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Sáhara: ¿la hora de la Intifada?

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En el terreno político interno del Frente Polisario, están aconteciendo algunos cambios de dirigentes dentro de la constituida República Árabe Saharaui Democrática, cuyo secretario general y principal interlocutor es Mohamed Abdelaziz. Es cada vez mayor el auge de líderes independentistas del interior, en las zonas tomadas por el ejército marroquí, sobre la dirigencia tradicional refugiada en Argelia.
 

La rebelión de universitarios saharauis en Rabat y otras ciudades marroquíes, protestando por la represión oficial contra la población civil y representantes políticos en la región saharaui de Al Aaiún, parece augurar la reanudación de la lucha armada por parte del Frente Polisario. Esto se debe, principalmente, a que el contencioso entre Marruecos y el Sáhara occidental está, en el plano diplomático y político, prácticamente en una situación de bloqueo y estancamiento que podría alentar situaciones de violencia.

En este aspecto, el panorama luce claroscuro treinta años después de la ocupación marroquí del territorio y 14 años después del final de la guerra regional (1976-1991) y del comienzo de la mediación por parte del Consejo de Seguridad de la ONU. Hoy día, en un mundo dominado por la estrategia internacional contra el terrorismo desarrollado por EEUU tras el 11-S de 2001, la ecuación geopolítica parece favorecer a Marruecos en detrimento de las demandas de autodeterminación del pueblo saharaui. A ello se le deben agregar intereses económicos, especialmente energéticos, que complican aún más la solución del conflicto.

Momento de definiciones

En el marco del mundo de la “posguerra fría” y del 11-S, donde la confrontación Este-Oeste y la acción del Movimiento de los No Alineados ha dado paso a una difusa y compleja reestructuración del sistema internacional, los acontecimientos entre Marruecos y el Sáhara occidental han sufrido algunos cambios desde el punto de vista diplomático pero escasas modificaciones del status quo adoptado en 1975, tras la retirada española del Sáhara occidental.

En primer lugar, la configuración de apoyos internacionales a la causa saharaui han sido escasos desde el final de la lucha armada en 1991. Salvo movimientos sociales que reconocen formalmente la autodeterminación de este pueblo y que constantemente realizan contactos humanitarios y culturales con su población, no existe una red de apoyo diplomático constante y fuerte, salvo el que le pueda ofrecer Argelia, país que junto a Libia hizo propia la causa saharaui desde mediados de los ochenta.

La presencia de refugiados saharauis en el campamento argelino de Tinduf ha sido un elemento esencial en la relación de Argel con los saharauis desde hace más de una década y también motivo de enfrentamientos diplomáticos con su vecino marroquí. Pero el mundo “post-11-S” ha inclinado la balanza más a favor de las demandas marroquíes, lo que también ha variado la posición argelina. El reino alauita es fiel aliado estratégico de Washington en la lucha contra el terrorismo, debido al temor en el gobierno del rey Mohammed VI a que aumente la presión islamista en el sistema político marroquí.

En este sentido, Rabat ha iniciado lentamente una serie de reformas internas para tratar de aplacar el avance islamista y satisfacer las demandas de democratización. Sin embargo, persisten las denuncias de atropellos y abusos contra simpatizantes islamistas. A diferencia de la vecina y rival Argelia, donde una cruel guerra civil entre el gobierno y los simpatizantes islamistas del Frente Islámico de Salvación finalizó con la derrota de éste y la neutralización del ascenso islamista, Marruecos corre el riesgo de verse inmerso en una rebelión de elementos islamistas.

Sin embargo, Rabat ha fracasado en utilizar el problema del Sáhara como parte de la ecuación de la guerra contra el salafismo islámico, al querer expandir una imagen de presencia islamista en las demandas de autodeterminación saharauis.

Consciente del apoyo formal de Washington y de cierto beneplácito de Francia, el régimen de Mohammed VI se ha visto ligeramente reforzado en su posición de aplacar los sentimientos de autodeterminación saharaui. Rechazó del plano las disposiciones del “plan Baker II” instaurado por la ONU para buscar una solución democrática mediante referéndum. Ha acelerado la aprobación legislativa de una “ley de partidos políticos” en la cual se prohíben los partidos regionalistas, étnicos y confesionales, lo cual minaría las aspiraciones no sólo saharauís sino las del pueblo bereber. El rey alauita rechazó directa y contundentemente el derecho de autodeterminación del Sáhara occidental, apostando ante la ONU por la vía de la anexión territorial como única alternativa. Este planteamiento ni siquiera lo llegó a formular, en algún momento, su padre, el rey Hassán II.

En la votación para la resolución del Sáhara en la Asamblea General de la ONU en diciembre de 2004, tan sólo 50 estados apoyaron el derecho saharaui (entre los que se incluyen Rusia y Argelia), mientras unos 100 estados se abstenían, mostrando indiferencia ante la problemática. Otros estados optaron por ausentarse de la Asamblea. El debilitamiento político de las pretensiones saharauis, la situación de bloqueo diplomático, la inefectividad de la ONU para buscar alternativas y la posibilidad de una reanudación de la lucha armada por parte del Frente Polisario (a pesar de no contar con apoyo militar externo), motivó que el secretario general de la ONU, Kofi Annan, declarara su preocupación por el deterioro de la situación, mediante un informe en enero pasado(1).

En abril pasado finalizó el período de mandato de la misión de paz de la ONU en el Sáhara occidental, la Minurso, por lo que el Consejo de Seguridad debía votar una prórroga de la misma. Annan acusó también a Marruecos y el Frente Polisario de violar los acuerdos militares estipulados tras el alto al fuego de 1991.

Cambios en la cúpula política saharaui

En el terreno político interno del Frente Polisario, están aconteciendo algunos cambios de dirigentes dentro de la constituida República Árabe Saharaui Democrática, cuyo secretario general y principal interlocutor es Mohamed Abdelaziz. Es cada vez mayor el auge de líderes independentistas del interior, en las zonas tomadas por el ejército marroquí, sobre la dirigencia tradicional refugiada en Argelia.

Aquí surge con fuerza la figura de Alí Salem Tamek sobre líderes históricos como Mohamed Dadach. La acciones de esta nueva y joven dirigencia están derivando hacia posiciones cercanas a la reanudación de la lucha armada. Por el contrario, las facciones saharauis más ligadas a Marruecos, como la Asociación Sáhara Marroquí, que militan contra la independencia, intentan junto a las autoridades marroquíes, controlar el ascenso de esta dirigencia. A Tamek le acusan de provocar las manifestaciones universitarias en Rabat, Marraquech y Agadir(2).

Para realizar una demostración de fortaleza y presencia en el espectro político y militar, el Frente Polisario realizó hace dos semanas una parada militar en Tifariti, en pleno desierto saharaui, con motivo del 32 aniversario de la primera acción armada del Polisario. El desfile, en el que participaron 3.500 de los 20.000 efectivos estimados de la fuerza armada saharaui, buscaba recordar al gobierno marroquí la necesidad de que aceptase el plan Baker II y a la ONU la asunción de “sus responsabilidades y compromisos ante el actual laberinto de tensión e inestabilidad”(3).

El “oro negro” del Sáhara

Otro aspecto a resaltar de esta parada militar es que el Frente Polisario intenta abrir un nuevo canal internacional que mine su aislamiento, realizando un llamamiento a las multinacionales de gas y petróleo para la explotación de estos recursos, recientemente descubiertos en el Sáhara occidental.

En este sentido, el Frente Polisario utiliza una imaginativa mezcla de la soberanía territorial con los intereses energéticos para conseguir nuevos apoyos internacionales a sus reivindicaciones, forzar un lobby en las multinacionales que permita establecer presiones a Marruecos y la ONU para la reanudación de los compromisos de paz.

Compañías como las australianas Vision Oil and Gas, Petroleum y Orphir, la británica Premier Oil y la surafricana Sasol, ya habían mostrado su interés a la oferta del Polisario. Anteriormente, Marruecos había logrado acuerdos con la francesa TotalFinaElf y la estadounidense Kerr McGee, para la exploración y explotación de gas y petróleo(4). Pero, como existen problemas políticos para la resolución del litigio territorial, la actividad de estas multinacionales y otras empresas interesadas en hacer negocios pudiera restringirse, complicando la decisión marroquí de anexionarse territorialmente el Sáhara occidental.

En julio de 2004, el representante estadounidense de comercio, Robert B. Zoellick, declaró que el acuerdo de libre comercio entre EEUU y Marruecos “se aplicará al comercio y las inversiones en el territorio de Marruecos internacionalmente reconocido y no incluirá al Sáhara occidental”. Zoellick trabajó durante años con James Baker y conoce la problemática saharaui(5).

Desde cualquier punto de vista, la problemática saharaui entra en un peligroso período de estancamiento e incertidumbre, precedido por la inefectividad de la ONU, la intransigencia de Marruecos y el semi-aislamiento internacional del Frente Polisario. El fragil equilibrio en el Sáhara occidental se debate entre la solución pacífica o el retorno a la lucha armada.


Notas:

(1) “Marruecos y el Polisario violan los acuerdos militares en el Sáhara, según Annan”, El País, 21 de abril de 2005.

(2) “El sueño de una Intifada saharaui”, El País, 22 de abril de 2005.

(3) “El Polisario amenaza con reiniciar la lucha armada”, El Mundo, 22 de mayo de 2005.

(4) Xulio Ríos, “Areas negras”, A Nosa Terra, nº 1.177, del 26 de mayo al 1 de junio de 2005.

(5) Carlos Ruiz Miguel, “Sáhara Occidental 1975-2005: cambio de variables de un conflicto estancado”. Análisis del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos. 30 de marzo de 2005. http://www.realinstitutoelcano.org/analisis/imprimir/711imp.asp.