Sesión anual del Parlamento chino: de vuelta al campo

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El asunto central que ha acaparado el debate de estas sesiones anuales ha sido la necesidad de dirigir la atención de la reforma a la mejora de la situación en el campo y, en general, a los asuntos sociales, a fin de corregir algunos de los principales efectos indeseados de la reforma. No olvidemos que en el campo chino viven aún 750 millones de personas, en condiciones de subdesarrollo. Como es sabido, las diferencias entre las zonas urbanas y las rurales se han disparado en los últimos años, no solo en materia de ingresos, también en los ámbitos de la educación, la atención sanitaria, etc.
 

En las reuniones anuales que habitualmente celebran en los primeros días de marzo la Conferencia Política Consultiva del Pueblo Chino (CCPPCh) y la Asamblea Popular Nacional (APN), se ha producido un debate importante. Hasta el punto de que bien podemos hablar de que la reforma china ha entrado en una nueva fase en la que, como al principio de la gaige y la kaifang, el campo volverá a ser el principal protagonista, sentando las bases de una nueva transformación del país y de una segunda ola de desarrollo, que repercutirá ostensiblemente también en el medio urbano.

Los acuerdos principales

El martes 14 de marzo, la APN aprobó los principales cambios de la política económica. Un día antes se habían cerrado las sesiones de la CCPPCh. En ambos encuentros, la plana mayor del Partido Comunista Chino (PCCh) y del Estado, ante casi tres mil diputados en un caso y más de dos mil consejeros en otro, lograba, como era de esperar, el beneplácito a las políticas diseñadas en otoño último por el Comité Central del Patido Comunista de China (PCCh). Ambos instrumentos, la primera y la que podríamos llamar, segunda Asamblea, tienen para el régimen la principal, y prácticamente exclusiva, utilidad de legitimar sus políticas. En el caso de la APN, sus diputados representan la soberanía popular. En el caso de la CCPPCh, se trata de una organización patriótica que expresa y concreta el mecanismo de cooperación multipartidista y de consulta política con otros partidos, con expertos, con líderes sociales, etc, aunque sin ningún atisbo de desafío político para el régimen, instituido sobre la máxima del rechazo a la alternancia en el poder y la postulación de la coparticipación en la gestión pública.

Entre la primera y la segunda asamblea existen algunas diferencias. En el caso de la CCPPCh, sus miembros son designados, no elegidos, y su poder es menor, aunque su libertad para expresarse es mucho mayor, y sus propuestas tienden a ser más innovadoras que en el caso de la APN, donde las posibilidades de improvisación son realmente escasas. A título de ejemplo, el informe de actividad del gobierno fue aprobado con el 98,86% de los votos de los 2.891 diputados presentes(1).

El asunto central que ha acaparado el debate de estas sesiones anuales ha sido la necesidad de dirigir la atención de la reforma a la mejora de la situación en el campo y, en general, a los asuntos sociales, a fin de corregir algunos de los principales efectos indeseados de la reforma. No olvidemos que en el campo chino viven aún 750 millones de personas, en condiciones de subdesarrollo. Como es sabido, las diferencias entre las zonas urbanas y las rurales se han disparado en los últimos años, no solo en materia de ingresos, también en los ámbitos de la educación, la atención sanitaria, etc. La mitad de las aldeas chinas no disponen de agua potable, más del 60 por ciento de las familias rurales no tienen cuartos de baño. Unos 150 millones de familias residentes en el campo tienen dificultades para acceder al suministro de combustible. La comunicación por carretera, el servicio eléctrico o telefónico, etc, presentan grandes carencias en muchas zonas del país, según reconocen las propias autoridades. Según el Banco Mundial, 200 millones de ciudadanos chinos viven con menos de un dólar al día y, extraoficialmente, las diferencias de renta entre los habitantes rurales y urbanos se sitúan en la proporción de 1 a 6. Esa polarización social, tan acusada, constituye una auténtica bomba de relojería para el proceso de reforma en China.

Zhu Qingsheng, viceministro de salud pública, reconoce, por ejemplo, que en las regiones occidentales de China, en torno al 80 por ciento de las personas que caen enfermas mueren en su casa, simplemente porque no pueden costearse la atención del hospital(2). El costo medio de hospitalización en las zonas rurales equivale al ingreso anual per cápita. El número de clínicas de cantón y poblado apoyadas por el Estado y con financiación colectiva se ha reducido de forma considerable en los últimos años. Donde existen, los equipos son anticuados y las carencias de medicamentos están al orden del día. En esta asamblea se han oído veces reivindicando el restablecimiento del sistema vigente hasta su derrumbe a comienzos de los años 80. Pero no faltan escépticos sobre la viabilidad del proyecto, ya que tanto las condiciones materiales como la mentalidad social ahora son otras, muy distintas a las vigentes entonces.

La vida en el campo chino se ha hecho muy ingrata en los últimos años, a pesar de las ligeras mejoras registradas. El agravio comparativo en relación al medio urbano se ha exacerbado. Además, mientras se han ido elevando los costes del consumo y los aperos y demás material para los usos agrícolas, el precio de los cereales ha descendido. Las calamidades naturales y la falta de inversiones estatales han agravado sus condiciones de vida. Solo la reciente supresión de los impuestos, en diciembre último, ha podido aliviar sus penas, permitiendo al gobierno ganar algo de tiempo y confianza para recuperar el crédito perdido en el medio rural.

En general, el medio rural se ha beneficiado muy poco del elevado desarrollo urbano. Según el Libro Azul de la Academia de Ciencias Sociales, por ejemplo, la prosperidad de los municipios autónomos de Beijing o Tianjin, no ha repercutido de forma favorable siquiera en las zonas próximas de la provincia de Hebei, que circunda estas dos grandes urbes. En esta provincia, hasta 32 cantones pueden clasificarse como zonas pobres; en ellos sobreviven 2,73 millones de personas con menos de 100 dólares al mes, de un total de 10,65 millones de habitantes(3).

Esa falta de expectativas está en el origen del éxodo rural. Se estima, oficialmente, que unos 120 millones de trabajadores rurales han abandonado las zonas agrícolas para procurar fortuna en las ciudades. Como consecuencia, entre otros muchos efectos, 23 millones de niños de padres emigrantes viven solos en su tierra natal. La falta de cuidado paterno provoca desórdenes psíquicos y dificultades en el estudio, según destaca un reciente estudio de UNICEF(4).

Previamente a la reunión de la Asamblea, Ma Kai, ministro de la Comisión Nacional para la Reforma y el Desarrollo, señalaba las principales prioridades de la economía china para los próximos años:

a) Mantenimiento del ritmo rápido y firme del crecimiento económico, acentuando el control macroeconómico, persistiendo en la aplicación de las políticas fiscales y monetarias, vigilando estrechamente las inversiones, estimulando el consumo y equilibrando la oferta y la demanda de carbón, electricidad y petróleo.

b) Lanzamiento del proyecto del nuevo campo socialista, en base al principio de “dar más y tomar menos”, mediante la creación de un mecanismo que estimule a la industria y al medio urbano a realizar inversiones en la agricultura y en las zonas rurales. Además de asegurar la producción de granos, se propone mejorar los ingresos de los campesinos, los servicios públicos y las infraestructuras en materia de agua, gas, electricidad y carreteras.

c) Impulsar la innovación tecnológica, a fin de fortalecer el progreso nacional de forma más independiente, concediendo prioridad a la fabricación local de los principales equipamientos, impulsando el sector servicios y prestando más apoyo a las industrias de tecnología punta.

d) La transformación del modelo de crecimiento alcanza también al medio ambiente, de forma que se apoyarán más las iniciativas orientadas a mejorar el ambiente ecológico y se promoverá una utilización más eficaz de los recursos.

e) Perseverar en la reforma de los ámbitos considerados clave y aún en fase de transición: sistema de inversiones y de precios, la administración, las empresas estatales, el desarrollo rural, el sistema fiscal, etc.

f) Iniciar la construcción de una sociedad armoniosa, es decir, concediendo prioridad al establecimiento de un sistema de seguridad social universal, al empleo, a la seguridad en el trabajo y, en general, a la satisfacción colectiva de las necesidades sociales básicas.

Según Ma Kai, el PIB de China podría alcanzar los 3.200 mil millones de dólares en 2010 y el PIB por habitante en torno a los 2.400 dólares (1.700 en 2005). Por otra parte, la renta media disponible en 2010 podría ser de 13.390 yuanes en las urbes y de 4.150 yuanes en las zonas rurales (1.375 y 425 euros en 2005). Según los objetivos del nuevo Plan quinquenal, de aquí a 2010 se proporcionará agua potable a 100 millones de residentes en las zonas rurales (un tercio de las necesidades existentes) y el acceso al servicio eléctrico a 3,5 millones de hogares. El sistema de cooperativas médicas cubrirá el 80% de las zonas rurales frente al 23% actual. Las partidas destinadas a la enseñanza, que actualmente representan el 3,41% del PNB, supondrán el 4% en 2010. Además, en 2007, los poderes públicos tomarán a su cargo la financiación de los nueve años de escolarización obligatoria de los alumnos de las zonas rurales, lo que afectará a unos 160 millones de escolares, con un incremento del gasto educativo a nivel central equivalente a 22,3 millones de euros.

Pese a sus buenas intenciones, las propuestas del gobierno están lejos de incorporar soluciones para los nuevos problemas. Por ejemplo, después de 20 años de la política de hijo único, la población china ha comenzado a envejecer en 1999. China será vieja antes que rica, caso único en la historia. Su poblaciòn activa va a decrecer a partir de 2015 y podría reducir de 1% a 2% por año su crecimiento a largo plazo. Pero hoy el problema es otro. A finales de 2004, los mayores de 60 años alcanzaban los 143 millones, cerca del 11% de la población total, lo que supone una cifra aceptable. De aquí a 2020, las autoridades chinas estiman un aumento anual medio de este tramo de edad en torno a los 6 millones de personas. El número de mayores de más de sesenta años debería crecer más de prisa entre 2020 y 2050, alcanzado un pico de 437 millones, lo que supondría el 30% de la población. La población activa debería alcanzar su techo máximo en 2010-2013, en torno a los 900 millones de personas. Ese estancamiento o su retroceso, unido al crecimiento acelerado de la población de más de sesenta años, deberían frenar el dinamismo de la economía china. China no está preparada para afrontar este problema.

En el ámbito laboral, el desempleo es un problema que no tiene fácil solución. En 2006, se prevé una demanda de 25 millones de nuevos puestos de trabajo, de los cuales, la mitad, corresponderían a desempleados del sector estatal. La citada Comisión contempla la creación de un máximo de 11 millones de empleos en 2006.

La seguridad en el trabajo constituye otra preocupación destacada. El propio primer ministro, Wen Jiabao, en su alocución a los tres mil diputados, señalaba, refiriéndose a este asunto, que la situación es “terrible”, calificándolo como uno de los cinco problemas más importantes que afectan al desarrollo económico y social de China en el momento presente. La seguridad en las minas de carbón, por ejemplo, será un gran desafío a largo plazo para China, ya que una gran proporción de las minas hulleras del país son de pequeño tamaño, con pobres condiciones de trabajo, y a los dueños y mineros les faltan conocimientos de seguridad. Las estadísticas oficiales muestran que China registró 3.341 accidentes en las minas de carbón el año pasado, dejando un saldo de 5.938 muertos. Ante esta situación, el gobierno chino cerró 5.243 minas en 2005, unas por ser ilegales y otras por no cumplir con las medidas de seguridad necesarias.

De lo social a lo ambiental

El impulso social será la clave de los próximos años. En la actualidad, China es uno de los pocos países que dejan la responsabilidad de la financiación de la protección de la salud, de la seguridad social y de la educación en manos de las autoridades locales. Ello es consecuencia, entre otros, de varias décadas de una descentralización que ha sido impulsada desde el poder central, rompiendo moldes con esa idea de una China monolítica y con una autoridad central fuerte. Cada nivel administrativo (ya sea provincia, región autónoma, zona administrativa especial o municipio subordinado al poder central) dispone de su propio aparato burocrático, con sus propios objetivos, y rivalizan incluso con la autoridad central, cuyas exigencias no siempre son atendidas.

Una mayor apuesta por la educación debe ser el símbolo de la nueva sensibilidad gubernamental, especialmente en las zonas rurales. El estado se propone garantizar la escolarización obligatoria de 9 años en el campo, delimitando con mayor claridad que parte debe aportar la hacienda central y cual las haciendas territoriales. China dedicará este año 20 veces más recursos que el año pasado a este tema, lo que constituye un esfuerzo significativo.

¿Puede afectar negativamente esa vuelta al campo al crecimiento chino? No parece que así sea. China no va a paralizar la política iniciada a finales de los años setenta. El primer ministro Wen Jiabao lo expresaba claramente en su conferencia de prensa al final de la Asamblea: no habrá vuelta atrás(5). Y tampoco se irá necesariamente más despacio, sino que se tratará de ajustar el paso para evitar el colapso en las zonas y en aquellos asuntos que habían sido descuidados en los tres últimos lustros.

De hecho, de aquí a 2010 se plantea un índice de crecimiento anual del PIB del 7,5% (8% en 2006 y 9,9% en 2005), frente al 9,5% del lustro anterior, duplicando nuevamente el valor global del PIB en 2010. Por otra parte, se cifra el incremento del ingreso disponible per cápita de los habitantes de las ciudades y poblados en un 5% por año, dando ocupación laboral a 45 millones de personas, con el objeto de controlar la elevación de la tasa de desempleo, que comienza a ser muy visible en algunas ciudades.

En el ámbito del medio ambiente, se plantea la reducción en un 20% del consumo de recursos energéticos por cada unidad del PIB; también la reducción del consumo de agua en la industria en un 30%, y otras medidas similares con el objeto de reducir los costes ambientales de la reforma.

Según se expresa en su informe anual, la Academia de Ciencias Sociales ha propuesto el pasado 1 de marzo un baremo que permita estandarizar las medidas de consumo de energía y de recursos. Su estudio refleja la enorme distancia existente en China entre las provincias de la costa, más desarrolladas, y las del Oeste, muy retrasadas también en cuanto a la eficacia en el uso de los recursos energéticos. En otro estudio, la Academia, después de analizar la situación en las 59 economías más avanzadas y que representan el 93% de la economía mundial, China se situaba en la posición 56 en cuanto a la eficacia del consumo de energía y emisión de contaminantes. La economía china, concluye, es muy consumidora de energía y letal para el medio ambiente.

No lo tendrá fácil el gobierno, ni le resultará barato, si tenemos en cuenta que en el país existen multitud, varias decenas de miles, de fábricas químicas mal ubicadas, sin equipamientos medioambientales. A sus elevados costos de funcionamiento habría que sumar ahora los contemplados ante cualquier hipótesis de traslado que en muchos casos será indispensable para reducir los impactos ambientales.

Otra idea expresada en la Asamblea consiste en la postulación de un cambio en el modelo de crecimiento. China aspira a algo más que ser el taller del planeta y prestará a partir de ahora más atención a la innovación técnica. No es solo un problema económico o científico, es una cuestión, ante todo, de preservación de la soberanía nacional. China no quiere depender del exterior más de lo estrictamente necesario, y ahora considera llegado el momento de innovar, construyendo su propio tren de alta velocidad o sus propios aviones, dejando de comprar equipos y librándose de la tutela extranjera en la medida de lo posible. Naturalmente, esta expresión de voluntad debe ir acompañada de una mayor inversión en investigación y desarrollo, abriendo oportunidades de trabajo para los 700.000 ingenieros que licencia cada año.

Como expresión de este objetivo, en una conferencia de prensa celebrada en Beijing el 8 de marzo, el ministro de ferrocarriles, Liu Zhijun, anunciaba que el proyecto de tren de alta velocidad entre Beijing y Shanghai será desarrollado con tecnologías propiamente chinas, al menos en más del 70%. Es la primera vez que en un gran proyecto de infraestructura se plantea la mitigación de la participación extranjera. En un primer momento, incluso se llegó a excluir de forma total(6). Con ello se trata de estimular activamente la creatividad y la capacidad de innovación.

Entre los temas que se han quedado fuera de la agenda, destaca la regulación de la propiedad privada, que muchos daban por segura en esta sesión(7). Ocho años lleva en gestación el proyecto legislativo, sin que la controversia haya cedido en lo más mínimo. El partido ha decidido trasladar el debate a octubre próximo, cuando se reúna el Comité Central. Recientemente, algunas voces, como la del profesor de la universidad de Beijing, Gong Xiantian, se habían expresado muy críticos con a intención de rehabilitar la propiedad privada, mientras que otros, como Zuo Dapei, economista de la ACS, alertaba sobre la legitimación que supondría de las apropiaciones ilegales de los bienes públicos llevadas a cabo por autoridades de diversos niveles y en beneficio propio. Este es el gran debate ideológico pendiente en la reforma china. Hu Jintao se ha propuesto afrontarlo durante su mandato.

La adhesión de los cuadros locales a la nueva política

¿Permitirá el giro actual acallar las críticas internas por los efectos indeseados de la reforma? Es probable que se moderen. Socialmente, abre un paréntesis que debe servir para amortiguar los conflictos. En el ámbito partidario, se da satisfacción a aquellos sectores que, sin oponerse globalmente a la reforma, en los últimos años han alertado sobre las negativas consecuencias de algunas políticas que debían ser objeto de análisis y modificación.

Las reformas, excesivamente rápidas y radicales para algunos, no han beneficiado a todos por igual y han abierto una brecha social significativa que ya muestra repercusiones políticas en forma de disturbios y descontento social. Frente al dúo Jiang Zemin-Zhu Rongji, el tándem Hu Jintao-Wen Jiaobao, expresan, por vocación o necesidad, una mayor sensibilidad hacia las cuestiones sociales. Hu inició su mandato al frente del PCCh en noviembre de 2002 hablando de armonía y de prosperidad común, y no parece que ese discurso pueda catalogarse simplemente de populista, pues, o se dota de contenidos, y así parece, o la irrupción de una nueva inestabilidad puede hacer tambalear su mandato. El nuevo campo socialista puede facilitar los consensos internos y externos.

Probablemente, será más difícil la gestión del cambio con los cuadros locales y los empresarios que, de forma cómplice, campaban a sus anchas por el medio rural, ignorando los derechos de los campesinos. Buena parte de los disturbios registrados en el último año y del profundo malestar de los habitantes de las zonas rurales reside en la indefensión ante los abusos de las autoridades que a través de impuestos ilegales, extorsiones y la expropiación de tierras que cultivan los campesinos, pero de propiedad pública aún, les empujaban a la desesperación. El gobierno ha prometido afrontar los problemas que originan el descontento y actuar contra quienes expropian la tierra de los campesinos para lucrarse ilegalmente, indemnizando a los usufructuarios con precios agrícolas para venderla después a las empresas incrementando en más de 40 veces el valor que han pagado a los campesinos.

No va a resultar fácil atraer a los cuadros locales a la nueva mentalidad. Ahora deben comprender que ya es hora de pasar página del capitalismo salvaje de la anterior etapa, e implementar un modelo de desarrollo que tenga en cuenta el bienestar general de la población y el medio ambiente. La magnitud y el empeño en la introducción de medidas correctoras nos indicarán cuánto de sinceridad e interés real existe en las formulaciones gubernamentales aprobadas en esa Asamblea.

Quizás para poner el parche antes de la herida, de abril a octubre, una nueva campaña interna que afectará a los organismos públicos, incluido el ejército, y partidarios, se encargará de mantener la guardia frente a la corrupción. Los miembros del PCCh alcanzaban a finales de 2005 la cifra de 70,8 millones de personas, de las que 2,5 millones se habían afiliado en el último año, toda una legión de activos con acceso a múltiples recursos de todo tipo, lo que constituye una tentación para la corrupción. En el año 2004, casi 200 funcionarios del gobierno central han sido objeto de sanción por malversaciones de fondos públicos que sumaron en total 9,1 mil millones de yuanes. Este fue el resultado de una auditoria que afectó a 38 departamentos del gobierno. En las sesiones de la CCPPCh una proposición, recogida por algunos medios, denunciaba los excesos de la administración a todos los niveles en materia de banquetes y de construcción de despachos lujosos, que habían costado, en 2005, el equivalente a 102,5 millones de euros.

Conclusión

En China, las grandes transformaciones casi siempre han procedido del campo. La reforma dio sus primeros pasos y cosechó sus primeros éxitos en las zonas rurales. La potencialidad de cambio de las zonas rurales, donde aún residen, no lo olvidemos, el 70% de la población, es enorme, y puede animar, posteriormente, un nuevo impulso de la modernización urbana. El éxito de ese cambio animará la demanda interior y propiciará el establecimiento de una económica más fuerte y más sólida, aseguraba el primer ministro, Wen Jiaobao.

Ha habido menciones en la Asamblea a otros temas, como el rechazo a una nueva reevaluación del yuan; la reiteración de que el Estado mantendrá el control mayoritario de la banca pública, que ha sido abierta a la participación de capital extranjero; o el problema de Taiwán. Conviene señalar también que se ha ratificado la decisión del Tribunal Popular Supremo de tratar públicamente los casos de pena capital en segunda instancia, a partir del próximo 1 de julio, lo que puede mejorar un poco la situación de los derechos humanos en China.

El incremento del presupuesto de defensa (14,7% oficialmente), mantiene su ritmo ascendente, pero prudente en términos generales. No parece que Beijing esté interesado en abrir una nueva guerra fría con EEUU. Su guerra y sus estrategias son otras y pasan por el desarrollo de su economía.

La magnitud de la reorientación permite asegurar que nos hallamos ante el segundo gran ajuste de la reforma iniciada a finales de los años setenta. El primero de dichos ajustes se produjo a finales de los ochenta, después de los sucesos de Tiananmen. Según fuentes oficiales, las acciones de protesta aumentaron casi el 20 por ciento en 2005.

En los últimos años, más de 200 millones de personas han emigrado del campo a las ciudades y ello ha generado un sinfín de problemas nuevos que hasta el momento no han encontrado solución adecuada. Esa carencia está animando la autoorganización de los afectados que ante la inexistencia de posibilidades legales, optan por una combinación de protesta abierta y creación de empresas de servicios parasindicales. En el campo, según las últimas estimaciones, quedan unos 750 millones de personas, que serán 600 millones hacia 2030. China no puede resistir otro proceso similar al vivido en los pasados veinticinco años sin caminar con las dos piernas, como decía Mao, atendiendo solo al crecimiento y descuidando la justicia social. Por eso, Mao es aún recordado con afecto en el campo chino, mientras que Deng provoca más indiferencia y escaso entusiasmo.

Quizás por ello, durante la fiesta de la primavera de este año, Hu Jintao viajó a Yenan, en la provincia de Shaanxi, en la que fue una importante base del Partido Comunista antes de tomar el poder. Allí pidió al gobierno local que apoyara más a los campesinos para que puedan beneficiarse de forma tangible del desarrollo. Ser campesino en la China del megacrecimiento equivale aún a ser pobre. El campo sigue siendo el hogar de la mayoría de las personas de baja renta y pauperizadas según los estándares internacionales. La visita a Yenan de Hu plantea un doble mensaje. De una parte, su Partido y su gobierno, aún coqueteando con los nuevos ricos y empresarios, no se olvida de su base social primera. De otra, este compromiso no es coyuntural, reviste un carácter sagrado, como lo fue la misión revolucionaria de aquellos dirigentes que habían acometido la Larga Marcha y que dieron lugar al llamado espíritu de Yenan. La década de Yenan sentó las bases del triunfo maoísta y esta vuelta de Hu a Yenan podría querer significar que también ahora el Partido Comunista hará lo imposible por triunfar sobre la adversidad, apoyando (y apoyándose) en los más débiles.

La lectura política que se hace en el entorno de Hu implica una doble crítica. En primer lugar, a su antecesor, Jiang Zemin, que en su larga década de reinado (casi tres lustros) descuidó de forma absoluta la demanda de una mayor justicia social. Primero eficacia, después justicia, se repetía hasta la saciedad. El crecimiento lo arreglaría todo. Jiang Zemin temía que pudieran surgir problemas con la nueva clase empresarial emergente, y por ello dio su apoyo a la teoría de las tres representaciones, para dar cabida en el Partido a quienes bien pudieran tener la tentación de construir plataformas rivales. Pero, finalmente, el problema no parece surgir de las filas empresariales, sino de la inmensa masa de descontentos que anhela beneficiarse del crecimiento y recibe con creciente indignación las manifestaciones de corrupción y los abusos.

Pero la crítica no se acaba ahí. Estamos en el primer ajuste de cuentas con Deng Xiaoping, el padre de la reforma china. Deng, se dice ahora, no tuvo en cuenta tampoco, a pesar de su afinado cálculo e inteligencia, la enorme magnitud de los desequilibrios generados por su política. Enriqueceos, decía, a sabiendas de que unos lo harían antes que otros y que no todos podrían hacerlo al mismo tiempo, pero infravaloró las consecuencias y no dispuso a tiempo los mecanismos correctores necesarios.

Los cambios que ahora se proponen, excluyendo cualquier atisbo de reforma politica, denotan la toma de conciencia en el aparato político del equivocado rumbo que seguía la reforma. Ahora falta por ver que se es capaz de gestionar el cambio de rumbo imponiendo a los respectivos grupos de poder las nuevas consignas, lo que dará cuenta también del grado de autoridad y cohesión existente y, a sensu contrario, del espacio que puede restar para explicitar las disensiones internas.


Notas:

(1) Xinhua, 14 de marzo de 2006.

(2) China Hoy, marzo de 2006.

(3) Academia de Ciencias Sociales de China, http://www.cass.cn/.

(4) China Hoy, marzo de 2006.

(5) Xinhua, 14 de marzo de 2006.

(6) Xinhua, 8 de marzo de 2006.

(7) En Libération, 7 de marzo de 2006.