El primer año de la política exterior de Barack Obama

En su primer año en la Casa Blanca Barack Obama impulsó con sus palabras, gestos y acciones, un giro hacia una diplomacia más realista y flexible para restablecer los puentes de diálogo y entendimiento, ganar aliados y amigos en el mundo y poder afrontar con las otras potencias los grandes desafíos globales.

La apuesta de Obama por el multilateralismo quedó patente cuando el vicepresidente Joe Biden afirmó, el 7 de febrero de 2009 en la Conferencia de Seguridad de Munich, que EEUU iba a escuchar y consultar porque necesitaba al resto del mundo como el resto del mundo necesitaba a los EEUU. Las nuevas formas de su política exterior se manifestaron en la primera gira internacional de Obama, centrada en Europa, con sus intervenciones en la Cumbre del G20 en Londres el 2 de abril, en los actos del 60º aniversario de la creación de la OTAN en Estrasburgo y Kiel, y en la cumbre UE-EEUU el 5 de abril en Praga. Al día siguiente, viajó a Turquía para lanzar un mensaje conciliador al mundo musulmán, reafirmado el 4 de junio en El Cairo. En julio, Obama reabrió en Moscú el diálogo con Rusia, con el desarme nuclear e Irán como temas principales. Mientras las negociaciones con Irán están enquistadas, EEUU y Rusia ya han llegado a un consenso para firmar un nuevo acuerdo que reduzca los arsenales nucleares que substituirá al anterior Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START).

Durante la reunión de la Asamblea General de las NNUU, en septiembre en Nueva York, Obama insistió en la necesidad de abrir una nueva era de cooperación internacional basada en el multilateralismo en la que “cada Estado asuma su parte de responsabilidad para dar una respuesta global a los problemas globales” como el cambio climático o la lucha contra la proliferación nuclear. Estos dos temas fueron debatidos en dos reuniones especiales de la Asamblea General y del Consejo de Seguridad de NNUU. Obama recordó que “aquellos que criticaban a EEUU por actuar solo en el mundo, no pueden ahora hacerse a un lado y esperar a que EEUU resuelva solo los problemas del mundo” y que “un futuro de paz y prosperidad solo será posible si reconocemos que todas las naciones tienen derechos pero también responsabilidades”.

Sin embargo, los magníficos discursos y el indiscutible idealismo de Obama, laureado, el 9 de octubre, con el Premio Nobel de la Paz 2009 al ser reconocida su valiente apuesta por la diplomacia multilateral, solo se han visto acompañados hasta ahora por unos resultados muy modestos. EEUU ha recuperado una parte del prestigio perdido durante la etapa de la Adminidtración Bush,(2000-2008) pero el balance general del primer año de la política exterior de Obama presenta claroscuros. No se ha avanzado en la solución de los principales conflictos internacionales en Oriente Medio, Irak, Af-Pak, Irán y Corea del Norte. Obama no lo tiene ni lo tendrá fácil. Necesita más tiempo, perseverancia, recursos y, sobre todo, más aliados comprometidos. El tiempo en política es un bien escaso. Y los aliados comprometidos con recursos también escasean en tiempos difíciles.

Por otro lado, las dificultades encontradas por Obama en el desarrollo de su política interior han frenado en los primeros meses de 2010 la frenética acción exterior que desarrolló, sin grandes resultados, en 2009. La derrota electoral sufrida por los demócratas en Massachussets proporcionó a los republicanos una minoría de bloqueo en el Senado, sembrando una gran inquietud entre la mayoría demócrata, sorprendida ante el desgaste político sufrido en solo un año de mandato y a las puertas de una elecciones legislativas que se celebrarán en noviembre. Esto explica que en su discurso sobre el estado de la Unión del 27 de enero de 2010, Obama intentase recuperar la confianza de los estadounidenses con un mensaje centrista que priorizó los dos principales problemas internos del país: la recuperación económica y la creación de empleo. Solo dedicó 9 minutos de los 71 que duro su discurso a la política exterior. Aunque sí hizo una referencia indirecta a la emergencia china afirmando con firmeza que “jamás me conformaré con que EEUU sea el segundo”.

El nuevo giro de la política exterior de EEUU en relación a la desarrollada por la administración Bush entraña también sus riesgos. Por un lado, puede ser vista desde el exterior como una señal de declive del poder hegemónico estadounidense. Aunque seguirá siendo la gran superpotencia durante dos décadas, EEUU precisa de la cooperación ajena incluso para resolver unas maltrechas finanzas, que deben soportar la penosa carga de costear los conflictos en Irak y Af-Pak. El otro riesgo es que el resto de la comunidad internacional, especialmente China, la UE y Rusia, no asuman sus responsabilidades internacionales. Obama ya recordó en Nueva York que “el antiamericanismo ha sido una excusa para la inacción colectiva”. Una vez enterrado el unilateralismo de Bush en favor del multilateralismo, los demás no pueden hacerse el muerto. Manuel Castells  describe muy bien la paradoja de que “el fin del unilateralismo global, pero sin un multilateralismo real, podría conducir a una colección inarticulada de unilateralismos locales” (La Vanguardia, 26 septiembre 2009).

En los últimos 60 años, los EEUU han ejercido un liderazgo mundial indiscutible que empezó a ser seriamente discutido cuando explotó en 2008 la crisis de su modelo de capitalismo financiero. Obama ha reconocido con una humildad, muy criticada por los sectores conservadores defensores del excepcionalismo estadounidense, los errores de la arrogante etapa unilateral de la administración Bush y las actuales limitaciones de EEUU para actuar solo en la solución de los complejos retos globales. Es la hora de compartir la defensa de los bienes públicos globales. La respuesta corresponde ahora a la Comunidad Internacional, principalmente a China pero también a la UE. Una respuesta que por el momento no acaba de llegar.

De todos modos, la política exterior de Obama priorizará las relaciones de toda índole con Asia, destino de su gira del 13 al 19 de noviembre a Japón. Singapur, China y Corea del Sur. Obama, condicionado por los desequilibrios financieros y comerciales, el conflicto de Afganistán y la proliferación nuclear centrada en Irán y Corea del Norte,  necesita entenderse con China y también con Rusia. Pero su primera visita a Pekín tuvo unos resultados agridulces. Y las relaciones bilaterales siguen tensas en relación a diversos problemas políticos y económicos (Taiwán, Tibet, el valor del yuan frente al dólar, etc.).

Es evidente que las relaciones internacionales en la primera mitad de este siglo XXI estarán determinadas por la evolución de las relaciones de poder entre EEUU con China, India, Brasil y otros países emergentes. Pero son China e India, los dos colosos que están llamados a convertirse en pocas décadas en las otras dos superpotencias mundiales. Pero no cabe olvidar la creciente influencia de otros países asiáticos. Obama va a realizar el próximo junio una segunda gira asiática visitando Indonesia, Australia y la isla de Guam.