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Modi y Biden: El peso de las prioridades

China e India han oscilado durante años entre factores de consonancia y disonancia. Entre los primeros encontramos una historia que desde el pasado distante se ha caracterizado por influencias recíprocas. Ello incluyó la difusión del budismo en China a partir de la India. Más aún la similitud de sus procesos históricos no encuentra parangón.  Durante 1.800 de los últimos 2.000 años sus economías resultaron las mayores del planeta. Para 1750 su PIB combinado representaba todavía el 57,3% de la mundial. Bajo el impacto del imperialismo y el colonialismo de las grandes potencias occidentales, sin embargo, ambas naciones habrían de sufrir traumas superlativos, haciendo que sus economías se contrajesen radicalmente. Para 1900, el PIB combinado de China e India alcanzaba apenas a 7% del global. 

No en balde ambos países jugarían un papel protagónico en los procesos de descolonización y en el emerger del movimiento de los no alineados en la Cumbre de Bandung de 1955. Más aún, dichas naciones se proyectan hacia el futuro con gran fuerza y con una inmensa potencialidad de complementariedad económica. Hasta hace poco tiempo las proyecciones apuntaban a que en 2040 estos países representarían el 40% del mercado global, mientras que el PIB conjunto de sus economías alcanzaría al 52% del mundial. Para esa fecha, se estima que China e India serán las dos mayores economías del planeta. Ello haría del predominio económico occidental un simple paréntesis en la historia multimilenaria de la humanidad. Nada tiene de extraño, por consiguiente, que hace algunos años se acuñase el acrónimo Chindia para referirse al impacto de esta conjunción económica potencial. Por lo demás, ambas potencias comparten membresía dentro del BRICS.

No obstante, junto a los factores de convergencia han estado también los de divergencia. Estos últimos se expresan en los campos de lo limítrofe y de la geopolítica. China e India mantienen diferendos territoriales en las regiones de Aksai Chin y Arunachal Pradesh que conllevan a altas tensiones periódicas entre ambos. En 1962 las mismas condujeron a una corta guerra que se replicó en menor escala en 1967. En 1975, 1987, 2014, 2015, 2017, 2020 y 2022 se produjeron escaramuzas militares de grado variable entre los dos. En la penúltima de estas fechas, sus respectivas fuerzas militares mantuvieron un enfrentamiento a palos que según algunas versiones  se tradujo en más de dos decenas de muertos, y, según otras, en más de una cincuentena de muertos. Los estrechos vínculos entre Pakistán y China, de su lado, son vistos como una amenaza por parte de India, quien a la vez ofende profundamente a Pekín en virtud del asilo que brinda al Dalái Lama y por las actividades que el “gobierno en el exilio” de Tíbet realiza desde la ciudad india de Daramshala. A estas disonancias ha venido a sumarse en años recientes una adicional que ha generado alta desconfianza y temor por parte de India.

Pekín se encuentra en proceso de despliegue de una flota de guerra de aguas azules que incluiría cinco o seis portaviones para el 2030. De hecho, dispone ya de dos portaviones y de la mayor armada del mundo, lo cual incluye a su vez a la mayor flota de submarinos del planeta. En términos cuantitativos, que no ya cualitativos, China superó a Estados Unidos en número de naves de guerra y submarinos. Un porcentaje  importante de esta armada se ha posicionado en el Océano Índico, por donde circula el 80% del petróleo que China importa, así como parte fundamental de su comercio internacional. Ello conforma lo que en su documento oficial del año 2015 titulado “Estrategia Militar China”, se conoce como operaciones de “protección de alta mar” y que los analistas denominan como “defensa de avanzada”. Ligado a lo anterior, Pekín se abocó a la construcción de un conjunto de puertos en el Océano Índico: Kyaupyu en Myanmar, Chittagong en Bangladesh, Gwadar en Pakistan y Hambantota en Sri Lanka. Según han señalado múltiples analistas, la intención final de Pekín sería la de transformar a los mismos en bases navales chinas. El efecto combinado del tránsito de sus naves de guerra y de sus submarinos (incluyendo los nucleares) por aquellos mares, con dichos desarrollos portuarios, se ha convertido en fuente de inmensa preocupación para India, quien se va sintiendo cercada por las fuerzas chinas.

El que la consonancia o la disonancia prevaleciesen asumía inmensa significación geopolítica en momentos en que una nueva Guerra Fría entre China y Estados Unidos ha cobrado forma. A estas alturas, es claro que la disonancia terminó imponiéndose entre China e India y que Nueva Delhi se ha sumado al esfuerzo por contener a China adelantado por Washington. Conjuntamente con Estados Unidos, Japón y Australia, India ha pasado a formar el llamado “Quad”. Dicho término es una contracción de la palabra inglesa Quadrilateral y alude al llamado Diálogo de Seguridad entre esos cuatro países. Este conjuga a los mismos en un pacto militar de facto abocado a frenar la expansión geopolítica china. 

India asume así una importancia geopolítica mayor en el contexto de la nueva Guerra Fría entre Washington y Pekín. En tal sentido, desde el tiempo de la Administración Trump, Estados Unidos comenzó a utilizar el concepto de Indo-Pacífico en lugar del de Asia Pacífico, para definir el ámbito de su rivalidad geopolítica con China. Ello implicaba hacer del Pacífico y del Este de Asia sub secciones dentro de un marco geopolítico más amplio que incluía también al Océano Índico. Dentro de este marco ampliado, India juega un papel protagónico. Biden brindó continuidad a esta misma línea conceptual.

El encuentro reciente del Primer Ministro Narendra Modi y el Presidente Biden en Washington se sitúa dentro de este contexto. Si bien Nueva Dehli se reserva el derecho a una política exterior independiente y soberana en persecución de sus intereses plurales (destacando allí su cercanía con Moscú), asume al mismo tiempo una alianza estratégica con Estados Unidos en relación a la contención a China. Así las cosas, India se declara al mismo tiempo como aliado cercano de Washington en algunos aspectos y como opositor abierto a las políticas de este en otros. La espléndida recepción brindada por Biden a Modi dejó claro testimonio de que Estados Unidos está dispuesto a tolerar de buen grado las disonancias de esta relación bilateral, a cambio de la conjunción estratégica frente a Pekín. Ello demuestra el peso de lo que constituye la prioridad estadounidense en política exterior.