Un buen año para Hu Jintao

 Zeng Qinghong, clic para aumentar
Con inteligencia y habilidad, para reforzar su poder, Hu Jintao ha encumbrado a Jiang Zemin con la publicación de sus Obras y animando a todo el Partido a su estudio, facilitando su aparición pública en determinados eventos por primera vez desde hace mucho tiempo, pero fustigando sin miramientos su influyente base, obligando a elegir fidelidades. Su principal testaferro, Zeng Qinghong (en la foto), vicepresidente del Estado, parece haber cambiado de bando y su buen conocimiento del terreno podría resultar ahora de gran ayuda a Hu Jintao para liquidar el clan de Shanghai.
 

El año se acaba y es hora de hacer balance. ¿Se puede afirmar que 2006 ha sido un ejercicio especialmente provechoso para Hu Jintao? Pocos podrían dudarlo, y en dos sentidos importantes, al menos. En primer lugar, en términos de poder personal, que ha acentuado visiblemente. En segundo lugar, en términos de proyecto, cada vez más definido. En vísperas de un nuevo Congreso del PCCh, previsto para finales de 2007, Hu Jintao ha revalidado las esencias y los objetivos de la propuesta iniciada en 1978, el socialismo con peculiaridades chinas (you zhong guo te se she hui zhu yi you zhong guo te se she hui zhu yi), descartando cualquier posible desviación que acelere un rumbo de las reformas, especialmente en lo político.

Cuatro son los ejes a tener en cuenta. En primer lugar, en lo partidario, Hu Jintao ha actuado, principalmente, en cuatro frentes. Con inteligencia y habilidad, para reforzar su poder, ha encumbrado a Jiang Zemin con la publicación de sus Obras y animando a todo el Partido a su estudio, facilitando su aparición pública en determinados eventos por primera vez desde hace mucho tiempo, pero fustigando sin miramientos su influyente base, obligando a elegir fidelidades. Su principal testaferro, Zeng Qinghong, vicepresidente del Estado, parece haber cambiado de bando y su buen conocimiento del terreno podría resultar ahora de gran ayuda a Hu Jintao para liquidar el clan de Shanghai. Queda por ver si ese es mérito suficiente para prevalecer en el Comité Permanente del Buró Político que salga elegido del próximo Congreso, ya que solo dos plazas parecen seguras: Wen Jiabao, primer ministro, y el propio Hu.

La intensificación de la lucha contra la corrupción (fu bai, fu bai) ha estado acompañada de la intensificación del discurso moralizador (los “ocho honores y deshonores”, ba rong ba chi, ba rong ba chi). Combatiendo la corrupción, Hu ha eliminado a rivales y reforzado su poder, pero, sobre todo, se ha ganado el aplauso de una ciudadanía que reprueba esta conducta, aún a sabiendas de que sin guanxi, en China, poco o nada se puede hacer. Las medidas adoptadas, tanto en el plano formal como de facto, han sido muy concretas, pero falta asegurar su aplicación plena y sostenida, haciéndola más estructural y menos dependiente de los vaivenes y los intereses coyunturales del poder. Pero esa variable es imposible de imaginar en el actual sistema. La promoción de las incompatibilidades y la rotación en el desempeño de los cargos, proceso impulsado en el verano y en fase de implementación en los procesos electivos en curso tanto en el Partido como en el Estado, permitirá una renovación de los cuadros, que deben ser más afectos al Partido y a su líder y menos a los clanes locales, cada vez más influyentes, especialmente las redes empresariales. Por último, cabe destacar la reideologización, con especial énfasis en los más jóvenes, promoviendo inmersiones colectivas en las epopeyas revolucionarias o recibiendo adoctrinamiento completo, desde la ideología a la disciplina. Hace unos días, la Liga de la Juventud Comunista creaba, a nivel central, su Escuela de Marxismo.

En lo económico, el cambio de rumbo es plausible. No habrá pasos atrás en la reforma y apertura, pero sí ajustes de considerable entidad. Además de afrontar las clásicas debilidades de la reforma (desequilibrios territoriales, desigualdades, etc), el discurso sobre el nuevo modelo de desarrollo toma cuerpo en la prestación de una mayor atención a la superación del déficit tecnológico (también en lo militar), el medio ambiente o la reorientación de la inversión extranjera. Por otra parte, la formulación de un “nuevo campo socialista” (shehuizhuyi xinnongcun, ), aprobada en marzo pasado, debe contribuir a configurar un mercado interno sólido y estructurado que pueda garantizar el actual ritmo de crecimiento durante una o dos décadas más.

En lo social, ya sea por vocación o por exigencia, Hu ha demostrado una mayor sensibilidad. Además de las medidas generales contempladas en el vigente plan quinquenal y que sientan las bases de un sistema de bienestar elemental que supere el trasnochado y frecuente paternalismo, cabe destacar el empeño en la mejora de las condiciones laborales y en el aumento del poder sindical en las empresas del sector privado o con inversión extranjera. En realidad, estas estructuras no han evolucionado en absoluto en las últimas décadas ni parece que esa renovación figure en la agenda. Por lo tanto, cabe imaginar que se trata de una estrategia de naturaleza más partidaria que social, utilizando las estructuras sindicales como cabeza de puente del partido que no renuncia, en absoluto, al control de los resortes económicos, cualquiera que sea su dimensión o carácter.

En lo político, la perseverancia es también la nota dominante, pero con matices. Como reiteró durante su visita a EEUU, China no imitará el modelo occidental. Al contrario, todo el acento de la estrategia de Hu se centra en el reforzamiento del Partido. Se diría incluso que en aspectos como la separación entre Estado y Partido, palabra de orden muy repetida en los últimos años, se ha retrocedido, quizás solo temporalmente, con el objeto de reforzar el control sobre todas las palancas del poder. Ello a pesar de que la cosmética política ha registrado un ligero avance con esa imagen de los líderes votando en las elecciones distritales de la capital, pero manteniendo la misma rigidez implacable contra toda expresión de elemental disidencia o discrepancia que suponga desafío. La palabra mágica de Hu para garantizar la estabilidad es la armonía (he xie, ), concepto que ahonda en las peculiaridades chinas como ninguna otra. Esta debe garantizar la resolución pacífica de los muchos conflictos sociales que a lo largo de todo el país dan cuenta del profundo malestar existente en muchos sectores. Por otra parte, la cohesión territorial también ha sido objeto de atención, manifestándose Hu claramente dispuesto a promover una intensa recentralización de ciertas políticas y a limitar la autonomía de los poderes locales. En lo que se refiere a la política hacia Taiwán, el diálogo con el KMT ha avanzado mucho, si bien no parece haber servido para debilitar al PDP, tal como se ha constatado en las elecciones municipales parciales celebradas el 9 de diciembre en Taipei y Kaohsiung.

En cuanto a la política exterior, el balance de Hu Jintao no podría ser mejor. Cinco años después de su ingreso en la OMC, el incremento de su capacidad y poder económico se está trasladando al conjunto del sistema internacional. De la Organización de Cooperación de Shanghai a la Cumbre Africana, el encuentro con Bush o las giras de los altos dirigentes por los cinco continentes, evidencian que el poder de China se ha hecho más visible en la región y en mundo en 2006. Ello obligará a su diplomacia a comprometerse en muchos más temas, pero también a velar por su propia imagen internacional. No parece bastante predicar diálogo o reiterar, a diestra y siniestra, que la suya es una emergencia pacífica (heping jueqi heping jueqi).

En conclusión, Hu Jintao impulsa un gran ajuste de la reforma, una puesta a punto que debe garantizar la solvencia de China como poder autónomo en el siglo XXI. Esa es su hoja de ruta.