La diplomacia taiwanesa se mueve entre dos aguas. De una parte, busca aumentar la cooperación económica con China, que el nuevo ejecutivo presidido por Wu Den-yih, desea ampliar en fase experimental. De otro, el fortalecimiento de las relaciones con EEUU.
Taiwán quiere hacer valer ante el continente su ventaja en I+D, la calidad de sus productos o su modelo de administración empresarial, tratando de atraer más inversiones para impulsar el crecimiento y mejorar el empleo. El Ministerio de Economía isleño ha delimitado aquellos sectores en los cuales las dos partes podrían colaborar. Por el momento, un total de 18 cartas de intenciones han sido firmadas entre unas 80 empresas de ambos lados para poner en marcha proyectos de cooperación, que abrirán camino al Acuerdo de Cooperación Económica que sigue repudiando el PDP.
Dado que Taiwán no ha podido sumarse al proceso de integración de Asia oriental, necesita de una estrategia para abrir su mercado a China, a fin de evitar quedar marginada, ha señalado San Gee, vicepresidente del Consejo para la Planificación y el Desarrollo Económico. Las restricciones a las inversiones continentales, por lo tanto, se relajarán más. Taiwán piensa ya en 2030, cuando China se convierta en la mayor entidad económica del mundo, con una burguesía media estimada en unos 44 millones de personas que pueden brindarle grandes oportunidades comerciales.
El acuerdo con China es importante para preservar y proteger el mercado de exportaciones de Taiwán en el continente y en la región asiática, recordaba recientemente un editorial de Topics, la revista de la Cámara de Comercio de EEUU en Taipei. Ese acuerdo favorecerá la rcuperación de la posición estratégica económica de Taiwán en la comunidad internacional, ha señalado Lai Shin-yuan, presidenta del Consejo para los Asuntos de China continental.
Las relaciones con EEUU, por otra parte, son esenciales para Taiwán dado que Washington es la fuente más importante de su apoyo internacional y también una referencia clave en el orden de la defensa. Taipei fija su atención en EEUU para mejorar sus capacidades, especialmente en el orden de la defensa aérea, especialmente teniendo en cuenta que en el último informe anual del Pentágono acerca del poderío militar de China, hace notar el desequilibrio existente en perjuicio de Taiwán. Para recordar su status y los nulos avances registrados en esta materia en relación a Beijing, el 25 de octubre se celebrará el 60 aniversario de la batalla de Kuningtou en la cual las fuerzas del KMT rechazaron la ofensiva de varios regimientos del Ejército Rojo, asegurando la soberanía sobre Taiwán y Kinmen.
En paralelo a esta doble táctica que diferencia los aspectos a priorizar en cada caso en relación a ambos actores (sin perder de vista por ello la recomposición de las relaciones con Tokio), Taipei promueve una profunda reordenación de su representación diplomática. Por ejemplo, al tiempo que ha anunciado el cierre de su oficina en Johannesburgo a finales de este mes (y es la quinta tras la de Bangladesh, Bolivia, Venezuela y Panamá-Colón), planea abrir dos, una en Estambul-Turquía y otra en Sapporo-Japón.
Taipei plantea, además, una participación “significativa” en dos agencias de la ONU, confirmando el abandono de la estrategia iniciada en 19993 para lograr la adhesión directa a Naciones Unidas. Esas dos agencias son la Convención Marco sobre el Cambio Climático y la Organización de Aviación Civil Internacional. Taipei considera que es posible un compromiso para que Beijing no torpedee su propósito, confiando en que el plazo de adhesión no sea tan largo como el requerido para el caso de la OMS (13 años!). Hoy las circunstancias son otras y Beijing tiene argumentos para justificar su “generosidad”.
Además de asegurar la satisfacción de sus intereses económicos, con estos pequeños pasos, la política taiwanesa ha logrado paralizar una posible secuencia de abandonos en sus aliados diplomáticos y acercarse de nuevo al sistema onusino en las mejores condiciones de las últimas décadas. Las moderadas concesiones de China pueden fortalecer internamente a Ma y resaltar las bondades de su pragmatismo, pero, por el momento, no perderá de vista las dos aguas en que se mueven sus intereses diplomáticos.