La reciente visita del viceprimer ministro Li Keqiang a Madrid despertó un interés inusitado. Fue muy bien recibido. China comprará más deuda española. Un gran respiro para unas arcas casi vacías. En 2011, los bancos y las cajas deben refinanciar unos 98.000 millones de euros, la mayor parte créditos al sector privado. El Estado otros 47.000 millones. Se comprende que en Madrid se recibiera al rey mago amarillo de Oriente con una larga alfombra roja. El presidente Zapatero presentó el compromiso chino como una muestra de la confianza de la segunda economía mundial a las reformas emprendidas por el Gobierno español
Pekín goza de la mayor bolsa de reservas de divisas mundial: 2,1 billones de $. Le urge diversificar su cartera exterior muy concentrada en los bonos del tesoro de EEUU. Comprando deuda española coloca sus enormes excedentes financieros a un interés elevadísimo, sin excesivos riesgos. España es un país de la UE que merece crédito. Pero la generosidad china, como los regalos de Reyes, no es gratuita. Los préstamos chinos deberán devolverse sumando intereses.
El apoyo financiero chino también tiene un precio político. Limita al deudor, la posibilidad de toserle al banquero. Y cuanto más se endeude menor será su capacidad de maniobra política ante el acreedor chino. La estrategia de Pekín ante los desequilibrios financieros y comerciales de la UE, es sutil. Podría ayudar directamente al euro apreciando el yuan. Pero no asume compromisos en Bruselas sí en Madrid. Prefiere saciar las urgencias financieras de países como Grecia, Portugal, Irlanda y España. Así gana aliados políticos para frenar las presiones de la UE para que se aprecie el yuan. En el G20 de Seúl algún país europeo mantuvo silencio. Y Zapatero obvió en Madrid cualquier referencia a la situación de los Derechos Humanos en China. Le Keqiang fue blindado para no incomodarle con preguntas sobre el encarcelamiento del premio Nobel de la Paz, Liu Xiaobo.
España cree que, si China compra deuda española, recuperará la confianza de los mercados financieros. Craso error. Puede ayudar a corto plazo. Pero solo la recuperará se impulsa ya y sin reservas las reformas estructurales, aún pendientes. Se ha perdido demasiado tiempo por falta de decisión y coraje del Gobierno. Y puede quedarse a medias. La OCDE aplaudió la aprobada reforma laboral y la propuesta para el sistema de pensiones. Pero también insistió que las reformas pueden resultar insuficientes. Pidió cambios más contundentes.
La salida de la crisis no la traerán los reyes magos vengan de China, Alemania u otro lugar. No existen regalos gratuitos. No podemos endeudarnos más. Hay que trabajar más y mejor, aunque sea por algo menos. Las administraciones, las universidades, las empresas, los profesionales y los trabajadores deben ser más competitivas en un mundo global. A corto y medio plazo, la situación de las finanzas y del mercado laboral seguirá siendo complicada. Se saldrá de la crisis, a largo plazo y con esfuerzo, si las reformas se aplican seriamente.
Nuestra política exterior deberá reforzar su componente comercial. El presidente Artur Mas lo define como “Friendly Business”. Los Gobiernos deben desplegar una “diplomacia económica” como hacen nuestros mejores socios europeos. Hay que apostar por el sector exterior, excesivamente dependiente de la UE, para ganar cuota comercial en los mercados emergentes. China es el principal origen de nuestro elevado déficit exterior. Las tasas de cobertura en la balanza comercial de España con China fue, en período enero-octubre 2010, solo el 13,7%.
En sus recientes viajes a Pekín, Ángela Merkel, Nicolás Sarkozy y David Cameron acompañados de nutridas delegaciones empresariales, firmaron con los chinos fabulosos contratos de miles de millones de euros. No les pidieron préstamos, sino “hacer negocios”. Cuando Zapatero vuelva a China deberá cambiar su chip y asumir el “Friendly business”. Y aprovechar el mejor regalo recibido de Li Keqiang: sus declaraciones calificando España como “un líder mundial en informática, turismo, servicios bancarios, energía renovables y agricultura moderna”. Y tiene razón. Contamos con empresas, grandes y PIMES, muy competitivas. Pero hoy en China, solo operan unas 600 empresas españolas, muchas catalanas.
En Madrid se firmaron más declaraciones de intenciones que contratos comerciales. Se habla de una lluvia de 5.600 millones de euros, pero el 97% correspondía a un contrato entre Repsol y Sinopec acordado en octubre. En 2011 se debe pasar de las declaraciones a los resultados buscados: lograr más contratos para las empresas. Las potencialidades del mercado chino son inmensas. Nuestro futuro económico también se juega en Asia.