Las causas de la intentona

No parecía posible un fallo. No pocos daban por seguro el triunfo de los golpistas: secuestraran a Gorbachov y controlaban los principales poderes del Estado: el Ejército, el KGB y el PCUS. Pero no fue así.

¿Que causas les indujeron a actuar? Desde había unos meses se había extendido la sensación de que la perestroika, como proyecto inicialmente definido por Gorbachov en términos de reestructuración del socialismo, se había agotado. En definitiva, que la frontera entre los dos sistemas, socialismo y capitalismo, se estaba franqueando. Era el barniz ideológico con el que se encubría el problema de fondo: la aceleración de los cambios en la estructura del poder central y en las repúblicas.

Citemos algunos datos. En primer lugar, el enfrentamiento entre el primer ministro Valentin Pavlov (integrante del Comité de Emergencia) y Gorbachov era público y notorio. Pavlov llevaba tiempo reclamando del Parlamento la concesión de poderes extraordinarios que socavaban incluso los constitucionalmente atribuídos al Presidente, supuestamente para afrontar el deterioro de la situación económica. Ya no se fiaban de Gorbachov. Esta reivindicación de mayor poder se acompañaba de severas críticas al proyecto de reforma elaborado por Grigori Yablinski y algunos especialistas de la Universidad de Harvard con el auxilio "especializado* de Jeffrey Sachs, el cerebro gris de la reforma polaca.

Otro dato: el decreto de Yeltsin suprimiendo las organizaciones del PCUS en las fábricas, en las empresas, en todos los centros de trabajo. Esta decisión implicaba un durísimo golpe al poder y a la influencia del Partido en la vida económica. En las semanas anteriores al golpe hubo varios intentos negociadores para postergar la entrada en vigor del decreto, pero sin resultados. Las organizaciones del Partido en las empresas constituían su columna vertebral. Por eso Yeltsin daba ese paso.

Conviene tener presente además el grave deterioro sufrido por el PCUS en los últimos meses debido a los numerosos abandonos cualificados y a la formalización de múltiples fracciones en su seno. En las confrontaciones electorales, su peso e influencia se reducía constantemente. El triunfo de Yeltsin en las elecciones a la Presidencia de Rusia con un 60% de los votos frente a un 16% de Rizhkov, el candidato oficial del PCUS, y un porcentaje insignificante para Bakatin, el preferido de Gorbachov y entonces ministro del Interior, constituye también un elemento de especial importancia. Rusia es la mayor de todas las Repúblicas y Yeltsin ganó con un amplio respaldo pese a que Rizhkov había basado su campaña afirmando que "un voto a Yeltsin es un voto al capitalismo".

Y un último dato: la firma del Tratado de la Unión prevista para el día siguiente al del golpe. No era un hecho casual. Con la entrada en vigor del Tratado de la Unión nacería un nuevo Estado: la Unión de Repúblicas Soviéticas Soberanas. En el texto de este documento no solo se establecía un sistema distinto de relaciones entre las Repúblicas firmantes sino que además se eliminaba la palabra socialismo poniendo en marcha un nuevo proceso (consecuencia del pacto de Novo-Ogoriovo) que culminaría con la elección por sufragio universal del Presidente de la Unión. Habría un nuevo poder para los firmantes y quizás una evolución irreversible para las "seis rebeldes" (las Repúblicas que se negaban a firmar el Tratado) que las conduciría, más tarde o más temprano, a la plena soberanía política.

Nadie acusó entonces a estas seis Repúblicas de ser responsables, con su actitud inflexible, del intento de golpe. No podía ser de otro modo, porque siguiendo la lógica de su culpabilización por no dar un si al Tratado, habría que pedir cuentas a las Repúblicas que en cambio si lo dieron pero imponiendo como requisito importantes concesiones del poder central. Por otra parte, es necesario tener presente el hecho de que todos los miembros del Comité de Emergencia (Yannaiev, Pugo, Yazov, Kriuchkov, Baklanov, Starodubetsev, Pavlov y Tiziakov) eran integrantes significativos de la estructura del poder central. No había en el Comité de Emergencia ningún representante republicano.