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El papel del BRIC en el nuevo esquema de gobernanza mundial Implicancias para la inserción internacional de Argentina

Tanto la distribución de poder mundial como el esquema comercial y financiero global han atravesado cambios estructurales en las últimas tres décadas, que suponen una profunda transformación del esquema de gobernanza mundial. En esa coyuntura resulta imperioso formularse dos preguntas: ¿Quiénes son los actores claves para alcanzar un nuevo esquema de estabilidad mundial? ¿Qué consecuencias tiene este proceso para la inserción internacional de los países periféricos?

La respuesta al primer interrogante se explica mayormente por el ascenso de las potencias del BRIC (Brasil, Rusia, India y China). Así, con la intención estratificar las economías y explicar el ascenso de China, Brasil e India como grandes potencias y la consolidación de Rusia como potencia media, se aplicará el criterio de Pareto (conocido como 20/80) al informe anual del Banco Mundial. El segundo interrogante busca respuesta en el caso argentino y cobra fuerza sobre el cambio estructural ocurrido en su esquema comercial de vinculación con el mundo, el cual será analizado críticamente.

La hipótesis que se formula sostiene que: el actual cambio en la estratificación internacional confirma una tendencia recurrente del sistema interestatal y se configura como un condicionante sistémico para la inserción política y económica de los países periféricos, quienes tienden a estrechar sus vínculos con las potencias en ascenso en pos de mejorar su inserción internacional.

Apartados xeográficos Otros
Palabras chave BRICS
Idiomas Castelán

El papel del BRIC en el nuevo esquema de gobernanza mundial Implicancias para la inserción internacional de Argentina[1] Dr. Luciano Damián Bolinaga[2]

Idea preliminar y marco teórico-conceptual

La gobernanza mundial como una situación que tiende a la generación de condiciones favorables para el predominio de la paz y la estabilidad internacional, viene atravesando importantes cambios estructurales, en las últimas tres décadas, que conllevan a la redefinición de varios condicionantes sistémicos.

El primero de ellos refiere al declive de Occidente y la depreciación del poder norteamericano, el mundo industrializado está envejeciendo y empobreciéndose. El segundo, pone al descubierto una relocalización del eje económico mundial hacia el Pacífico, las principales actividades productivas del mundo están siendo transferidas a esa región en particular. Y, finalmente, la emergencia de las potencias del BRIC (Brasil, Rusia,  India y China) y su demanda por mayor participación en la administración del orden internacional y la economía global.

Los tres cambios dan sustento a tendencias recurrentes del sistema que son el elemento estructural presente a lo largo del análisis, el cual se nutre en el paradigma fuerte de las relaciones internacionales, el realismo, y opera por medio de una matriz conceptual de naturaleza trinaria: estructura internacional de poder; epicentro económico mundial y directorio de grandes poderes.

El concepto de «estructura internacional de poder» se nutre en la concepción neorealista de Waltz (1988) que supone un esquema del posicionamiento de las unidades del sistema, las cuales al no diferenciarse por sus funciones sino por sus capacidades para llevarlas adelante, adoptan una determinada posición respecto las unas de las otras. En efecto, la noción de «capacidad» se erige como la variable crítica de diferenciación de las unidades en términos de grandes, medianas y pequeñas potencias. En rigor, han sido las grandes potencias las que han determinado el rumbo de la política internacional, generando en consecuencia cooperación en determinados esquemas de alianzas o conflictos en ciertos enfrentamientos bélicos. Ese selecto “club” de potencias es lo que tradicionalmente hemos conocido como «directorio de grandes poderes».

En efecto, desde el surgimiento del sistema interestatal en Westfalia hasta el presente, la estructura ha sufrido importantes cambios. El más trascendental es quizás la variación numérica de Estados con capacidad de incidir en el orden internacional. Antes de Westfalia había cerca de 900 Estados soberanos que integraban el Imperio Germano, tras los acuerdos de 1648 éstos se redujeron a 300. Las intervenciones napoleónicas los redujeron aún más, a 200 aproximadamente. Durante el Congreso de Viena de 1815 el concierto de grandes potencias incorporaba 8 naciones: Austria; Francia; Gran Bretaña; Portugal; Rusia; España y Suecia. Claro que pronto se hiso más que evidente que Portugal, España y Suecia no eran grandes potencias y desde entonces el equilibrio de poder tuvo como eje una pentarquía de grandes poderes. Más tarde, la unificación de Italia eliminó 7 Estados y la de Alemania otros 24. Ya para finales del siglo XIX y principios del XX, ciertos países habían incrementado sus capacidades y, por tanto, mejorado su posición en la estructura internacional de poder. En efecto, se incorporaban al directorio de grandes potencias Estados Unidos; Alemania; Italia; y lo que era algo completamente nuevo un Estado del extremo Oriente, Japón.

La tendencia continúo en el tiempo. Entre finales de la Primera y la Segunda Guerra Mundial, se produjo otro importante acontecimiento que tuvo una significación contundente para la variación numérica de Estados que integran el directorio de grades potencias, no porque desaparecieran o se formaran nuevos Estados sino porque dos de ellos incrementaron de tal modo sus capacidades que se convirtieron en “superpotencias”. En consecuencia, la estructura se orientó hacia una configuración de poder bipolar: Estados Unidos y la Unión Soviética. El desarrollo de la capacidad nuclear alteró profundamente los esquemas de socialización y competencia desarrollados por las unidades del sistema.

Desde la segunda mitad del siglo XX y a pesar de esa estructura bipolar fueron cobrando fuerza los grupos de Estados, selectos clubes en la política internacional: G-7; G-20; G-22; etc. Lo que supo conocerse como “la diplomacia de los Clubes” guarda relación con los Estados que buscan tener mayor participación en la política internacional, asociaciones no institucionalizadas -en su gran mayoría- que en pos de objetivos o intereses comunes desarrollan determinada concertación política o económica.

Una vez desaparecida la estructura bipolar, entre 1989 y 1991, el poder tendió a desconcentrarse en un mayor número de actores aunque la estructura mantuvo claramente su naturaleza oligopólica, al decir de Aron (1967). En otras palabras, siempre hay un directorio de grandes potencias que guardan mayor cantidad de poder en relación a una vasta cantidad de Estados.

Del mismo modo que ocurre con el sistema interestatal, el sistema económico mundial también tiene un eje que definimos como «epicentro económico mundial»: es el centro superficial del área geográfica del sistema económico, donde convergen y se originan las principales actividades económicas a nivel global; se trata de los países con mayor participación en la producción mundial, en el comercio internacional, los que tienen las más altas tasas de crecimiento económico y los niveles de inversión más importantes a nivel global (Bolinaga: 2011a, p. 16). Se distinguen desde el siglo XIII en adelante, al menos tres epicentros económicos: el Mediterráneo, que mantuvo su vigencia hasta el siglo XV; el Atlántico Europeo, desde finales del siglo XV hasta principios del XX y el Atlántico Norte, que estuvo vigente desde ese entonces hasta principios del siglo XXI.

Cada epicentro económico fue coetáneo con una configuración de poder específica que se vincula al ascenso y descenso de grandes potencias: Venecia; Portugal y España; Holanda; Gran Bretaña; Estados Unidos. La evolución del sistema internacional verifica esos dos procesos reincidentes: el ascenso y descenso de grandes poderes y la relocalización de las principales actividades productivas. Actualmente, las actividades productivas se han transferido desde el océano Atlántico hacia el Pacífico y ese proceso responde principalmente al ascenso de China en la estructura de poder y su mayor relevancia en la economía global (Bolinaga, 2011a).

Sin bien China tiene un papel sustancial en el actual proceso de cambio internacional (dada la maduración de su fase de expansión económica y política) también hay otros países que, al estar en ascenso en la estructura, son importantes para la inserción internacional de un país periférico. En este sentido, se destaca la fase expansiva de Brasil, India y Rusia. Todos ellos -junto con China- forman el grupo que O´Niell (2001) denomino como «BRIC» y si bien su fundamento se desprende de estudios econométricos que avalan su potencial importancia para la economía global (Purushothaman y Wilson, 2003), lo cierto es que la concepción etimológica responde a la dinámica de la geometría variable de los “G”. En efecto, el mundo está cambiando pero no el componente interestatal de la estructura de poder sino los principales actores. En pocas palabras, se está redefiniendo quiénes son las grandes potencias. De esta premisa, también es posible inferir que la estructura mantiene la disposición oligopólica del directorio de grandes potencias.

Propio del método científico, dichas afirmaciones nos posicionan frente a nuevos interrogantes a los cuales es necesario dar respuesta, entre ellos: ¿Cuál es el fundamento del ascenso del BRIC?; ¿Hay correlación entre el plano teórico-conceptual y la realidad política y económica?; ¿Se trata de un grupo homogéneo de naciones?; ¿Se ha institucionalizado su cooperación en algún organismo internacional?

Por otro lado, pero muy ligado a esos interrogantes recién enunciados, una nueva configuración de poder internacional pone a la República Argentina -al igual que otros países periféricos- frente al gran desafío de armonizar su orientación externa con los nuevos condicionantes sistémicos. De ahí entonces que, Argentina haya reorientado su esquema comercial de vinculación con el mundo y, al mismo tiempo, que el Palacio San Martín otorgue mayor importancia a la diplomacia desplegada en América del Sur y Asia del Este.

El ascenso del BRIC: del factor económico al político-militar

Los países pueden ser estratificados en grandes, medianas y pequeñas potencias económicas por medio de la aplicación del criterio de Pareto, conocido como 20/80, a los datos provistos por el informe anual del Banco Mundial (Bolinaga, 2011). Acorde a este principio, el 20% de las unidades mensuradas debería correlacionarse con el 80% de la producción mundial y, al repetir la secuencia, se obtiene la distinción entre grandes y medianas potencias económicas.[3] De la sumatoria del producto de grandes y medianas potencias deberíamos alcanzar el 80% de la producción mundial. No obstante, ese resultado se alcanza antes de llegar al 20% de las unidades contabilizadas por el Banco Mundial. Entonces, de esto se pone en evidencia una alta tendencia a la concentración de la riqueza en un reducido grupo de unidades, secuencia que es corroborada en el Cuadro N° 1.

Cuadro N° 1: Posición de las grandes y medianas potencias económicas,

según su participación en la producción mundial (1989/2010)

Grandes

Potencias

1989

1999

2005

2010

1# USA

2# Japón

3# Alemania

4# Francia

5# Italia

6# Reino Unido

7# Canadá

1# USA

2# Japón

3# Alemania

4# Reino Unido

5# Francia

6# Italia

7# China

1# USA

2# Japón

3# Alemania

4# China

5# Reino Unido

6# Francia

7# Italia

1# USA

2# China

3# Japón

4# Alemania

5# Francia

6# Reino Unido

7# Brasil

8# Italia

9# India

Total 66%

Total 68%

Total 63%

Total 64%

Medianas

Potencias

8# Rusia

9# Brasil

10# España

11# China

12# Australia

13# India

14# Holanda

8# Canadá

9# Brasil

10# España

11# Corea

12# Méjico

13# Rusia

14# Holanda

8# España

9# Canadá

10# India

11# Brasil

12# Corea

13# Méjico

14# Rusia

15# Australia

16# Holanda

10# Canadá

11# Rusia

12# España

13# México

14# Corea

15# Australia

16# Holanda

17 # Turquía

18 # Indonesia

Total 14%

Total 15%

Total 17%

Total 16%

Directorio de grandes poderes económicos

80 %

83 %

80%

80 %

Cantidad de unidades mensuradas

165 unidades

(20% = 33 unidades)

182 unidades

(20% = 36 unidades)

184 unidades

(20% = 37 unidades)

193 unidades

(20% = 38 unidades)

Fuente: Cuadro de elaboración propia con información del PBI mensurado a precio corriente por el Banco Mundial. World Development Indicators, Total GDP 1989/2011.

 

En el año 1989, el 80% de la producción mundial debería haberse alcanzado con las primeras 33 unidades de las 165 listadas, sin embargo, se arribó a este resultado con tan sólo las primeras 14 economías. Es decir, menos de la mitad. Posteriormente, en el año 1999 ese 80% debería haber correspondido a 36 unidades (dado que se mensuraron 182 economías) pero volvió a manifestarse en las primeras 14 naciones. Entre 2005 y 2010, el 80% del producto mundial también estuvo por debajo del 20%, pero en ambos casos se alcanzó recién con las primeras 16 y 18 unidades mensuradas por el Banco Mundial, respectivamente.

De modo que en el año 2005 fueron necesarios dos países más para completar el grupo de potencias medias y así alcanzar el 80% de la producción mundial. Posteriormente, la segunda señal de cambio llegó en el año 2010, cuando Brasil e India se convirtieron en grandes potencias (ver Cuadro N° 1), junto con China quien ya lo era desde 1999.[4] En efecto, el período 2005/2010 se contrapone al segmento 1989/2004 por la cantidad de países que formaron el directorio de grandes poderes económicos.

¿Qué implicó esa variación numérica? A prima facie, se podría estar asistiendo a la configuración de una incipiente desconcentración del poder económico. Por un lado, en el año 2005 hubo 7 grandes potencias y 9 potencias medias. Por el otro, en 2010 hubo 9 grandes potencias e igual número de potencias medianas. Efectivamente, el período 2005/2010 sacó a colación la idea de un muy incipiente proceso de desconcentración del poder económico que se constata en dos elementos: a) potencias medias se convierten en grandes potencias (Brasil e India) y b) se amplió el cupo de grandes y medianas potencias económicas (ver años 2005 y 2010 del Cuadro N° 1).

China, por ejemplo, pasó de ser una potencia media en 1989 a ser una gran potencia en 1999 y, desde entonces, ha afianzado su participación en la economía mundial como tal. Mientras que en 1989 China ocupaba el undécimo lugar del ranking elaborado por el Banco Mundial, para el año 1999 pasó al séptimo puesto. De acuerdo a la misma fuente, en el año 2002 China ascendió al sexto lugar, para el 2005 logró superar al Reino Unido y a Francia escalando a la cuarta posición de la estratificación económica internacional. Finalmente, en el año 2010, China logró ubicarse como la segunda economía más importante del mundo.[5] Más aún, si se incluye a Hong Kong dentro de la medición del PBI chino en el año 2009, China ya se convertía en la segunda economía del mundo, superando a Japón.

Pero el ascenso de China es acompañado por una mejora de la posición internacional de Brasil, Rusia e India y, de los tres casos, los dos más simbólicos son el brasilero y el indio porque -al igual que China- pasaron de la categoría de potencia media a gran potencia económica, entre 1989 y 2010 (ver Cuadro N° 1). Por supuesto, es necesario dejar claro que si se considera al PBI mensurado según la Paridad del Poder Adquisitivo (PPA), el proceso de ascenso de estas economías se acelera. Esta secuencia de cambio económico fue la génesis conceptual que motivó los estudios de O’Neill y otros especialistas desde Goldman Sachs.

Ahora bien, la literatura específica parece poner en evidencia la existencia de dos BRIC, uno virtual y otro real (Oropeza García, 2012). Mientras que el primero se identifica con la génesis conceptual que se elaboró desde Goldman Sach; el segundo, cobra vida a partir de 2009 cuando estas naciones deciden, efectivamente, comenzar a llevar adelante una serie de cumbres tendientes a alcanzar una concertación política y económica. Desde la obra compilada por Oropeza García, esta coyuntura es considerada una anomalía en tanto la concertación política aparece a posteriori de la investigación desarrollada por una empresa financiera privada.

No obstante, y para no ahogar el fundamento conceptual del BRIC en la participación en la producción mundial, existen otros indicadores pertinentes para valorar su relevancia internacional y que, además, nos exigen diseñar esquemas multimodales para abordar problemáticas desde una perspectiva multidisciplinaria. Hoy, quizás más que nunca, la configuración de poder internacional opera sobre una multidimensionalidad de planos analíticos y, en consecuencia, el objeto de estudio se vuelve más difícil de examinar. Por eso, resulta valido mencionar algunos de los indicadores más importantes en el caso del BRIC: la población (los cuatro países suman más del 40% de la población mundial); la capacidad nuclear; la posibilidad de influir en las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas; desde la dimensión espacial es importante tener presente que el territorio de estos cuatro países representa, aproximadamente, 1/4 del planeta; el proceso de modernización implementado por dichas naciones ha permitido sacar a una importante parte de su población de la línea de pobreza extrema y moverla hacia una clase social media lo cual supone un aumento del consumo interno; entre otros tantos indicadores relevantes.

Asimismo, pensar al BRIC como un grupo homogéneo de naciones resulta absurdo. Por un lado, en su seno conviven sistemas políticos diferentes que oscilan desde totalitarismos hasta democracias. Por otro lado, tres de estas naciones cuentan con capacidad nuclear mientras que Brasil -a pesar de contar con la tecnología necesaria- no la ha desarrollado aún. Además, mientras que China y Rusia son miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, India y Brasil solo aspiran a serlo. Otro factor que no debería ser dejado de lado es la tensión entre el sistema social y el político que se verifica al interior de Rusia y China lo cual genera problemas con el poder central e incrementa la incertidumbre acerca de escenarios futuros. Desde el punto de vista geográfico, tres de estas naciones comparten su pertenencia al Asia, mientras que Brasil claramente responde a una identidad latinoamericana.

¿Cuáles parecen ser los puntos en común entre estas naciones más allá de los factores económicos? Todo parece indicar que vienen a poner en jaque la hegemonía europea y norteamericana sobre los asuntos internacionales y, en consecuencia, las pautas vigentes. Ciertamente, China e India no siguieron las pautas del Consenso de Washington y a diferencia de las naciones latinoamericanas, tuvieron una década de éxitos que se tradujo en un sostenido crecimiento económico. Un objetivo compartido, es que el puesto de máxima jerarquía del Fondo Monetario Internacional ya no sea exclusivo para los ciudadanos de origen Europeo.

En rigor, el viejo orden de Bretton Wood poco tiene que ver con el mundo de hoy, donde las potencias emergentes son las que están explicando la salida de la crisis financiera internacional desatada en 2008, tras la caída de Lehman Brothers. Precisamente, el crecimiento económico global de la última década se explica en mayor parte por el desempeño de las economías emergentes, que representaron el 30% de la producción mundial y el 60% del crecimiento económico global. Y, además, no parece ser casual que sea el BRIC quien ejerce el liderazgo dentro del G-20, organismo que se perfila como el engranaje clave para el diseño de una nueva arquitectura financiera internacional (Carreras, 2008).

No obstante y a pesar de la relevancia económica y geopolítica que supone el BRIC en la actual configuración de poder internacional, no puede desconocerse que el Pacífico Norte mantiene su relevancia económica y su configuración como epicentro de las relaciones internacionales ya que, pese al pronóstico econométrico formulado desde Goldman Sachs y, particularmente, aquel que refiere a China como la principal economía en el año 2050, no debe perderse de vista que Estados Unidos continuaría siendo -ceteris paribus- la segunda economía más importante del mundo, según la misma proyección econométrica.

Más aún, tampoco debe omitirse que no está claro cómo evolucionará la brecha que separa las capacidades militares de Estados Unidos y China o del resto de los BRIC. En el caso de la disparidad sino-norteamericana el Cuadro N° 2 muestra algunos indicadores importantes para arribar a algunas conclusiones. Por ejemplo, en materia de ojivas nucleares y de portaaviones continua siendo abrumadora a favor de Estados Unidos. No obstante, no se debe omitir que China ha lanzado al mar su primer portaaviones en septiembre de 2011 y que, en consecuencia, podría estar configurándose una nueva fase en el pensamiento geoestratégico chino de naturaleza global.

Cuadro N° 2: Comparación de las capacidades militares

de China y Estados Unidos

China

Estados Unidos

Cantidad de ojivas nucleares: 160 (aprox.)

Cantidad de submarinos: 58

Cantidad de portaaviones: ninguno

Cantidad de ojivas nucleares: 5.500 (aprox.)

Cantidad de submarinos: 68

Cantidad de portaaviones: 12

Fuente: SHERIDAN, Barrett, “Who´s Got the Guns?” (Newsweek, Special Issues 2008).

Gasto de defensa año 2004

Gasto en defensa: 67 miles de millones USD

Porcentaje del Gasto Mundial de Defensa: 7%

Relación porcentual con el PBI: 4%

Gasto en defensa: 370 miles de millones USD

Porcentaje del Gasto Mundial de Defensa: 41%

Relación porcentual con el PBI: 3%

Gasto de defensa año 20011

Gasto en defensa: 143 miles de millones USD

Porcentaje del Gasto Mundial de Defensa: 8%

Relación porcentual con el PBI: 3 (corresponde al 2010)

Gasto en defensa: 711 miles de millones USD

Porcentaje del Gasto Mundial de Defensa: 43%

Relación porcentual con el PBI: 5 (corresponde al 2010)

Variación Porcentual del Gasto de Defensa 1998-2008: 194

Variación Porcentual del Gasto de Defensa 2002-2011: 170

Variación Porcentual del Gasto de Defensa 1998-2008: 66.5

Variación Porcentual del Gasto de Defensa 2002-2011: 59

Fuente: Elaboración propia con información suministrada por el SIPRI, SIPRI, Yearbook, 2009/2011.

Donde China ha logrado reducir la brecha más claramente es en materia de submarinos, es decir, solo habría una diferencia de 10 a favor de Washington. Pero lo que más llama la atención es que mientras que Washington aún manifiesta una participación superior al 40% del gasto de defensa mundial, Beijing solo alcanza el 7%. No obstante, hay que tener presente algunos factores claves, entre ellos, la evolución del PBI en ambas naciones y su relación con el Gasto de Defensa. Mientras que para Estados Unidos su proporción es cada vez mayor, ocurre lo contrario para la República Popular China. De ahí entonces que, la variación porcentual en el gasto de defensa a nivel mundial sea mayor en el caso chino que en el americano, es decir, el crecimiento del gasto en defensa en el caso de Beijing más que duplica la que se registró en Washington.

Indudablemente, la brecha existe, pero no hay que perder de vista que los registros históricos muestran que a medida que un país crece económicamente expande sus capacidades militares sin correr riesgo de caer en una espiral de gastos efímeros. Por el contrario, mantener un alto gasto de defensa en un contexto de contracción económica ha generado la decadencia de muchas grandes potencias en torno a lo que Kennedy (1994)  supo denominar como “hiperextensión estratégica”.

Encontramos una gran cantidad especialistas que auguran una nueva fría. Esta coyuntura es analizada tanto por sectores norteamericanos neoconservadores como también por think tank chinos que se agrupan en los llamados “triunfalistas” (Kissinger, 2012). Dentro de sus prognosis, estos analistas, argumentan que el duelo entre Estados Unidos y la República Popular China será, sin lugar, a dudas el duelo del siglo. No obstante, la cooperación y el conflicto son dos caras de una misma moneda en la relación sino-norteamericana. En este sentido, hay analistas como Henry Kissinger o Niall Fergurson que recientemente han sostenido que aún existe espacio suficiente para que opere la diplomacia.

En efecto, la creciente interdependencia comercial tiende a contener las hipótesis de conflicto entre ambas naciones. Más aún, tras el 11 de septiembre de 2001 China se convirtió en un “socio estratégico” para Washington en la lucha contra el terrorismo internacional, revirtiendo el esquema de los años ´90 donde el binomio amigo-enemigo había dado sustento a la “teoría del avance chino”, desde los sectores duros de Estados Unidos. Kissinger, sostiene que una “comunidad del Pacífico” –como otrora sucediera con la que se conformó sobre el océano Atlántico- solo será alcanzada en tanto los líderes del ambos lados del Pacífico logren establecer un sistema de consultas y qué el costo de no lograrlo es demasiado alto, no sólo para estás dos naciones sino para el mundo en su conjunto.

¿Cuál es la situación en términos estratégicos-militares de las otras naciones del BRIC? El Cuadro N° 3, muestra específicamente la incidencia del BRIC en el gasto mundial de defensa durante el año 2011. Mientras que Brasil representó el 2%; India alcanzó 3% y Rusia el 4%, aproximadamente. Si sumamos la participación de China junto con esos valores tenemos que el BRIC representó -durante el 2011- el 17% del gasto mundial de defensa. Cabe destacar que, salvo Brasil que tuvo una variación porcentual del 20%, el resto de las naciones del BRIC aumentó su presupuesto de defensa en más del 50%. En el caso de China, hablamos concretamente de un 170%. Le guste o no a quien valore la cuestión, Beijing y Moscú ya superan a las naciones europeas en materia de presupuesto defensa.

Cuadro N° 3: Gasto Mundial de Defensa (2011)

País

USD, miles de  millones

Valor %

Variación  %

(2002-2011)

Estados Unidos

711

41

59

China

143

8

170

Rusia

72

4

79

Reino Unido

63

3,6

18

Francia

62

3,5

-0,6

Total (5 países)

1.051

59

------

Japón

59

3,3

-2,5

India

49

2,8

66

Arabia Saudita

48

2,7

90

Alemania

47

2,6

-3,7

Brasil

35

2

19

Total (10 países)

1.286

74

--------

Resto del mundo

452

26

--------

Mundo

1.738

100

--------

Fuente: SIPRI, Yearbook, 2011.

La génesis de la concertación política y económica del BRIC comenzó bastante más tarde de que la proyección de Golmand Sach se hiciera pública. En este sentido, recién tiene lugar la primera cumbre de jefes de Estado en el año 2009, en la ciudad rusa de Yekaterinburg. El eje temático fue la necesidad de reformar los organismos financieros internacionales en pos de una mayor representación de la economía real.

La segunda cumbre tuvo lugar en Brasilia, en abril 2010, y el objetivo central fue coordinar una posición común para presentar en el G-20 y discutir la necesidad de una moneda alternativa para el patrón dólar. Durante el año 2011, se celebró en Sanya (China) la tercera cumbre a la que también asistieron los ministros de economías y el BRIC se convirtió en el BRICS por la incorporación de Sudáfrica.

Finalmente, durante marzo del año en curso tuvo lugar la cuarta cumbre del BRICS, en la capital de la India. En esta oportunidad, se propuso crear un banco de desarrollo del grupo  con intención de tener mayor independencia de otras entidades como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial.

Esta secuencia expone, en primer lugar, que el BRIC nació como una construcción discursiva de una entidad privada en 2001 pero cobró vida efectiva desde 2009. En este sentido, sería necesario comenzar a discutir la capacidad de determinados actores, no tradicionales, para construir la realidad política internacional. Por otro lado, la utilización del índice de Pareto permite poner al descubierto que, al menos desde la realidad económica efectiva, la participación de Sudáfrica aún dista mucho de la que muestran las otras naciones y de ahí entonces que el análisis se haya centrado en el BRIC y no en el BRICS. No obstante, es evidente que de consolidarse la participación de Sudáfrica dentro del bloque de naciones, está economía deberá ser incorporada en futuros análisis.

Ahora bien, dada la creciente concertación política entre los miembros del BRICS, ahora sí tomamos en cuenta a Sudáfrica porque hablamos del bloque que se conforma entre 2009 y 2011, resulta prudente preguntarse: ¿Qué busca este nuevo “club se naciones”? Todo parece indicar que se están dando las condiciones necesarias en la arena internacional para que el BRICS busque y adquiera no solo mayor responsabilidad sino también capacidad operativa en el esquema de gobernanza mundial. Esto se ve reflejado en el lema del BRICS que nació en la pasada cumbre, celebrada en India: Parnership for Global Stability, Security and Prosperity. De modo que, se configura un componente “global” en la estrategia que se está diagramando desde el BRICS. Al mismo tiempo, esto pone en jaque la conducción de Occidente sobre los asuntos mundiales, que se vino desarrollando durante los últimos cuatro siglos. Hoy en día, es claro que estas naciones apuntan a ocupar centros neurálgicos en la toma de decisiones de organismos internacionales tales al Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, en pos de una nueva arquitectura financiera internacional; promover una ampliación de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que incluya a la India, Brasil y Sudáfrica; entre otros puntos importantes.

La incertidumbre acerca del futuro de la Unión Europea y la debilidad económica de Estados Unidos abre un nuevo horizonte en la historia de las grandes potencias. Y, por supuesto, esto conlleva a un sinfín de oportunidades y desafíos para los países en desarrollo, es decir, para los países periféricos del sistema internacional.

Las implicancias para los países periféricos: el caso argentino

Existe una relación entre la estructura productiva y la orientación externa de un país, la cual se expresa en términos de un «modelo comercial de vinculación» con el mundo. ¿Quiénes nos compran? ¿Quiénes nos venden? ¿Quiénes invierten en el país? ¿Qué buscamos obtener en el mundo y quiénes pueden contribuir a la persecución de nuestro objetivo? Esos son solo algunos de los interrogantes más relevantes que determinan la naturaleza de ese modelo comercial de vinculación pero que, al mismo tiempo, reflejan como un país mira y se vincula con el resto del mundo.

Ese modelo comercial de vinculación puede modificarse en el tiempo por dos razones, esencialmente: por un lado, en caso de producirse cambios en alguno de estos dos factores (estructura productiva u orientación externa); por el otro, también puede reformularse como consecuencia de modificaciones en los condicionantes sistémicos, particularmente, una nueva configuración de poder internacional.

Como consecuencia de cambios de la estructura productiva del país y también por una nueva configuración de poder internacional, entre 1960 y 2011, el modelo comercial de vinculación de la Argentina con el resto del mundo ha reajustado su brújula. Este hecho, nos lleva a reconocer importantes cambios en la procedencia las compras y en el destino de las ventas del país, los cuales son puestos al descubierto en los Cuadros N° 4 y 5.

Cuadro N° 4: Exportaciones argentinas por regiones del mundo, en porcentaje (1960/2011)

Región

1960

1970

1980

1985

1990

1995

2000

2005

2011

África

0,50

1,05

2,73

5,03

3,36

4,27

4,07

6,08

7,55

América

24,88

30,40

33,96

35,01

42,03

56,21

61,21

52,52

49,22

Asia

4,84

8,75

8,90

16,68

15,69

15,10

13,45

19,39

21,07

(1) Europa

69,60

59,67

54,30

42,87

38,33

24,15

19,02

20,03

19,04

Oceanía

0,04

0,10

0,09

0,38

0,56

0,27

0,49

0,40

0,83

(1) Incluye a la Unión Soviética y desde 1992 a Rusia.

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Fuente: Cuadro de elaboración propia con información provista por el Ministerio de Economía y Producción, Instituto Nacional de Estadística y Censos:

“Comercio Exterior Argentino”, 1964, 1972, 1980, 1984/89, 1990 e “Indec Informa”, 1995.2000/12.

En efecto, acorde a las estadísticas reveladas por el INDEC, mientras que en el año 1960 el continente europeo representaba el 70% de nuestras exportaciones, América (incluyendo a Estados Unidos en esta región) el 25% y Asia un 5% (aproximadamente); para el año 2011 estos destinos se han modificado de forma sustancial. Es así que América pasó a representar el 50% de nuestras ventas al mundo mientras que Asia el 21% y Europa cayó hasta alcanzar un 19%. Ya en el año 2007 las exportaciones argentinas al continente asiático superaron a las destinadas a Europa, por primera vez en la historia de nuestro país. Esto reapareció con mayor fuerza en el año 2010 y se mantuvo durante el 2011.

Es evidente que hubo una caída estructural de las ventas argentinas a Europa, la cual resulta coetánea con una expansión constante de nuestras ventas en el continente americano y asiático. Al respecto, hay que considerar tres factores claves desde la reformulación de los condicionantes sistémicos. El primero, refiere al proceso de integración europeo -iniciado a mediados del siglo XX- que, lejos de representar una oportunidad para la oferta exportable argentina, ha generado efectos perversos para nuestra inserción en el comercio mundial. Así, desde la firma del Tratado de Roma en 1957 se ha promulgado la Política Agrícola Común (PAC) que fomenta y administra subvenciones a la producción agrícola, en la actual Unión Europea. En consecuencia, se generan distorsiones comerciales que afectan nuestra presencia comercial en dicha región.[6]

Esta tendencia se acentuó, aún más, a razón de la sexta ampliación de la Unión Europea, producida en el año 2004. En esta oportunidad se incorporaron países con estructura productiva mayormente agrícola[7] y eso implicó para la Argentina reconocer nuevos competidores y en una coyuntura donde, además, la competencia supone tener que lidiar con las políticas proteccionistas europeas, como ya se explicó.

El segundo factor que conllevó a reformular los condicionantes sistémicos, refiere a los procesos de modernización desarrollados en Brasil, Rusia, India y China como claves de la expansión de la demanda de materias primas, las cuales tienden a coincidir la oferta exportable argentina. En este sentido, los registros históricos indican que las potencias económicas en ascenso buscan asegurar el acceso a las materias primas necesarias para garantizar su modernización: “El consumo de materias primas varía dependiendo de la «madurez económica» de los Estados” (Renouvin y Duroselle, 2001, p. 139). Por supuesto, esta secuencia pone en evidencia una relación específica con la estructura económica de cada Estado. Por ejemplo, China es un país rico en recursos naturales pero dada su alta densidad demográfica, su oferta interna resulta insuficiente. De forma similar, Rusia presenta una gran variedad de recursos naturales y de infraestructura pero también adolece de una constante dependencia energética.

El tercer factor, opera sobre la dimensión política y comercial de la relación argentino-brasilera y hunde sus raíces en el proceso de integración regional: el MERCOSUR. En esa coyuntura se ha fortalecido enormemente el esquema cooperativo y de intercambio comercial entre ambos países. Más adelante, se formularán algunas apreciaciones al respecto del proceso de integración en cuestión porque marcó un matiz diferente en torno al tipo de intercambio comercial que se mantiene desde Buenos Aires con otros países que conforman el BRIC.

La nueva configuración de poder internacional conlleva a una reformulación del patrón de consumo mundial y mientras algunos mercados se cierran para nuestra tradicional oferta exportable otros comienzan a ganar peso. En otras palabras, los mercados americanos y asiáticos se han mostrado mucho más dinámicos y atractivos para la oferta exportable argentina que el europeo.

Cuadro N° 5: Importaciones argentinas por regiones del mundo, en porcentaje (1960/2011)

 

1960

1970

1980

1985

1990

1995

2000

2005

2011

África

1,12

0,64

1,39

5,02

0,51

1,27

1,75

0,58

0,88

América

21,45

50,53

44,98

35,01

57,03

51,62

54,82

59,74

52,55

Asia

6,08

8,14

17,31

16,68

8,80

12,70

15,87

17,18

23,60

Europa

69,10

40,42

35,39

42,83

32,49

32,90

26,57

20,80

21,56

Oceanía

0,32

0,11

0,88

0,76

2,10

0,74

0,34

0,52

0,57

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Fuente: Cuadro de elaboración propia con información provista por el Ministerio de Economía y Producción, Instituto Nacional de Estadística y Censos:

“Comercio Exterior Argentino”, 1964, 1972, 1980, 1984/89, 1990 e “Indec Informa”, 1995.2000/12.

Pero simultáneamente también se reformuló, radicalmente por cierto, la procedencia de nuestras compras, en igual período de tiempo (ver Cuadro N° 5). En efecto, mientras que Europa supo representar en 1960 el 69% de nuestras compras al mundo, para el 2011 cayó hasta manifestar un 22%. Aproximadamente, América paso de un 22% a un 53% y Asia de un 6% a un 24%, en igual periodo de tiempo. De modo que, hubo una expansión de las compras intraregionales pero también del tipo interregional, solo que a diferencia de lo que otrora sucediera no se focalizó en Europa sino en Asia, una región que tradicionalmente tuvo poca relevancia para nuestra política exterior.

Indiscutiblemente, los continentes americano y asiático han desplazado progresivamente a Europa como proveedor y, al mismo tiempo, como principal destino de nuestras exportaciones. Dentro de ese nuevo esquema de intercambio comercial, por regiones del mundo, no debe sorprender que aparecen dos socios comerciales que cobran un interés particular para Argentina: China y Brasil.

La República Popular China ha expandido su demanda interna de materias primas y siendo que su oferta interna es insuficiente, esto favorece el abastecimiento externo. Además, Beijing se ha convertido en una gran potencia en términos políticos y militares lo cual demandó una respuesta del sistema político argentino. No casualmente, Argentina buscó establecer relaciones diplomáticas con China en 1945 cuando ésta era incorporada a las Naciones Unidas -con asiento permanente en el Consejo de Seguridad- y normalizó relaciones diplomáticas en 1972 cuando se produjo el cambio de representación en dicho órgano. Desde entonces el intercambio comercial bilateral y la interdependencia política-diplomática se han acrecentado, solo que el esquema de asimetría de poder se ha invertido a favor de Beijing. Esto último tiende a ser un factor determinante a la hora de negociar en términos bilaterales. 

En efecto, para entender la relación sino-argentina, en el segmento 1989-2011, no pueden omitirse dos factores claves: a) el incremento de representaciones consulares y centros de promoción (lo cual supone una mayor transferencia de recursos humanos desde Argentina hacia China) y b) el apoyo argentino para el ingreso de China a la OMC; el reconocimiento de China como economía de mercado[8] y la formación de una “asociación estratégica”. Es evidente que, la República Popular China ha ganado relevancia tanto comercial como política para la agenda externa del Palacio San Martín y eso se explica, en gran parte, por su ascenso como gran potencia en el sistema internacional.

Por otro lado, Brasil y Argentina han tejido una alianza estratégica regional que se concretó en el acuerdo de libre comercio que dio vida al MERCOSUR, pero en éste toma fuerza el eje político Brasilia-Buenos Aires. No obstante, desde los orígenes del bloque comercial regional hasta nuestros días la asimetría de poder a favor de Brasil se ha profundizado, lo cual queda bien claro en las siguientes palabras: “La Argentina ha enhebrado con Brasil un más que importante sistema de cooperación e integración regional, inédito históricamente hablando, pero también ha padecido las consecuencias de la diferenciación internacional a través de las cuales el país vecino reforzó su identidad política e individualidad diplomática, ubicándose en escalas de estima y consideración mundial.” (MIRANDA: 2006, p. 78). En efecto, la vinculación con Brasil contribuyó a mejorar la autonomía nacional argentina, pero dados los términos de la asimetría de poder entre ambos actores, también ha generado una mayor dependencia respecto de este país.

Resulta legítimo preguntarse acerca de la relación entre el ascenso de una potencia (China y Brasil) y la estructura económica de un país periférico (Argentina). Esa relación se expresa en el esquema de intercambio comercial y en el modelo de vinculación externa. Desde las grandes potencias, el objetivo es siempre asegurar el acceso a las materias primas como ya se ha explicado. Por el contrario, desde los países periféricos el objetivo es mejorar la inserción internacional. De modo que hay dos criterios de asimetría: uno «político», según el posicionamiento en la estructura (grandes, medianas y pequeñas potencias); y otro «económico», basado en la composición de las exportaciones e importaciones (centro-periferia). En torno a la vinculación de Argentina con las potencias que integran el BRIC, ambos criterios están presentes. Desde lo político, los vínculos entre Argentina y el BRIC verifican un esquema de relacionamiento Norte-Sur. Pero desde lo comercial, coexisten dos modelos: Norte-Sur (Rusia, India y China con Argentina) y Sur-Sur (Argentina-Brasil).

Cuadro N° 6: Comercio de la Argentina con los países del BRIC (1960-2011)

Exportaciones argentinas al BRIC, en porcentaje

 

1960

1970

1980

1985

1990

1995

2000

2005

2011

Brasil

7,5

10,09

9,53

5,90

11,51

26,16

26,46

15,80

21,00

Rusia

1,76

1,97

20,12

14,43

4,03

0,42

0,40

1,67

3,06

India

0,04

0,29

0,27

1,04

0,30

0,72

1,67

1,82

1,17

China

0,09

0,18

2,34

3,70

1,94

1,35

3,34

9,70

7,72

BRIC

9,39

12,53

32,26

25,07

17,78

28,65

31,87

28,99

32,95

Resto del Mundo

90,61

87,47

67,74

74,93

82,22

71,35

68,13

71,01

67,05

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Importaciones argentinas desde el BRIC, en porcentaje

 

1960

1970

1980

1985

1990

1995

2000

2005

2011

Brasil

5,04

10,92

9,88

16,01

17,60

20,74

25,52

35,50

29,48

Rusia

1,12

0,17

0,12

1,07

0,30

0,42

0,44

0,60

1,07

India

1,44

0,11

0,001

0,02

0,04

0,30

0,60

0,90

0,85

China

0,07

0,05

0,30

0,10

0,29

3,01

4,82

7,91

14,35

BRIC

7,67

10,53

10,30

17,02

18,23

23,87

31,38

44,91

45,75

Resto del Mundo

92,33

89,47

89,70

82,8

4078

76,13

68,62

55,09

54,25

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Fuente: Cuadro de elaboración propia con información provista por el Ministerio de Economía y Producción, Instituto Nacional de Estadística y Censos:

“Comercio Exterior Argentino”, 1964, 1972, 1980, 1984/89, 1990 e “Indec Informa”, 1995.2000/11.

 

Esta secuencia, aunque sea para ejemplificar de forma sintética, permite destacar que durante el año 2009 las exportaciones argentinas a Brasil se concentraron en tres grandes grupos, según el INDEC: Manufacturas de Origen Industrial (8.945 millones de dólares); Manufacturas de Origen Agropecuario (1.596 millones de dólares) y Productos Primarios (1.386 millones de dólares). En contraste, entre 2003 y 2007, las exportaciones argentinas a China se concentraron en más del 70% en la soja y sus derivados.[9]

No resulta casual entonces que sectores como el automotriz y el aceite de soja sean las áreas comerciales sensibles en la relación comercial argentino-brasilera y argentino-china, respectivamente. Por otro lado, de esa secuencia también se desprende que el comercio con Brasil tiende a fomentar el intercambio intraindustrial mientras que, en el caso del comercio sino-argentino priman los productos primarios y sus derivados. En efecto, cuando las exportaciones argentinas a China aumentan su valor agregado, tiende a tensionarse la relación bilateral.[10]

El Cuadro N° 6 grafica la expansión de las ventas argentinas a China y Brasil en términos relativos sobre el total exportado, entre 1960 y 2011. China pasó de 0,09% a 8%, aunque es necesario reconocer picos comerciales como los registrados en los años 1962, 1974 y 1983. También es prudente destacar que durante 2011 las ventas a China cayeron un 2% respecto del año anterior y que el superávit comercial se acrecentó sustancialmente en dicho periodo de tiempo. Brasil, por su parte, pasó de 7% a un 21% -en igual período de tiempo- y también mantiene un importante superávit comercial con el país. Ambos países son los principales destinos de las exportaciones argentinas al mundo pero también son socios claves para proveer al país de insumos para la industria. La principal diferencia es que el 60% de nuestras exportaciones a Brasil se concentran en MOI mientras que poco más del 70% de las que se destinan a China se vincula al sector oleaginoso. Indudablemente, el comercio intraindustrial que existe con Brasil permite dar cuenta de que las exportaciones a este país guardan mayor valor agregado que las que se destinan a China.[11]

En el caso de las importaciones argentinas, Brasil adoptó el rol de principal proveedor del país porque pasó de un 5% en 1960 a un 30% en 2011. China también ha logrado expandir sus ventas a la Argentina ya que, pasó de 0,07% a más del 14%, en igual período de tiempo. Como se viene explicando en los párrafos precedentes, en ambos casos se registran déficits comerciales estructurales para la Argentina.

En efecto, durante el año 2011 el desequilibrio comercial con Brasil alcanzó los 4.097 millones dólares, mientras que con China llegó a 4.397 millones de dólares. No obstante, mientras que el primero creció un 26% el segundo se incrementó un 138%, ambos respecto del año 2010. El gran desafío de la República Argentina hoy en día es equilibrar su esquema de intercambio con sus principales socios comerciales, que son a la vez ejes en la conformación de una nueva configuración de poder internacional.

Del Cuadro N° 6 también se deriva la importancia del BRIC en el esquema comercial argentino. Mientras que en 1960, los países del BRIC solo representaban el 9% de nuestras exportaciones totales, para 2011 alcanzaron el 33%. De igual forma, en 1960 manifestaban el 8% de las importaciones totales del país pero para 2011 llegaron a representar el 46%. Por supuesto, el peso relativo del BRIC en el esquema de intercambio comercial de la Argentina se explica mayormente por el socio brasileño y, en menor medida, por el socio chino. En otras palabras, Rusia e India aún mantienen una relevancia menor en términos comparativos.

Conclusión

Desde Westfalia hasta nuestros días el componente interestatal y la disposición oligopólica del sistema internacional se han mantenido a pesar de la aparición de nuevos actores. El nexo entre la estructura internacional de poder y el epicentro económico mundial es el directorio de grandes potencias, es decir, un selecto y reducido grupo de naciones que al poseer mayores capacidades, en términos de poder y siempre respecto de las unidades restantes del sistema, ejercen un papel determinante en la política internacional. Estos postulados son esenciales para comprender la formación de los nuevos condicionantes sistémicos que se han erigido progresivamente desde principios del siglo XXI. El primer decenio del nuevo siglo pone al descubierto una nueva configuración de poder, en la cual las naciones del BRIC vienen a explicar la evolución y desarrollo de un nuevo polo de poder.

La aplicación del criterio de Pareto permitió estratificar los países en grandes y medianas potencias economías y poner al descubierto importantes cambios en la estratificación internacional entre 1989 y 2010: el paso de medianas a grandes potencias de China, Brasil e India y la consolidación de Rusia como potencia media. Desde la base económica se logró establecer una mayor capacidad para financiar el complejo militar de estas naciones lo que se evidenció en un incremento sustancial de presupuestos en materia de defensa. No obstante, y a diferencia de lo que sucede con los países europeos la brecha con los Estados Unidos continúa siendo muy importante en este eje analítico.

Por otro lado, esa mayor capacidad económica y militar incrementó la relevancia política de las naciones del BRIC en el mundo y dio fundamento para iniciar un proceso de concertación que tiene lugar entre 2009 y nuestros días. La incorporación de Sudáfrica al BRIC abre un abanico de interrogantes acerca de la amplitud que el grupo de naciones puede adoptar en un futuro, aunque si nos ajustamos al criterio de Pareto esto toma distancia de lo que ocurre realmente en el plano efectivo de la realidad económica mundial.

El cambio en la configuración de poder internacional es simultáneo a un reacomodamiento de las fuerzas económicas y a la formación de una nueva ruta comercial que tiene por epicentro al Pacífico. Frente a esos nuevos condicionantes sistémicos los países periféricos tienden a reformular la orientación de sus políticas exteriores y sus modelos de vinculación comercial en pos de incrementar sus vínculos con las nuevas grandes potencias.

El caso argentino da coherencia y fundamento a esos postulados particularmente por el valor económico y político que cobran Brasil y China como sus principales socios. No casualmente, son dos de las naciones que integran el BRIC. Asimismo, la vinculación con las grandes potencias no asegura el desarrollo por sí mismo. En otras palabras, la política exterior y la comercial son instrumentos al servicio de un modelo de desarrollo y no al revés. Es imperioso revertir el desequilibrio comercial de Argentina con Brasil y China y, al mismo tiempo, aumentar sistemáticamente el valor agregado de nuestras exportaciones a estos mercados sin por ello renunciar a una orientación ecuménica. Por supuesto, al matizar el caso es claro que esto ya se logró en gran medida con Brasil, con quien el comercio bilateral expone una alta participación de manufacturas intraindustriales. Lo que queda claro, gracias a la experiencia de integración y cooperación con Brasil, es que la única forma de avanzar en esa dirección es por medio del diálogo y la implementación de verdaderas políticas de Estado.

Sobre esta base argumentativa es que se afirma la hipótesis presentada al inicio del estudio: el actual cambio en la estratificación internacional confirma una tendencia recurrente del sistema interestatal y se configura como un condicionante sistémico para la inserción política y económica de los países periféricos, quienes tienden a estrechar sus vínculos con las potencias en ascenso en pos de mejorar su inserción internacional

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  • Waltz, Keneth, 1988, Teoría de la política internacional, Buenos Aires: Grupo Editor Latinoamericano.

[1] Este trabajo fue presentado en la V Jornada de Economía Crítica, “La crisis global como crisis del pensamiento económico”, las cuales tuvieron lugar en la Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Económicas, entre el 22 y 25 de Agosto de 2012. El autor agradece los comentarios y los aportes formulados por el Mgter. Daniel Berretoni de la Universidad Nacional de La Plata.

[2] Doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional de Rosario (2011). Magister en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional de La Plata (2009). Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional de Rosario (2004). Becario doctoral del CONICET (2005/2010). Becado en dos ocasiones por el National Institute for International Education Development de la República de Corea (2007/2008 y 2011). Becario de la Comisión Fullbright Argentina (2008). Actualmente se desempeña como profesor en el Máster Internacional en Cultura, Economía y Sociedad China del Instituto de Altos Estudios Universitarios (Barcelona), es docente de Historia Política Argentina en la Universidad Abierta Interamericana (sede Rosario) y becario posdoctoral de CONICET. E-mail: bolinagaluciano@yahoo.com.ar

[3] Cabe destacar que Eduardo Oviedo ha sido un pionero en la aplicación de este criterio para estratificar economías según su tamaño en la producción mundial.

[4] Durante el año 2009, Brasil ya había sido incorporada al grupo de grandes potencias económicas según las estadísticas del Banco Mundial.

[5] Es necesario reconocer que el ascenso económico de China se acelera si se utilizan indicadores económicos basados en la Paridad del Poder Adquisitivo. Para un análisis de las diferencias entre la medición del PBI a precio corriente y mensurado según la Paridad del Poder Adquisitivo, consultar: CALLEN, Tim, 2007, “La PPA o la regla del mercado. ¿Cuál pesa más?”, Fondo Monetario Internacional, Finanzas & Desarrollo, Volumen 44, Número 1.

[6] La distorsión comercial se constata en que los productos agrícolas de origen europeo, que han recibido subvenciones, mantienen el precio del producto por debajo de su coste real. En efecto, sin la PAC los agricultores europeos no podrían competir con la mayor eficiencia de productores de otras regiones del mundo, sobre todo con la que mantienen aquellos localizados en los países en desarrollo. Al respecto de esta cuestión, no parece ser casual la parálisis que sufrió la ronda de Doha, por la contraposición de intereses entre los países desarrollados y subdesarrollados.

[7] Los países de Europa Oriental que se incorporaron a la Unión Europea en 2004 fueron: Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Hungría, Malta y la mitad greco-chipriota.

[8] Dicho reconocimiento se plasma en el artículo 1 del Memorando de Entendimiento firmado entre ambas naciones en noviembre de 2004. No obstante, esto no ocurre en los hechos. Es decir, la Comisión Nacional de Comercio Exterior (CNCE) continúa considerando a China como “economía en transición” y, en consecuencia, mantiene su política de antidumping. De los 81 derechos antidumping definitivos en vigencia en junio de 2012, 37 corresponden a China. Del mismo modo, de las dos medidas provisionales en vigencia, una corresponde a China, la otra a Estados Unidos.

[9] Más aún, en los años 2003 y 2007 esa tendencia alcanzó y superó el 80%; mientras que durante el 2004 y el 2005 la misma se ubicó en poco más del 75%. Solo en el año 2006, el porcentaje de la soja y sus derivados estuvo debajo del 60% del total exportado a China. OVIEDO, Eduardo, 2010, Historia de las relaciones internacionales entre Argentina y China 1945/2010, Buenos Aires: Editorial Dunken, p. 455.

[10] Ejemplos de esta tendencia son las medidas fitosanitarias sobre los granos que han implementado los chinos, el “Aviso 73” del año 2004 o la norma BT 1535/2003 impuesta bajo la administración de Cristina Fernández de Kirchner.

[11] Berrettoni, Daniel y Polonsky, Mariángeles, 2011, “Evolución del comercio exterior argentino en la última década: origen, destino y composición”, Revista del Centro de Economía Internacional, diciembre, Número 19.