En los últimos veinticinco años, la pobreza en China ha venido disminuyendo de forma drástica, pasando de 250 millones a poco más de 28. En 2003, sin embargo, ha aumentado, según estadísticas oficiales, en casi un millón de personas, afectando a 29 millones de ciudadanos, residentes en su mayoría en las zonas rurales. Todo ello en un contexto en el que se afirma el renovado crecimiento de la economía china y la apuesta por la singularidad de su proceso que se encuentran, paradójicamente, con la dificultad creciente del aumento de las desigualdades, equiparando su sistema con alguno de los defectos más visibles del más tradicional capitalismo.
La explicación de Liu Jian, responsable de la lucha contra la pobreza en el gobierno chino, se remite a las consecuencias de las calamidades naturales. La combinación de residencia en zonas alejadas, débil protección social, bajo nivel de desarrollo, ausencia de servicios básicos, inversiones reducidas, etc, provocan que cualquier cambio en el entorno transforme la falta de medios en pobreza. La destrucción de viviendas y el anegamiento de tierras cultivadas tienen consecuencias nefastas. Cada inundación genera muchos y nuevos pobres. En 2003, en provincias como Henan, Anhui, Shaanxi o Heilongjiang se han sobrepasado los dos millones de personas.
Sin duda, las calamidades influyen, pero no representan la única causa ni quizás la más importante de ellas. Un informe oficial de la Comisión Nacional de Cuentas desvela por ejemplo que entre 1997 y 1999, el gobierno central y los provinciales destinaron 48,8 mil millones de yuanes a luchar contra la pobreza en 592 distritos pobres, pero casi el diez por ciento de esa cantidad al menos y de forma fehaciente y demostrada fue desviada a otros fines ilícitos. Otras fuentes consideran que el cálculo oficial es muy modesto y solo reconoce la punta del iceberg.
Según Dang Guoying, investigador del Instituto de la Economía Rural de la Academia de Ciencias Sociales de China, la reaparición del fenómeno de la pobreza con una nueva pujanza se debe a la insuficiencia de las políticas centrales que no tienen en cuenta que el objetivo de su erradicación es cada vez más difícil y exige más esfuerzos y mayores inversiones. Algunas líneas de trabajo pueden adoptarse administrativamente, pero otras dependen de factores más complejos, pues no todos aceptan, por ejemplo, los patrones culturales del momento y las insuficiencias educativas son importantes. La privación de la tierra, por otra parte, promovida a través de pseudoexpropiaciones expeditivas para atender las necesidades del desarrollismo en boga, sin que las autoridades locales habiliten medidas compensatorias adecuadas, empuja inevitablemente a muchos campesinos a la pobreza y el desarraigo.
Muchos aventuran un nuevo aumento de la pobreza en 2004. En el campo, los problemas tradicionales de alimentación y de vestido se han vuelto crónicos para muchos. Si en la década de los noventa, la situación había mejorado a una media de 6 millones por año, en los primeros años del nuevo siglo, esa cantidad se ha reducido a la tercera parte. Las diferencias de renta entre los campesinos normales y la población rural pobre han pasado de 1:2,45 en 1992, a 1:4,12, en 2003.
El gobierno dice ser consciente del problema, pero los avances en la lucha contra la corrupción son muy lentos y faltan políticas sostenidas que mejoren la fiscalidad del campo, alivien la carga de los campesinos y eviten el éxodo rural que tiene su origen en el bajo rendimiento del trabajo en el campo y en la ausencia de mejora sustancial en las condiciones de vida. El estado de los servicios básicos como la salud o la educación, cuando existen, es muy precario. Falta servicio médico en muchos distritos, el abandono escolar es aún importantísimo…
Los objetivos del gobierno se centran en resolver el problema de la alimentación y el vestido en 2010, y en 2020 la asistencia general. Todo lo cual, con independencia de su cumplimiento en el plazo previsto, asemeja una carrera contra reloj para impedir que el actual descontento campesino derive en una rebelión abierta e incontrolable. El aumento de la pobreza en el rural es indicativo de un deterioro más general que afecta al retroceso o estancamiento del nivel de vida en el campo.
Mientras tanto, la tasa de urbanización en China se elevará al 58-60% en 2020, según ha estimado Lian Yuming, rector del Instituto Internacional de Desarrollo Urbano de Beijing. En 2002, la tasa de urbanización ha sido del 37,7%. De un año para otro entre 80 y 90 millones de campesinos se instalan en las ciudades, y en ellas está surgiendo una pobreza de otro signo.
Xulio Ríos (AIS, Agencia de Información Solidaria, 22/10/2004; Gloobal, 24/10/2004; Kaos en la Red, 12/11/2004; El Otro Diario, 16/11/2004; InfoRed, 07/11/2004; Presente, 11/11/2004; Socialismo o Barbarie, 04/11/2004)