El primer pulso de Hu Jintao

En los pocos meses que lleva ejerciendo como líder máximo del país, Hu Jintao ha debido enfrentarse a dos graves crisis que ha resuelto con gran habilidad, aunque quizás solo temporalmente y generando, como efecto añadido, las primeras tensiones en la cumbre del poder chino.

En la lucha contra la neumonía atípica, Hu Jintao ha marcado un estilo propio, obligando a presentar su dimisión a los principales responsables del desbarajuste inicial, una medida inusual ““y no solo en el peculiar universo chino-, e imponiendo una línea de transparencia informativa que puso fin al oscurantismo edulcorante que una realidad tan terca como incontrolable se encargaba de desmentir a diario. No es la libertad de prensa soñada y que cada vez más voces reclaman, pero sin duda ha plasmado nuevas oportunidades. Y no nos engañemos: a priori tampoco participa de aquel principio sino que se sirve de los medios para alcanzar sus objetivos políticos más inmediatos. Y entre ellos figura el aislamiento de Jiang Zemin, socialmente dañado en su imagen pública ante una ciudadanía que le observa como el principal responsable de un ocultamiento arbitrado para no dañar la ceremonia de transferencia del mando a su sucesor en la inevitable secuencia de Congresos que impone el ritual chino.

El otro gran asunto es la crisis de Hong Kong. Tung Chee-hwa no ha sido cesado pero el parón de la iniciativa legislativa que debe desarrollar el artículo 23 del estatuto de autonomía de esta región administrativa especial ha empañado severamente su gestión. Tung, natural de Shanghai y un hombre de confianza de Jiang Zemin, se ha visto debilitado ante Beijing y ante sus propios ciudadanos. No es imaginable su cese en las actuales circunstancias, ya que sería interpretado como una victoria de los manifestantes que inundaron las calles de la ex colonia británica a comienzos de julio pero, probablemente, sus días están contados. Por lo pronto, ya ha sido cesado el representante directo del gobierno chino en Hong Kong.

Ambos temas están generando importantes tensiones en los entornos de Hu Jintao y su antecesor en el cargo y aún presidente de la Comisión Militar Central, Jiang Zemin. Que este haya recibido en mayo a Zhang Wenkang, el ministro de sanidad cesado a instancias del Politburó, no fue del gusto de Hu. Como era previsible, desde que accedió a la secretaría general del Partido Comunista, este ha tratado de ir sustituyendo a partidarios de Jiang por fieles propios e incluso, recientemente, se ha “atrevido” a convocar una reunión del Comité Permanente del Buró Político, máximo órgano de poder, para debatir la reforma del Ejército, a fin de “puentear” a Jiang Zemin en un ámbito en el que aún conserva una muy considerable influencia y autoridad. El ex Presidente no fue invitado a esa reunión, como era lógico al no formar parte de dicho organismo, pero tampoco le fue consultado su parecer. Jiang no puede soñar con ser Deng, viene a decir Hu Jintao. Y esos rápidos y astutos movimientos de su sucesor le están poniendo muy nervioso.

Para añadir más leña al fuego, circula en Beijing una carta de varios líderes del Partido en la que reclaman a Jiang su dimisión al frente de la Comisión Militar Central para que Hu pueda asumir todo el poder. Es el primer gran pulso entre ambos y revela que Hu Jintao, pese a su apariencia discreta e incluso tímida, es decidido a la hora de jugar sus bazas para hacerse con el control real de todas las riendas del poder. Para hacer qué es la incógnita que aún no se ha despejado del todo.