Corea del Sur acogió los días 11 y 12 de noviembre la 5ª Cumbre del G20. Es la primera vez que se celebra en Asia y en un país no miembro del G8. Un gran éxito para Corea del Sur que, más allá de los resultados concretos de la Cumbre, ha mostrado al mundo la imagen de un país desarrollado y sus excelentes capacidades de organización en una cumbre mundial.
Barack Obama asistió pero no lideró la cumbre. La foto de los veinte líderes que representan el 85% del PIB y a las dos terceras partes de la población mundial suscita dos reflexiones: el poder es multipolar, disperso y difuso y EEUU es una superpotencia demasiado endeudada para imponer como antes sus prioridades e intereses financieros a los demás Estados. No solo no lideró una complicada cumbre sino que se sintió aislado. Tuvo que actuar a la defensiva frente a quienes le recriminaban la laxa política monetaria aplicada por el FED, organismo que actúa, al igual que el Banco Central Europeo, con independencia.
China se salió con la suya: seguirá utilizando el yuan a su antojo, para que sus exportaciones resulten competitivas en los mercados. Ninguna sorpresa. Wen Jiabao ya había anunciado, en la Cumbre UE-China del 6 de octubre, la firme posición china que rechaza una rápida apreciación del yuan. Hu Jintao incluso se permitió criticar a Obama la intervención de la Reserva Federal de EEUU (FED) que, solo unos días antes, puso en circulación .000 millones $ (436.000 millones de euros) de nuevo cuño para presionar a la baja el valor del dólar. Obama afirmó que las medidas tomadas por el FED para sostener el crecimiento de los EEUU constituirían su mejor contribución para hacer posible la recuperación económica mundial.
A las críticas chinas se sumaron Corea del Sur, Brasil, Rusia y otros países emergentes preocupados por el alud de dólares que puede provocar inflación, revalorizar sus divisas y frenar sus exportaciones. También Ángela Merkel lanzó, días antes, dardos contra los chinos y los estadounidenses acusándoles de manipular el yuan y el dólar, afectando negativamente a la competitividad de la zona euro. En Seúl adoptó un tono más conciliador con Obama, pero se mantiene firme sin ceder en lo fundamental. Alemania, 2º exportador mundial, vela por unos intereses aunque no son siempre coincidentes con las de otros socios comunitarios. Merkel presumió que el éxito de las exportaciones refleja la calidad y la competitividad de los productos alemanes. Por su lado, Nicolas Sarcozy ya soñaba con encauzar la crisis del G20 presidiendo la próxima cumbre y en Seúl procuró ser discreto. Los europeos estaban atrapados por sus dificultades internas con Irlanda a punto de ser rescatada financieramente. En Seúl, la UE sin una sola voz exterior siguió en el limbo. Alemania es ahora el líder de la UE.
La cumbre acabó sin acuerdos concretos. El Comunicado Final recogió, como en las cumbres precedentes, un rosario de declaraciones genéricas de buenas intenciones que pueden quedar en poco. Se decidió constituir, como suele ocurrir cuando no hay acuerdos, una comisión ad hoc para evaluar lo que pasa. Todo queda por concretar para la siguiente presidencia francesa del G20 que intentará a avanzar hacia una necesaria reforma del orden monetario internacional. Mientras tanto, los desequilibrios monetarios y comerciales de algunos países siguen siendo insostenibles y aún podrían empeorar. Y cabe que varios estados acaben, por las presiones internas, aplicando medidas unilaterales de carácter proteccionista, tanto comerciales como de control de capitales, que podrían provocar un mayor estancamiento del comercio y de la economía mundial.
Pero cabe destacar algunos logros del G20: La reforma de las cuotas y derechos de voto del FMI que reconocerá el creciente peso de las economías emergentes. China, India y Brasil ganan peso. Pekín pasa a ser el tercer contribuidor financiero al FMI y los países europeos que hasta ahora ocupaban 9 de las 24 sillas del Consejo de Administración, ceden dos a los países emergentes hasta ahora poco representados. También se aprobaron los Acuerdos de Basilea III, propuestos por el Consejo de Estabilidad Financiera (CEF).
Pero los parcos resultados de la cumbre en los temas substanciales han puesto en tela de juicio la eficacia del G20. Mucho debate pero parcos resultados. El oligárquico G8 fue sustituido, tras explosionar la crisis global en 2008, por el G20. Es esperaba entrar en una nueva era de gobernabilidad mundial. Pero resulta harto complicado lograr consensos entre veinte Estados tan heterogéneos con intereses diversos y muchas veces antagónicos. Y el FMI no goza de una autoridad internacional suficiente para imponer correcciones a los Estados soberanos.
La clave de la falta de consensos de la cumbre de Seúl se encuentra en las actuales tensas relaciones entre el G2 (EEUU y China), la primera y segunda economías mundiales. Ninguna acaba cediendo. En Seúl, Obama fue más dialogante tendiendo puentes de diálogo con Pekín. En cambio Hu Jintao se mostró algo arrogante apelando a los EEUU a asumir sus responsabilidades y hacer frente a sus propios problemas. Aunque abrió a aplicar progresivamente un tipo de cambio más flexible respecto al dólar, no quiso concretar cuando y a que ritmo. Un hecho incontestable: la actual crisis financiera arranco en EEUU en 2008 y este fantasma les persigue desde entonces. En la Cumbre del G20 se constató que los equilibrios de poderes en el mundo está cambiando de forma acelerada.