Desde los albores de su vida independiente, Estados Unidos fijó su atenciónen América Latina como espacio natural de proyección e influencia. De acuerdo a Brian Loveman: “En 1786 Thomas Jefferson se preocupaba de que España resultase demasiado débil para preservar sus colonias hasta que ‘nuestra población resulte lo suficientemente avanzada para absorberlas una por una’ (…) Seis años más tarde Alexander Hamilton aconsejaba: ‘Junto a protegernos frente a posibles invasiones, debemos mirar hacia la posesión de Florida y Luisiana y, desde luego, posar nuestra mirada sobre América del Sur’” (“U.S. Foreign Policy towards Latin America in the 19th Century”, Oxford Research Encyclopaedia of Latin American History, July 2016). Independientemente de que dichas afirmaciones requerían de mucha seguridad en las propias capacidades, en momentos en que Filadelfia tenía 28.000 habitantes y Ciudad de México 137.000, ellas trazaban el rumbo a seguir.