La salud de Taiwán

No es la economía lo que más preocupa en Taiwán. En el primer trimestre del corriente año, su crecimiento ascendió a un 0,89 por ciento, más del 0,52 previsto, hasta el punto de que fuentes gubernamentales se apresuraron a reajustar hacia arriba su pronóstico de tasa de crecimiento anual del 2,29 al 2,55 por ciento.

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La economía de Taiwán, asegura Lin Chuan, responsable de estadísticas y presupuesto del Yuan ejecutivo (gabinete), comenzó a recuperarse, después de sufrir una recesión durante tres trimestres consecutivos a partir del segundo trimestre del año pasado. Los datos del Banco Mundial señalan que la economía de los tres tigres asiáticos (Hong Kong, Taiwán y Singapur) se contrajo un 1,3 por ciento como promedio en 2001, después de crecer un 8 por ciento en 2000, pero prevé que este año crecerán un 2,4 por ciento, y más del 4 por ciento en 2003.

No es, pues, la salud de la economía lo que más preocupa en Taipei actualmente, sino el nuevo revés experimentado por su diplomacia en ese titánico esfuerzo por dar el salto del mundo de la economía real, donde está excelentemente situado, al de la política y la sociedad internacionales, donde apenas existe como invitado de piedra. Sus aspiraciones a obtener un mínimo reconocimiento de la solicitud de ingreso como país observador en la Organización Mundial de la Salud, reunida en Genève en la 55ª Asamblea Mundial, han sido rechazadas ampliamente. El veto continental, con el apoyo, entre otros, de países como España, impidió la inclusión de la propuesta en la agenda. El mismo mundo es capaz de celebrar el nacimiento de Timor como estado 192 y negar la existencia formal de un país que hoy se sitúa entre las principales potencias económicas y comerciales del planeta. Shuh-Min Wu, presidente de la Fundación de la Alianza Profesional Médica de Taiwán, recién llegado de Genève, me decía en Taiwán que el contencioso con China continental no debería obstaculizar la colaboración en ámbitos elementales como el humanitario. Si fue posible el entendimiento en el caso del ingreso en la OMC, donde los mismos principios que aquí se esgrimen como excusa insalvable fueron obviados para no perjudicar el mundo del dinero, por qué no imaginar fórmulas que procuren una aproximación aceptable para todos en beneficio de las personas? Taiwán reclama a la OMS un status similar al de Palestina, aunque Palestina ni es estado de hecho ni de derecho, sino apenas, desgraciadamente, un montón de escombro.

En el fondo de la polémica se encuentra la estrategia de China continental para la unificación, pero también razones de oportunidad más inmediatas. En el ecuador de su mandato y con un mapa político en extremo cambiante, el presidente Chen Shuibian deberá afrontar este año varios retos electorales en junio y diciembre, y Beijing carece del más mínimo interés en premiarle con una tímida normalización de relaciones. La reciente propuesta de enviar a la capital china una representación de alto nivel del gobernante PDP (Partido Democrático Progresista) fue rechazada por los dirigentes de Zhonnanghai. A pesar de los esfuerzos de moderación impulsados por Chen a propósito de la estrategia independentista de su movimiento, cada día menos explícita, en Beijing no existe confianza en sus palabras y, paradójicamente, prefiere entenderse con sus viejos enemigos del Kuomintang, hoy en época de vacas flacas y en franca retirada, acuciado por escisiones y deserciones sin fin.

El caso del ingreso de Taiwán en la OMS es paradigmático de las hipotecas de la posición china a respecto de la unificación, un empeño histórico difícilmente resistible por Taipei pero que ganaría más aliados y comprensión en la isla con una actitud continental que extendiera los pingües negocios que realiza con los empresarios taiwaneses a un ámbito político que atraería a las nuevas generaciones de taiwaneses hacia la causa de la construcción de un gran país unido y próspero.

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