De acuerdo a información proporcionada por Reuters el pasado 17 de noviembre, los precios petroleros han bajado en 30% desde mediados de junio. Según la misma fuente Arabia Saudita, Kuwait y Emiratos Árabes Unidos están produciendo y exportando al tope de su capacidad. Esto último, unido al incremento sistemático de la producción del petróleo de esquisto (o de lulita) en Estados Unidos que actualmente se sitúa en 8,8 millones de barriles diarios, es la causa de la referida caída en los precios.
De acuerdo a información proporcionada por Reuters el pasado 17 de noviembre, los precios petroleros han bajado en 30% desde mediados de junio. Según la misma fuente Arabia Saudita, Kuwait y Emiratos Árabes Unidos están produciendo y exportando al tope de su capacidad. Esto último, unido al incremento sistemático de la producción del petróleo de esquisto (o de lulita) en Estados Unidos que actualmente se sitúa en 8,8 millones de barriles diarios, es la causa de la referida caída en los precios.
A decir de los analistas tres razones podrían estar impulsando la decisión de Arabia Saudita, y por extensión de sus otros dos socios del Golfo, a sobreproducir con miras a deprimir los precios. La primera sería la de desalentar la producción de esquisto en Estados Unidos. La segunda, sostenida fundamentalmente por fuentes no occidentales, apuntaría exactamente a lo contrario. Es decir, a una concertación entre Arabia Saudita y Estados Unidos destinada a colocar contra las cuerdas a sus rivales geopolíticos: Rusia e Irán. La tercera sería la de expandir sus cuotas de mercado en Asia, frenando el posicionamiento de sus competidores en esa región. Cualquiera de las tres razones anteriores podría ser válida, algunas con más matices que otras.
Tres escenarios
Veamos la referida al petróleo de esquisto estadounidense. Según fuentes citadas por Andrew Critchlow en The Telegraph el pasado 14 de este mes, Estados Unidos podría llegar a producir 14,2 millones de barriles diarios en 2020. Ello, a no dudarlo, garantizaría una larga era de precios petroleros bajos. Así las cosas, Arabia Saudita podría tener interés en lanzar un ataque preventivo contra la sobreproducción estadounidense. Ello no resultaría tan simple sin embargo. Según fuentes citadas por Tim Bowler de BBC News el 16 de octubre de este año y por Grant Smith y Dan Murtaugh de Bloomberg el 15 del mismo mes, para sacar del mercado al petróleo de esquisto los precios deberían caer por debajo de 60 dólares por barril, situándose incluso a 50 dólares. Ello excedería con creces la capacidad de Arabia Saudita. Sin embargo, lo que los sauditas sí podrían lograr es introducir un elemento de incertidumbre sobre la rentabilidad del petróleo de esquisto apto para desestimular las inversiones en ese sector.
La opción de la conjunción Washington-Riad, aun siendo vista como absurda por la mayoría de los analistas occidentales, respondería a argumentos creíbles. Por un lado porque petróleo y geopolítica siempre han estado unidos. Por otro, porque la reticencia de dichos analistas a asignarle intenciones de tal naturaleza a Washington luce supremamente ingenua. Estados Unidos nunca se ha encontrado en el bando de las Hermanitas de la Caridad. Si con ello se lograra afectar seriamente a Moscú y a Teherán nada tendría de extraño que Estados Unidos y Arabia Saudita estuviesen bailando juntos. Desde un punto de vista realista la única razón por la que podría alegarse una negativa estadounidense a participar en un esquema de esta naturaleza es porque ello, como se señalaba en el punto anterior, pudiese afectar las inversiones en los desarrollos de esquisto. Pero bien podría tratarse de una acción calibrada en la que los beneficios políticos justifican el riesgo. En otras palabras, un acuerdo entre Washington y Riad para que esta última aumente temporalmente su producción.
La tercera opción, la de ganar cuotas de mercado en Asia, también tiene mucho sentido. En la medida en que Estados Unidos ha ido aumentado aceleradamente su producción petrolera, en ruta hacia la autosuficiencia energética, muchos de sus proveedores externos han ido quedándose en el aire. A ello se une la contracción y la poca halagüeña perspectiva del mercado europeo. Esto ha determinado una carrera generalizada de exportadores hacia el mercado asiático, donde se localiza el grueso del crecimiento de la demanda petrolera. Para Arabia Saudita y sus otros dos socios una acción contundente sustentada en volúmenes y niveles de precio que sólo ellos pueden asumir, permitiría un posicionamiento privilegiado en ese mercado.
¿Cuál afecta más a Venezuela?
De las opciones anteriores la que más afectaría a Venezuela sería la última. Ello en virtud de las siguientes consideraciones. Las opciones una y dos serían de naturaleza temporal. Un intento saudita por desalentar la producción de esquisto podría ser viable generando un susto, pero en ningún caso mediante una guerra prolongada de precios. De igual manera, y por las mismas razones, tampoco se justificaría sostener indefinidamente precios deprimidos por razones geopolíticas. En cambio Arabia Saudita y los suyos sí podrían aceptar de manera permanente menores precios a cambio de mayores volúmenes de venta. A la vez, y a diferencia de otros, Venezuela se posicionó tempranamente en Asia, pudiendo ver erosionada esa ventaja en virtud de la carga de caballería saudita.