Putin juega a la ruleta rusa

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El constante acoso estatal contra la petrolera Yukos, la repentina crisis bancaria y el asesinato de un periodista que investigaba a las principales fortunas del país conforman un crítico escenario para el presidente ruso Vladímir Putin, quien acusa sus horas más bajas de popularidad desde su llegada al poder. Lo que revela esta nueva crisis es una peligrosa combinación de autoritarismo e incompetencia que podría debilitar la estructura de poder instaurada por Putin y afectar los mercados petroleros mundiales.

Fue una semana trepidante en Moscú. Desde el ministerio de Justicia y Hacienda, y por órdenes directas del Kremlin, el gobierno de Vladímir Putin dio un definitivo plazo a la petrolera Yukos para que pagara más de 3.400 millones de dólares por impuestos impagados desde el año 2000. Recién se había cumplido el plazo, el ex magnate del petróleo y principal accionista de la compañía, Mikhail Khodorkovsky, seguía enfréntándose a la justicia por cargos de evasión de impuestos y fraude, mientras el Estado procedía a cobrarse la reclamación tributaria, congelar las cuentas de las filiales de la petrolera en las provincias e incautar a los servidores.

Al mismo tiempo, las acciones de Yukos caían un 5,7% en la Bolsa de Valores, ante el temor de los inversionistas extranjeros, muchos de ellos británicos y norteamericanos, de que el gobierno finalmente se apropiara de la compañía. La zozobra financiera continuó con miles de moscovitas haciendo cola frente a las principales sucursales bancarias, ante los temores de que se desatara una crisis financiera similar a la ocurrida en 1998, cuando el rubro se devaluó y la economía rusa comenzó a desmoronarse. La razón era la suspensión de pagos anunciada por una de las principales entidades financieras, el Guta Bank.

Los nervios de los ciudadanos retirando sus depósitos bancarios fue levemente compensado a última hora con una medida aprobada por el Parlamento en la cual el Estado se comprometía a asegurar los depósitos bancarios de todos los clientes con independencia de las garantías que ofrecieran los mismos bancos. Pero el temor estriba en que la crisis bancaria podría expandirse fácilmente, ya que el Banco Central ha mostrado su incompetencia al negarse a publicar la lista de bancos solventes, lo que le está restando crediblidad ante las instituciones que quieren hacer negocios transparentes.

Si la situación financiera y judicial no fuera suficiente para desatar una grave crisis, el sorpresivo y repentino asesinato del periodista estadounidense de origen ruso Paul Klébnikov, director de la edición rusa de la revista Forbes, cerró una semana negra que arroja más nubarrones al futuro de un país que en la actualidad no se sabe bien si se debate entre el autoritarismo de su presidente o la secuela de incompetencia y corrupción que existe en la estructura de poder.

La batalla entre el Kremlin y los oligarcas

En principio, estos tres escenarios no tienen relación entre sí, pero revelan una aguda lucha por el poder en Moscú. Las razones del asesinato de Klébnikov son materia de preocupación fuera de Rusia: este periodista investigaba el origen y desarrollo de las principales fortunas rusas, por lo cual apuntaba directamente a la denominada clase de los "oligarcas". Fue tiroteado desde un automóvil el pasado viernes 9, cuando salía de la redacción.

Klébnikov, de 41 años, se había caracterizado por ser un crítico permanente de los negocios de uno de los oligarcas caídos en desgracia, Boris Berezovsky, ex "hombre fuerte" durante los años de presidencia de Boris Yeltsin y que ahora se encuentra exiliado en Londres ante la orden de captura dictada contra él por la justicia rusa. El periodista asesinado había desenmarañado una trama de corrupción y crimen organizado en torno a Berezovsky desde 1996 e incluso había escrito un libro, El Padrino del Kremlin, en el cual lo acusaba de saquear al fisco y mantener contactos mafiosos con un líder separatista checheno.

El escándalo Yukos y el asesinato de Klébnikov son una muestra de la batalla entre el presidente Vladímir Putin, los oligarcas y la nueva elite del poder instalada en Moscú. Para nadie es un secreto que Putin se está cobrando a través de Yukos la osadía que Khodorkovsky tuvo al romper, a finales del año pasado, el "pacto de caballeros" entre el Kremlin y los oligarcas, que se remonta al año 2000. En el mismo, Putin prometió no entrometerse en los negocios de los oligarcas a cambio de que éstos no ingresaran en la política, o criticaran la gestión del nuevo presidente.

Khodorkovsky, seguro de su poder financiero y apoyado por algunos poderes mediáticos, se lanzó al ruedo político en octubre pasado criticando abiertamente a Putin. La justicia rusa se las arregló para acusarlo de evasión fiscal, corrupción y fraude de la mayor empresa petrolera del país, por lo cual hoy está en la cárcel.

El ejemplo de Khodorkovsky, así como el de Berezovsky, Vladímir Gusinsky y Platon Lebedev, otros oligarcas apuntados por el Kremlin, puso en alerta al resto. Roman Abramovich, dueño del equipo de fútbol Chelsea y gobernador de la provincia de Chukotka, se radicó en Londres. Putin parecía gozar de sus mejores horas en el poder, controlando con mano de hierro a los oligarcas que no se atreven a retarlo, mientras se hace la vista gorda sobre los turbios negocios de muchos de éstos, los cuales se pliegan a la política del Kremlin. Pero la crisis de Yukos y la actual situación financiera podría ser un ejemplo de que su férreo poder está dando síntomas de debilidad.

¿Un peligroso sendero?

A Putin le favorece en la actual coyuntura los elevados precios del petróleo y otras materias primas que le han permitido mantener unos sólidos balances macroeconómicos. Al mismo tiempo, la política energética rusa está diseñando un ambicioso plan de inversiones y construcciones de oleoductos y gasoductos en Asia Central, tras los recientes convenios firmados con China. Y también con Alemania, con la cual se firmó un convenio de explotación y distribución gasífera a través del Mar Báltico.

Pero el problema judicial provocado por la crisis de Yukos también le puede restar fuerza a Putin. Su gobierno ha perdido cierta credibilidad y confianza una vez fuera encarcelado Khodorkovsky, cuyos negocios son notorios con compañías petroleras norteamericanas y británicas. En diversas cumbres, los representantes de estos países han enfatizado su preocupación ante Putin por la suerte de Yukos y el mercado energético ruso y el futuro de los negocios e inversiones extranjeras.

Al mismo tiempo, crea temor el creciente poder y autoritarismo del presidente. Mientras presiona para reformar la Constitución y volverse a lanzar en las elecciones del 2008, la justicia rusa prácticamente está plegada a sus políticas, las fuerzas armadas siguen siendo fieles a su gestión y la práctica totalidad de los medios de comunicación, sean prensa escrita como radio y TV, están siendo controlados. Un popular programa de un canal privado, abiertamente crítico, fue "invitado" a suspenderse. Mientras tanto, Putin mantiene a una nueva elite cuyos priviliegios y onerosos gastos en vacaciones, automóviles, residencias y tratamientos médicos, causan descontento en la población.

Recientemente, una ley de prestaciones sociales fue drásticamente abolida por el Ejecutivo, por lo que miles de jubilados, inválidos y otros sectores más desprotegidos se han visto afectados y alarmados. Este descontento social en las últimas semanas han arrojado los más bajos índices de popularidad para el presidente, por debajo del 50%. Y si hablamos de Chechenia y el Cáucaso, sus otros dolores de cabeza, la situación no parece dar señales de mejoría. Una vez abrumadoramente reelecto en marzo pasado, a Putin parece que ahora se le acumulan los problemas en casa.