Nabucco: la clave energética europea

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El gasoducto Nabucco, que llevará gas natural desde el Mar Caspio hasta Europa, colocando a Turquía y Europa del Este como epicentros geográficos, supone el mayor esfuerzo europeo por aprovisionarse de las reservas gasíferas de Asia Central, a fin de contener su excesiva dependencia energética de Rusia.

El proyecto se prevé que estará listo en el 2014, lo cual anuncia un período de considerable pulso geopolítico entre Occidente y Moscú por controlar el estratégico espacio euroasiático. A este escenario debe unirse el nuevo proyecto energético de gas natural y luz solar que adelanta Europa con el Norte africano y el desierto subsahariano.

El oro del Caspio

Con esto, Europa parece encaminada a concretar su posible independencia energética de Moscú. La suscripción el pasado 13 de julio en Ankara, capital turca, del proyecto energético Nabucco, que proveerá a Europa de las enormes reservas de gas natural desde el Mar Caspio y, probablemente, de países como Irak e Irán, supone un golpe estratégico contra el monopolio ruso en materia energética.

El proyecto Nabucco fue diseñado en mayo pasado, durante una Cumbre Energética de la Unión Europea, en la que participaron países extracomunitarios que no son miembros de este organismo, como Turquía, Egipto, Azerbaiján, Kazajstán, Uzbekistán y Georgia.

El objetivo es construir, a través del denominado “corredor sur”, es decir un especio geográfico de 3.300 km que ocupa a países de la Europa balcánica como Bulgaria, Rumania y Turquía, un gasoducto de gran envergadura, que permitiera en los próximos años concretar el aprovisionamiento de gas natural a Europa.

En juego está el control de reservas calculadas en 31.000 millones de metros cúbicos anuales, especialmente desde países como Azerbaiján y Turkmenistán, grandes productores mundiales de gas natural. A este proyecto podrían unirse las reservas gasíferas de países como Irak e Irán, lo cual colocaría un espacio geopolítico estratégico como el Mar Caspio, Asia Central y Oriente Próximo, bajo el servicio de los intereses energéticos europeos y occidentales.

Alejándose del fantasma ruso

En la mente de los europeos están muy frescas las secuelas manifestadas por el corte de suministro energético realizado por Rusia durante los duros inviernos de 2006 a 2009, a países como Ucrania y Georgia y, consecuentemente, al resto de Europa. La excesiva dependencia europea del monopolio energético ruso, que constituye el 35% del consumo europeo, supone así un riesgo de alto nivel en materia geopolítica.

La UE interpreta esta acción rusa con claras perspectivas de cariz geopolítico, diseñadas como una especie de “castigo” y “chantaje” político hacia países del espacio ex soviético, como Ucrania y Georgia, cuya orientación pro-occidental y antirrusa se ha manifestado durante los últimos años, especialmente tras las “revoluciones políticas” acaecidas en estos países desde el año 2003.

El proyecto Nabucco está previsto para iniciar su aprovisionamiento a partir del 2014. El acuerdo suscrito en Ankara determinó que países como Azerbaiján proveerán 8.000 millones de metros cúbicos anuales de gas natural a Europa, mientras Turkmenistán exportará 10.000 millones de metros cúbicos anuales.

Esta coyuntura determinó que, en los últimos dos años, compañías europeas como la alemana RWE, la austriaca OMV y la húngara MOL, iniciaran contactos con los gobiernos azerí y turkmeno para posicionarse como socios de gran importancia en el consorcio Nabucco.

Incluso, las perspectivas están diseñadas para aprovechar las reservas gasíferas de Asia Central, con el Mar Caspio como epicentro, y de Oriente Próximo. OMV y MOL, que participan en el proyecto Nabucco, tienen negocios energéticos en el norte de Irak.

No obstante, Europa deberá nivelar ahora su resonante éxito energético manifestado con el proyecto Nabucco, con las tensas relaciones directas que mantiene con Moscú y el pulso geopolítico ruso-occidental en torno al espacio euroasiático y, específicamente, en Asia Central. Moscú viene tejiendo en los últimos meses relaciones estratégicas con países como Turkmenistán, Uzbekistán y Armenia, que les permita construir un corredor energético de gran nivel.

Del mismo modo, Bruselas deberá observar con mayor nitidez y atención los alcances de la reciente cumbre en Moscú entre el presidente estadounidense Barack Obama con su homólogo ruso Dmitri Medveded, especialmente ante los acuerdos estipulados en materia de reducción armamentística y nuclear, así como de intereses geopolíticos en Asia Central y el Cáucaso.

Las claves iraní y turca

Otra perspectiva está enfocada en Irán, país que mantiene un pulso nuclear con Occidente y cuya reciente rebelión post-electoral está siendo reprimida a fuerte nivel por parte del régimen de la línea dura de los ayatolás y la Guardia Revolucionaria.

El interés energético europeo hacia Irán puede chocar, precisamente, con las dificultades emanadas por el programa nuclear iraní, del cual Rusia es actor fundamental para Teherán, y las violaciones de derechos humanos cometidas en el país persa tras la rebelión reformista que ansía cambios democráticos. Este último aspecto juega un papel esencial en las prioridades europeas a la hora de mantener relaciones con Teherán.

No obstante, Europa espera contar con el apoyo irrestricto de un aliado estratégico como Turquía, cuyas pretensiones de ingreso en la UE están siendo recientemente limitadas por parte de países como Alemania y Francia, los principales ejes geopolíticos de poder dentro de la UE. Para mantener abierta la puerta al hipotético ingreso turco en la UE, no deja de ser relevante que el proyecto Nabucco se firmara precisamente en la capital turca, Ankara.

El primer ministro turco Recep Tayip Erdogan ha sido uno de los más firmes defensores en la inclusión de Irán como actor de importancia en el proyecto Nabucco. Ankara mantiene relaciones equilibradas con Teherán, así como determinados objetivos comunes, especialmente enfocados en no permitir el resurgimiento de la rebelión kurda tanto en el sur de Turquía como en el norte de Irak e Irán.

El conflicto kurdo es un aspecto importante a tomar en cuenta para los intereses energéticos turco-europeos, en caso de que el consorcio Nabucco se expanda hacia estas zonas geográficas donde, en cualquier momento, puede explotar el conflicto kurdo, especialmente en torno a la actividad de sus guerrillas contra los gasoductos.

El peso específico que tendrá Turquía en el proyecto Nabucco está estipulado en que, en la costa turca del Mar Caspio están calculados un total de 6.000 millones de metros cúbicos en reservas de gas natural. Eso permite que Turquía sea el país por donde transite la mayor parte del proyecto Nabucco, hasta su destino final en Austria.

Por lo tanto, este proyecto energético es concebido en Bruselas como un elemento de importancia para cimentar una relación aún más estratégica entre la UE y Turquía, que permita equilibrar las negociaciones de admisión turca a Europa, a pesar de las reticencias de diversos gobiernos europeos y de la opinión pública europea en general sobre el proceso de negociación de admisión con Turquía.

Buscando el sol africano

Pero no es el proyecto Nabucco el único que ocupa la atención europea. El Proyecto Transahariano (TSGP, por sus siglas en inglés) que proveerá de gas natural a Europa a través del Norte de África y el Mar Mediterráneo, está anunciándose como un polo de atracción importante para la diplomacia energética de la UE.

Este proyecto, el cual se espera comience a funcionar en el 2015, casi paralelo al de Nabucco, consta de la construcción de un amplio gasoducto de 4.128 km de longitud, que implica a países con fuertes reservas gasíferas y petroleras como Nigeria, Níger y Argelia. El gasoducto pasará de las costas mediterráneas argelinas a las costas española e italiana, a través de Almería y Sicilia, y de allí a Europa.

Los ministros de Energía de los tres países africanos suscribieron la semana pasada en Abuja (Nigeria) el inicio del TSGP, que comenzará a construirse a partir del 2011. Multinacionales como Royal Dutch Shell, la francesa Total y la italiana ENI, manifestaron su interés en formar parte del consorcio TSGP, que tendrá un 45% de capital en manos de las empresas estatales Sonatrach (Argelia) y la nigeriana NNPC.

Sin embargo, el proyecto no está exento de tensiones. El Movimiento de Emancipación del Delta del Níger (MENI), un movimiento separatista de una región que abarca Nigeria y Níger, amenazó con destruir los gasoductos construidos por Shell.

Igualmente, así como el proyecto Nabucco otorga a Turquía una posición estratégica para Europa, el proyecto TSGP coloca a Argelia, principal productor africano de gas natural, como el epicentro del suministro, lo cual puede generar, a mediano y largo plazo, diversos problemas políticos con Nigeria, principal productor petrolero africano.

Junto al TSGP, es necesario considerar otro proyecto de importancia, relativo al aprovisionamiento de la energía solar en el desierto sahariano. Empresas europeas como Siemens, Abengoa Solar y Deutsche Bank acordaron la semana pasada un protocolo para aprovechar las fuentes de energía solar en el Norte de África y Oriente Próximo, con especial énfasis en el desierto sahariano.

Este proyecto se conoce como Desertic Industrial Initiative y tiene como objetivo principal la construcción de paneles solares de energía en el Sáhara para el 2050, oteando un escenario a largo plazo determinado por la posibilidad de agotamiento de las fuentes gasíferas y petroleras en otras partes del mundo, como Oriente Próximo y el Mar Caspio. La energía solar sahariana y de Oriente Próximo fluiría a Europa a través de cables de alto voltaje que correrán por debajo del Mar Mediterráneo.

En este sentido, Marruecos puede jugar un papel político y económico esencial como socio estratégico europeo, pero que limitaría las demandas de autonomía e independencia del pueblo saharaui, un asunto sensible para la política exterior de países como España y Francia.

Problemas geopolíticos aparte, Europa apuntala una diversidad de proyectos energéticos que disminuyan su dependencia de actores incómodos como Rusia y algunos países de Oriente Próximo. Los próximos años determinarán el alcance y la capacidad de estos proyectos en una Europa aún sometida a los dilemas de su construcción política unitaria.