20071127tsinghua university nicolas sarkozy zhou ji

China y las singularidades europeas

 Dalai Lama y Ãngela Merkel; clic para aumentar
El desencuentro con Alemania es, probablemente, el mayor nubarrón actual en las relaciones con Europa. Las autoridades chinas acusan a Berlín de revisionismo de la política bilateral tanto por el encuentro de septiembre con el líder tibetano como por el debate existente en ciertos sectores políticos ligados al ala conservadora del gobierno alemán sobre la conveniencia de relativizar las relaciones con China a favor de otros países del continente asiático, lo que puede dañar las relaciones económicas y comerciales en beneficio de otros vecinos como Francia o España. (Foto: Dalai Lama y Ángela Merkel en Berlín el 23 de septiembre de 2007).
Nicolás Sarkozy en la Universidad Tsinghua de Beijing; clic para aumentar
Sarkozy, de visita oficial en Beijing, ha firmado este lunes grandes acuerdos en el ámbito de la energía nuclear, aeronáutica y otros, por valor de veinte mil millones de euros. El portavoz de la cancillería china, Liu Jianchao, en una rueda de prensa celebrada el día 22, urgía a Berlín a adoptar medidas eficaces para no dañar los intereses comunes. Este pudiera ser el segundo aviso. (Foto: Nicolás Sarkozy en la Universidad Tsinghua de Beijing el 27 de noviembre de 2007. A la derecha, el ministro de Educación chino, Zhou Ji).
 

La cumbre que esta semana celebran China y la UE en Beijing servirá para hacer balance de las relaciones bilaterales y establecer las líneas básicas de la cooperación futura. Así lo considera, al menos, Guan Chengyuan, embajador chino ante la UE, quien destacaba días atrás la madurez, el pragmatismo y la estabilidad del entendimiento mutuo, todos ellos signos de los progresos alcanzados.

Este décimo encuentro al máximo nivel entre los líderes chinos y europeos viene precedido de algunos signos interés que dan cuenta de los cambios operados en los respectivos imaginarios, pero también de la persistencia de dificultades difíciles de vencer. Recientemente, la prensa china se ha hecho eco de una encuesta realizada entre la población europea, según la cual, China es considerada la segunda potencia mundial, por delante de Rusia, Japón o Gran Bretaña, una apreciación que satisface el ego del gigante oriental, si bien se cuida de moderar tan ambiciosas interpretaciones.

Por otra parte, frente al veloz desarrollo de las relaciones económicas y comerciales (77.600 millones de dólares hace una década, pudiendo llegar este año a los 340.000 millones), los contratiempos de mayor calado se centran en el orden político. Bruselas se mantiene firme en el no reconocimiento del estatus de economía de mercado de China, no levanta el embargo de armas impuesto a raíz de los sucesos de Tiananmen en 1989 y, más recientemente, algunos países europeos importantes, caso de Alemania al recibir Ángela Merkel en visita privada al Dalai Lama, han empezado a dar signos de cierto viraje en aspectos de las relaciones bilaterales que China entendía plenamente consolidados (ya sea Tíbet o la cuestión de Taiwán) y encauzados a través del diálogo político o sobre derechos humanos. El embajador chino ante la UE es contundente: “nunca haremos concesiones sobre asuntos de soberanía nacional e integridad territorial”.

En el orden económico, los problemas bilaterales tienen cuatro frentes principales: el desequilibrio comercial, la protección de la propiedad intelectual, la infravaloración del yuan y el acceso al mercado. Respecto al primero, los malabarismos de Beijing insisten en la necesidad de tener en cuenta en el cómputo bilateral el volumen de negocio que realizan las 13.100 empresas europeas implantadas en China y que han vendido por valor de 206.600 millones de dólares en 2006, lo que reduciría el monto del déficit comercial. En los demás frentes, China reclama paciencia, en la seguridad de que, por propio interés, los compromisos contraídos se llevarán a cabo, reclamando también asesoramiento y apoyo de las autoridades comunitarias para lograr una mayor eficacia.

Pero si algo ha aprendido China en estos años de relaciones intensas con Europa es a gestionar de forma matizada sus acciones y políticas en relación a los estados europeos, y a diferenciar estas del diálogo institucional con la UE. El desencuentro con Alemania es, probablemente, el mayor nubarrón actual en las relaciones con Europa. Las autoridades chinas acusan a Berlín de revisionismo de la política bilateral tanto por el encuentro de septiembre con el líder tibetano como por el debate existente en ciertos sectores políticos ligados al ala conservadora del gobierno alemán sobre la conveniencia de relativizar las relaciones con China a favor de otros países del continente asiático, lo que puede dañar las relaciones económicas y comerciales en beneficio de otros vecinos como Francia o España. Sarkozy, de visita oficial en Beijing, ha firmado este lunes grandes acuerdos en el ámbito de la energía nuclear, aeronáutica y otros, por valor de veinte mil millones de euros. El portavoz de la cancillería china, Liu Jianchao, en una rueda de prensa celebrada el día 22, urgía a Berlín a adoptar medidas eficaces para no dañar los intereses comunes. Este pudiera ser el segundo aviso.

Las relaciones con África o el cambio climático son otros campos en los que las diferencias son visibles. La UE dice contar con China para abordar los desafíos internacionales, pero Beijing echa en falta la suficiente autonomía y cohesión política en Europa como para confiar en un diálogo creíble, sustancial y de proyección. Sus esperanzas al inicio de la guerra de Irak, cuando Francia y Alemania daban muestras de querer afirmar un sesgo propio, se han disipado.

Las negociaciones sobre un nuevo Acuerdo de Asociación y Cooperación que sustituya al suscrito en 1985 siguen su curso y deberán encontrar mecanismos para resolver los roces comerciales. La UE es el mayor socio de China ““y esta segundo de la UE-. El comercio bilateral en los diez meses de este año alcanzó la cifra de 288.000 millones de dólares, con un aumento del 27,5 por ciento con respecto a 2006. Las exportaciones de la UE a China crecieron cerca de un 20% en 2006. El negocio, a pesar de los sinsabores de los productos defectuosos y la inseguridad alimentaria, no va mal, pero en ambos interlocutores pesa cada vez más la incapacidad para avanzar en un diálogo político sustancioso.