China después del XV Congreso

Durante 1997 China ha protagonizado buena parte de los principales eventos internacionales consiguiendo acaparar la atención de la opinión pública mundial. Al fallecimiento, no por esperado menos impactante, del viejo líder Deng Xiaoping, siguió la retrocesión de Hong Kong, la celebración del XV Congreso del Partido Comunista y, finalmente, la cumbre entre Bill Clinton y Jiang Zemin.  Será este un año, el del buey en el calendario chino y marcado por el elemento fuego, difícil de no referenciar en el futuro.

Cualquier análisis que pretendiera identificar el denominador común de los cuatro hechos reseñados, no podría evitar el señalar a un personaje que ha demostrado su innegable capacidad para manejar adecuadamente los hilos y resortes del sistema a fin de consolidar plenamente su poder. Jiang Zemin  es de facto el nuevo hombre fuerte o, si se prefiere, el auténtico núcleo de la tercera generación de dirigentes de la República Popular China. Precisamente, la medida de su habilidad y fortaleza se evidenció con toda rotundidad durante la celebración del XV Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh) celebrado en Beijing del 12 al 18 de septiembre y cuyos resultados, en términos generales, no le han podido ser más favorables.

Por lo tanto y desde un punto de vista subjetivo, cabe reconocerle a Jiang Zemin, sin más legitimidad inicial que la derivada de su designación por Deng Xiaoping, su astucia y capacidad para mover las piezas necesarias y afirmar ante todos su vocación de liderazgo efectivo frente a las críticas de fragilidad y escaso peso politico o las de quienes ponian el acento en la inevitabilidad de una nueva etapa con una dirección pronunciadamente colegiada. Al margen que asi pueda llegar a ser, parece obvio que el actual Secretario General del PCCh ha conseguido afianzarse en este XV Congreso como el primus inter pares no solo en términos estrictamente formales sino también reales.

Ese proceso de afirmación y ascenso se ha venido desarrollando paulatinamente desde 1989, cuando asume la jefatura del Partido en sustitución de Zhao Ziyang y en medio de la crisis generada por los sucesos de primavera en la plaza de Tiannanmen. Posteriormente, en noviembre, asumiría la presidencia de la poderosa Comisión Militar Central. Jiang Zemin, Presidente también de la República desde 1993, ha sabido premiar a sus fieles, fortalecer sus alianzas, eliminar a sus rivales. La última demostración de esa innegable habilidad se puso de manifiesto en la designación de Tung Chee Hwa como primer gobernador de la Región Administrativa Especial de Hong Kong, de mayoría cantonesa. Tung es originario de Shanghai, ciudad en la que Jiang Zemin fue Alcalde y cuyo clan viene liderando desde entonces. La retirada a un segundo plano de Deng Xiaoping le ha permitido ir cooptando y situando a sus más próximos en todos los niveles y estructuras de las principales instituciones del Estado. Jiang Zemin, sin prisa pero sin pausa, aprovechó el tiempo a conciencia para culminar su estrategia y tenerlo todo dispuesto a la muerte del viejo líder Deng Xiaoping para evitar sobresaltos.

La obsesión por asegurarse el máximo poder obedece a una larga tradición en la historia china. Se cuenta que  en los comienzos de la dinastía Song (960-1279), el emperador Zhao Kuangyi, después de exaltar sus buenas relaciones con los principales ministros y generales a su servicio y lamentar las pocas ocasiones que tenía de explicitarlo debido a las numerosas ocupaciones del cargo, sorprendió a todos al afirmar que desde su acceso a la condición de emperador no conseguía dormir bien (curiosamente, también Mao, según coinciden todos sus biógrafos, tenía grandes dificultades para conciliar el sueño). Cuando uno de sus generales le preguntó cual podia ser la causa de tanto desvelo, el emperador no vaciló al contestar: “piensen un poco: el trono del emperador es único. ¿Quién no lo quiere para sí? Pensando en esto, no duermo tranquilo”. Sus ministros y generales se deshicieron en garantías y apoyos inquebrantables, pero Zhao optó finalmente por lo que dio en llamar la prevención: “es mejor que me entreguen sus poderes, asi evitaremos que los subalternos sueñen con hacerlos reyes y por otro lado, evitaremos los recelos entre nosotros”.

Jiang Zemin ha querido ser fiel a la tradición. A cambio de pequeños “feudos” que administrarán sus más directos colaboradores, ha sabido una vez más robustecer y concentrar el poder de una forma tan rotunda que apenas deja lugar a dudas. Qiao Shi, el actual Presidente de la Asamblea Popular Nacional (APN) o Parlamento chino, en votación secreta de los 2.048 delegados asistentes al Congreso no solo no resultó reelegido miembro del Comité Permanente del Buró Político (CPBP), máximo órgano de poder, sino que ni siquiera permaneció como miembro efectivo del Comité Central.

¿Por qué la eliminación de Qiao Shi? Oficialmente se han esgrimido razones de edad. Ciertamente cabe advertir cierta sinceridad en el mensaje de renovación  pues actualmente la edad media de los 193 miembros del actual Comité Central  (antes eran 189) se ha rebajado a algo menos de 60 años. Por otra parte solamente han resultado reelegidos el 43% de los miembros del anterior Comité Central. Sin embargo la edad bien pudiera ser la excusa perfecta para librarse de quien todos consideraban desde hace tiempo el principal rival político de Jiang Zemin.

Qiao Shi, demasiado enigmático para algunos, una especie de Andropov para otros, gozaba de cierto carisma y, al parecer, mayor aceptación popular que Jiang Zemin, siempre más discreto y mediocre. Esa disposición natural al liderazgo se traducía en el plano inmediato en su capacidad para erosionar la posición privilegiada de Jiang Zemin a dos niveles. En primer lugar, en el plano del discurso. En segundo lugar, en el plano de las alianzas. Ciertamente, Qiao Shi, quien se ha mostrado receptivo en más de una ocasión a la revisión de la interpretación oficial de los sucesos de Tiannanmen, ha venido apostando con rigor por transformar el Parlamento en un organismo vivo, diligente, con iniciativa, con capacidad de supervisión política y enmienda suficiente para pluralizar la actividad política dentro de los estrechos márgenes del sistema. Paralelamente, su discurso ponia el énfasis en la necesidad de avanzar hacia la formulación de un sistema legal fuerte, en la perspectiva de la conformación de un estado de derecho en el que las leyes puedan por fin mandar más que los hombres, poniendo punto y final a la diferenciacion entre la disciplina del Partido y la ley civil que en la practica discurren por vias paralelas en claro detrimento de la igualdad de los ciudadanos ante la ley, cualquiera que sea su condición.

En cuanto a las alianzas, conviene tener presente que en el CPBP, Qiao Shi contaba con el seguro apoyo de Liu Ruihan, presidente de la Conferencia Política Consultiva del Pueblo Chino (CPCPCh), organismo en el que participa el PCCh y los llamados ocho partidos democráticos. El XV Congreso y el inevitable abandono de Li Peng de la jefatura del gobierno por imperativo constitucional, le abría la posibilidad teórica de ganarse otro seguro aliado, Zhu Rongji, de semblante claramente reformista y llamado a sustituir a Li Peng en su actual cargo. De esta forma, Parlamento y Gobierno podrían quedar bajo su influencia.

Por último, no conviene ignorar que en la eliminación de Qiao Shi pudiera haber influido también una ultima cuestión: su paso por los servicios de seguridad, estructuras en las que aún mantenía buenas conexiones que podrían ser interpretados por Jiang Zemin como una especie de espada de Damocles permanente sobre su cabeza. Se trataría asi no solo de un problema de hacer sombra politica a Jiang Zemin sino también de cercenar aquellas vias de acceso a mecanismos de control y seguridad en exceso peligrosos para él.

La eliminación de Qiao Shi ha resultado por tanto un éxito politico muy importante para Jiang Zemin quien además se ha esforzado por arrebatarle buena parte de su discurso. En su alocución al XV Congreso señalaba que la mejora del sistema político debia encaminarse precisamente por la vía del perfeccionamento del sistema legal: “gobernar el pais por medio de la ley es la estrategia básica empleada por el Partido para dirigir al pueblo en la administración del país”.

Diriase incluso que para el CPBP el aislamiento de Qiao Shi constituía una necesidad táctica de primer orden para evitar disensiones de fondo en un momento en que la reforma se aventura por tramos especialmente dificiles y en los que resultarian altamente inconvenientes voces autorizadas reclamando ulteriores profundizaciones en el ámbito politico. La permanencia de Li Peng, por el contrario, puede facilitarle la contención y el compromiso con los sectores más conservadores.

La hora de las empresas estatales

Trasladando el epicentro de la reforma económica a las empresas estatales, 1997 pone fin a esa tercera etapa de la reforma que se inicia en 1992. Este impulso se plantea formalmente  como un nuevo avance para vigorizar la economía estatal y sin embargo en términos reales y de inmediato supondrá sustanciales alteraciones en su dimensión y funcionamiento que acarrearán no pocos problemas sociales. Según los dirigentes chinos no puede imaginarse la subsistencia permanente de estas empresas: o sobreviven o quiebran. Las mejores quedarán, las peores deben  cerrar. Primero eficacia, después justicia. La reforma no se orientará a “salvar” las empresas con problemas, sino que procurará un reajuste profundo, no solo estructural sino moral, modificando en la medida de lo posible las concepciones sociales igualitaristas y paternalistas que aún perviven en amplios sectores de la población. En palabras de un economista chino, de lo que se trataría es de convertir las empresas estatales de  “tigres enjaulados” en “tigres intrépidos bajando de la montaña”…

Desde principios de los años noventa se ha venido hablando de la reforma de las empresas estatales, un proceso que tiene como objetivo “implantar mecanismos de gestión adaptados a las normas de funcionamiento de la economía de mercado”. Una primera consecuencia fue el impulso de la autonomia en la gestión. Esa autonomía vendria acompañada un poco más tarde con exigencias de clara diferenciación entre propiedad y administración, o lo que es lo mismo, la necesidad de desvincular la gestión empresarial de los organismos propiamente gubernamentales.

Es esta una reforma muy compleja porque en ella confluyen numerosos elementos de difícil solución: desde  el excesivo consumo de energia, la mala administración, las tecnologias atrasadas, hasta la falta de ideas para producir nuevos productos ajustados a la demanda del mercado. Algunas investigaciones del Ministerio de Trabajo cifran los excedentes ocupacionales en un 12% del total. Pero hay más. La empresa estatal china es uno de los pocos elementos que restan del sistema maoísta y que sirven de potente amortiguador de las carencias sociales que se han extendido en los últimos años. Las “pesadas cargas sociales” de la empresa estatal  suplen las deficiencias generales del sistema. La empresa estatal asume la construcción y reparación de vivendas de sus empleados; costea el funcionamiento de los servicios comunitarios -desde guarderías y universidades hasta comisarías de policía-; de los servicios sanitarios; el pago de las pensiones; incluso corren de su cuenta algunas oficinas bancarias o los servicios de recaudación de impuestos… Son microsociedades cerradas que por eso mismo no pueden reducir la reforma a una cuestión meramente económica (el que hacer con las deudas), sino que debe ser coordinada con otros estimulos complementarios (un impulso social general). A nadie debe resultar extraño que en este contexto buena parte de estas empresas acumulen pérdidas y, más aún, resulta verdaderamente asombroso que en estas condiciones sean aún las empresas estatales las que aporten una gran parte de los ingresos fiscales del Estado.

En los 20  años de reforma ya transcurridos, la irrupción de otras formas de propiedad han reducido su peso en el conjunto de la economía, pero aún es muy notorio. En provincias como Liaoning la industria pesada estatal representa el 75% de la industria local; en provincias como Heilongjiang o Shenyang, más del 80% de estas empresas producen pérdidas. Su ubicación en el ámbito urbano y sus inmediaciones proporcionará una gran repercusión a un descontento mal gestionado. De hecho, ya se han registrado, según informa la CIOSL, manifestaciones de obreros despedidos y jubilados en Sichuan, en Mianyang, y en otros lugares de China.

Desde los años 1993-94 se han experimentado fórmulas de venta a los propios trabajadores, fusión de empresas, distribución del capital en acciones, transformación en empresas de propiedad social, paralelamente a un tímido desarrollo del sector servicios como alternativa a la desocupación y mecanismos sociales de solidaridad. El XV Congreso ha decidido la generalización de estas experimentaciones. Formal y genéricamente se rechaza el modelo de privatización y se apuesta por el reforzamiento de la propiedad pública (estatal y social, incluyendo en esta las empresas de cantón y poblado, cooperativas, etc). El reajuste estratégico persigue dejar en manos del Estado los sectores clave, asegurando su predominio cuantitativo y cualitativo a escala de todo el país y con independencia de que en algunas provincias o sectores pueda ser minoritaria. El control se pretende ejercer mediante la creación de grandes corporaciones empresariales publicas y el recurso a mecanismos macroeconómicos.

El rechazo a la privatización y la insistencia en el mantenimiento e impulso de una propiedad publica descentralizada y estrechamente vinculada al poder burocrático guarda sin duda relación con el interés del PCCh en impedir el surgimiento de una poderosa clase empresarial al margen de sus estructuras y que en un momento determinado pueda estar interesada en vertebrar una alternativa política de transformación que altere la actual naturaleza del poder, lo que guarda un enorme paralelismo con la milenaria tradición burocrático-confuciana del país. Para los despedidos, victimas inmediatas y principales de la reforma, las organizaciones sindicales y del Partido, muy poderosas y bien estructuradas en las empresas estatales, asumirán la responsabilidad de gestionar y reconducir las inevitables protestas.

El debate sobre la reforma de las empresas estatales concreta por último un nuevo episodio del enfrentamiento entre los partidarios y los contrarios a la reforma. Para Deng Liqun solo la propiedad estatal es socialista y la alteración de esa naturaleza provocará un cambio profundo del sistema. Jiang Zemin, en su discurso al XV Congreso, responde que el socialismo chino vendrá determinado por la confluencia de tres vectores: una economia en la que predomine la propiedad publica; un sistema politico y una sociedad gobernada por la ley; y un sistema cultural que combine el marxismo con la tradición cultural china y el legado universal. Por ello, rechazando tanto la copia mimetica de lo extranjero como el dogmatismo y apostando por el estudio de la realidad, llama a estar vigilante contra las tendencias de derecha en el seno del Partido, pero sobre todo, contra las llamadas tendencias “de izquierda”. El marxismo, aseguraba ya en su discurso del 29 de Mayo en la Escuela Central del Partido ante cuadros de nivel ministerial y regional, debe ser constantemente desarrollado en paralelo a la evolución de la vida real; es imposible que se mantenga inmutable. La reforma sigue orientandose pues oficialmente en el sentido de reforzamiento de las principales caracteristicas del sistema. Nada de criptocapitalismo.

La canonización del denguismo

El XV Congreso ha equiparado la adopción de la política de reforma y apertura a uno de los tres grandes episodios de la historia china del presente siglo y situó a Deng a la misma altura que Sun Yat-sen o Mao Zedong. La decisión adoptada por el PCCh en 1978 se equipara oficialmente por su transcendencia, al nacimiento de la República Popular o al derrumbamiento de la monarquia autocratica que goberno China durante varios milenios. Jiang Zemin abogó en este Congreso por hacer borrón y cuenta nueva con el principio de “los dos cualquieras” (cualquier decisión politica tomada por Mao debia ser mantenida, cualquier instrucción que hubiese dado debía ser observada rigurosamente) y abrazar con fervor el de “los tres favorables”: todo es válido y correcto si contribuye a promover el desarrollo de las fuerzas productivas, a mejorar las condiciones de vida del pueblo y a fortalecer el estado socialista de China.

Eso es el denguismo: pragmatismo (buscar la verdad en los hechos), pero no desideologización (respetar los cuatro principios fundamentales). Su principal mérito, trasladar al epicentro de la “construccion del socialismo” el desarrollo de la economía, pasando de puntillas sobre la hasta entonces sacrosanta lucha de clases. En otras palabras, haber sabido establecer un hilo conductor y convincente entre el actual “socialismo del desconcierto” y ese otro “socialismo de la paciencia” que demora el advenimiento del mundo nuevo al transcurso de una docena o incluso varias docenas de generaciones.

El XV Congreso ha decidido que la teoria de Deng Xiaoping de un socialismo con caracteristicas chinas será su “ideologia orientadora”, estipulando en sus Estatutos (articulos 3, 31 y 34) que “el Partido Comunista de China asume el marxismo-leninismo, el pensamiento de Mao Zedong y la teoria de Deng Xiaoping como su guía para la acción”. El denguismo es interpretado asi como el marxismo de la China actual. Ser denguista significa rechazar el convencionalismo y el dogmatismo pero no el marxismo ni el maoismo; significa la integracion de ambos conceptos, su actualizacion y adaptacion a las caracteristicas de China.

Conclusiones

1. Jiang Zemin se consolida en el poder. A las reflexiones iniciales habría que añadir el reforzamiento de su papel en el seno de la Comisión Militar Central (CMC) con la jubilación de Li Huaqing y la eliminación de Zhang Zheng. Se han reducido las vicepresidencias a dos (Zhang Wannian y Chi Haotian) y ningún militar se incluye en la lista de miembros del CPBP. En su discurso al XV Congreso, Jiang Zemin, anunció asimismo la reducción de .000 efectivos en los próximos tres años y enfatizó que “el Ejército debe mantenerse invariablemente bajo el liderazgo absoluto del Partido”. Echar mano de Mao también puede ser útil: “el Partido manda al fusil”. Ese vinculo directo se vertebrará a través del propio Jiang Zemin y de Zhang Wannian. el primer vicepresidente de la CMC, integrante también del Secretariado. La apuesta por la profesionalización y la modernización de las fuerzas armadas reforzará su subordinación al poder político pero puede también dificultar en el futuro cualquier intento de recurrir a ellas para sofocar cualquier rebelión. Es previsible una renovación de los mandos y un impulso a la transición post-Deng en las filas del Ejercito Popular de Liberación lo que probablemente incidirá también en el debilitamiento de su tradicionalmente poderosa influencia política.

2. El proyecto reformisma sale reforzado de este XV Congreso. La dirección del Partido está muy  unificada en torno a este proyecto. Los nuevos miembros del CPBC, Wei Jiangxin (proximo a Qiao Shi) y Li Lanqing (experto en comercio exterior) son decididos partidarios de la continuidad del proceso iniciado en 1978 y los hipoteticos temores de una vuelta atrás adquieren un caracter cada vez más remoto. La estabilidad general únicamente podría verse alterada por los conflictos sociales que previsiblemente espera el propio PCCh.

3. La reforma política seguirá pendiente. Lo ambicioso y determinante de la reforma económica contrasta una vez más con el tradicional discurso acerca de la necesidad de “resistir resueltamente la corrosión causada por las ideas y culturas decadentes”, el énfasis puesto en el papel de la prensa y la publicidad para una “correcta” orientación de la opinión pública, etc. El anuncio de una cierta institucionalizacion al servicio de la estabilidad se ha quedado en algunas palabras de escaso contenido.

El Partido Comunista de China con sus 58 millones de miembros y 3,4 millones de organizaciones de base constituye sin duda una organización fuerte y poderosa. Sin embargo, está llegando a su final el tiempo de aquella generación de dirigentes que se sumaron al Partido en la clandestinidad, cuando aún no habian tomado el poder. A sus puertas está llamando desde hace tiempo el problema de la legitimidad de los nuevos mandatarios en una sociedad cada dia mas moderna y desarrollada, que tiende a explicitar y desarrollar demandas de mayor pluralidad, que exige  medidas concretas y resueltas contra la corrupcion politica y administrativa. La bonanza actual y su capacidad de ocupación social pueden ayudarle a superar las dificultades que se avecinan pero la deficiente profundizacion democratica de la reforma politica pesara cada dia mas como una losa ante su futuro. Por su propio interés y, llegado el caso, con las particularidades que pueda exigir una realidad que por muy propia que sea no puede obviar el reconocimiento y ejercicio de aquellos mecanismos que garanticen una mayor participación democrática, debieran tomar la iniciativa.