Hu Jintao, el actual máximo líder chino, ha lanzado recientemente un nuevo slogan, llamado a ser el padrenuestro de todos los cuadros y militantes del Partido Comunista de China (PCCh). Si su antecesor, Jiang Zemin, irrumpió en la literatura partidaria con su máxima de “las tres representaciones”, Hu Jintao propone ahora “los ocho honores y deshonores”, una curiosa mezcla de superstición numérica y moral confuciana. Desde tiempo inmemorial, en China, la consigna es la clave educativa más tradicional.
En efecto, solo podían ser ocho. Como resultado de la prolongada influencia del pensamiento tradicional, muchos chinos creen que hay números que traen buena suerte y otros que acarrean desgracias. Entre los primeros están el seis ““y el ocho ““, porque “” (liù) se asemeja con “” (lù), que quiere decir “posesión de dicha y dinero a la vez”; y “” (bã) rima con “” (fã), que supone prosperidad y fortuna. A los chinos les gustan los números pares y no los impares, y esto tiene un profundo origen histórico. Antiguamente se creía que el universo estaba constituido por dos polos opuestos y, al mismo tiempo, unidos y que, por ello, querían que todas las cosas a su alrededor estuvieran emparejadas, pensando que así se llegaría a la perfección y la redondez. Por consiguiente, en la vida social se dan muchos casos en que se presenta el número dos o múltiples de dos, y rara vez se ven números impares.
Desde que en noviembre de 2002 fue elegido secretario general del PCCh, Hu Jintao ha expresado su predilección por conceptos como la armonía o la prosperidad común, de clara acepción confuciana, que ha conjugado con referencias históricas más recientes y alusivas a períodos de la epopeya revolucionaria especialmente caracterizados por la abnegación y el sacrificio. El mensaje parece claro: la bonanza actual no debe hacernos perder la conciencia de nuestros orígenes.
Los conceptos en los que abundan los mandamientos de Hu Jintao se refieren a la patria, el pueblo, la ciencia, el trabajo, la unidad y la solidaridad, la honestidad, la humildad, la disciplina y la legalidad; todo un catálogo, pues, de virtudes que deben asumir los comunistas chinos de hoy.
Al parecer, el slogan se va a convertir en la referencia formativa básica para todos los cuadros del partido. El responsable del departamento de organización del PCCh, He Guoqiang, ha cursado instrucciones para que todos los responsables estudien y asuman el “concepto socialista del honor y el deshonor”.
En otro gesto cargado de simbolismo, He Guoqiang, ha requerido a tres escuelas del Partido para que se destaquen en la reflexión y en la aplicación del nuevo slogan. Se trata de las escuelas de Jinggangshan y Yan”™an, dos referencias históricas muy importantes en la etapa maoísta (1928-1934 y 1936-1945), vinculadas al inicio de la revolución y la reforma agraria y a la Larga Marcha, y también Pudong, base del Shangai ultramoderno y referencia de la modernización de China.
Hu Jintao pretende establecer así una línea de continuidad en la conducta de los responsables comunistas chinos, siempre en entredicho por la magnitud de la corrupción y hoy tentados de sucumbir al irrefrenable deseo de enriquecimiento a toda costa que aqueja a buena parte de la sociedad china. Esa asociación de ideas entre pensamiento confuciano revalorizado y trayectoria del propio Partido Comunista, especialmente en aquellos periodos históricos más duros, y que hoy tienden a olvidarse, ofrece indudables pistas para advertir la profunda mutación ideológica que vive el PCCh y que acentúa el perfil mandarín de su militancia.
No falta quien llame la atención sobre el hecho de que los efectos negativos del actual proceso no solo se limitan a los desequilibrios y las desigualdades, el medio ambiente o el patrimonio cultural, sino también a las convicciones morales y sociales que han entrado en crisis, ahogadas en el discurso del enriquecimiento. Ese virus asedia las filas partidarias no solo en forma de corrupción económica, también moral, y pone en peligro el proyecto histórico que encarna el PCCh, hoy con apenas signos visibles que lo asocien a objetivos socialmente emancipadores, pero donde aún fundamenta las raíces de su legitimidad.
Los ocho honores y deshonores
Uno se honra cuando ama la patria y se deshonra cuando la perjudica;
Uno se honra cuando sirve al pueblo y se deshonra cuando se aparta del pueblo;
Uno se honra cuando se interesa por el conocimiento y se deshonra cuando es ignorante;
Uno se honra cuando trabaja duro y se deshonra cuando solo tiene afición por las comodidades y odia el trabajo;
Uno se honra cuando valora la unidad y el apoyo mutuo y se deshonra cuando perjudica los intereses ajenos para sacar provecho propio;
Uno se honra si es honesto y respeta los compromisos y se deshonra cuando olvida todos los principios morales con tal de obtener ganancias;
Uno se honra si respeta la disciplina y las leyes y se deshonra si las viola;
Uno se honra si lucha de forma constante y lleva una vida sencilla y se deshonra cuando se entrega al lujo y los placeres.