20051118 tunez zine el abidine ben ali

Terrorismo e inquietud en Túnez: ¿El fin de la excepción tunecina?


 Zine El Abidine Ben Ali, clic para aumentar
El grupo Jóvenes del Tawhid y la Yihad –“monoteísmo” y “guerra santa”, literalmente– ha mostrado, a través de un comunicado difundido por Internet, su firme determinación de luchar contra la prohibición gubernamental de que las mujeres puedan portar el pañuelo islámico en los edificios públicos del estado. “Los creyentes hemos declarado la guerra santa y lucharemos contra el déspota –en alusión al presidente tunecino, Zine El Abidine Ben Ali (en la foto)– para frenar el daño que este ha infligido a los fieles musulmanes en general y a las mujeres musulmanas en particular”, se dice en el comunicado.
 

Operación policial: El desmantelamiento de una célula terrorista en Túnez que mantenía estrechos lazos con el Grupo Salafista por la Predicación y el Combate ha hecho saltar todas las alarmas en que el era considerado como el país más seguro de la región.

Nuevo fenómeno: Se multiplican los adeptos para la causa islamista ante los recientes desarrollos internos e internacionales y la expansión de una nueva religiosidad musulmana.

“El grupo armado desmantelado entre el 23 de diciembre y el 3 de enero pasados en Soliman –unos 40 km al sur de Túnez– estaba compuesto por 27 activistas de nacionalidad tunecina que pertenecían al movimiento salafista yihadista”, señalaba hace algunos días en rueda de prensa Rafik Haj, titular de Interior del país magrebí. La operación, en el curso de la cual se produjo un “espectacular tiroteo”, según varios testigos oculares, se saldó con la muerte de 12 individuos y con el arresto de otros 15, todos ellos presuntos terroristas. Además, una cantidad no precisada de explosivos artesanales fue incautada, así como los planos de una decena de embajadas y documentos que contenían el nombre de algunos embajadores extranjeros, cuya identidad no fue revelada por el ministro.

“Lo que nos llevó sobre la pista de la célula islamista fue la infiltración en nuestro país de un grupo de seis miembros –tunecinos todos ellos a excepción de un mauritano– que introdujo abundante armamento a través de la frontera terrestre con Argelia”, indicó el ministro, sin llegar a precisar el momento ni el lugar exacto de los hechos mencionados. A partir de ahí, “si bien sus nombres y su pertenencia salafista eran conocidos para nosotros, los hemos dejado en libertad para, vigilándolos, tratar de conocer sus proyectos y sus contactos en Túnez”, apuntó Haj. Una vez reconocidos los 27 extremistas que habían asentado su posición en la región de Grombalia y ante el riesgo de atentado, las fuerzas de seguridad decidieron intervenir. Tras más de diez días de enfrentamientos una unidad especial de la policía consiguió finalmente reducir a los violentos.

A la cabeza del grupo se encontraba, según fuentes de seguridad, el tunecino Lassaad Sassi quien, muerto durante la operación, era buscado por los servicios antiterroristas de todo el mundo. Se le conocía por haber dirigido una célula terrorista con base en Milán que reclutaba voluntarios para combatir en Argelia, en Bosnia, en Afganistán y en Irak, atribuyéndosele también la preparación de varios atentados, tanto en Italia como en otros países. Huido de la policía, Sassi se habría establecido en suelo argelino para combatir con el Grupo Salafista por la Predicación y el Combate (GSPC), cuya nueva dirección le habría encargado, en 2006, la promoción del yihad (guerra santa) en Túnez. El GSPC, que recientemente ha jurado lealtad a Al Qaeda, ya reivindicara el atentado contra la sinagoga de Djerba que, el 11 de abril de 2002, originó 21 muertos. “Los lazos entre la célula desmantelada y el GSPC son claros”, afirmó Rafik Haj.

Y es que todas las alarmas han saltado en el que se consideraba hasta hace poco como “el país más seguro de la región”. A los hechos mencionados hay que unir las amenazas de un grupo islamista de reciente aparición en Túnez y presuntamente también vinculado con Al Qaeda, a saber, Jóvenes del Tawhid y la Yihad –“monoteísmo” y “guerra santa”, literalmente. Estos han mostrado, a través de un comunicado difundido por Internet, su firme determinación de luchar contra la prohibición gubernamental de que las mujeres puedan portar el pañuelo islámico en los edificios públicos del estado. “Los creyentes hemos declarado la guerra santa y lucharemos contra el déspota –en alusión al presidente tunecino, Zine El Abidine Ben Ali– para frenar el daño que este ha infligido a los fieles musulmanes en general y a las mujeres musulmanas en particular”, se dice en el comunicado.

“Estamos ante un renacimiento de la religiosidad en Túnez. El número de jóvenes que se entregan a la oración, por ejemplo, ha aumentado sobremanera durante los últimos meses, tomando este fenómeno una dimensión más social y cultural que propiamente religiosa”, asegura Slaheddine Jourchi, especialista tunecino en movimientos islamistas. Entre las causas, apunta Jourchi, “sin duda, la situación regional e internacional y el mensaje difundido por las cadenas satélite árabes”. Así las cosas, tal y como han apuntado diversos analistas y medios de comunicación estos días, existe en el país de Ben Alí un considerable número de gente preparada para participar en operaciones violentas bajo la bandera del islamismo. Algunos ya hablan del fin de la excepción tunecina.

(Versión en catalán de este artículo en www.avui.cat).