20050423tokio protesta anti china con retrato lee teng hui

PCCh-KMT: encuentros en la tercera fase

 Protesta anti china en Tokio, clic para aumentar
Las posiciones más beligerantes y radicales en cuanto a la normalización de las relaciones en el estrecho de Taiwán son las sostenidas por el ex presidente Lee Tenghui, líder de la Unión Solidaria de Taiwán, abiertamente pronipón y contrario a toda expectativa de unificación, hasta el punto de que una delegación de este partido no dudó en comparecer en el templo Yasukuni, en un gesto no solo destinado a honrar la cuestionada memoria del militarismo japonés, sino a irritar a un Pekín que ve en ello la expresión de la humillación más aberrante. (Foto: Manifestantes que portan retratos del ex presidente de Taiwan Lee Tenghui protestan, o 23/04/2005 en Tokio, por la violencia anti japonesa en China).
 

La visita que estos días ha iniciado a China Popular el líder del Kuomintang (KMT), Lien Chan, tiene un profundo significado histórico. Es el primer encuentro entre los dos partidos que protagonizaron la mayor contienda fratricida del siglo XX, el Partido Comunista de China y el Partido Nacionalista (significado literal de la palabra Kuomintang). La iniciativa ha partido del continente y se extenderá la próxima semana a una delegación del Partido el Pueblo Primero (PPP), que lidera James Soong, escisión del KMT, y con el que ha concurrido unido en las pasadas elecciones presidenciales de marzo de 2004. Estas dos formaciones controlan la mayoría del Parlamento o Yuan legislativo taiwanés, con capacidad para bloquear las iniciativas del Presidente Chen Shuibian.

La celebración de este encuentro abre la tercera fase de las relaciones a través del estrecho de Taiwán desde el inicio de la política de reforma y apertura de Deng Xiaoping, a finales de 1978. En un primer momento, el “Mensaje a los compatriotas de Taiwán”, entre anuncios del cese definitivo de los bombardeos, ya sugería la posibilidad de un encuentro al máximo nivel, entonces entre PCCh y KMT, cuando aún el pluralismo político tampoco existía en la isla de Formosa. A ese primer llamamiento, superada la primera respuesta de Taipei (los tres noes: no contacto, no negociación, no concesiones) siguieron el deshielo, las visitas de familiares, y, sobre todo, a medida que la reforma avanzaba en China, la explosión de las relaciones económicas y comerciales entre China y Taiwán. Esa distensión culmina en el encuentro paragubernamental de Singapur de 1993 que prometía un nuevo tiempo en las relaciones bilaterales. La visita del presidente Lee Tenghui a EEUU provoca, en 1995, un pinchazo serio en las relaciones, abriendo de nuevo paso al tiempo de las hostilidades, que cristalizó en las maniobras militares continentales, desarrolladas en vísperas de las elecciones presidenciales de 1996, las primeras enteramente democráticas de Taiwán y también de China en sus más de cinco mil años de existencia. La elección en 2000 de Chen Shuibian, el candidato del Partido Democrático Progresista (PDP), de signo soberanista, agravó aún más los desencuentros que han culminado con la reciente aprobación de la Ley Antisecesión del Parlamento chino el pasado 14 de marzo.

El giro actual tiene sus antecedentes en los llamados “ocho puntos” de Jiang Zemin, enunciados en enero de 1995. El entonces secretario general del Partido Comunista planteaba, como novedad respecto a posicionamientos anteriores, la extensión del diálogo chino-taiwanés a las diferentes fuerzas políticas con presencia real en la isla. Veremos si después del KMT y del PPP, ese diálogo avanza en otras direcciones (el Partido Nuevo, más pro-unificación, cuenta con un solo diputado, elegido en la circunscripción de Qinmen, una isla situada a escasas millas del continente). El problema más serio es el PDP, ya que, salvo nuevos cambios, la aceptación del principio de la existencia una sola China es condición sine qua non para que un encuentro pueda llegar a efectuarse. Y por el momento no parece probable.

Los encuentros que se inician esta semana pueden ser muy fructíferos para las relaciones bilaterales. El Presidente Chen ya ha dado muestras de no querer quedar fuera de juego, pasando de las acusaciones iniciales de traición a un discurso cada vez más conciliador. La presencia gubernamental no fue necesaria para que las líneas aéreas del continente y de la isla pudieran realizar vuelos directos con motivo de la Fiesta de la Primavera, también por primera vez en muchos años. China, con la vista puesta en los Juegos Olímpicos de 2008, sabe que en Taiwán cuenta con millones de potenciales visitantes que pueden asistir en masa a los eventos si, por fin, se soluciona el problema de los vuelos directos. Un millón de taiwaneses vive ya en el continente y unos 300.000 empresarios de la isla dinamizan las relaciones bilaterales, con un margen de beneficios alto pero que se ve reducido por causa de la inexistencia de comunicación e intercambios directos. Si ese problema se resuelve, le será muy difícil al Presidente Chen seguir blandiendo la imagen de hostilidad y agresividad del continente que tantos beneficios electorales y políticos le ha proporcionado hasta la fecha.

Es difícil, por otra parte, no aventurar en las tensiones recientes registradas con Japón un reclamo de no interferencia en el nuevo diálogo que ahora se inicia. Precisamente, las posiciones más beligerantes y radicales en cuanto a la normalización de las relaciones en el estrecho de Taiwán son las sostenidas por el ex presidente Lee Tenghui, líder de la Unión Solidaria de Taiwán, abiertamente pronipón y contrario a toda expectativa de unificación, hasta el punto de que una delegación de este partido no dudó en comparecer en el templo Yasukuni, en un gesto no solo destinado a honrar la cuestionada memoria del militarismo japonés, sino a irritar a un Pekín que ve en ello la expresión de la humillación más aberrante. Lien Chan, ilustre visitante ahora del continente, fue vicepresidente de Lee durante su mandato, finalizado en 2000. Y a partir de entonces, sus caminos difícilmente podrían alejarse más.