica presente durante todo el mes de marzo de 1982.

Pese a las advertencias que le habían hecho, Thatcher se quedó atónica cuando en la mañana del 2 de abril, mientras intervenía en un acto público, responsables de Inteligencia le advirtieron que había indicios de que Argentina estaba por lanzar una acción militar inminente contra las islas. Horas después se confirmaba, tropas argentinas habían desembarcado en las Malvinas.

La polémica se agudizó aún más. En los documentos se puede ver cómo en las reuniones con sus colaboradores y altos mandos de las fuerzas armadas, así como en el debate que tuvo lugar el sábado 3 de abril en la Cámara de los Comunes, hubo desde aquellos que recomendaban que si Argentina no se amedrentaba con un limitado despliegue de tropas navales, era mejor que Reino Unido negociara la cesión de “esas islas pobladas sólo por ovejas” como un gesto de “magnanimidad”.

Otros proponían que se hundiera “un par de barcos” como demostración de fuerza, pero que luego se negociara. Estados Unidos tampoco era partidario de que se abriera un conflicto bélico entre dos de sus aliados en plena Guerra Fría.

Ronald Reagan no quería debilitar a la dictadura argentina. Seguía el modelo que Estados Unidos propiciaba para América latina y el Caribe, y agradecía enormemente el apoyo que le prestaban varias decenas de oficiales argentinos en Honduras, entrenando a los hombres de la “contra” que incursionaban y atacaban a la vecina Nicaragua sandinista. Algunos mandos militares mostraron a la primera ministra sus dudas de si en el momento de crisis por el que atravesaba el Reino Unido se podría embarcar en una guerra a miles de kilómetros de distancia, con los graves problemas logísticos que presentaba.

Según la documentación, Thatcher, a pesar de decidir de inmediato la conformación de una flota que fuera a “recuperar” las Malvinas, estudió seriamente durante las tres primeras semanas la opción de negociación propuesta por Alexander Haig, secretario de Estado de EE.UU. Esta preveía un período transitorio en el que se fijaran zonas marítimas de desmilitarización, se aceptara una representación argentina en los consejos ejecutivos y legislativos de las islas y se abriera una discusión posterior sobre el estatuto definitivo.

Pero, en tanto, en el escenario bélico, las tropas británicas recuperaron el 25 de abril las islas Georgias del Sur. El genocida teniente de navío Alfredo Astiz firmó la rendición sin ofrecer resistencia. Y Margaret Thatcher se envalentonó, vio el triunfo a su alcance, descartó definitivamente las opciones de negociación y apostó por dar un duro castigo a la Argentina. La primera ministra llevaba sólo tres años en el poder, no contaba aún con un sólido apoyo de su propio partido, el Conservador, no tenía peso ni en la OTAN, ni en la UE ni ante Estados Unidos.

Entendió que ahí se jugaba su futuro y el orgullo imperial de su país. Y Reagan, ante la necesidad de optar por uno de sus dos aliados, lo hizo por la que ya vislumbró que sería su principal aliada en la lucha mundial contra el comunismo, Margaret Thatcher.

En los manuscritos de la “Dama de Hierro” y en las actas de las reuniones de su gabinete y con las fuerzas armadas, se comprueba cómo una decisión de envergadura como la de hundir el crucero General Belgrano la adoptó personalmente el 2 de mayo de 1982, anunciándola a su gabinete de guerra durante un almuerzo en su residencia de descanso en la localidad de Chequers.

Poco le importaba la discusión de si el Belgrano estaba o no en aguas internacionales. Respaldaba la idea de algunos de sus altos mandos que abogaban por “flexibilizar” el área de exclusión alrededor de las Malvinas en función del interés militar del momento.

Thatcher estudió incluso la posibilidad de bombardeos selectivos en territorio continental argentino si sus tropas perdían terreno en el plano militar. La evolución del conflicto ya no lo hizo necesario.

Al igual que sucedería años después con Bush tras el 11-S, Thatcher rentabilizó aquella tragedia como mérito propio y de su país. Había nacido la “Dama de Hierro”.