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Taiwán: China bloquea a Chen

 Chen Shui-bian el Día Nacional de Taiwán, clic para aumentar
En las elecciones legislativas de diciembre de 2004, la oposición formada por el KMT y el PPP, los llamados azules, consiguen la mayoría, exigua pero suficiente para bloquear cualquier propósito de reforma constitucional abanderada por Chen y el PDP. China entonces, que ya tenía en borrador avanzado un proyecto de ley anti-secesión que sienta las bases legales para recurrir a la fuerza en caso de proclamarse la independencia, aprueba en marzo de 2005 dicho texto, que es seguido de una política de mano tendida a las fuerzas de oposición a Chen, a quien comienza a minar su capacidad de actuación. (Foto: Chen Shui-bian hace un discurso encendido ante miles de invitados el Día Nacional de Taiwán delante del Edificio Presidencial, en Tapei, el 10 de octubre de 2005).
 

Es mejor ganar sin luchar, decía el general Sun Tzu, autor de El Arte de la Guerra, un texto clásico chino que enseña la estrategia suprema de aplicar con sabiduría el conocimiento de la naturaleza humana en los momentos de confrontación. Eso es lo que China intenta, con bastante éxito, con Taiwán, la conocida como “provincia rebelde”, en una nueva táctica que ha conseguido bloquear la vida política de la isla y llevar las reformas de su presidente, Chen Shui-bian, a un impasse del que no consigue salir.

Bien es sabido que la reunificación de Taiwán con China continental constituye uno de los principales objetivos de la reforma iniciada por Deng Xiaoping a finales de la década de 1970. No todo es economía en este proceso, como muchos piensan, pues en Beijing no se entiende la modernización sin la unificación del país, como tampoco sin el mantenimiento del papel dirigente del Partido Comunista. Ambos son pilares indiscutibles de un proyecto que ambiciona la recuperación de la grandeza perdida, lo cual es sinónimo, como en la milenaria historia china, de unidad de todos los territorios del Imperio del Centro. La decadencia y la debilidad se expresan en términos de división. Después de la retrocesión de Hong Kong en 1997 y la devolución de Macao en 1999, Taiwán es el próximo objetivo, pero también el más difícil.

La política de “un país, dos sistemas”, fórmula ideada por Deng para explicitar el respeto al derecho de Taipei a mantener su forma de vida, que reconocen como diferente al continental, no parece garantía suficiente para una buena parte de la sociedad taiwanesa, muy orgullosa también del inmenso, rápido y exitoso tránsito que han podido consumar en apenas cinco décadas, desde la pobreza al desarrollo, y desde la dictadura a la democracia. Taiwán, que advierte en el proceso de modernización auspiciado en el continente muchos reflejos del suyo propio, cuenta además con una diplomacia activa y un Ejército poderoso, secundados por una economía relevante internacionalmente y una voluntad política férrea de subsistir al margen de China continental.

Desde el intento de recuperación por la fuerza de los primeros años de la China Popular, se ha evolucionado hasta la formulación de la reunificación pacífica, principal anhelo de las autoridades de Beijing. Esa idea ha presidido las últimas iniciativas del Partido Comunista de China (PCCh) a partir de 1979, pero advirtiendo siempre que ello no significa renuncia al uso de la fuerza si las autoridades de Taiwán apuestan por la independencia o demoran sine die el logro de un acuerdo.

Hasta el año 2000, las autoridades de China y de Taiwán compartían un mismo objetivo: la unificación total del país. Antes de iniciarse el proceso de democratización en Taiwán (1987), el PCCh y el Kuomintang (KMT), gobernante en la isla, decían compartir ese mismo proyecto aunque desde las antípodas ideológicas, lo que no facilitaba el entendimiento. A un lado y a otro, bajo el gobierno de Partidos-Estado, el acuerdo podría resultar relativamente fácil y al margen de las respectivas sociedades, sobre todo cuando la modernización en el continente implicaba la liquidación del maoísmo y el triunfo absoluto del pragmatismo, aproximando sus sistemas económicos y sociales. La irrupción del pluralismo en la vida política taiwanesa ha consolidado un escenario mucho más complejo que dificulta el logro de un acuerdo que no obtenga la subsiguiente validación de la sociedad local.

Pasos adelante y pasos atrás

En los años noventa, China ha propiciado el acercamiento con Taiwán, no solo en lo económico y comercial, sino también en lo político, a través de un diálogo directo con el que pretendía establecer un consenso básico. Las conversaciones de Singapur en 1992 entre la taiwanesa Fundación para los Intercambios en el Estrecho y la china Asociación para las Relaciones a través del Estrecho, constituyen aún una referencia principal en las relaciones bilaterales, como han demostrado recientemente los promotores de una iniciativa en el Yuan legislativo de Taiwán con la que pretenden institucionalizar dicho consenso a través de la aprobación de una norma que expresamente lo incluye en el marco legal vigente en la isla, obligando por tanto a todas las autoridades a respetarlo.

Pero ese acercamiento se truncó cuando el entonces presidente Lee Teng-hui, máxima autoridad también del KMT, planteó que las relaciones entre China y Taiwán deberían ser las propias entre dos Estados. Este giro acabó con el incipiente diálogo, mientras en China algunos sectores, encabezados por los militares, exigían mano dura con la isla. Pero esa secuencia de presiones y de ejercicios militares no hizo otra cosa que reforzar a Lee, quien ganó victorioso las elecciones presidenciales de 1996, preparando el terreno para el gran cambio político que experimentará Taiwán en 2000, al producirse la primera alternancia en la historia democrática de la que los portugueses llamaron Formosa, favorecida por la ruptura en el KMT, del que se escinde el Partido el Pueblo Primero (PPP) de James Soong.

El ascenso independentista

El triunfo del Partido Democrático Progresista (PDP) y de su líder, Chen Shui-bian, sobre un KMT que gobernaba el país desde 1945, abre un nuevo tiempo político. Acusado de independentista, Chen, activo defensor de la identidad taiwanesa y apóstol del soberanismo, es recibido en China con mucha preocupación, justamente en un momento de relevo en la cúpula dirigente continental, que se consuma a partir de 2002, con la elección de Hu Jintao como nuevo secretario general del PCCh. China tiene entonces la esperanza de que la elección de Chen suponga un breve paréntesis que podría cerrarse en las elecciones de 2004, cuando el KMT volverá a presentarse unido al PPP, frente al PDP. Pero Chen, aunque por la mínima, consigue ganar de nuevo. Esa victoria, reconocida a duras penas por una oposición que le acusa de fraude, ocasiona un cisma político sin precedentes en la vida taiwanesa. China toma buena nota de ello y comienza a fabular una nueva táctica.

En las elecciones legislativas de diciembre de 2004, la oposición formada por el KMT y el PPP, los llamados azules, consiguen la mayoría, exigua pero suficiente para bloquear cualquier propósito de reforma constitucional abanderada por Chen y el PDP. China entonces, que ya tenía en borrador avanzado un proyecto de ley anti-secesión que sienta las bases legales para recurrir a la fuerza en caso de proclamarse la independencia, aprueba en marzo de 2005 dicho texto, que es seguido de una política de mano tendida a las fuerzas de oposición a Chen, a quien comienza a minar su capacidad de actuación.

Durante el año 2005 se han producido encuentros históricos entre delegaciones del máximo nivel del PCCh y de las fuerzas de oposición taiwanesa (KMT, PPP, y Partido Nuevo). Con todos ellos se ha establecido un diálogo lleno de contenidos prácticos que está permitiendo la materialización de avances en temas concretos e importantes para la sociedad de la isla (desde las importaciones agrícolas a la protección y asistencia al más de un millón de empresarios taiwaneses residentes en el continente), marginando por completo a la autoridad presidencial. Los llamamientos de Chen a la unidad de los partidos de la isla, alternados con acusaciones de traición e invocaciones para un gobierno de coalición, y la movilización social en defensa de las políticas del PDP no han producido efectos por el momento ni la más mínima fisura en el bando azul. Cuando en agosto de 2005, el KMT elige a Ma Ying-jeou, alcalde de Taipei, como presidente y probable candidato a las presidenciales de 2008, formula a un tiempo una explicita condena del independentismo de Chen y la necesidad de ofrecer “otra opción” al pueblo de Taiwán. La diferencia entre unos y otros estriba esencialmente en la actitud a mantener en las relaciones con China.

El bloqueo de Chen y su política, con la complicidad del KMT y del PPP, tiene otro punto de apoyo esencial: la promoción de los intercambios a todos los niveles, en especial en lo económico. A pesar de los desencuentros, el comercio bilateral ha aumentado en los primeros seis meses de 2005 en un 15,4%. China ha sustituido a EEUU como el mercado de exportación más grande de Taiwán desde noviembre de 2002, y ello a pesar de que los productos deben ser transferidos a China a través de puertos terceros, principalmente Hong Kong, debido a la ausencia de vínculos directos. La solución de este problema, reclamada por la oposición, produciría un salto significativo en el volumen de intercambios, beneficiando ampliamente a los empresarios taiwaneses, convertidos por ello en aliados propicios de la estrategia compartida por oposición y continente. Los esfuerzos de Chen por reforzar sus vínculos con la comunidad empresarial avanzan con dificultad, ante el atractivo que presenta el continente y la oferta de servicios que promueve la oposición, en paralelo al gobierno.

La clave exterior

Aunque China no desea la ingerencia exterior para resolver sus diferencias con Taiwán, es consciente también de que debe contar con la comunidad internacional, en especial con EEUU y Japón. Ambos países han definido como objetivo estratégico común la resolución pacífica de este contencioso. Los vínculos de Taipei con Tokio y Washington han mejorado ostensiblemente en los últimos años y los dirigentes de la isla enfatizan que nadie en dichos países cree en la emergencia pacífica de China, alertando sobre el proceso de modernización militar en el continente y la reiteración de maniobras que solo pueden entenderse como desafíos lanzados a EEUU y Japón por si piensan intervenir en caso de conflicto con la isla.

Quizás por ello, una de las mayores obsesiones de Chen consiste en adquirir más y nuevo armamento, proyecto que ha sido rechazado por la oposición en el Parlamento en una treintena de ocasiones, a pesar de la ofrecida reducción de 140 mil millones de dólares taiwaneses respecto al presupuesto inicial. El KMT alerta sobre los peligros de desatar una carrera armamentista con China y critica adquisiciones como la de cuatro destructores Kidd comprados a EEUU en 2003, piezas construidas en los años 1970 y que en poco pueden ayudar a la mejora de las capacidades de defensa del ejército de Taiwán.

El calendario político

El mandato de Chen finaliza en 2008, pero podría acabar incluso antes si la situación de impasse se mantiene. En su propio partido surgen voces que demandan más atención a la lucha contra la corrupción o la justicia social, para mantener el apoyo popular. Un total de 70 de sus 89 diputados, integrantes de las principales corrientes internas, reclamaban en octubre una mayor introspección para recuperar las esencias del partido. Por su parte, diputados de la Unión Solidaria de Taiwán, aliados de Chen, spodrían presentar una moción de censura constructiva que permita al Presidente disolver el Parlamento y convocar nuevas elecciones con la esperanza de obtener una mayoría que desbloquee la actual situación. Pero en estas condiciones, nada es más incierto que un resultado electoral. Sin recurrir a las armas, Beijing puede influir mucho ya en el futuro político de Taiwán.