20040303chen shui bian campanha presidencial

China-Taiwán: ¿armarse para el diálogo?

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El tránsito de la indiferencia calculada al alejamiento hostil se acentúa al anunciar Chen Shuibian la posibilidad de convocar un referéndum en 2004, coincidiendo con la elección presidencial. A partir de ese momento, China combina ignorancia y denuncia, cuestionando la palabra de Chen y sus compromisos del discurso de investidura de mayo de 2000, procurando minar su terreno a través de la potenciación de los vínculos económicos y empresariales, y movilizando toda su influencia para tratar de bloquear sus proyectos y debilitarlo políticamente. (Foto: Chen Shuibian en plena campaña presidencial el 3 de abril de 2004).
 

Las relaciones entre China y Taiwán parecen haber entrado en un nuevo tiempo, aunque con la incertidumbre que ya es característica de este particular contencioso. La derrota de Chen Shuibian, actual presidente de Taiwán, en las elecciones legislativas de diciembre de 2004 ha supuesto un respiro para las autoridades del continente que parecen dispuestas ahora a aprovechar su fracaso electoral para impulsar una tímida normalización de las relaciones bilaterales. La victoria de Chen en las presidenciales de marzo del mismo año había disparado las alarmas en Pekín, hasta entonces confiado en que el mandato del líder del PDP (Partido Democrático Progresista) supondría un pequeño y desagradable paréntesis en las relaciones entre las dos partes del Estrecho de Taiwán. Su victoria en las legislativas y el programa político anunciado, que incluía la redacción de una nueva Constitución, agravaría las tensiones en un momento en que China quería concentrarse en la preparación de los Juegos Olímpicos de 2008, año en el que Chen abandonaría el cargo pero dejando atrás una Carta Magna que enfatizaría la identidad política genuina y diferenciada de Taiwán.

Durante su primer mandato (2000-2004), la actitud de Chen hacia China se ha caracterizado por el uso de un doble lenguaje. De una parte, gestos conciliadores e invitación al diálogo, incluso con mayor énfasis del esperado, a sabiendas de la tendencia soberanista del PDP, exhibida como una marca específica e irrenunciable. De otra, implementación continuada de medidas y políticas tendentes a afirmar la identidad de Taiwán, a pesar de su creciente aislamiento internacional. El reclamo de diálogo político bilateral se formula desde una doble convicción: el principio de “una China”, hasta entonces eje de cualquier diálogo y condición indiscutible para el continente, no debería actuar como requisito previo; y, por otra parte, la asunción de que Taiwán es un país de facto independiente porque como tal actúa en la práctica.

En su discurso de toma de posesión en el año 2000(1), Chen se comprometió solemnemente a no declarar la independencia, a no cambiar el nombre del país, a no incluir en la Constitución la mención de las relaciones “de Estado a Estado” y a no convocar ningún referéndum que pudiese alterar el statu quo vigente. Todo ello siempre y cuando China se abstuviera, a su vez, de recurrir a la fuerza militar para resolver el contencioso que les enfrenta. En este contexto, para sorpresa de muchos, Chen parecía asumir una línea de clara continuidad con la trayectoria más tradicional del KMT (Kuomintang), durante décadas gestor de las relaciones bilaterales sobre la base de la postulación de una unificación pacífica, aunque sosteniendo diferentes interpretaciones del significado de esta acepción, según se había reflejado en las conversaciones de Singapur de 1993.

No obstante, conviene señalar que el empeoramiento de las relaciones entre China y Taiwán se inicia no en el mandato de Chen, sino ya durante el último mandato del KMT, cuando el entonces presidente, Lee Teng-hui, visita EEUU en 1995 y cuatro años más tarde evoca la fórmula de “relaciones especiales de Estado a Estado” para referirse a la definición del hipotético diálogo que debiera existir entre las dos Chinas, una acepción que Pekín interpreta como un deseo de acentuar la separación política de ambas entidades, en detrimento de la aspiración compartida a la unificación(2).

Lo paradójico de la evolución de las posiciones de los principales partidos políticos taiwaneses en relación al diálogo interchino es que, mientras el histórico KMT bajo Lee Teng-hui tiende a radicalizarse, del PDP de Chen Shuibian puede decirse que ha evolucionado hacia la moderación. El programa de este Partido incluía en 1991 una mención explicita a la lucha por la independencia. En vísperas de su elección, sin embargo, pasaba a afirmar que ya no sería necesario declarar la independencia porque de hecho Taiwán ya es un país independiente. Chen y Lee Teng-hui, ya alejado del KMT y con una formación política propia, la TSU o Alianza por la Unión de Taiwán, acercarán posturas a partir de 2002, cuando Chen inicia el giro en su actitud ante China a raíz del escaso eco de sus llamamientos a Pekín y de la pérdida de un aliado diplomático, la República de Nauru, en beneficio del continente. Chen habla entonces de la existencia de “un país a cada lado”, lo que se asemeja bastante a la fórmula “de Estado a Estado” de Lee. China, por su parte, como si nada hubiese ocurrido, reitera su posición: no hay más que una China en el mundo, que agrupa a Taiwán y al continente, y la soberanía e integridad territoriales son inseparables. La política taiwanesa de Pekín ha sido siempre muy conservadora y todo matiz o cambio de dirección resulta complicado, laborioso y difícil(3).

El tránsito de la indiferencia calculada al alejamiento hostil se acentúa al anunciar Chen la posibilidad de convocar un referéndum en 2004, coincidiendo con la elección presidencial(4). A partir de ese momento, China combina ignorancia y denuncia, cuestionando la palabra de Chen y sus compromisos del discurso de investidura de mayo de 2000, procurando minar su terreno a través de la potenciación de los vínculos económicos y empresariales, y movilizando toda su influencia para tratar de bloquear sus proyectos y debilitarlo políticamente.

¿Serán capaces China y Taiwán de encontrar un lenguaje común en este segundo mandato de Chen Shuibian para evitar el enfrentamiento? Existe una divergencia de fondo que parece irreconciliable. En la isla, avanzan los partidarios de la independencia y retroceden los de la unificación y ello provoca nerviosismo e impaciencia en Pekín ante la hipótesis de un aplazamiento sine die de la recuperación de la soberanía sobre la provincia rebelde. La hipótesis del conflicto militar no es descartable. China ha incrementado sus compras de armas en Rusia, en especial de submarinos y de aviones de combate, dotaciones materiales que combina con iniciativas legislativas como la ley antisecesión que será objeto de aprobación en la reunión plenaria anual del Parlamento chino que inicia sus sesiones en marzo de 2005(5).

Ambas iniciativas parecen formar parte de una batería de respuestas de Pekín, hasta ahora convencido de que la mejor política era mantener invariable la existente, pasando a retomar la iniciativa para neutralizar, en el ámbito interno, las intenciones de Chen y, en el ámbito internacional, para obtener la complicidad tácita de las principales potencias implicadas (EEUU y Japón) a su objetivo de reunificación.

La propuesta de Chen de elaborar una nueva Constitución que afirme la identidad de Taiwán constituye un gesto político de distanciamiento de la tendencia hacia la unificación. No significa obvia y explícitamente una apuesta por la independencia, pero si cabe interpretarla como una manifestación política de gran calado de rechazo a las tesis continentales. A su pesar, los resultados de las elecciones legislativas han otorgado una mayoría parlamentaria a la oposición, el campo azul, lo que dificultará mucho la realización de este propósito. Los intentos de modificar la política de alianzas del PPP (Partido del Pueblo Primero) de James Soong han fracasado. Este anunciaba en enero la renuncia a formar una coalición de gobierno con el PDP, optando por mantener su alianza con el KMT, del que se había escindido hace cuatro años. El anuncio se hacía desde EEUU y cristalizaría en la elección de cargos del nuevo Yuan legislativo(6). Con esos mimbres le resultará complicado a Chen aprobar su proyecto de reforma constitucional, pero también a China interpretar su propuesta como un gesto orientado a plasmar una proclamación independentista sui generis.

En términos generales, se diría que la correlación de fuerzas ha iniciado un giro más favorable al continente. Ello podría reavivar las tesis de los partidarios de un conflicto militar, aunque también podría reforzar las posiciones de los partidarios de ejercer una presión constante y calculada sobre Taipei y a la vez tenaz sobre EEUU procurando mantenerlos alejados del contencioso. Se trata de un equilibrio complicado, en especial para los países terceros, toda vez que la mínima señal de desentendimiento puede ser interpretado como la concesión de un cheque en blanco a las autoridades chinas para resolver la cuestión de la forma y manera que mejor consideren.

La posición de EEUU sigue siendo clave. Y en más de una ocasión, abierta e interesadamente ambigua. Si una vez se asegura que el poder de la isla no es soberano, afirmación que puede contentar a Pekín, en Washington no deja de ignorarse que una recuperación de Taiwán contribuiría de forma decisiva a fortalecer la hegemonía regional de China, lo que reduciría sus posibilidades en la zona y su credibilidad ante los demás países del Asia marítima, que quedaría, como poco, en entredicho.

Es importante en cualquier caso promover las medidas de prevención para evitar una deriva belicista del contencioso. El diálogo entre China y Taiwán, entre China y EEUU, y entre Taiwán y EEUU, debería auspiciarse para generar el necesario clima de confianza tanto a nivel político como militar, en especial entre EEUU y China. La reducción de la tensión militar en el último año en el Estrecho es inseparable de la intensificación del diálogo y la comunicación entre el Pentágono y el Estado Mayor del EPL (Ejército Popular de Liberación), que implementan medidas relacionadas con la transparencia de sus movimientos de tropas y otros elementos que ayudan a predecir las políticas militares de ambos países.

EEUU combina ese diálogo con llamadas al compromiso de otros Estados de la región a propósito de la supuesta amenaza china. Japón, fundamentalmente, que ha conocido la intrusión de la Marina china en sus aguas territoriales recientemente, está respondiendo de forma activa a esta estrategia, compartiendo ambos la idea de que el diálogo debe complementarse con una política de disuasión suficientemente creíble como para desaconsejar cualquier hipótesis de ofensiva militar. De ahí también los llamamientos a la UE para que mantenga el embargo de armas a China, a fin de evitar un acelerado desequilibrio en la correlación de fuerzas entre ambos lados del Estrecho.

EEUU, además, ha venido reforzando en los últimos años su presencia militar en el Pacífico, muy especialmente incrementando sus medios desplegados en la isla de Guam. El estacionamiento de bombarderos estratégicos B2 y la organización de grandes ejercicios militares, con medidas temporales como la presencia de caza bombarderos en Corea del Sur, etc., apuntan a un reforzamiento de la presencia estadounidense en la zona que tiene en Pyongyang una excusa perfecta para no ser contestada por Pekín.

Taiwán, por su parte, tiene crecientes dificultades para acceder a la compra de armamento sofisticado. El proyecto de adquisición de seis submarinos convencionales, una escuadrilla de 12 aviones de detección antisubmarina y 6 baterías de misiles antimisiles Patriot, por valor de 610,8 mil millones de dólares taiwaneses, ha sido bloqueado inicialmente por la oposición y espera turno de debate en la nueva legislatura. Algunas voces como la del antiguo viceministro de defensa, Lin Chong-pin, han recordado que los sistemas de protección de Taiwán deben ser de gran precisión pues solo de esa forma se podrá evitar lo que China pretende: un ataque rápido y contundente que impida toda acción militar de apoyo por parte de otro Estado. Theresa Shaheen, antigua presidenta del Instituto Americano en Taiwán, ha llegado a afirmar claramente que la negativa del Legislativo a secundar la propuesta de adquisición de armamento a Washington podría dañar las relaciones con EEUU. Si los taiwaneses no tienen voluntad de defenderse por sí mismos, difícilmente otros podrán ayudarles, ha venido a decir(7).

Bien es verdad que también Pekín parece consciente de las graves consecuencias de un conflicto y ensaya otras opciones. La apuesta comercial es bien conocida: el comercio entre Taiwán y China (pasando por Hong Kong) ha ascendido a 63,48 millones de dólares en 2004, con un crecimiento del 36,2% en un año. Los taiwaneses más o menos residentes en el continente se aproximan al millón de personas (Taiwán cuenta con 23 millones de habitantes) y entre dos y tres millones de taiwaneses van y vienen a China cada año. Ellos han visto con buenos ojos la posibilidad de los lazos aéreos directos durante tres semanas y con motivo del año nuevo lunar. En 2004 no fue posible esta transacción por el miedo de Pekín a que el entendimiento favoreciera las posibilidades de reelección de Chen. Pero en 2005 el acuerdo se ha mejorado incluso en relación a 2003: no hay necesidad de efectuar escala alguna, participan compañías de ambos lados, y se viaja en los dos sentidos. Es la primera vez en más de cinco décadas que se autorizan los vuelos directos a través del Estrecho. Taipei cedió en su insistencia de que ya sea el Consejo para los Asuntos de China continental o la semioficial Fundación para los Intercambios a través del Estrecho representara al gobierno de la República de China en las conversaciones, y Pekín pasó por alto la cuestión de calificar a los vuelos como “internos” o “internacionales” como deseaba Taiwán.

Significa ello que es posible un cambio de actitud? Para restar importancia al acuerdo, Pekín se ha cuidado de señalar que se ha fraguado sin la participación directa de agentes gubernamentales y la negociación ha sido conducida por responsables de la aviación civil de las dos partes. Pero hay más: con motivo de las exequias de Koo Chen-fu, quien fuera máximo negociador de Taiwán en los diálogos con China continental, una delegación de alto nivel de China asistió a los funerales, en lo que supone la primera visita a la isla de altos responsables chinos desde 1999. Koo era considerado por China como un interlocutor creíble y respetado y había intentado sin éxito la reanudación del diálogo bilateral en 1998 a través de un contacto directo con el entonces presidente chino, Jiang Zemin, quien no perdonaría nunca la visita de Lee Teng-hui a EEUU en 1995. Esta reacción de Pekín ha sido muy bien valorada en numerosos medios de Taipei, no solo por su significado diplomático sino por la expresión de simpatía que otros dirigentes han expresado desde Pekín (en especial, Chen Yulin, director del Gabinete de Asuntos Taiwaneses).

Por otra parte, Jia Qinglin, presidente del Comité Nacional de la Conferencia Política Consultiva del Pueblo Chino y número cuatro en la dirigencia china, ha enfatizado que no importa la “retórica ni las acciones pasadas” para retomar el diálogo bilateral sobre la base del respeto al principio de una China, mostrándose dispuesto a “explorar nuevas formas” de resolver el problema(8).

Perspectivas

El modelo de Chen Shuibian consiste en dirigirse lentamente hacia una separación política cada vez más acentuada del continente. En Pekín lo saben y por ello quieren adelantarse con la aprobación de una ley antisecesión, promoviendo el diálogo constructivo con la oposición y el diálogo con EEUU quien también es consciente de que si todo sigue su curso normal, Taipei acabará por ser absorbido por China como consecuencia de la intensificación de los procesos de integración económica en curso. Después de la experiencia de los vuelos directos del año nuevo lunar, el ejecutivo taiwanés, a instancia de los medios empresariales, estudia la posibilidad de extender la autorización al transporte de mercancías. Con ello se lograría reducir los costes de expedición para los productos electrónicos que se exportan a China y que suman 20 mil millones de dólares cada año. Por otra parte, el proceso de deslocalización de firmas taiwanesas en China sigue su curso imparable. Asimismo, la exclusión de Taiwán de proyectos de integración regional de los países ASEAN con algunas potencias vecinas supone un costo anual para la isla entre el 0,1% y el 0,98% de su PIB, ha señalado Ho Mei-yueh, ministra de economía de Taipei(9).

La ley antisecesión de Pekín declara por anticipado ilegal toda proclamación de independencia de Taiwán que, de producirse, obligaría a China a imponer la reunificación por la fuerza. En los primeros días de enero, Chen Yulin se reunió en Washington con el nuevo Consejo de Seguridad Nacional (Stephen Hadley y su adjunto Michael Green) y el secretario de Estado adjunto, Richard Armitage, para explicarles que la iniciativa, a diferencia de lo expresado por Chen Shuibian, no está orientada a alterar el statu quo vigente, sino por el contrario, a reforzarlo, impidiendo que los partidarios de la independencia vayan demasiado lejos poniendo en peligro la estabilidad de la zona. No se trata de una ley de unificación sino de una ley contra una declaración de independencia. A pesar de ello, el jefe del Yuan Legislativo, Wang Jin-pyng, reelegido para esta legislatura con el apoyo de la mayoría opositora a Chen, ha expresado su deseo de viajar a Pekín en un desesperado intento de evitar la aprobación de la ley antisecesión que, según dice, puede cambiar unilateralmente el statu quo.

En paralelo, China acentúa la presión diplomática, haciendo retroceder la significación internacional de Taiwán. La última deserción ha sido Granada, presuntamente descontenta con la ayuda ofrecida por Taipei para paliar los efectos del huracán Iván que asoló la isla en septiembre de 2004. Granada se convertía así en el quinto aliado diplomático que ha roto sus relaciones diplomáticas con la isla en los últimos cuatro años(10). Actualmente, Taiwán solo mantiene relaciones oficiales con 26 países. Y podrían ser menos muy pronto. Una delegación china se ha mostrado especialmente activa en países como Haití (donde China tiene tropas desplegadas formando parte de una misión de Naciones Unidas) y la República Dominicana que, de cambiar de bando, podrían arrastrar a muchos más países centroamericanos. El éxito de la gira sudamericana de Hu Jintao a finales de 2004 no es ajeno a este cambio de percepción en los aliados de Taiwán en este continente.

La opinión pública, por su parte, también ha evolucionado hacia la moderación. Si en 1990 solo el 28% de los taiwaneses preferían el statu quo, en 2002 ese porcentaje es del 50,5%. Mientras, el apoyo a la reunificación ha pasado, en el mismo período, del 51% al 15,1%; y el apoyo a la independencia ha progresado del 4% al 19,7%. Las posiciones más extremistas son minoritarias en el escenario político taiwanés(11).

El Presidente Chen tendrá que desarrollar en este su segundo mandato una política que tenga en cuenta ese estado de ánimo en la sociedad y que no acentúe las diferencias con un Parlamento que no controla. A pesar de ello, bueno es recordar que ha demostrado la firmeza de sus convicciones y también su disposición para alentar procesos de cambio de gran audacia. Esa imprevisibilidad, que gusta poco en Washington y mucho menos en Pekín, dispara las cautelas de China.


Notas:

(1) Puede ser consultado en http://www.president.gov.tw/.

(2) Ríos, Xulio. China y Taiwán, en Papeles de cuestiones internacionales nº 68, otoño de 1999..

(3) Mattlin, Mikael. Les relations entre Taipei et Pékin depuis 2000: meme contenu, nouvel emballage, en Perspectives Chinoises nº 85, Septembre-Octobre 2004.

(4) Ríos, Xulio. Elecciones y crisis en Taiwán, en Política Exterior nº 99, mayo-junio 2004.

(5) Despacho de Xinhua, 29 de enero de 2005.

(6) Despacho de la Agencia Central de Noticias de Taiwán, 2 de febrero de 2005.

(7) Idem. 7 de enero de 2005.

(8) Despacho de Xinhua, 28 de enero de 2005.

(9) Despacho de la Agencia Central de Noticias de Taiwán, 1 de febrero de 2005.

(10) Idem. 28 de enero de 2005.

(11) Fell, Dafydd. Le débat politique entre partis à Taiwan depuis les années 1990, en Perspectivas chinoises nº 85, septembre-octobre 2004.