Estados Unidos: Extremismo y apaciguamiento

Según señala una encuesta aparecida en la edición del 30 de julio 2011 de The Economist, el 70% de los Republicanos considera que sus representantes en el Congreso deben atenerse a sus principios sin importar las consecuencias, mientras el 70% de los Demócratas considera que sus congresistas deben buscar el compromiso como un mecanismo pragmático de acción. Esta correlación constituye la fórmula perfecta para que el extremismo ideológico pueda prevalecer sobre el sentido común. En la medida en que las personas sensatas tiendan a ceder, para evitar la materialización del acto extremo, el radicalismo puede operar a sus anchas. Ello configura una relación sustentada sobre el binomio chantaje-apaciguamiento. La misma, por cierto, que condujo a que Chamberlain y a Daladier se doblegasen ante Hitler en Munich.

Confrontados Casa Blanca y Senado a una prueba de fuerza con la Cámara de Representantes, como ocurrió con la ampliación del techo de la deuda, lo lógico hubiera sido presumir que la balanza se inclinaría a favor de los primeros. El cúmulo de poder institucional representado por la sumatoria del Poder Ejecutivo y la mitad del Poder Legislativo así lo sugeriría. No obstante, fue la Cámara de Representantes quien triunfó. Cierto, el acto irracional de la cesación de pagos pudo ser evitado por vía del compromiso, pero el compromiso en sí mismo no representó más que la cesión total de la postura negociadora de una parte a la otra. De la más fuerte a la más débil. Más aún, dentro de los Republicanos de la Cámara de Representantes la posición del sector más radical fue la que se impuso.

Lo que faltó en esta oportunidad en Estados Unidos fue lo mismo que en Munich en 1938: liderazgo. Obama, quien exhibe la brillantez retórica de un Churchill, se evidencia en los hechos como una reedición de Chamberlain. Cierto, su sensatez se nos presenta como un oasis luego de Bush, Cheney y Rumsfeld y en medio de los Palin, Beck, Limbaugh o Bachmann. ¿De qué sirve tanta sensatez, sin embargo, si la misma se encuentra desprovista de fuerza de carácter? La obsesión por la cautela y la búsqueda del compromiso propia del inquilino de la Casa Blanca, lo convierten en la presa ideal para los depredadores ideológicos.

¿Qué hubiera hecho un Presidente con liderazgo? Simplemente evitar el chantaje. La Sección 4 de la Decimo Cuarta Enmienda Constitucional de ese país señala: “La validez de la deuda pública autorizada por Ley…no puede ser cuestionada”. Con un arma legal de tal calibre en sus manos, un verdadero líder hubiese estado dispuesto a lanzar una confrontación constitucional con la Cámara Baja, incrementando unilateralmente el techo de la deuda. Máxime cuando se dispone del don de la palabra.

Podría argumentarse que lo sensato era no alborotar más el avispero, en momentos en que la economía mundial contenía el aliento frente al riesgo de una moratoria norteamericana. No obstante, para todos los que en el mundo dependen de lo que ocurre en Estados Unidos, mucho más importante resultaba un liderazgo que no cediese al chantaje que la racionalidad de un Presidente timorato. En lo sucesivo, la economía mundial se encontrará a merced del Tea Party.