Un eje Washington-Nueva Delhi

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En un momento en que se suceden con rapidez toda serie de negociaciones y alianzas globales, la visita de la secretaria de Estado norteamericana Hillary Clinton a Nueva Delhi permitió diseñar una nueva alianza estratégica entre EEUU e India, cuyas repercusiones en materia geopolítica tendrán un alcance significativo en Asia Central y Oriental, especialmente con respecto a potencias nucleares como Rusia, China, Pakistán e Irán.

La visita esta semana de la jefa de la diplomacia estadounidense, Hillary Rodham Clinton, a India, supone un paso significativo para acelerar una alianza geopolítica entre Washington y Nueva Delhi, diseñada desde 2006, con la visita al país asiático del entonces presidente George W. Bush.

En la capital india, Clinton afianzó ciertas prioridades en materia militar, espacial y científica. Washington construirá dos plantas nucleares y venderá aviones de combate a India, lo que se traduce en una perspectiva geopolítica importante, diseñada en torno al equilibrio nuclear y militar en Asia.

No obstante, y para no perder de vista la potencialidad india a futuro, Clinton enfatizó que la cooperación nuclear con  India debe estar supervisada por la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA).

La construcción de las plantas nucleares estarán a cargo de las compañías estadounidenses Westinghouse y General Electric, con proyectos que supondrán a Washington unos 10.000 millones de dólares, un negocio altamente ventajoso pero que, en determinados aspectos, podría propiciar una mayor proliferación nuclear en otros países.

Un tenso equilibrio

Washington observa cada vez con mayor interés la pujanza económica y tecnológica india, así como el ascenso de este país como potencia global en un mundo multipolar. Por ello, diseña en los últimos años una estratégica alianza con este país, con claras alusiones a otros actores globales, como China y Rusia, y países vecinos, como Pakistán, Afganistán e Irán.

Los atentados terroristas ocurridos en Bombay, la capital financiera india, en noviembre pasado, con un saldo de más de 200 muertos, persuadió a Washington a afianzar la cooperación antiterrorista con India. En mente, buscar un equilibrio regional con India y Pakistán para aislar y combatir a los grupos islamistas radicales regionales, estén o no incluidos en la red global de Al Qaeda.

En este sentido, diversos grupos insurgentes islamistas en India y Pakistán, especialmente ubicados en la disputada región de Cachemira, así como los talibanes en la frontera afgano-pakistání, suponen los enemigos a batir por Washington. El reforzamiento de la estrategia en Afganistán por parte del presidente estadounidense Barack Obama, afianza esta idea de combatir a los talibanes y, por consiguiente, a los grupos islamistas radicales.

No obstante, la cooperación militar entre Washington y Nueva Delhi provocará, con total seguridad, reacciones contrarias en Pakistán y China, así como en Irán. India planea adquirir 126 aviones de combate en los próximos años, que pueden ser suministrados por Washington, así como el reforzamiento de su potencialidad nuclear, a través de la construcción de dos plantas atómicas.

Si EEUU e India sellan una alianza estratégica de mayor envergadura militar y nuclear, Pakistán podría orientar sus prioridades hacia otros rivales de Washington, como China y Rusia. El gobierno paquistaní de Zardari ya ha dado muestras de recelos y contrariedades con la estrategia regional diseñada por Washington, aunque Obama sigue considerando a Pakistán como un eje central estratégico, así como en el epicentro de la inestabilidad en Asia Central.

Si bien Clinton defendió en Nueva Delhi la necesidad de una mayor cooperación y relación entre dos enemigos históricos como India y Pakistán, la cooperación nuclear indo-estadounidense puede levantar ampollas en China e Irán, países vecinos de India. El caso iraní se encuentra más paralizado, debido a la persistencia de la rebelión reformista interna y a la suspensión de negociaciones entre Teherán y la AIEA.

Cercando a Rusia y China

El caso chino es moderadamente igual. La reciente rebelión de la etnia musulmana uigur en la región occidental de Xinjiang, obligó a Beijing a concentrar su atención en los asuntos internos y el problema de las denominadas nacionalidades minoritarias.

No obstante, China viene acelerando acuerdos de cooperación militar con Rusia y otros países centroasiáticos como Kirguizistán y Tadyikistán, en el marco de fortalecer un organismo regional como la Conferencia de Shanghai, en clara alusión a minimizar la presencia estadounidense en Asia Central, a través de Afganistán.

La cooperación militar indo-estadounidense también afectará a Rusia, hasta ahora principal proveedor militar indio, tomando en cuenta los acuerdos existentes entre Nueva Delhi y Moscú en tiempos de la ex URSS. Rusia facilita el 70% del armamento militar a India, seguido de Israel, un nuevo socio estratégico indio. Nueva Delhi espera modernizar sus Fuerzas Armadas para el 2014, a través de una mayor cooperación militar y tecnológica con EEUU e Israel que permita sustituir los obsoletos aparatos militares de procedencia rusa o soviética.

Del mismo modo, Washington debe medir con mayor cautela sus relaciones con India, tomando en cuenta las prioridades globales de este país. Actualmente gobernado por el Partido del Congreso, tras las elecciones legislativas de mayo pasado, India refuerza una serie de prioridades, como su negativa a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, que Washington ya reclamó en la pasada cumbre del G-8 en Italia.

A pesar de las tensiones generadas para el equilibrio nuclear, militar y geopolítico, la alianza estratégica entre EEUU e India parece destinada a modificar los parámetros del sistema internacional multipolar que está comenzando a construirse. Todo ello en medio de una proliferación nuclear aún fuera de control, especialmente ante el desafío formulado por países como Corea del Norte e Irán.