El soft power “con características chinas”

Para el año 2025, Goldman Sachs y el Banco Mundial coinciden en afirmar que China superará a Estados Unidos como la primera economía del planeta, luego le seguirán Japón, India y Alemania. Para el 2050 China será la primera economía del planeta seguida por Estados Unidos e India, después Brasil, México, Rusia e Indonesia. Solo dos países europeos estarán entre los diez primeros, Inglaterra y Alemania, en los puestos noveno y décimo respectivamente. Del G-7, solamente cuatro aparecen en el grupo.

En un informe similar, Pricewaterhouse Coopers avizora que para esa misma época la economía brasilera podría ser más grande que la japonesa. Si las proyecciones coinciden con la realidad del futuro, durante las siguientes cuatro décadas el mundo presenciará tantos cambios que se verá muy distinto a como es hoy en día.

Qué implicaciones tiene el rápido ascenso de China en el contexto internacional? Se trata simplemente de la expansión de su poderío económico? Y qué hay del peso de su cultura?
En ese sentido, ¿cómo hace uso de su soft power?

La modernidad al estilo occidental de hoy será muy diferente de la que conoceremos en el futuro porque China, India, Indonesia y Brasil, para tomar cuatro ejemplos representativos que están en proceso de ascenso como economías emergentes, difieren en sus características fundamentales respecto a la forma como Occidente ha proyectado en términos generales la política exterior.

Con la excepción de Japón, el mundo moderno ha sido hasta hace muy poco exclusivamente occidental, comprendiendo Europa, Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Desde toda perspectiva, el “mundo moderno” comparte características culturales, políticas, intelectuales, étnicas y raciales con el Viejo Continente. Esta experiencia occidental es la que ha dominado en los últimos dos siglos. Pero ahora otros países en otras latitudes, con culturas y procesos históricos muy diferentes, se han embarcado en el proceso de modernización.

Aunque estamos siendo testigos del ascenso de un creciente número de países en desarrollo, China es de lejos el más aventajado económicamente y sus tentáculos se están desplegando a través de Asia Oriental, Asia Central, el Sur de Asia, Latinoamérica y África en poco más de una década. ¿Por qué asumir que los efectos del ascenso de China van a ser preponderantemente económicos?

Las potencias emergentes invariablemente han utilizado su consolidación económica para ensanchar sus objetivos políticos, culturales y militares. Y si China está en camino a ser un poder hegemónico, Occidente encuentra difícil imaginar tal escenario. Al haber sido un poder hegemónico, Occidente se ha convertido en prisionero de su propia visión, incapaz de ver un mundo distinto a aquel que no sea en relación a sí mismo, en gran medida porque el progreso ha sido invariablemente definido por Occidente en términos de “grados de occidentalización”. E inclusive el mundo construido por él “pone en claro cuáles son las políticas deseables”.

Con todo lo anterior, es inconcebible que China se convierta en una nación al estilo occidental de la manera en que estamos acostumbrados. China es el producto de una historia y una cultura que tiene poco o nada en común con la de Occidente. Es por ello que el ascenso de la civilización sínica en el concierto internacional no se puede entender solo desde su crecimiento económico, sino también desde las características que le confiere su cultura. Sin esa comprensión, no se puede concebir en Occidente cómo China incorpora y permite pluralidad de formas, estilos y corrientes diversas, y cómo permite y agencia la contradicción. Por ejemplo, Hong Kong es una entidad política ajena a la concepción tradicional occidental de Estado-nación.

En este orden de ideas, resulta inverosímil que una civilización como la china pueda ser sometida rígidamente a los cánones de Occidente y de su concepción del Estado y de la política. Entre tanto, un aspecto está presente y es relevante a la hora de estudiar el caso chino: la presencia permanente de la cultura.

En ese sentido, cabe decir que en China actualmente persiste un enorme interés en el soft power como medio de afianzamiento de la propia identidad como civilización.

China y el soft power

Un rasgo clave de la nueva diplomacia pública ha sido el auge del término “soft power” o poder blando. La ventaja del término poder blando es que ha desplazado el foco en torno a la diplomacia pública centrada en la seguridad nacional, y ha proporcionado un lenguaje para argumentar que se preste atención a la diplomacia pública centrada en la cultura.

Dado que el soft power es la capacidad de un país para tener influencia en eventos a través de la persuasión y la atracción, y no a través de la coerción militar y económica, entonces, según Joseph Nye, un país tiene mayor soft power si su cultura, valores e instituciones despiertan la admiración y el respeto en otras latitudes.  El emblemático Primer Ministro de Singapur Lee Kuan Yew arguye que “el poder blando se logra cuando otras naciones admiran y quieren emular aspectos de otra civilización-nación”. En efecto, Zheng Bijian, Presidente del China Reform Forum y uno de los artífices del “ascenso pacífico chino” puesto en marcha por el equipo del Presidente Hu Jintao, al respecto sostiene que: “El sentido más profundo del “ascenso pacífico de China” es la gran revitalización de la civilización china, que interactúa con otras civilizaciones contemporáneas”.

En esa medida, el poder blando es más que la mera persuasión o que la habilidad de movilizar gente a través de argumentos, aunque esto es importante, pero es aún más la habilidad para atraer, y la atracción usualmente lleva a la aquiescencia.

El status de China como poder central tradicional de Asia creó abundantes reservas de soft power para el uso contemporáneo. De hecho, fue a partir de la mitad de los años 90 del siglo pasado que China, tras años de aislamiento incluso de sus propios vecinos, exhibió un cambio sustancial en su actitud hacia el Asia al considerarla región estratégica, y por ello ha implementado cada vez más sólidas políticas regionales hacia el continente particularmente a través de los diferentes foros multialterales de la región. Esta actitud está directamente relacionada con el reconocimiento del gobierno chino y de la Academia china de la importancia del poder blando como factor decisivo para el mejoramiento de la imagen de China ante el mundo y como factor determinante de la influencia china en Asia, junto con el crecimiento económico y el aumento del poder militar.

Durante la era del presidente Hu Jintao las reflexiones sobre el poder blando se han convertido en uno de los temas principales entre los académicos chinos y los medios de comunicación. De hecho, a finales de los 90, cuando los intelectuales chinos se encontraban debatiendo la teoría del poder blando en relación con la estrategia nacional china, ésta cobró tanto auge al punto que numerosos académicos chinos enfatizaron en la necesidad de fortalecer el poder blando como un medio para manejar los problemas de China originados en la ceguera del mero crecimiento económico.

El soft power en China asume “características chinas”

No existe un consenso sobre la definición de soft power en China. Las traducciones de poder blando varían en el ámbito académico, entre ellas se encuentran: ruanshili, ruanquanli, ruanliliang, and ruanguoli que son las más frecuentemente utilizadas. Usualmente, el concepto de Nye es el marco de referencia, aunque los académicos chinos sutilmente modifican la definición original cuando es necesario, es decir de acuerdo a las circunstancias. Esto es muy propio de la cultura y del idioma chino mandarín: es decir, de acuerdo al contexto, el significado cambia sustancialmente.

Liu Debin, académico de la Universidad de Jilin, muestra cómo ha crecido dramáticamente el interés y la investigación social en China sobre el soft power. En efecto, después de la primera edición de Nye, Bound to Lead (1990) en chino en 1992, Wang Huning, profesor de la universidad de Fudan en Shanghai y asesor de cabecera del presidente Jiang Zemin, publicó un artículo en el Fudan University Journal (1993) enfatizando la necesidad de que China fortaleciera su poder blando. A partir de ahí, otras universidades de gran reconocimiento en China como la de Nankai e institutos de trayectoria investigativa como el China Institute of International Studies organizaron eventos y publicaron textos de gran impacto sobre la importancia del soft power para China.

El profesor Ye Zicheng de la Universidad de Pekín, ha sostenido que China debe fortalecer su poder blando en las áreas de política, economía y política internacional con miras a evitar seguir los pasos de la Unión Soviética. En su opinión, la Unión Soviética colapsó por la debilidad de su soft power y el incremento resultante de la influencia internacional, a pesar de ser el poder militar más fuerte del mundo a la par con los Estados Unidos en ese momento.

En particular la introducción de la teoría del Ascenso Pacifico de China en 2003, y posteriormente la construcción de “un mundo armonioso” y el fortalecimiento de la diplomacia pública, ayudaron decisivamente a configurar el uso del poder blando dentro de una política nacional amplia. En 2007 el presidente Hu Jintao expresó en el 17º Congreso del Partido Comunista que China necesitaba incrementar su poder blando.

El soft power se ha venido transformando como concepto en China y ha adquirido características sínicas. De hecho Joseph Nye al final de la Guerra Fría si bien lo concibió como una expresión de la capacidad que tiene un actor de obtener lo que quiere en el entorno internacional a causa del atractivo de su cultura antes que de la influencia militar o económica, en China el concepto se viene transfigurando. En un corto periodo de tiempo, China parece haber creado una estrategia sistemática y coherente desde el soft power, y una serie de herramientas para implementar dicha estrategia. Entre dichas herramientas, particularmente su diplomacia pública y su creciente ayuda (aid) y comercio, han desarrollado una significativa influencia. Pero en la medida en que China se ha venido convirtiendo en una presencia global, ha dado pasos para ejercer su influencia blanda o soft: adhiriéndose a instituciones multilaterales, apoyando la conservación de la paz mundial, luchando contra el tráfico humano y el de las drogas ilícitas, pero también impulsando el crecimiento económico en América Latina y África.

Para China el poder blando significa entonces ya no lo que Nye en su momento circunscribió, sino todo aquello que está fuera del poder militar y de la esfera de la seguridad. Se incluyen entonces dentro del poder blando no solo la cultura y la diplomacia pública, sino también las medidas económicas.

Es en el Sudeste Asiático donde se puede evidenciar más fácilmente el soft power de China. Beijing primero concentró su poder en esta región antes de buscar nuevos horizontes en África y América Latina. Esta influencia se manifiesta en la migración china a estas regiones, la difusión del idioma chino mandarín, la concentración de grandes cantidades de capital en manos chinas, el fortalecimiento de la inversión y el intercambio comercial.

Un proceso similar se está experimentando en África y Latinoamérica. La inversión extranjera directa procedente de China es creciente, los intercambios comerciales se han multiplicado de manera exponencial, los Institutos Confucio se están multiplicando por el mundo mientras decenas de miles de africanos y latinoamericanos están dirigiéndose a China para realizar estudios de idioma chino y de posgrado. Se trata de una migración de tipo educativo que está creciendo a una gran velocidad.

La historia de la organización de Cooperación de Shanghai puede enseñar varias lecciones al respecto y sobre el crecimiento de China y la relación con EU. En muy corto tiempo, China amasó un significativo soft power en Asia Central a través de la diplomacia formal, la diplomacia pública, la inversión y otras herramientas. En la medida en que el rol de China se expandió en Asia Central, la región se hizo más importante tanto para China como para EU y el resto del mundo. La región para EU se ha convertido en una fuente de reservas energéticas y escenario para ejercer su papel en la Guerra contra el terrorismo. Entre tanto, para China, Asia Central es crucial no solo por sus recursos, sino también como alianza en organizaciones internacionales, por su comercio potencial y su posición estratégica.

Finalmente, con lo anterior puede afirmarse que China viene en un proceso de expansión en términos de ejercer influencia principalmente en los países en vías de desarrollo a través tanto del afianzamiento de su presencia económica como a través de la cultura, expresiones típicas del soft power “con características chinas”.