Centenario de la anexión de Corea por Japón: “hacer las paces”

El 29 de agosto se cumplió el centenario de la anexión de Corea por el Imperio japonés. En Seúl se recuerda como el día de la humillación nacional, aún no borrada en su memoria histórica.

Unos días antes, el 10 de agosto, el primer ministro Naoto Kan pidió perdón en nombre del pueblo japonés por el enorme daño y sufrimiento causado por la anexión y posterior colonización de la península coreana (1910-1945). Fue explícito: “es fácil para el que causa el dolor olvidar, mientras que aquellos que sufrieron aquel dolor no pueden olvidar fácilmente” y reconoció que “el pueblo de Corea fue privado de su nación y su cultura, y su orgullo étnico fue profundamente herido”.

Las relaciones diplomáticas no se restablecieron hasta 1965. Hoy,  ambas economías son cada vez más interdependientes pero las relaciones “políticas” siguen enrarecidas por varios contenciosos que son consecuencia de algunas dolorosas heridas provocadas durante la ocupación japonesa, aún no cicatrizadas.

Seúl pide a Tokio que reconozca que la ocupación colonial, además de injusta, fue contraria al Derecho Internacional y que declare la nulidad del Tratado de Anexión de 1910. Naoto Kan admitió por primera vez la injusticia de aquella anexión pero mantiene que el tratado fue en su día jurídicamente válido. Seúl también espera compensaciones económicas para las víctimas, como las llamadas esclavas sexuales y los trabajadores forzosos trasladados a Japón para trabajar durante la guerra en las empresas. Tokio responde que las compensaciones fueron ya incluidas en el Tratado de 1965. Pero la cuestión más compleja es la disputa territorial sobre las islas Dokdo o Takeshima, que están bajo control surcoreano, pero cuya soberanía es reclamada por Tokio.
 
El pueblo coreano ha sido durante el último siglo, una víctima de los avatares históricos, las apetencias y los conflictos de intereses de Japón, Rusia, China y EEUU en el noreste de Asia. En 1910, Japón se anexionó el país e intentó acabar con la identidad nacional y cultural coreana. En 1945, Corea volvió a ser ocupada y dividida por aquellos que vinieron a liberarla. Los aliados la trataron no como una nación ilegalmente anexionada sino como una provincia más del Imperio japonés. Visto con una perspectiva histórica, los coreanos sufrieron, injustamente peor suerte que la elite política, pronto rehabilitada, del país que provocó la guerra del Pacífico. Otra paradoja: la Guerra de Corea (1950-1953) impulsó la recuperación económica de Japón convertido en una base estratégica para frenar la expansión comunista en Asia oriental. En cambio, la península coreana era otra vez arrasada por un conflicto fruto de la Guerra Fría.

65 años después, Corea sigue dividida. En el Norte aún impera un régimen estalinista que, con sus amenazas y ambiciones nucleares, provoca peligrosas tensiones militares. El Sur es hoy la 14º economía mundial y la 8ª potencia exportadora que cuenta con algunas de las empresas multinacionales más competitivas en los mercados mundiales.

Corea del Sur y Japón deben “hacer las paces”. Corresponde a sus políticos lograr la plena reconciliación entre ambos pueblos. Pero para superar los recelos se requiere sinceridad, confianza y voluntad política. Las disculpas de Naoto Kan son un buen camino a seguir para que ambos países abran una mejor y más fructífera etapa de cooperación bilateral para afrontar juntos los grandes retos políticos y económicos en Asia oriental y en el mundo.