El regreso a la política internacional del siglo XIX

Tras el colapso del imperio soviético los neoconservadores estadounidenses anunciaron la llegada de la era unipolar (Charles Krauthammer,Unipolar Moment, 1990) y el fin de la historia (Francis Fukuyama, The End of History?, 1989). Bajo estas narrativas su país se erigía en potencia incontestada y la historia llegaba a un punto culminante con el triunfo de sus valores. En síntesis, era la apoteosis de su poderío y de su modelo.

Apartados xeográficos Estados Unidos
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Tras el colapso del imperio soviético los neoconservadores estadounidenses anunciaron la llegada de la era unipolar (Charles Krauthammer,Unipolar Moment, 1990) y el fin de la historia (Francis Fukuyama, The End of History?, 1989). Bajo estas narrativas su país se erigía en potencia incontestada y la historia llegaba a un punto culminante con el triunfo de sus valores. En síntesis, era la apoteosis de su poderío y de su modelo.

A poco más de dos décadas nada queda de aquel triunfalismo. Una extensa bibliografía, emanada de los propios Estados Unidos, habla no sólo de crisis y decadencia sino también de un mundo dejado sin liderazgo ante el disminuido papel de esa nación. En este último sentido se expresa Ian Bremmer en su obra Every Nation for Itself (New York, Portfolio/Penguin, 2013), quien sigue la tónica planteada hace algunos años por Zbigniew Brzezinski  (Second Chance, New York, Basic Books, 2007) y George Soros (Tiempos Inciertos, Barcelona, Debate, 2006). Lo cierto es que agobiado por su deuda pública, sus déficits presupuestarios, su bloqueo institucional y la introversión creciente de su opinión pública, Estados Unidos parece haber perdido capacidad, credibilidad y aliento para liderar al mundo. Al menos en solitario.

¿Quién recogerá el capote caído? Si Estados Unidos no puede hacerlo individualmente es obvio asumir que ningún otro Estado podrá hacerlo, lo que hace necesario pensar en coaliciones entre diversos estados. Varios escenarios se barajan al efecto y en buena parte de ellos Estados Unidos sigue jugando el papel de comodín indispensable.

 

En primer lugar encontramos la hipótesis de una coalición Washington-Pekín, la cual ha asumido diversas denominaciones: G-2, Chimérica, Superfusión, etc. Esta se sustenta en la simbiosis entre las dos economías. China representa el primer mercado de importación de Estados Unidos y su tercer mercado de exportación al tiempo que financia la mitad de los cuatro millardos de dólares que Washington recibe en préstamo todos los días. Gracias a los productos de bajo costo chinos Estados Unidos mantiene control sobre la presión inflacionaria y fluidez en la capacidad adquisitiva de sus clases media y baja. Esta opción choca, sin embargo, con el sentido de rivalidad que China despierta en la clase política norteamericana y con la poca disposición china a asumir liderazgos que trasciendan su esfera de influencia inmediata.

 

                Un segundo escenario es la coalición Estados Unidos y países de la Cuenca Pacífica. Este se asienta en el “área de seguridad y prosperidad Asia-Pacífico para el siglo XXI”, cuyas dos vertientes abarcan una zona de libre comercio y de liberación económica transpacífica y una alianza de seguridad y defensa. Desde la perspectiva estadounidense esta opción busca contener a China y no asociarse con ella como en la hipótesis anterior. Esto chocaría con la imbricación económica existente entre China y los países del Este Asiático.

 

                La tercera hipótesis sería Estados Unidos y Unión Europea. La misma se identifica con el proyecto de la asociación transatlántica de libre comercio e inversiones y en términos más amplios con la OTAN y con el hecho de que juntos ambas economías representan alrededor del 60% del PIB mundial. En esencia esta opción representa la revitalización de la preeminencia de Occidente y apela a la integración de sus economías y de sus valores. Esta visión choca, no obstante, con el rechazo del mundo emergente a dicha preeminencia.

 

                Un cuarto escenario, muy cercano al anterior, respondería a la tesis expresada por George Soros en el libro antes identificado, la cual habla de una coalición entre Estados Unidos, la Unión Europea, la comunidad global de democracias y la sociedad civil internacional. Esta opción no sólo generaría las mismas resistencias que la anterior sino que resulta demasiado difusa como para alcanzar concreción.

 

                Otra tesis fue la planteada por Stephen Haseler hace unos años (The New Europe and its Challenge to America, London, I.B. Tauris, 2005). En ella hablaba de una superpotencia europea que proveería una aproximación y un liderazgo diferentes y más duraderos a los asuntos mundiales que los representados por Washington. De más está decir que desde el momento en que dicho planteamiento fue formulado la Unión Europea ha atravesado por un cataclismo económico que inviabiliza cualquier liderazgo de su parte.  

 

                Un quinto escenario se refiere al ascenso y consolidación de los BRIC y se sustenta en la pujanza económica de las cuatro grandes economías emergentes. Esta tesis no sólo no incluiría a Estados Unidos o a Europa sino que se afirma por contraste al predominio occidental. Una variable en la que las convergencias económicas y políticas entrarían en escena sería el eje Pekín-Moscú.  Quizá en el futuro estas opciones (básicamente la primera) resulten viables, pero sin duda su momento no ha llegado.

 

                Otra hipótesis sería la encarnada por el Este de Asia la cual encontraría su punto de partida en la zona de libre comercio Asean más tres (China, Japón y Corea del Sur), la cual representaría el más numeroso de los mecanismos de integración económico en el mundo. Esta opción choca, sin embargo, con los diferendos marítimos que envenenan las relaciones entre varios de los países involucrados.

 

                Así las cosas, todo parece indicar que ninguno de los escenarios citados está en capacidad de hacerse predominante. Un balance de poder entre estados o coaliciones de estados, al estilo siglo XIX, luce entonces como lo más probable. Es un retorno a Metternich y a las ideas del Congreso de Viena. Bajo este orden de cosas cabe asumir la configuración de un orden internacional en el que dos o más coaliciones interestatales forcejeen entre si en medio de un equilibrio negativo de fuerzas que impida un claro predominio por parte de ninguna de ellas.

 

                El fin de la historia resultó tener una brevísima historia de la misma manera en que el momento unipolar fue una estrella fugaz. Estudiar las claves del orden internacional que prevaleció entre 1815 y 1914  pareciera convertirse en tarea obligada para las escuelas de estudios internacionales en el mundo.