El enredo conceptual chino

Estamos acostumbrados a centrar toda la atención en las vicisitudes personales de los dirigentes chinos, quien entra o sale de la foto, las intrigas entre clanes y las luchas de poder en la cumbre. No obstante, poca o nula atención se presta a la elaboración del discurso político, un aspecto sustancial de la agenda especialmente en tiempos en que el ideario tradicional que sirve de aglutinante colectivo presenta claros signos de agotamiento y el PCCh necesita acreditar políticas específicas que le faciliten la adaptación al contexto y preserven la unidad discursiva de su numerosa militancia.

Estamos acostumbrados a centrar toda la atención en las vicisitudes personales de los dirigentes chinos, quien entra o sale de la foto, las intrigas entre clanes y las luchas de poder en la cumbre. No obstante, poca o nula atención se presta a la elaboración del discurso político, un aspecto sustancial de la agenda especialmente en tiempos en que el ideario tradicional que sirve de aglutinante colectivo presenta claros signos de agotamiento y el PCCh necesita acreditar políticas específicas que le faciliten la adaptación al contexto y preserven la unidad discursiva de su numerosa militancia.

Los conceptos (Qihao) en China resumen consignas políticas y gozan de enorme predicamento histórico. Sintetizan la quintaesencia de un tiempo y resumen las claves ideológicas de una época. Contemporáneamente, cualquier dirigente que se precie procura inmortalizar su cronología asociándose a uno de estos conceptos. Es un fenómeno para nosotros intrascendente y efímero pero que sin embargo, en la lógica china, goza de la máxima importancia política y simbólica. Es tanto así que el nivel de presencia discursiva alcanzado refleja el grado y la intensidad del poder de su progenitor. Así, el pensamiento Mao Zedong, el socialismo con peculiaridades chinas de Deng Xiaoping o la triple representatividad de Jiang Zemin concretan esos gigantescos esfuerzos por combinar la necesidad de dar respuestas políticas a la coyuntura con afirmaciones filosófico-conceptuales llamadas a perennizar en el discurso político elevando a los altares a su promotor.

Esto explica que, por ejemplo, Hu Jintao haya multiplicado sus empeños por lograr la aceptación de su marca conceptual, el desarrollo científico, una idea próxima a la de desarrollo sostenible, pero que va más allá de lo económico o ambiental para significar la importancia, en la actual fase histórica, de objetivar la evolución del proceso de reforma. Hoy es el principio rector de la política del PCCh y expresión inequívoca de su mandato. Otra cosa es que su sentido se entienda cabalmente, lo que ofrece sombras de duda respecto a su permanencia futura. “Cuando la gente sale, el té se enfría”, dice un proverbio chino. Tampoco es fácil de entender la triple representatividad de Jiang Zemin; sin embargo, la comprensión es plena cuando se traduce como apertura de la militancia en el Partido a la clase empresarial.

Si el desarrollo científico de Hu Jintao puede no tener el cielo del todo asegurado y podría entrar en una hipotética fase de decadencia en cuanto abandone el poder en los próximos meses, su otro aporte de la sociedad armoniosa puede, por el contrario, responder mejor a esa síntesis de identidad china y querencia por la equidad que aglutina las mayores preocupaciones de la sociedad actual del gigante asiático, un reclamo que llevará su tiempo atender y gestionar.

La corrección política en China obliga a considerar estos conceptos con algo más que una oportuna simulación y en los ambientes más selectos forma parte del vocabulario al uso. Naturalmente, cada vez es más difícil idear conceptos realmente sobresalientes, con entidad suficiente como para trascender a su mentor quien, por otra parte, dispone de poderes más reducidos que sus antecesores, tanto en lo temporal como en lo factual. De poco vale que en el apogeo de su poder lo encontremos hasta en la sopa. Necesita disponer de vida propia, calar en la realidad y trascenderla, más allá de unos discursos repetitivos que pueden resultar engañosos. Recuérdese en tal sentido que el actual secretario general del PCCh, a diferencia de Mao, Deng o Jiang, nunca ha llegado a ser calificado de “núcleo” de su generación, la cuarta, lo cual revela una debilidad que en el futuro podría tender a ser la norma más que la excepción. El consenso prima.

Pese a todo, el nivel de presencia de estos conceptos en el discurso político acostumbra a revelar claras señales del pulso del momento, reflejando el balance de poder dentro del PCCh. Así pues, no solo no son palabras huecas sino que pueden esconder secretos de gran valor y utilidad para comprender los derroteros de la política china. En su discurso del 23 de julio ante los máximos responsables del PCCh, Hu Jintao evocó la guía del 18 Congreso y multiplicó sus alusiones a este concepto, evidenciando ante todos un probable indicador de que suyo era el dominio de la escena tras la inestabilidad creada por el asunto Bo Xilai. Tal proceder podría dar a entender que había ganado la batalla interna.

Hoy día, de cara al 18 Congreso del PCCh a celebrar en noviembre, además de las alusiones a la democracia y la equidad, la sempiterna reivindicación del socialismo e incluso del leninismo, la ebullición conceptual se centra en la reafirmación del proceso de reforma y de su gradualismo y, en paralelo, en la necesidad de formular un diseño al más alto nivel de la estructura del sistema, aspecto que puede afectar de lleno a la reforma política. Este diseño se equipara a un reinicio del proceso de reforma y es superior por partida doble ya que tanto afecta al techo o culminación del proceso de reforma como igualmente debe arbitrar soluciones de alcance a los problemas en curso asegurando una evolución científica de la reforma. El top level design (dǐngcéng shèjì) parece huir de una planificación exhaustiva y minuciosa, propia de la evolución económica, pues así configurada bloquea la evolución del proceso, optando por articular las vigas del sistema con la flexibilidad necesaria para resistir los embates que le aguardan. He ahí, a fin de cuentas, el gran desafío chino del momento.