La OMC, bilaterismo versus multilateralismo

Roberto Azevêdo, el nuevo director general de la Organización Mundial de Comercio (OMC), no es estadounidense, europeo o japonés. El nombramiento de un brasileño apoyado por los países BRICS confirma el creciente peso de los países emergentes en el comercio mundial. Pero la falta de candidatos de las grandes economías aspirantes a acceder al cargo es un claro síntoma de que la OMC ha perdido relevancia.

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Roberto Azevêdo, el nuevo director general de la Organización Mundial de Comercio (OMC), no es estadounidense, europeo o japonés. El nombramiento de un brasileño apoyado por los países BRICS confirma el creciente peso de los países emergentes en el comercio mundial. Pero la falta de candidatos de las grandes economías aspirantes a acceder al cargo es un claro síntoma de que la OMC ha perdido relevancia.

Azevêdo tomará las riendas el 1 de septiembre en plena crisis de confianza sobre las capacidades de la OMC para lograr eliminar o reducir, por la vía multilateral, las barreras arancelarias y no arancelarias que obstruyen el comercio mundial. La ronda Doha colapsó en 2011 al no alcanzarse el consenso entre sus 159 miembros, con intereses geopolíticos y económicos heterogéneos y enfrentados. En un mundo que tiende a ser multipolar con los centros de poder más  dispersos no parece que se vaya a reforzar el multilateralismo.

El FMI y el Banco Mundial son criticados por falta de legitimidad con unas reglas de funcionamiento poco democráticas que se sustentan en un sistema de cuotas que favorece a los países desarrollados. Pero en la OMC, la regla del consenso que otorga a todos el derecho a veto, dificulta la toma final de decisiones. Urge hacer reformas. Y algunos sugieren que la OMC debería limitarse a actuar como un simple órgano de arreglo de controversias comerciales entre los países miembros.

La era de los acuerdos multilaterales parece obsoleta en un contexto de crecientes tensiones geoestratégicas y económicas. Hoy, el comercio mundial se impulsa a través de la proliferación de una densa red de acuerdos regionales y bilaterales de libre comercio que se centran principalmente en Asia-Pacífico. Destacan el Acuerdo China-ASEAN y el Acuerdo China-Taiwán. Además, China firmó con Chile, Pakistán, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Costa Rica y negocia otros 13. También Corea del Sur tiene acuerdos vigentes con EEUU, la UE, Chile, Singapur, ASEAN, India, Perú y Colombia y negocia con Australia, Canadá y Nueva Zelanda. Finalmente, Japón también se abrirá al exterior y va a  negociar un acuerdo comercial con la UE y plantea otro trilateral con China y Corea del Sur.

EEUU y la UE también apuestan por el regionalismo y el bilateralismo. Barack Obama logró que el Congreso de EEUU ratificase en 2011 los Acuerdos de Libre Comercio con Corea del Sur, Colombia y Panamá. Los primeros tras el NAFTA (2004). Y en la 19ª cumbre APEC en noviembre de 2011, impulsó el Trans-Pacífic Partnership (TPP), un área comercial entre EEUU y ocho países de Asia-Pacífico (Australia, Brunei, Chile, Malasia, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam) que podría alcanzar gran relevancia económica si se le suman Japón, Corea del Sur y Canadá. Por su lado, Bruselas tiene vigentes acuerdos con Corea del Sur y Singapur y negocia otros con Malasia, India, Vietnam y Japón.

Pero la OMC recibió otro duro golpe a la OMC cuando Washington y Bruselas anunciaron su intención de negociar un ambicioso acuerdo de Libre Comercio EEUU-UE. Obama lo confirmó el 13 de febrero en su discurso sobre el Estado de la Nación. Se pretende reforzar el flujo de capitales, bienes, servicios y de las inversiones entre las dos grandes economías de ambos lados del Atlántico que aún representan más de la mitad del PIB y el 35% del comercio mundial. Por otro lado, el impulso de políticas monetarias expansionistas y las devaluaciones competitivas de las monedas también enrarecen las relaciones comerciales. La bajada del yen japonés respecto al dólar ha favorecido a las empresas japonesas a costa de las surcoreanas y taiwanesas.

La OMC está en una difícil encrucijada mientras resurgen tendencias proteccionistas. Roberto Azevêdo deberá impulsar nuevas iniciativas para repensar y revitalizar una institución hoy sumida en crisis, pero necesaria para regular el comercio mundial.