La vigencia del Partido

La complejidad creciente de la larga transición china en la que abundan cada vez más los signos de pluralidad en formas y contenidos, contrasta, sin duda, con la omnipresencia unívoca del Partido. Pese a las múltiples transformaciones que ha experimentado la economía y la sociedad china en las dos últimas décadas, una constante es inalterable: el Partido Comunista de China mantiene un férreo control sobre todo el proceso de cambio. Presente en todas partes, trata de asegurar a toda costa su papel dominante conservando el monopolio de los principales recursos e instrumentos del poder.

Cuando se asegura, ciertamente, que el viejo Imperio del Centro se encamina irremediablemente hacia el mercado, no conviene pasar por alto que la orientación final, su ritmo y los contrapesos son definidos por el Partido e implementados por el Estado. Hoy por hoy, al tiempo que la influencia del mercado se expande por doquier, el Partido habilita instrumentos específicos para incrementar y reforzar su control sobre la economía. El propio Jiang Zemin ha afirmado la necesidad de que incluso las empresas privadas acepten el funcionamiento de las células internas del Partido para garantizar su “sano desarrollo”. En el ámbito financiero, el peso del Partido es bien notorio. Los dirigentes de los bancos y demás instituciones del sector son nombrados directamente por la comisión central encargada del seguimiento de estas actividades, una discreta entidad del Partido. Ningún nombramiento, incluso de cargos intermedios, se lleva a cabo sin el visto bueno de esta comisión. Por otra parte, tanto directores de bancos como los demás dirigentes del ramo son conducidos sistemáticamente a sesiones de estudio de la “triple representación” para que aprendan a no ocuparse solamente de los problemas de su entidad sino a cuidar también del éxito general de las políticas del Partido.

El cada vez mayor papel del ministerio de finanzas o el mantenimiento de un significativo peso de la comisión estatal para la planificación del desarrollo que aún incide en numerosos y variados temas (desde la reducción del precio de los antibióticos hasta la concesión de permisos a aquellas empresas que deseen ampliar sus instalaciones) evidencian que la apertura china, la insistencia en el desarrollo de una reforma orientada hacia el mercado, coexiste con un control centralizado de los principales vectores de ese proceso.

¿Erosionan los cambios la autoridad del Partido? China es más compleja y más sofisticada con las reformas y ello hace más difícil comprender el funcionamiento de su política. Pero el Partido es, sigue siendo, el eje central que atraviesa la jerarquía del Estado y del conjunto del sistema político.

Libertades mediatizadas

Otro tanto ocurre en las esferas política y social, donde, a pesar de algunas tensiones, el control partidario parece funcionar a las mil maravillas, habida cuenta de las dificultades de un empeño de ese calibre en un país de las magnitudes y contradicciones de China. El Partido fagocita todos los términos: Ongs, estado de derecho, derechos del hombre, desarrollando lo que Gérémie Barmé define como una “democracia de imágenes”, dirigida principalmente a la audiencia extranjera. Así, la ratificación del Pacto Internacional de derechos civiles y políticos en octubre de 1998 que desató la euforia en quienes imaginaban una mayor tolerancia con la libertad de asociación, no comprendieron que para las autoridades de Beijing dicho paso es inseparable de la construcción de una “civilización espiritual socialista”. ¿Cómo congeniar los contrarios? Evidenciando una creciente hostilidad ante aquellos grupos sociales que se niegan a desempeñar esa función de correa de transmisión de sus propias políticas y no renunciando a la ingerencia creciente en sus asuntos. Desde los años ochenta, el Partido ha debido enfrentarse a una notable expansión de la vida asociativa y a ello ha respondido promoviendo su participación en la gestión de los asuntos sociales (desarrollo de una cultura filantrópica en China), en el apoyo a los gobiernos de los diferentes niveles, y fortaleciendo la influencia del Partido.

El control del Partido se extiende aún hoy a todos los aspectos de la vida social organizada, desde las instituciones educativas a las profesionales, desde lo religioso a las organizaciones públicas de masas. El sistema de nomenclatura es el principal obstáculo para la formación de una sociedad civil y para el desarrollo sociopolítico del país. Tradicionalmente, la burocracia estatal siempre ha resultado de gran atracción para los chinos instruidos. Y esa tradición dificulta el desarrollo de organizaciones sociales intermedias, no deja espacios ni energías para la libre búsqueda del saber y en opinión de Joseph Needham, ha sido responsable de la incapacidad china para establecer una ciencia moderna.

Para muchos, sin embargo, la omnipresencia del Partido y la casta de empresarios burocráticos han sido los factores clave que han permitido el crecimiento estable de la economía china en las dos últimas décadas. Y después de más de veinte años de reforma, la economía china sigue siendo una economía de poder y la sociedad, una sociedad de poder, donde el Estado y el Partido ocupan y pueden mucho más que todo lo demás.

El experimento llevado a cabo en la isla de Hainan en 1988 (gobierno pequeño, sociedad grande), caracterizado por la emergencia de una especie de sociedad civil, integrada por numerosas organizaciones sociales, instituciones de servicio gestionadas por los autóctonos y organizaciones intermedias no gubernamentales, además de imaginar respuestas a nuevos problemas como el desempleo, tenía como objetivo vehicular los fundamentos de un nuevo sistema, más moderno pero no por ello más ligero en cuanto al dominio del Estado-Partido sobre el conjunto de la sociedad. Como han señalado Jonathan Unger y Anita Chan, no se trataba de animar la emergencia de la sociedad civil sino de transformar el corporativismo de estado en un corporativismo societario reforzando la dirección y control del Partido sobre la sociedad.

El Partido en China procura por todos los medios mantener su control pero sin mantenerse inmóvil, adaptándose a las nuevas circunstancias. En los últimos años se ha diversificado sociológicamente, sus miembros están más preparados intelectualmente y se mantiene la presencia de jóvenes, renovándose también por la cúpula.

La emergencia de empresarios, en tanto que categoría socioeconómica es uno de los trazos más destacables de la reforma. Las relaciones entre el Partido y los nuevos ricos, junto a las del centro con las provincias y el papel del capital extranjero en la economía, ha sido uno de los temas de debate cruciales en el seno del Partido en la última década. La decisión final respecto a su admisión es simbólica, pues muchos miembros del Partido eran ya millonarios, pero otros habían surgido de la periferia del Estado-Partido, como consecuencia del proceso de modernización y aunque favorecidos por las dinámicas impulsadas, siempre se abriga el temor del desafío al poder. Fagocitando una vez más lo habido y por haber, y ubicando a los empresarios en las llamadas fuerzas avanzadas de la producción, la doctrina de las tres representaciones (junto a la cultura y las grandes masas) ha extendido el manto partidario a los nuevos ricos.

Democracia directa en el campo

En ese marco general de adaptación, se ha cuidado además de impulsar algunas reformas simbólicas de cierto calado. Una de ellas, afecta al experimento de democracia directa en el campo, fenómeno que los más optimistas califican como una revolución democrática silenciosa y sitúan como el punto de partida de la democracia en China. Más de ochocientas mil aldeas celebran elecciones cada tres años. En el campo chino viven aún novecientos millones de personas.

¿Principio de una reforma política o una estrategia del Partido y del gobierno para reforzar su control sobre el campo? ¿Pueden los comités de aldeanos dificultar la aplicación de las políticas del Partido? Las primeras tensiones surgidas entre los miembros de los comités de aldea y los comités locales del Partido, reflejo en buena medida del significativo descenso en el número de miembros del Partido elegidos en los comités, disparó las presiones para reforzar su control recurriendo a otras vías: reclutando a aquellos miembros que no disponen de carné y, sobre todo, fundiendo en una sola las dos posiciones clave en la cabeza de la aldea. Hoy, el presidente del comité de la aldea acostumbra a ser el secretario del Partido. Así pues, sin despreciar sus elementos positivos, cabe pensar que el experimento constituye una forma de evitar el deterioro de la autoridad del Partido y del Estado en el campo, una nueva fórmula de movilización rural que efectivamente refuerza la gestión autónoma de los asuntos de la aldea pero aleja cualquier impresión de autodeterminación política real. El Partido no desea en modo alguno que el proceso se salga de su órbita ni que sea utilizado para minar su control en el campo.

Jiang Zemin asegura que la democracia socialista avanzada comprende tres tipos de relaciones que es necesario gestionar de la mano de tres factores: la dirección del Partido, el desarrollo de la democracia y el Estado de derecho. De los tres, el desarrollo de la democracia es la base y el Estado de derecho la garantía, pero el punto crucial sigue siendo la dirección del Partido.

Del gobierno por la ideología al Estado de derecho

El último Congreso, celebrado en 1997, concedió prioridad absoluta a la construcción de un Estado de derecho. Pero ¿en que medida es posible y viable bajo el liderazgo absoluto del PCCh? En relación al derecho, la evolución del régimen chino ha sido muy contradictoria y nunca, hasta ahora, una prioridad. Las exigencias de la lucha de clases primaban más la aplicación inmediata de decisiones políticas, aún sin contar con amparo legal de ningún tipo. La creación de las comunas, por ejemplo, en 1958, no fue decidida por el gobierno, ni siquiera por un órgano formal del Partido, sino por una reunión especial de dirigentes. ¿Derecho al divorcio? Sí, pero en la revolución era más difícil de obtener que antes de ella, pues el socialismo sugería que se dejaran a un lado las desavenencias individuales para trabajar juntos por el futuro del país. En China se ha venido gobernando no con leyes sino con slogans y con el entusiasmo generado en las masas. El Partido y el gobierno siempre han intentado hacerse obedecer a través de la palabra, del seguimiento de la consigna.

Cuando la ideología presenta evidentes síntomas de resquebrajamiento, el gobierno por la ideología, para algunos muy próximo a la idea de gobierno a través de los ritos confucianos, se hace difícilmente sostenible y tanto por imperativos externos como internos, es obligado recurrir a un nuevo concepto, el gobierno a través de la ley. Es un avance importante, por cuanto se pasa de una definición de ley basada en el concepto de clase hacia otra de tipo social, aunque siempre considerada un instrumento de la Administración y del Partido, una ley contextualizada en el rígido marco de los cuatro principios fundamentales. A fin de cuentas, ¿por qué se debe subordinar el Partido a la Constitución si es el Partido dominante del Estado y quien controla la autoridad de la Asamblea Popular Nacional? Sus actividades van mucho más allá del Estado y su superioridad es superior a la ejercida por la APN. Es verdad que se ha producido un debilitamiento del control del Partido sobre el proceso de elaboración de las leyes, en buena medida debido a su creciente complejidad, pero el poder del Partido sigue inalterable y es inatacable. Todas las reformas constitucionales se han orientado a convertir en regla la voluntad del Partido. Jiang Ping, antiguo vicepresidente de la comisión legislativa de la APN, enfatiza que el poder del Partido afecta a todos y cada uno de estos ámbitos, incluyendo la aplicación de la legalidad en materia de libertad de expresión y de prensa o el funcionamiento del aparato judicial.

Con todo, la incorporación de cierta idea legalista supone una modificación importante. Conviene recordar que la tradición política del Partido nunca ha sido legalista. En el maoísmo no todos eran iguales ante la ley, la noción de clase prevalecía imponiendo una clara distinción entre el pueblo y los enemigos del pueblo; el Partido debía estar por encima de la ley, sus palabras eran “reglas de oro y leyes de jade”.

En China, el discurso de la reforma coexiste con la idea permanente de sus límites. Se han abierto algunas puertas, el Partido ya no promueve las campañas de masas de la época maoísta e incluso invita a sus Congresos a destacadas personalidades del mundo financiero internacional; las libertades individuales son más y mejor respetadas y en su conjunto el régimen puede decirse que es más tolerante y menos represivo, pero nunca consentirá de buen grado la existencia de una oposición política real. Los vacíos abandonados por el Partido como consecuencia de las reformas van siendo ocupados prioritariamente por las tradiciones ancestrales, especialmente en el campo.

Mao llegó a comparar el Partido con Pan Ku quien, según la mitología china, vivió en una época antes de que el universo se formara. Después de un período de 18.000 años, separó el cielo de la tierra. Usando esa alusión, Mao quería decir que el Partido con el pueblo podrá realizar lo que nunca antes en la historia china nadie hubiera podido soñar. Demasiada gloria para renunciar a ella con facilidad.