América Latina y los recursos naturales

El 9 de agosto de 1965 Singapur se separó de Malasia, tras un fracasado experimento de federación que había durado dos años, luego de la común independencia frente al Reino Unido. En el discurso pronunciado por la máxima autoridad de Singapur Lee Kuan Yew, al momento de emerger a la comunidad de las naciones, ocurrió algo inusual. No pudiendo contener la tensión emocional aquel rompió a llorar ante las cámaras. La razón era fácil de comprender. El suyo era un Estado de apenas 700 kilómetros cuadrados, totalmente desprovisto de riquezas naturales. Separado de Malasia parecía difícil que este mini Estado lograra sobrevivir.

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El 9 de agosto de 1965 Singapur se separó de Malasia, tras un fracasado experimento de federación que había durado dos años, luego de la común independencia frente al Reino Unido. En el discurso pronunciado por la máxima autoridad de Singapur Lee Kuan Yew, al momento de emerger a la comunidad de las naciones, ocurrió algo inusual. No pudiendo contener la tensión emocional aquel rompió a llorar ante las cámaras. La razón era fácil de comprender. El suyo era un Estado de apenas 700 kilómetros cuadrados, totalmente desprovisto de riquezas naturales. Separado de Malasia parecía difícil que este mini Estado lograra sobrevivir.

 A casi cincuenta años de ese episodio constatamos que Singapur dispone del tercer PIB per cápita del mundo, 55.182 dólares, superior al de Estados Unidos, Alemania y Japón. Transformado en un emporio de riqueza, este país sobresale competitivamente por donde se lo mire. Desde la alta tecnología hasta las finanzas, desde la más sofisticada logística portuaria hasta la construcción de plataformas de explotación petrolera, desde turismo hasta servicios médicos. Y así sucesivamente.  ¿En qué consistió el milagro? Pues simplemente en que la carencia de recursos naturales y la adversidad obligaron a desarrollar la creatividad y a estimular el trabajo duro.

Cien años después

El contraste con América Latina impacta. A comienzos del siglo XX esta última región exhibía gran prosperidad  e inmensas expectativas de desarrollo, como resultado de la exportación de sus materias primas. Transcurrido más de un siglo el panorama ha cambiado poco. Entre 2000 y 2006 el 70% del crecimiento de las exportaciones de América Latina dependió de los recursos naturales. En 2010 de los casi 250 millardos de dólares exportados por América del Sur a EEUU, China y Unión Europea, alrededor de 210 millardos estuvieron representados por materias primas o productos básicos. Entre 2000 y 2010 el 52% de las exportaciones regionales fueron en ese sector, con México alterando la ecuación de las exportaciones gracias a su importante industria de ensamblaje. Sin embargo, aún en el caso de México más del 45% de los impuestos recaudados dependieron de los recursos naturales con las exportaciones petroleras representando el grueso (“Latin American Commodity Export Concentration”, BBVA Working Paper, January 21, 2013; The Economist, September 9, 2010; Gallager and Prozecanski, The Dragon in the Room, Stanford, 2010).

¿Significa esto que la dependencia latinoamericana en relación a los recursos naturales la condena al facilismo, desestimulando la creatividad y el esfuerzo? El riesgo en tal sentido es desde luego bastante elevado y en varios casos se ha sucumbido a él. Sin embargo no hay una fatalidad que así lo determine. Lo cierto es que no deben minusvalorarse la complejidad o el valor agregado asociados a tales recursos. Chile no ha superado la dependencia de las materias primas y los productos básicos, pero ha ampliado exponencialmente los rubros de exportación de éstos, sofisticando sus técnicas de mercadeo y ampliando inmensamente sus mercados internacionales. Ello desde luego no entraña ni facilismo ni falta de creatividad. La ingeniosidad o la eficiencia logística tampoco resultan ajenas a este sector. Así por ejemplo Colombia ha asociado su café genérico con un nombre y una imagen ya famosos en el mundo, mientras que, al igual que Ecuador, logra colocar y distribuir sus flores, productos perecederos por excelencia,  en los mercados de Estados Unidos, Europa y Asia. Y así podríamos citar otros muchos casos.

Volatilidad

La esencia del problema no es la fatalidad sino la volatilidad. Como señalaba el Banco Mundial, la contracción de mercados internacionales, con particular referencia a China, desaceleró el crecimiento regional de 4,6% en 2001 a 3,1% en 2012 a 2,7% en 2013. ¿Y qué decir de la caída en un 40% de los precios del petróleo en estos últimos meses? Según el reconocido economista colombiano José Antonio Ocampo, citado por "Financial Times" el pasado 17 de enero de los corrientes, si los precios de los recursos naturales llegaran a caer a niveles del año 2003, el déficit en cuenta corriente de la región podría alcanzar al 7% del PIB.

La diversificación económica se plantea así como necesidad imperativa. ¿Pero en qué dirección hacerlo? Hace cien años la región hablaba de lo mismo y la industrialización se planteaba como panacea. Hoy, este camino pareciera no brindar perspectivas para la mayoría: tanto en manufacturas de alta tecnología como de mano de obra intensiva, habría poco que buscar. Hacia arriba, y según señala la Red Iberoamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología, del total de la inversión mundial en investigación y desarrollo, 42% va a Estados Unidos y Canadá, 28% a Europa, 27% a los países asiáticos y apenas 1% se dirige a América Latina (ver Andrés Oppenheimer, “El Desafío Tecnológico para América Latina”, www.lanación.com). No es realista suponer que por allí haya una opción, más allá de nichos puntuales. Hacia abajo, de su lado, no es factible competir con la avalancha productiva de bajo costo proveniente de Asia. Las cadenas de suministro provenientes de esa región del mundo, en las que cada componente es elaborado en el país que ofrezca menores costo de mano de obra para el mismo, resultan pura y simplemente imbatibles.

Servicios

A diferencia de las manufacturas, sin embargo, los servicios ofrecen inmensas potencialidades en el ámbito de las exportaciones y de la generación de divisas. La razón es simple. Hasta hace poco tiempo los servicios eran débilmente comerciables a nivel internacional. Con el avance en las tecnologías de la información y las telecomunicaciones la barrera de la distancia desapareció y los servicios pueden prestarse a miles de kilómetros con la misma facilidad con que se lo haría en una misma ciudad. Más aún, éstos se han integrado plenamente a las llamadas cadenas globales de valor. Las mejores posibilidades de diversificación para América Latina apuntan precisamente en esa dirección.